César Augusto 1. Primera entrega
Biografía

César Augusto 1. Primera entrega

 

De interés general

 

 

Fuente Wikipedia. Caius Iulius Caesar Augustus (Roma, 23 de septiembre de 63 a. C. – Nola, 19 de agosto de 14 d. C.), en español Cayo Julio César Augusto, conocido como César Augusto y más habitualmente como sólo Augusto, fue el primer emperador del Imperio romano. Gobernó entre 27 a. C. y 14 d. C., 1 año de su muerte, convirtiéndose así en el emperador romano con el reinado más prolongado de la Historia.

 

Nacido bajo el nombre de Cayo Octavio Turino, fue adoptado por su tío abuelo Julio César en su testamento, en el año 44 a. C. Desde ese instante hasta 27 a. C. pasó a llamarse Cayo Julio César Octaviano. En 27 a. C. el Senado le concedió usar el cognomen de «Augusto», y por consiguiente se convirtió en Cayo Julio César Augusto. A causa de los varios nombres que ostentó, es común llamarlo «Octavio» al referirse a los sucesos acontecidos entre 63 y 44 a. C., «Octaviano» de 44 hasta 27 a. C. y «Augusto» después de 27 a. C. En las fuentes griegas, Augusto es conocido como κταβίος («Octavio»), Κασαρ («César»), Αγουστος(«Augusto») o Σεβαστός («Venerable», traducción literal de Augustus), dependiendo del contexto.

 

El joven Octavio se convirtió en heredero de Julio César tras el asesinato de éste en 44 a. C. Un año después, en 43 a. C., conformó junto a Marco Antonio y Lépido una dictadura militar conocida como el Segundo Triunvirato. Como triunviro, Octaviano gobernó Roma y la mayor parte de sus provincias como un autócrata, haciéndose con el poder consular tras las muertes de los cónsules Aulo Hircio y Pansa y haciéndose reelegir a sí mismo todos los años. Tiempo después, el triunvirato se iría rompiendo ante las ambiciones de sus creadores: Lépido fue obligado a exiliarse, mientras que Marco Antonio terminó suicidándose tras su derrota en la batalla naval de Accio frente a la flota de Octavio, dirigida por Agripa en 31 a. C.

 

Con la desaparición del Segundo Triunvirato, Octavio restauró los principios de la República Romana, con lo que el poder gubernamental pasó a establecerse en el Senado, aunque en la práctica él retendría su poder autocrático. Pasaron varios años para que se llegara a determinar la estructura exacta por la cual una entidad republicana podría ser dirigida por un único gobernante; el resultado pasó a conocerse como el Principado. El título imperial nunca llegó a considerarse como un cargo similar a lo que había significado la dictadura romana de la República, y que César y Sila habían ostentado con anterioridad; Augusto rechazó formalmente dicho cargo después de que la sociedad romana «le rogara que asumiera la dictadura».

 

 Por ley, Augusto contaba con toda una colección de poderes perpetuos conferidos por el Senado, incluyendo aquellos relativos al tribuno de la plebe y el censor. Ocupó el consulado hasta 23 a. C.4 Por otro lado, su poder real fue creciendo gracias a su poder económico y a los recursos obtenidos de sus conquistas, creando relaciones de clientela a lo largo del Imperio romano, y ganándose la lealtad de muchos soldados y veteranos militares, la autoridad implícita en los muchos honores y títulos que le eran concedidos por el Senado, y el respeto de la gente. El control de Augusto sobre la mayoría de las legiones de Roma existentes supuso una amenaza armada que podía ser usada contra el Senado, permitiéndole de esta forma coaccionar las decisiones del mismo. Con este poder para eliminar la oposición senatorial mediante el uso de armas, el Senado pasó a adoptar un perfil dócil hacia su estatus soberano. Su reinado por medio del clientelismo, el poder militar y la acumulación de los cargos propios de la extinta República, se convirtió en el modelo a seguir para los posteriores gobernantes.

 

El mandato de Augusto inició una era de paz relativa conocida como la Paz romana o Pax Augusta (en su honor). Salvo por las constantes guerras fronterizas, y con la excepción de una guerra civil de sucesión imperial que duró un año, la sociedad del Mediterráneo gozó de un ambiente pacífico durante más de dos siglos. De igual forma, Augusto expandió el Imperio romano, asegurando en el proceso sus fronteras mediante la subordinación a Roma de las regiones circundantes. Además, celebró un acuerdo de paz con el Imperio Parto —el más poderoso de sus vecinos— por la vía diplomática, reformó el sistema tributario romano, desarrolló redes de caminos que contaban con un sistema oficial de mensajería, estableció un ejército permanente (así como un pequeño cuerpo de marina), y creó la Guardia Pretoriana junto a fuerzas policiales de seguridad, tanto para mantener el orden como para combatir los incendios en Roma. Resulta destacable añadir que gran parte de la ciudad se reconstruyó bajo su reinado.

 

Tras su muerte en 14 d. C., el Senado lo divinizó, siendo posteriormente adorado por el pueblo romano. A manera de legado, sus nombres «César» y «Augusto» serían adoptados por todos los emperadores posteriores, y el mes de Sextilis sería renombrado «Agosto» en su honor. Asimismo, sus logros son relatados en un documento conocido como «Los escritos de Divino Augusto» que, a petición del propio Augusto, fue grabado en un par de pilares de bronce y colocado enfrente de su mausoleo, llegando tiempo después a tallarse en gran cantidad de edificaciones, muchas de las cuales han sobrevivido. No obstante, este material es considerado poco objetivo históricamente, y más bien es tratado como un escrito publicitario cuyo objetivo es ofrecer una visión idílica del principado ejercido por Augusto. Tras un largo proceso para solventar los problemas en torno a su heredero, César Augusto fue sucedido por su hijastro Tiberio.

 

Primeros años

 

 

Octavio nació en 63 a. C. en una rica casa en el monte Palatino, ubicado en Roma.

 

A pesar de que su familia paterna, perteneciente al orden ecuestre, provenía de la ciudad de Velletri, situada aproximadamente a unos 40 kilómetros de Roma, Augusto nació ya en la Urbs el 23 de septiembre de 63 a. C., más específicamente en la zona llamada "las Curias Viejas" (in Curis Veteribus), en una mansión ubicada en el monte Palatino, muy cerca del Foro Romano y del Arco de Tito (en excavaciones del año 2011 ha sido hallada la que se cree que puede ser su casa natal ).

