Nosotros y las drogas
Droga

Nosotros y las drogas

 

 

02.11.2014 Fuente lavozdelpueblo.  El testimonio de un tresarroyense cuyo hijo padece una adicción. La lucha familiar. El valor de la palabra y de la ayuda

 

Hablan de despenalizar, de los efectos nocivos para la salud, a favor y en contra, de los "faloperos"... hablan... hablamos, hablé...

 

No sé, en realidad, cuál es el mejor camino. No lo sé. No tengo la preparación científica para saberlo. Sí se lo mucho que se sufre cuando alguien en la familia cae en esta enfermedad.

 

Lo primero que te surge es la culpa, el dolor interno e intenso de no poder comprender en qué fallaste, dónde estuviste durante ese tiempo, qué pasó en nuestra relación familiar para que una sustancia nos enfrente y nos separe. Te sentís francamente un desgraciado, te invade la tristeza, te paraliza el miedo.

 

Lloras, ¡mares de lágrimas!... miles de imágenes se vienen a la mente... sensación de ahogo, de vacío, y culpa y más culpa ¿Por qué a mí?... ¿por qué no?

 

De a poco y con mucha ayuda profesional, familiar y de los amigos "en serio", empezás a comprender que la realidad golpea fuerte.

 

Vivimos en una sociedad acostumbrada a estigmatizar y lo vemos a diario en cada una de nuestras acciones: según el club del cual seas hincha serás más o menos puto; si te vestís de una determinada manera serás villero o cheto; sos oficialista u opositor, y la lista es larga y depende de la estructura mental de cada uno, pero metemos a todos en la misma bolsa y nos metemos en la vida de todos, gritamos gay, pero no hetero, juzgamos y prejuzgamos.

 

Si pasa un fumador nadie dice "mirá ahí va el fumador", pero sí se habla con desprecio del alcohólico o del "falopero", y me doy cuenta de lo doloroso del término y lo incorporado que lo tengo. Pero en el fondo, todos son (¿somos?) enfermos, aunque más o menos tolerados por la sociedad.

 

Ahora sí creo que el problema más grande lo tenemos con nosotros mismos, y el destino me ha rodeado de mucha enfermedad, como para ir comprendiendo aún más. Un tío con cáncer y sometido a quimioterapia, lucha por su vida, y resiste y no se quiere morir... mi padre con Parkinson y un cuadro de demencia senil, clama por morir porque no soporta vivir así, pero en el fondo se aferra a la vida; mis clientes Rubén y Silvina, personas jóvenes con proyectos, soportando cada sesión de quimio porque quieren seguir viviendo y la lista es larga, pero va al solo fin de ejemplificar. En el medio, mi hijo, con un cuadro de adicciones, rehabilitándose, también lucha por vivir. Y hoy me doy cuenta, que en el fondo, ninguno de ellos eligió estar ahí. Seguramente ninguno querría estar ahí. Pero todos, enfermos y familia, luchan por superarse.

 

Y vuelvo a los estigmas, porque a veces disfrutamos de los rótulos, sin ver lo que yace oculto en cada situación. Escucho hablar displicentemente de los faloperos, los drogadictos, y con qué facilidad nos convertimos en especialistas, porque mi hijo tiene una adicción distinta a la de mi madre, mi hijo a la marihuana, mi madre a las pastillas para dormir. Pero no es lo mismo. Socialmente no es lo mismo. Pero me consta que los dos están enfermos y dependientes de algo... de ahí lo de droga-dependiente.

 

Ahora bien, sirva esto como larga introducción y el pie para la discusión y la crítica (no aceptaré la crítica fácil, ya no).

 

Que esto sea solo una pequeña ayuda para quienes están pasando alguna situación similar.

 

Estemos atentos a los síntomas, los cambios de hábitos de nuestros hijos, las amistades, los horarios. Sin paranoia, pero con atención. Preparémonos para eliminar los tabúes, hablemos todo.

 

Tengamos en cuenta que quien "se fuma" o "se da con otra cosa", por su propia subsistencia, aprende a mentir y ocultar de una manera tan sutil que lo hace un experto. Pero aún así, aprendamos a observar. Debemos vencer los miedos, primero los nuestros, luego los de los demás. Olvidémonos por un momento del resto, del que dirán, no podemos vivir en ese estado de que todos los dedos apuntan a mí, no nos sintamos perseguidos. Tenemos una dura tarea por delante, cual es la de superar el proceso y reinsertar a nuestro hijo en una vida sana, entonces no nos preocupemos por las hormigas, que tenemos los elefantes enfrente.

 

Que el no saber pedir ayuda no te paralice, hay que hacerse fuerte porque la tarea de superar la enfermedad es dura, te aseguro que muy dura y dolorosa, golpeá todas las puertas que sea necesario. Pedí ayuda.

 

Internar un hijo adicto es angustiante, las sesiones vinculares son a veces duras, otras crueles, por lo que escuchás, por lo que sentís. Procesar toda la situación es mentalmente agotador, pero saber que, con la enfermedad a cuestas, el intentar mutuamente (hijo-padres) salir adelante, es finalmente gratificante.

 

Todo es directamente proporcional, cuanto más se avanza en el tratamiento más surgen los miedos, y es ahí donde uno necesita apoyos en la familia y en los amigos. Es ahí donde te das cuenta del poder de la palabra: un "te quiero", "abrázame", "te mando un beso", tienen un efecto muy potente y en todo caso irremplazable. Esto sí hagámoslo un hábito.

 

Finalmente, y sometidos a todo el tribunal de la inquisición y la acusación fácil, te digo humildemente, que nadie está exento de nada y nadie la tiene tan clara. Ayudá y ayudate.

 

Gracias hijo, por enseñarme a vivir.