EE.UU. comete un error estratégico en la guerra por el precio del crud
Comercio Exterior

EE.UU. comete un error estratégico en la guerra por el precio del crudo

 

 

10/03/2015 Fuente cronista. Tal como comentó con satisfacción Abdalla El-Badri, secretario general de la OPEP, durante el fin de semana, la caída de los precios del petróleo ya está teniendo un dramático impacto sobre la industria del shale en Estados Unidos.

 

Los presupuestos para gasto de capital están siendo recortados, hay plataformas de perforación inactivas y se está despidiendo personal. El notable crecimiento de la producción norteamericana de petróleo, que permitió elevar la oferta en más de 1 millón de barriles diarios para los mercados mundiales en los últimos tres años, probablemente en 2015 disminuya.

 

La mayor parte de este sufrimiento es consecuencia de las fuerzas del mercado. El incremento de la producción proveniente de Estados Unidos, que coincide con la abrupta caída del crecimiento de la demanda global, originó un exceso de oferta. En ausencia de una acción por parte de Arabia Saudita _que no ve razón para rescatar a sus competidores_ esa oferta excesiva se puede corregir sólo por medio del mecanismo de precios.

 

El factor que mortifica a los productores de crudo estadounidenses es que sus problemas empeoran con las regulaciones que mantiene vigentes su propio gobierno. Las normas de los setenta que prohiben las exportaciones de crudo no refinado, salvo en limitadas circunstancias, son una reliquia del embargo petrolero de la OPEP. Ya no sirven para ningún propósito útil.

 

Los estudios confirman que esas regulaciones no ayudan en nada a bajar los costos del combustible para los consumidores norteamericanos y, en cambio, generan rentas indeseadas para las refinerías. Su continua existencia socava la credibilidad internacional del respaldo norteamericano al libre comercio. Además, en un momento de precios débiles, son particularmente perjudiciales porque ponen en peligro la producción estadounidense.

 

Como Estados Unidos, el único entre los mayores productores de petróleo, no autoriza a su industria a concretar ventas internacionales, surgieron dos saturaciones: una en los mercados mundiales y otra en Estados Unidos.

 

Los tanques de almacenamiento de crudo en Norteamérica se están llenando a un ritmo de casi 1,5 millones de barriles diarios, o cerca de 16% de toda la producción del país, mientras los productores se esfuerzan por encontrar compradores. Estados Unidos todavía es importador neto de petróleo, pero el crudo liviano y dulce (bajo contenido sulfuroso) proveniente del shale norteamericano no es sustituto perfecto del crudo importado que prefieren muchas refinerías estadounidenses.

 

Como resultado, la diferencia entre el precio que reciben los productores por su crudo onshore en EE.UU. y el que deberían cobrar si pudieran vender en los mercados mundiales se amplió abismalmente. El West Texas Intermediate de referencia está a un descuento de u$s 9 respecto del crudo Brent que se comercializa internacionalmente comparado con la casi paridad registrada en enero.

 

Para una industria que recibe fuertes presiones financieras, esa diferencia de u$s 9 por barril es realmente importante.

 

Parte del descuento se debe a costos de transporte pero la mayor parte parece ser el resultado del reducido mercado disponible para el crudo norteamericano.

 

Manteniendo la restricción a las exportaciones, EE.UU. está debilitando su propia producción y ayudando a los competidores como Rusia y Arabia Saudita, a elevar sus porciones del mercado mundial. Las regulaciones a veces defendidas como respaldo a la seguridad energética de EE.UU. terminarán provocando un aumento de sus importaciones netas.

 

Las últimas medidas, como permitir mayores exportaciones de petróleo ultraliviano, son pequeños pasos hacia la dirección correcta pero no suficientes para hacer una verdadera diferencia. La mejor solución sería el abandono total de todos los controles a las exportaciones.

 

En la guerra global por los precios del crudo, EE.UU. está luchando con una mano atada en la espalda. Es momento de abandonar una política antigua y pelear en igualdad de condiciones.