 

Al nacer recibió el nombre Cayo Octavio Turino, siendo el cognomen «Turino» una probable referencia a la victoria de su padre en Turios sobre una rebelión de esclavos. Debido a la superpoblación de Roma en esa época, Octavio fue llevado a la ciudad natal de su padre, Velletri, para ser criado ahí. En sus Memorias el futuro emperador sólo hace una breve referencia a su familia natural del orden ecuestre: su bisabuelo paterno se había desempeñado como un tribuno militar en Sicilia, bajo el mando de Lucio Emilio Papo, durante la Segunda Guerra Púnica, mientras que su abuelo sirvió en varios puestos políticos regionales. Su padre, llamado también Cayo Octavio, fue pretor y gobernador de Macedonia, y su madre, Atia Balba Cesonia, era la sobrina de Julio César.

 

Quedó huérfano de padre en 59 a. C., cuando tenía cuatro años de edad. Su madre contraería nuevas nupcias con un ex gobernador de Siria, Lucio Marcio Filipo, quien afirmaba ser descendiente de Alejandro Magno y que fue elegido cónsul en 56 a. C. Contrario a lo que pudiera pensarse, Filipo nunca mostró mucho interés en el joven Octavio; debido a lo anterior, Octavio fue criado por su abuela materna Julia César la Menor.

 

En 52 o 51 a. C., Julia César la Menor falleció y Octavio fue el encargado de pronunciar el discurso fúnebre de su abuela. A partir de ese momento su madre y su padrastro asumieron un rol más activo en su educación. Se sabe que Filipo lo educó con una disciplina férrea en los años venideros. Cuatro años después, el joven fue investido con la toga viril, un año antes que la edad establecida para los demás jóvenes romanos, aspecto que demuestra su madurez prematura. El biógrafo Suetonio decía de él que «Poseía una rara belleza (...)

 

Tenía unos ojos vivos y brillantes (...) Tenía dientes pequeños, blancos y desiguales, el cabello ligeramente rizado y algo rubio; las cejas juntas, las orejas medianas, la nariz aguileña y puntiaguda, la tez entre morena y blanca, corta estatura (...).» Asimismo, un par de hechos que evidenciaron su disponibilidad para asumir cargos y obligaciones a temprana edad eran que, en 47 a. C., resultó electo al Colegio de Pontífices y al año siguiente fue puesto a cargo de los juegos griegos que se realizaron en honor al Templo de Venus Genetrix, construido por Julio César. De acuerdo a Nicolás de Damasco, Octavio deseaba unirse a las tropas de César para su campaña en África, pero desestimó lo anterior una vez que su madre se opusiera. En 46 a. C., Atia le dio permiso de unirse a César en Hispania, pero Octavio cayó enfermo y no pudo viajar.

 

Una vez recuperado, navegó hacia el frente pero naufragó; tras llegar a la costa con algunos de sus compañeros, cruzó territorio hostil antes de llegar al campamento de César, algo que impresionó de manera considerable a su tío abuelo. El historiador Marco Veleyo Patérculo reportó que, después de eso, César permitió que el joven compartiera su carroza. Al regresar a Roma, César depositó discretamente un nuevo testamento con las vestales, nombrando a Octavio como el principal beneficiario.

Ascenso al poder

 

 

El testamento de César

 

Julio César fue asesinado en 44 a. C.durante los idus de marzo. Morte di Giulio Cesare (1798), pintura de Vincenzo Camuccini.

 

Para cuando Julio César fue asesinado en los idus de marzo (específicamente, el 15 de marzo) de 44 a. C., Octavio se hallaba estudiando y formando parte de un entrenamiento militar en Apolonia de Iliria, (en el emplazamento de la ciudad moderna de Pojan). Tras objetar el consejo de algunos oficiales del ejército de que tomara refugio con las tropas en Macedonia, el joven navegó a Italia para averiguar si tenía algunas potenciales fortunas políticas o, siquiera, posibilidades de afianzar su seguridad.

 

Al llegar a Lupiae, cerca de Brindisi, se enteró del contenido del testamento de César, y sólo entonces decidió luchar por convertirse en el heredero político de su tío abuelo, así como beneficiario de las dos terceras partes de su patrimonio. Por otro lado, al no tener ningún hijo legítimo, César adoptó a Octavio como su hijo y principal heredero. Tras la adopción, Octavio asumió el nombre de su tío abuelo, Cayo Julio César. Aunque los romanos que eran adoptados en una nueva familia usualmente retenían sus nombres originales (por ejemplo, «Octaviano» para todo aquel que había sido un «Octavio», «Emiliano» para un «Emilio», etc.), no hay evidencia alguna de que él usara en algún momento el nombre Octaviano, lo cual pudo haber vuelto muy lógico el dato de sus orígenes modestos. Sin embargo, a pesar de que nunca usara de manera oficial el nombre Octaviano, para evitar confundir al dictador con su heredero, los historiadores suelen referirse al nuevo César —entre su adopción y asunción, en 27 a. C., de nombre Augusto— como Octaviano. En algún momento, Marco Antonio dijo que Octaviano había sido adoptado por César a través de favores sexuales, aunque Suetonio mencionó, en su obra Las vidas de los doce césares, que la acusación de Antonio consistía verdaderamente en una calumnia política.

 

Debido a su propósito de realizar una entrada exitosa en los peldaños de la jerarquía política romana, Octaviano no podía confiar en sus fondos limitados. Tras una cálida recepción por los soldados de César en Brindisi, Octaviano demandó una porción de los fondos que habían sido repartidos por César para la tentativa guerra contra el Imperio Parto —el vecino más poderoso de Roma— en el Medio Oriente. El dinero acumulado equivalía a 700 millones de sestercios, monto que se hallaba almacenado en Brindisi, la zona de estacionamiento en Italia para las operaciones militares en territorio oriental. Una posterior investigación senatorial en torno a la desaparición de los fondos públicos rechazó tomar acciones legales contra Octaviano, puesto que él había usado, de forma subsecuente, todo aquel dinero acumulado para aumentar sus tropas contra el archienemigo del senado, Marco Antonio.

 

Octaviano llevó a cabo otra acción audaz en 44 a. C. cuando, sin poseer permiso oficial, se apropió del tributo anual que había sido enviado de la provincia del oriente próximo de Roma a Italia. Con el paso del tiempo, Octaviano empezó a reforzar sus tropas con los legionarios veteranos de César y los cuerpos militares diseñados para la guerra contra los partos, obteniendo un mayor apoyo al enfatizar su estatus como heredero de César. En su marcha a Roma a través de Italia, la presencia de Octaviano y sus nuevos fondos adquiridos atrajeron a muchos ex veteranos de César en Campania. Para junio, había reunido un ejército de 3.000 veteranos leales, cada uno con un salario de 500 denarios.

 

Al llegar a Roma, el 6 de mayo de 44 a. C.,27 Octaviano encontró al cónsul Marco Antonio, ex colega de César, en una frágil tregua con los asesinos del dictador; a éstos se les había concedido una amnistía general el 17 de marzo, aunque Antonio había logrado expulsar a la mayoría de ellos de Roma. Esto último se debía al elogio «enardecedor» que dio en el funeral de César, dirigiendo la opinión pública en contra de los asesinos. Aunque Antonio estaba acumulando apoyo político, Octaviano todavía tenía la oportunidad de rivalizar con él para ser el dirigente de la facción que apoyaba a César. Además, Antonio había perdido el apoyo de muchos romanos y partidarios de César cuando se opuso, en primera instancia, a la moción hecha para elevar a César a un estatus divino.

 

Octaviano no tuvo éxito al intentar persuadir a Antonio de que renunciara al dinero de César para que se lo entregara a él; sin embargo obtuvo, durante el verano, el apoyo de los simpatizantes de César, quienes veían al joven heredero como el mal menor y esperaban ya fuera manipularlo, o servirse de él en sus esfuerzos para deshacerse de Antonio. En septiembre, el orador optimate Marco Tulio Cicerón comenzó a atacar a Antonio en una serie de discursos en los que denunciaba que este último representaba la mayor amenaza para el orden del Senado.

 

Con la opinión de los romanos cada vez más en su contra y sabiendo que su año de poder consular llegaba pronto a su fin, Antonio intentó aprobar una serie de leyes que le otorgarían finalmente el control sobre Galia Cisalpina, territorio de Décimo Junio Bruto Albino, uno de los asesinos de César. Mientras tanto, Octaviano reclutó un ejército privado en Italia al enrolar a los veteranos de César, y el 28 de noviembre obtuvo la lealtad de dos de las legiones de Antonio gracias a su oferta de recompensas de carácter económico. A la vista de la fuerza militar de Octaviano, Antonio percibió el peligro que suponía para él permanecer en Roma y, para el alivio del Senado, partió hacia la Galia Cisalpina, que le debía ser entregada para su gobierno a partir del 1 de enero.

 

Primer conflicto con Antonio

 

 

Busto de Marco Antonio, partidario de Julio César y notable personalidad militar en Roma.

 

Después de que Décimo Bruto rehusara a entregar la Galia Cisalpina a Antonio, Antonio lo sitió en Mutina (actual Módena). Las resoluciones dictadas por el Senado para detener la violencia fueron ignoradas por Antonio, a sabiendas de que el Senado carecía de un ejército propio con el cual desafiarlo. Lo anterior, le dio una oportunidad a Octaviano, quien se sabía que poseía fuerzas armadas. Durante esta época, Antonio acusó a Octaviano de conspirar contra él, y de haber intentado asesinarlo. Sin embargo, el joven no estaba completamente desamparado para afrontar las acusaciones, ya que tenía de su lado a varios personajes importantes que estaban dispuestos a ayudarlo. Entre ellos, Cicerón, quien tenía un profundo odio hacia Antonio, éste defendió a Octaviano contra las burlas de Antonio sobre la ausencia de noble linaje en el joven; éste respondió: «no tenemos un ejemplo más brillante de devoción tradicional entre nuestros jóvenes».

 

Esto fue, en parte, una refutación a la opinión hecha por Antonio a Octaviano, pues Cicerón citó a Antonio cuando le dijo a aquél: «Tú, muchacho, le debes todo a tu nombre». Con base en esta difícil alianza orquestada por el senador anticesariano Cicerón, el Senado nombró a Octaviano senador el 1 de enero de 43 a. C., asimismo, le otorgó el poder de votar junto con los cónsules. Aun cuando el Senado le brindó su apoyo, su verdadero objetivo era debilitar las facciones partidarias de César y ayudar a Bruto, quien se hallaba asediado por Antonio. Así, Octaviano recibió el imperium propretoriano, lo cual hizo que su situación al mando de un ejército fuera legal —a diferencia del poder ejercido por Antonio—, y así podría ir a socorrer el asedio, junto con los cónsules Hircio y Pansa. En abril de 43 a. C., las fuerzas de Antonio fueron vencidas en las batallas de Forum Gallorum y Mutina, forzando a Antonio a retirarse de Galia Narbonense. No obstante, el par de cónsules murieron durante los enfrentamientos. Esto dejó a Octaviano como el único comandante en jefe de sus ejércitos.

 

El senado, después de entregar un mayor número de condecoraciones a Décimo Bruto que a Octaviano por haber derrotado a Antonio, intentó darle el dominio de las legiones consulares a Décimo Bruto, pero Octaviano decidió no cooperar. Por el contrario, Octaviano permaneció en la llanura padana y rehusó ayudar en las futuras ofensivas en contra de Antonio. En julio, una embajada de centuriones enviada por Octaviano llegó a Roma para exigir que se entregara a Octaviano el consulado que había quedado vacante tras las muertes de Hircio y de Pansa.

 

Asimismo, exigió que, por un lado, el decreto que declaraba a Antonio como enemigo público fuera anulado y, por el otro, que se disolviera la amnistía dada a los conspiradores responsables de la muerte de César.14 Cuando recibió la negativa del senado, Octaviano marchó sobre la ciudad de Roma al mando de ocho legiones. No se encontró con ninguna oposición militar en Roma, y el 19 de agosto de 43 a. C. fue elegido cónsul junto con su familiar Quinto Pedio como colega consular. Mientras tanto, Antonio formaba una alianza con Lépido, otro líder cesariano.

 

Segundo triunvirato

 

Proscripciones

 

 

Áureos mostrando los retratos de Marco Antonio (izquierda) y Octaviano (derecha), emitidos en 41 a. C. para celebrar la institución del Segundo Triunvirato por Octaviano, Antonio y Lépido en 43 a. C. Ambos lados poseen la inscripción «III VIR R P C», que significa «Tres hombres con autoridad consular en la organización del Estado».

 

A pesar de su derrota en Módena, Antonio aún contaba con un considerable apoyo entre las tropas romanas, llegando a reagrupar sus fuerzas en la Galia, donde llegó a reunir hasta 17 legiones. No obstante, tanto Lépido como Octaviano sabían que, de seguir enfrentándose entre ellos, los partidarios cesarianos se reducirían de manera significativa, lo cual daría ventaja a los asesinos de César ya que no se verían en la necesidad de usar sus fuerzas. Por ello, Lépido planteó la necesidad de una alianza entre ellos;14 en un encuentro realizado cerca de Bolonia en octubre de 43 a. C., Octaviano, Antonio y Lépido formaron una dictadura militar conocida como el Segundo Triunvirato, cuyo objetivo primordial era el restablecimiento de la autoridad estatal.

 

El acuerdo entre los triunviros cristalizaría en una ley aprobada por la Asamblea Popular, en virtud de la cual los triunviros obtenían poderes especiales por una duración de cinco años. Este carácter oficial distingue el Segundo Triunvirato del Primer Triunvirato integrado por Cneo Pompeyo Magno, Julio César y Marco Licinio Craso, que no pasó de ser un mero acuerdo político privado entre las partes, a través del cual controlaban las elecciones y decisiones de las distintas instituciones de la República.

 

A continuación, los triunviros pusieron en marcha una serie de proscripciones en las que supuestamente se puso fuera de la ley a 300 senadores y 2000 équites, siendo privados de sus propiedades e inclusive, para aquellos que no lograran escapar, de sus vidas. La cifra de 300 senadores proviene de la estimación de Apiano, si bien Tito Livio, autor anterior a él, afirmó que solamente habían sido perseguidos 130.

 

Este decreto publicado por el triunvirato se debió en parte a una necesidad de obtener dinero para pagar los salarios de las tropas que habrían de participar en el inminente enfrentamiento contra los asesinos de César, Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino. Se ofrecieron recompensas a cambio de la detención de los proscritos —25 000 dracmas a los soldados que mataran a un proscrito y llevaran su cabeza a Roma, y la manumisión a los esclavos que asesinaran a sus amos proscritos— para incentivar que los ciudadanos les persiguieran, mientras que los activos y propiedades de los detenidos eran requisadas y quedaban en poder de los triunviros.

 

Los historiadores romanos contemporáneos se contradicen entre ellos en relación a cuál de los triunviros fue más responsable por las proscripciones y los asesinatos. Sin embargo, las fuentes coinciden en el hecho de que la promulgación de las proscripciones fue un acuerdo hecho conjuntamente por las tres facciones con el propósito de eliminar a los enemigos políticos. Marco Veleyo Patérculo afirmó que Octaviano había tratado de evitar las proscripciones de cargos públicos, y acusa a Lépido y a Antonio de ser los culpables de haberlas puesto en marcha. Dion Casio también defendió a Octaviano al mencionar que éste trató de descartar a la mayor cantidad posible de las listas de proscritos, mientras que Antonio y Lépido, al estar involucrados en la política un mayor tiempo que él, tenían más enemigos que liquidar.

 

Esta afirmación es rechazada por Apiano, que mantuvo que Octaviano compartía un interés equiparable al de Antonio y Lépido en erradicar a sus adversarios políticos. Suetonio, por su parte, relata los hechos diciendo que Octaviano, aunque se había mostrado al principio reacio a las proscripciones, finalmente persiguió a sus rivales con incluso más rigor que los otros triunviros.

 

Plutarco describió este acontecimiento como despiadado, calificándolo como un intercambio encarnizado de amigos y familiares entre Antonio, Lépido y Octaviano. Por ejemplo, Octaviano permitió la proscripción de su aliado Cicerón, mientras que Antonio admitió la de su tío materno Lucio Julio César y Lépido la de su hermano Lucio Emilio Lépido Paulo. Algunas fuentes conciben que el hecho de proscribir amigos y familiares era para apropiarse de sus propiedades y amasar una fortuna mayor con el fin de asegurar su hegemonía en Roma.

 

Batalla de Filipos y división territorial

 

Artículo principal: Tercera Guerra Civil de la República de Roma.

 

 

Mapa donde se ilustran los movimientos de los distintos ejércitos involucrados en la Batalla de Filipos, en 42 a. C.

 

El 1 de enero de 42 a. C. el Senado reconoció de manera póstuma a Julio César como una divinidad del estado romano: Divus Iulius. Para apoyar su causa, Octaviano hizo hincapié en el hecho de que, en consecuencia, él, como hijo adoptivo de César, era ahora Divi filius («Hijo de Dios»). Tras esto, Antonio y Octaviano enviaron por mar a 28 legiones para enfrentarse a los ejércitos de Bruto y Casio, que habían instalado su base de poder en Grecia.

 

Tras dos enfrentamientos en Filipos, Macedonia, en octubre de ese mismo año, el ejército cesariano logró la victoria y tanto Bruto como Casio se suicidaron. De acuerdo a Suetonio, Octaviano «no mostró moderación en la victoria, enviando a Roma la cabeza de Bruto, para que la arrojaran a los pies de la estatua de César, aumentando así con sangrientos ultrajes los castigos que impuso a los prisioneros más ilustres». Por otra parte, Marco Antonio usaría luego los ejemplos de dichas batallas para menospreciar a Octaviano, puesto que las dos contiendas habían sido ganadas de forma decisiva con el uso de las tropas de Antonio. Además de exigir el reconocimiento por las victorias, Antonio calificó a Octaviano como un cobarde por haberle entregado el control militar directo de sus legiones a Marco Vipsanio Agripa.

 

En cualquier caso, tras la batalla de Filipos los triunviros llegaron a un nuevo acuerdo territorial para el reparto de poder: mientras que Antonio dejaba la Galia, las provincias de Hispania e Italia en manos de Octaviano, recibía el control de la parte oriental del imperio. Antonio viajó a Egipto, en dónde se alió con la reina Cleopatra VII, la ex amante de Julio César y madre del hijo natural de César, Cesarión. Sintiéndose frustrado por la decisión tomada por Antonio, quien le había cedido Hispania a Octaviano, Lépido se quedó solamente con la provincia de África.

 

Octaviano tuvo que decidir en qué lugares de Italia habría de asentar a las decenas de miles de veteranos de la campaña de Macedonia, algo que los triunviros se comprometieron a cumplir desde un inicio. Además, las decenas de miles que habían peleado del lado republicano con Bruto y Casio, que fácilmente podrían aliarse con un oponente político de Octaviano en caso de que no se les contentase, requerían igualmente un lugar para establecerse. Ya no había más terreno público controlado por el gobierno para destinarlo como asentamiento para sus soldados, por lo que Octaviano debía elegir una entre dos opciones: enfrentarse a muchos ciudadanos romanos mediante la confiscación de sus tierras o enfrentarse a muchos soldados romanos, que a su vez podrían provocar una gran oposición en su contra en el corazón de Roma. Finalmente, Octaviano eligió la primera opción. En total, hubo hasta 18 ciudades romanas afectadas por los nuevos asentamientos, inclusive poblaciones enteras que fueron expulsadas o, al menos, desalojadas parcialmente de sus tierras.

 

Rebelión y alianzas matrimoniales

 

La insatisfacción generalizada con Octavio por los asentamientos de sus soldados incitó a muchos a que se concentraran de lado de Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio, que contaba con el apoyo de una mayoría considerable en el Senado. Mientras tanto, Octaviano pidió el divorcio de Clodia Pulcra (hija de Fulvia y de su primer esposo, Publio Clodio Pulcro), reclamando que el matrimonio nunca se había llegado a consumar; como resultado, decidió devolverla con su madre, la esposa de Antonio. Fulvia, insultada, decidió responder: junto con Lucio Antonio, formó un ejército en Italia para aliarse a las fuerzas de Antonio en contra de Octaviano.

 

Sin embargo, la apuesta política de Lucio y Fulvia al oponerse a Octaviano era muy arriesgada, ya que el ejército romano todavía dependía de los triunviros para obtener sus salarios. Lucio y sus aliados terminaron siendo sitiados en Perusia (actual Perugia), en donde Octaviano los obligó a rendirse a principios de 40 a. C. Lucio y su ejército fueron perdonados gracias a su parentesco con Antonio, cuya influencia era predominante en Oriente, mientras que Fulvia fue exiliada a Sición. Sin embargo, Octaviano se mostró despiadado con los aliados políticos de Lucio; el 15 de marzo, aniversario del asesinato de Julio César, mandó ejecutar a 300 senadores romanos y équites acusados de haberse aliado con Lucio. Asimismo, Perusia fue saqueada e incendiada como advertencia a los demás. Este evento sangriento manchó de alguna forma el legado de Octaviano, llegando a ser criticado por muchos, entre ellos el poeta augusto Propercio.

 

 

Escribonia fue la segunda esposa de Octavio y madre de su única hija natural, Julia la Mayor.

 

Por otro lado Sexto Pompeyo, hijo del ex triunviro Cneo Pompeyo Magno, se había convertido en un general renegado desde la victoria de César sobre su padre y sobre el bando republicano. Finalmente se había establecido en Sicilia y Cerdeña como parte de un acuerdo alcanzado con el Segundo Triunvirato en 39 a. C. Tanto Antonio como Octaviano competían por consolidar una alianza con él, quien irónicamente era miembro del partido republicano, y opositor a la facción cesariana. Octaviano consiguió una alianza temporal con él cuando se casó con Escribonia, hija de Lucio Escribonio Libón —suegro y partidario de Pompeyo—. Escribonia concibió la única hija natural de Octaviano, Julia la Mayor, quien nació el mismo día que Octaviano pidió su divorcio para casarse con Livia Drusilla, poco menos de un año después de haberse casado con Escribonia.

 

Mientras tanto, en Egipto, Antonio comenzó una relación amorosa con Cleopatra, concibiendo con ella tres hijos (Alejandro Helios, Cleopatra Selene II y Ptolomeo Filadelfo). Consciente de su relación cada vez más deteriorada con Octaviano, Antonio dejó a Cleopatra y, en 40 a. C., navegó a Italia con una gran fuerza para enfrentarse a Octaviano, logrando poner asedio sobre la ciudad de Brindisi. Sin embargo, este nuevo conflicto demostró ser insostenible tanto para Octaviano como para Antonio; sus centuriones, que se habían convertido en figuras políticamente importantes, se negaron a luchar debido a su causa cesariana, y las legiones bajo su comando siguieron su ejemplo. Mientras tanto, en Sición, la esposa de Antonio falleció de una repentina enfermedad justo cuando Antonio estaba en camino para encontrarse con ella. Los dos acontecimientos, es decir, la muerte de Fulvia y el motín de los centuriones, permitieron que los triunviros lograran una reconciliación. En otoño de 40 a. C., Octaviano y Antonio aprobaron el Tratado de Brindisi por el cual Lépido seguiría en África, Antonio en Oriente y Octaviano en Occidente. La península italiana quedó accesible a todos ellos para el reclutamiento de los soldados aunque, en realidad, esta disposición resultaba inútil para Antonio desde Oriente.

 

Con el fin de consolidar aún más su alianza con Antonio, Octaviano le ofreció a su hermana, Octavia la Menor, en matrimonio a finales de ese año.81 Durante su matrimonio, Octavia procreó dos hijas (conocidas como Antonia la Mayor y Antonia la Menor).

 

Guerra con Sexto Pompeyo

 

 

Denario de Sexto Pompeyo, acuñado en honor a su victoria sobre la flota de Octaviano. En el anverso se puede ver el faro de Mesina, que sirvió para derrotar a Octaviano. En el reverso, el monstruo Escila.

 

En Italia, Sexto Pompeyo amenazó a Octaviano con rechazar los envíos de grano a la península por medio del Mediterráneo; el propio hijo de Pompeyo había sido puesto a cargo como comandante naval con el objetivo de provocar una hambruna generalizada en Italia. El control de Pompeyo sobre el mar lo llevó a a adoptar el nombre Neptuni filius («hijo de Neptuno»).

 

En 39 a. C., se llevó a cabo un acuerdo de paz temporal con él mediante el tratado de Miseno; el bloqueo de Italia fue levantado una vez que Octaviano le concedió a Pompeyo los territorios de Cerdeña, Córcega, Sicilia y el Peloponeso, asegurándole también una posición futura como cónsul para 35 a. C. Sin embargo, el acuerdo territorial entre los triunviros y Sexto Pompeyo comenzó a desmoronarse cuando Octaviano se divorció de Escribonia y contrajo matrimonio con Livia, el 17 de enero de 38 a. C. Asimismo, uno de los comandantes navales de Pompeyo lo traicionó y devolvió el control de Córcega y Cerdeña a Octaviano.

 

Para atacar a Pompeyo, Octaviano necesitaba apoyo adicional de Antonio, por lo que decidió establecer un nuevo acuerdo con tal de extender la duración del Segundo Triunvirato por otros cinco años más, a partir de 37 a. C. Si bien Antonio accedió a apoyarlo contra Pompeyo, éste esperaba obtener también ayuda para su campaña contra el Imperio Parto, a manera de venganza de la derrota sufrida en Carrhae en 53 a. C. En un encuentro celebrado en Tarento, Antonio le concedió 120 barcos a Octaviano para que fueran usados contra Pompeyo, mientras que Octaviano le envió 20.000 legionarios que Antonio usaría contra los partos.87 Sin embargo, Octaviano envió sólo una décima parte de su propuesta original, lo cual fue visto por Antonio como una provocación intencional de su parte.

 

Octaviano y Lépido lanzaron una operación conjunta contra Pompeyo en Sicilia en 36 a. C. A pesar de los primeros reveses que tuvo Octaviano, su general Agripa logró destruir casi por completo a la flota de Pompeyo el 3 de septiembre, en la batalla de Naulochus. Sexto huyó al Oriente con lo que quedaba de sus tropas, pero al año siguiente sería capturado y ejecutado en la comuna de Mileto por uno de los generales de Antonio. Tanto Lépido como Octaviano reagruparon las tropas vencidas de Pompeyo, sin embargo Lépido se sintió con la autoridad suficiente como para reclamar el territorio de Sicilia para él, ordenando a Octaviano que abandonara el lugar. No obstante, las tropas de Lépido desertaron de su bando y se pasaron al bando de Octaviano, hartas de tanto enfrentamiento y tentados por las promesas de recompensas monetarias de Octaviano. Finalmente, Lépido se rindió ante Octaviano y, aunque se le permitió retener el cargo de pontifex maximus, fue expulsado del Triunvirato, finiquitando su carrera pública y exiliándolo a la villa romana de Cabo Circei, en Italia.

 

El gobierno del territorio romano pasó entonces a estar dividido entre Octaviano, en Occidente, y Antonio, en Oriente. Para mantener la paz y estabilidad en su porción del Imperio, Octaviano le garantizó a los ciudadanos de Roma sus derechos de propiedad. Esta vez estableció a sus soldados retirados fuera de Italia, devolviendo a 30.000 esclavos que previamente habían huido para unirse al ejército y a la armada de Pompeyo a sus antiguos amos. Para asegurar su propia seguridad, así como la de Livia y la de Octavia una vez que regresaran a Roma, Octaviano hizo que el Senado le otorgase la inmunidad soberana del tribuno (o sacrosanctitas) tanto para él como para su esposa y su hermana.

 

Guerra con Antonio

 

Artículo principal: Cuarta Guerra Civil de la República de Roma.

 

 

Antonio y Cleopatra, por Lawrence Alma-Tadema

 

Para entonces Roma se encontraba dividida entre Oriente y Occidente; en el primero, Marco Antonio se ocupaba de la reorganización de Egipto mientras que, en Occidente, Octaviano estaba enfocado en apoyar las actividades agrícolas e integrar al mismo tiempo las provincias romanas en esta región.14 La campaña de Antonio contra los partos terminó en desastre, empañando su imagen de líder; los 2.000 legionarios enviados por Octaviano apenas resultaron ser suficientes para recuperar la fuerza militar en la región.

 

Por otra parte, Cleopatra tenía capacidad para restaurar su ejército íntegramente, y puesto que Antonio ya estaba comprometido sentimentalmente con ella, decidió enviar a Octavia de vuelta a Roma. En primera instancia, Octaviano usó esta acción de Antonio como recurso propagandístico en contra de Antonio, manifestando que el general se estaba volviendo cada vez menos romano, sirviendo como muestra el hecho de haber rechazado a una esposa legitima romana por una «pareja íntima de Oriente». En 36 a. C., Octaviano utilizó también una táctica política para parecer menos autócrata y convertir a Antonio en el principal villano al proclamar que las guerras civiles estaban llegando a su fin, y que él dejaría su cargo como triunviro si Antonio hacía lo mismo; este último denegó la propuesta.

 

Después la conquista de Armenia por parte de las tropas romanas en 34 a. C., Antonio designó a su hijo Alejandro Helios como el gobernante de ese territorio. También otorgó el el título de «Reina de los Reyes» a Cleopatra. Octaviano utilizó ambos actos para convencer al Senado de que Antonio tenía ambiciones para disminuir la preeminencia de Roma en la región. Cuando Octaviano volvió a asumir la magistratura del consulado el 1 de enero de 33 a. C., abrió la primera sesión del Senado con un vehemente ataque contra las concesiones de títulos y territorios ofrecidas por Antonio a sus familiares y su reina. Diversos cónsules y senadores se precipitaron a defender a Antonio al mirar con incredulidad la propaganda (que terminó siendo cierta), aunque también hubo políticos que desertaron del bando antoniano para empezar a apoyar a Octaviano para el otoño de 32 a. C.

 

Entre esos desertores, Lucio Munacio Planco y Marco Ticio dieron a Octaviano la información que necesitaba para reafirmar ante el Senado todas las acusaciones que había hecho en contra de Antonio. Al asaltar el santuario de las vestales, siendo nombrado «Dux» por el Senado, Octaviano obligó a sus sacerdotisas que le entregaran el testamento secreto de Antonio, por el cual le regalaba a sus hijos los territorios bajo dominio de Roma para que éstos los gobernaran como reinos, además de incluir sus planes de construir una tumba en Alejandría para su reina y él, donde ambos serían enterrados tras sus muertes. Casi al instante, el documento fue leído íntegramente ante la plebe. Como resultado de lo anterior, a finales de ese año el Senado revocó de manera oficial los poderes de Antonio como cónsul y declaró la guerra al régimen de Cleopatra en Egipto.

 

 

Representación de la batalla de Accio, en la que se enfrentaron las flotas de Octaviano, bajo el comando del general Agripa, y las de Marco Antonio y Cleopatra, en 31 a. C. Pintura de Lorenzo A. Castro, en 1672.

 

A principios de 31 a. C., mientras Antonio y Cleopatra se hallaban estacionados temporalmente en Grecia, Octaviano obtuvo una victoria preliminar cuando su armada, comandada por Agripa, logró transportar con éxito a las tropas a través del mar Adriático.104 Mientras que Agripa se ocupaba de bloquear las rutas marítimas usadas para las líneas de suministro por Cleopatra y Antonio, Octaviano desembarcó justo enfrente de la isla de Corcira (actual Corfú), y marchó hacia el sur. Atrapados tanto por mar como por tierra, empezaron a surgir desertores del ejército de Antonio que se unían día a día a las tropas de Octaviano, mientras que las fuerzas de Octaviano se encontraban lo suficientemente confortables como para preparar con calma el enfrentamiento.

 

En un intento desesperado por liberar el bloqueo naval, las flotas de Antonio navegaron a través de la bahía de Accio, en la costa occidental de Grecia. Fue en ese lugar donde las fuerzas de Antonio, cuya flota era dirigida por Cayo Sosio en su ala izquierda y por Lucio Gelio Publícola en la derecha, se enfrentaron a las flotas de Octaviano, comandadas por Agripa, —las cuales a pesar de estar formadas por naves más pequeñas, eran más numerosas que las de Antonio— en la batalla de Accio el 2 de septiembre de 31 a. C.. Antonio y sus fuerzas restantes sólo lograron salvarse gracias a la intervención de la flota de Cleopatra, que había permanecido cerca de ahí como último recurso en caso de una derrota. Octaviano no desistió en su persecución, y tras otra victoria en Alejandría el 1 de agosto de 30 a. C., Antonio y Cleopatra se suicidaron; Antonio cayó sobre su propia espada entre los brazos de Cleopatra, mientras que ella se dejó picar por una serpiente venenosa. Habiendo aprovechado su posición como heredero de César en pro de su trayectoria política, Octaviano era muy consciente de los riesgos que supondría permitir que otro tuviera la oportunidad de compartir el mismo camino así que, según fuentes, tras comentar que «dos Césares eran demasiados», ordenó que Cesarión —hijo natural de Julio César y Cleopatra— fuera asesinado «sin remordimiento alguno», dejando solamente con vida a los hijos de Antonio y Cleopatra, con la excepción de Marco Antonio Antilo, hijo mayor de Antonio y Fulvia.

 

Cabe señalarse que aunque previamente Octaviano mostró poca misericordia hacia los combatientes militares, actuando asimismo en formas que lo habían vuelto impopular con la sociedad romana, fue reconocido por la plebe por perdonar a muchos de sus oponentes tras la batalla de Accio. Asimismo, para celebrar la victoria en Accio, fundó cerca de ahí Nicópolis.

Octaviano se convierte en Augusto

 

Tras la batalla de Accio y la derrota de Antonio y Cleopatra, Octaviano se hallaba en condiciones de gobernar por sí solo la República íntegra en virtud de un principado no oficial. Sin embargo, para alcanzar este objetivo antes tendría que recurrir a diversas formas de incrementar su poder formal, manipulando al Senado y al pueblo. Debía aparentar que apoyaba y respetaba las tradiciones republicanas de Roma con tal de evidenciar que su objetivo no era aspirar una dictadura o monarquía. Al marchar a Roma, Octaviano y Agripa fueron elegidos cónsules por el Senado. Aún cuando las guerras civiles habían dejado a Roma en un estado próximo a la anarquía, la República no estaba preparada para aceptar el mando de un déspota en la figura de Octaviano. Al mismo tiempo, Octaviano no podía simplemente renunciar a su autoridad sin correr el riesgo, a su vez, de promover más guerras civiles entre los generales romanos y, aunque no pretendiera ostentar autoridad alguna, su posición le exigía mirar hacia el bienestar de la ciudad de Roma y las provincias romanas. A partir de entonces, los objetivos de Octaviano consistieron en devolver a Roma la estabilidad, la legalidad tradicional y el civismo —esto último mediante el levantamiento de la evidente opresión política impuesta a los tribunales de justicia así como la certificación de elecciones libres, por lo menos en concepto—.

 

Primer pacto

 

 

Augusto como magistrado; la cabeza de mármol de la estatua fue esculpida c. 30–20 a. C., y el cuerpo en el siglo II d. C. (Museo del Louvre, París).

 

En 27 a. C., Octaviano devolvió oficialmente el poder al Senado romano, renunciando al control de las provincias romanas y sus ejércitos. Sin embargo, en virtud del consulado de Octaviano, el Senado contó con una jurisdicción limitada al momento de presentar proyectos de ley para su debate senatorial. Aunque Octaviano ya no dirigía el control de las provincias y ejércitos, retuvo la lealtad de los soldados en servicio activo así como de los veteranos. Las trayectorias de muchos clientes y seguidores dependía de su patrocinio, puesto que el poder financiero de Octaviano en Roma no tenía rival alguno. Según el historiador Werner Eck:

 

La suma de su poder se derivó en primer lugar de todos los diversos poderes oficiales que le fueron delegados por el Senado y el pueblo, en segundo lugar de su vasta fortuna privada y por último de las numerosas relaciones patrón-cliente que estableció con individuos y grupos a través de todo el Imperio. Todo esto en conjunto formó la base de su auctoritas, a la cual él mismo se refirió como el fundamento de sus acciones políticas.

 

A grandes rasgos, el público era consciente de los vastos recursos financieros que controlaba Octaviano. Por ejemplo, en un momento en el que no consiguió alentar a suficientes senadores para que financiaran la construcción y mantenimiento de las calzadas romanas de Italia, él mismo se hizo cargo directamente de esa responsabilidad en 20 a. C. Esta labor se dio públicamente a conocer a través de las monedas romanas emitidas en 16 a. C., después de haber donado vastas cantidades de dinero al aerarium, el tesoro público.

 

No obstante, según H. H. Scullard, el poder de Augusto se basaba en el ejercicio de «un poder militar predominante y [...] la sanción definitiva de su autoridad era el uso de la fuerza, a pesar de todo lo que se intentara disimular el hecho».

 

Tiempo después el Senado le propuso a Octaviano, vencedor de las guerras civiles romanas, que asumiera una vez más el control de las provincias. La propuesta senatorial suponía la ratificación del poder extraconstitucional de Octaviano. A través del Senado Octaviano era capaz de mantener la apariencia de la vigencia de la antigua constitución republicana. Aceptó, reacio en apariencia, una responsabilidad de diez años de duración sobre la supervisión de determinadas provincias cuyo estado en aquel momento se consideraba caótico. Las provincias que le fueron cedidas, y que él debería pacificar en el periodo de diez años, abarcaban la mayor parte del mundo romano conquistado, incluyendo Hispania, Galia, Siria, Cilicia, Chipre y Egipto. Además, el dominio de esas provincias le daba a Octaviano el control de la mayor parte de las legiones romanas.

 

Mientras ostentaba el cargo de cónsul en Roma, Octaviano consignó senadores a las provincias de su dominio a manera de representantes, con la finalidad de gestionar los asuntos de cada provincia y asegurarse de que sus órdenes se llevaran a cabo. Por otra parte, las provincias que no eran controladas por Octaviano se encontraban supervisadas por gobernadores que eran elegidos por el Senado. Octaviano se convirtió en la figura política más poderosa en la ciudad de Roma y en la mayoría de sus provincias, aunque no contaba con el único monopolio del poder político y militar: el Senado todavía controlaba la región norte de África, un productor importante de grano del imperio, así como Iliria y Macedonia, dos regiones militarmente estratégicas con varias legiones acantonadas en su territorio.

 

No obstante, el mando de tan sólo cinco o seis legiones distribuidas entre tres procónsules senatoriales, comparado con las veinte legiones dirigidas directamente por Octaviano, implicaba que el control de dichas zonas por parte del Senado no suponía ningún tipo de amenaza política o militar a Octaviano. Por otro lado, el control del Senado sobre algunas de las provincias romanas ayudaba a mantener una fachada republicana para el principado autocrático, mientras que el control de Octaviano de provincias enteras, en las cuales sus objetivos consistían en asegurar la paz y crear un ambiente de estabilidad, partía de los precedentes de la era republicana, en la cual prominentes romanos como Cneo Pompeyo Magno habían obtenido poderes militares equiparables en tiempos de crisis e inestabilidad.

 

 

Busto de Augusto portando la corona cívica. Gliptoteca de Múnich.

 

En enero de 27 a. C., el Senado otorgó a Octaviano, de manera inédita, los recién creados títulos de «Augusto» y «Princeps». Augusto, del latín augere (refiriéndose a un incremento), que pudiera ser traducido como «el ilustre», era un título religioso más que político. De acuerdo a las creencias religiosas en la Antigua Roma, el título simbolizaba un sello de autoridad sobre la humanidad —y sobre la naturaleza— que iba más allá de cualquier definición constitucional para el estatus de Octaviano.

 

Tras los duros métodos que empleó para consolidar su dominio, el cambio en el nombre, sugerido por Lucio Munacio Planco, serviría además para desmarcar su reinado benigno como Augusto, de su reinado de terror como Octaviano. De igual forma, su nuevo título le favorecía más que el de «Romulus», que previamente él había concebido en referencia a la historia de los fundadores de Roma, algo que hubiera simbolizado una segunda fundación de Roma. No obstante, el título de Romulus estaba asociado fuertemente con nociones de monarquía y realeza, una imagen que Octaviano intentaba evitar a toda costa. Por otra parte, Princeps, proveniente de la frase en latín primum caput («el primero»), originalmente estaba vinculado al senador más viejo o notable y cuyo nombre aparecía en primer lugar en la lista senatorial principal; en el caso de Augusto, se convertiría casi en un título real adoptado por un líder que poseía el dominio completo. Princeps también se usó como un título republicano concedido a todos aquellos que habían servido bien al estado; por ejemplo, Cneo Pompeyo había ostentado el título. Además, Augusto se proclamó asimismo como Imperator Caesar divi filius, «Comandante César, hijo del deificado». Con este título no solamente se jactaba de su parentesco con el divo Julio César, sino que el uso de Imperator establecía un vínculo permanente a la tradición romana de la victoria. El término Caesar sólo era un cognomen para una rama de la familia julia, aunque ciertamente Augusto trasladó su significado a una nueva línea familiar que habría de comenzar con él.

 

A Augusto se le otorgó también el derecho de colgar la corona cívica de roble encima de su puerta y de colocar laureles a manera de cubiertas para sus jambas. Esta corona usualmente se usaba sobre la cabeza de un general romano durante un triunfo, mientras que el individuo que mantenía la corona encima de la cabeza del general repetía continuamente la frase memento mori, o, «Recuerda que eres mortal», al general victorioso. Adicionalmente, las hojas de laurel tenían una especial importancia en varias ceremonias del estado, y las coronas de laurel eran concedidas a los campeones de atletismo, carreras y pruebas dramáticas. Así, tanto el laurel como el roble eran símbolos provenientes en su totalidad de la religión y la política romana; situarlos en las jambas de Augusto equivaldría a declarar su casa como la capital de Roma. Sin embargo, Augusto rehusó símbolos de poder tales como el uso de un cetro, una diadema, e inclusive la corona dorada y la toga púrpura usadas por su predecesor Julio César. Si bien rechazaba simbolizar su poder mediante el uso de dichos objetos en su persona, el Senado le otorgó en cualquier caso el reconocimiento de un escudo dorado expuesto en la sala de reuniones de la Curia, con la leyenda virtus, pietas, clementia, iustitia —«valor, piedad, clemencia y justicia»—

 

Segundo pacto

 

En 23 a. C. se produjo una crisis política que involucraba al colega consular de Augusto, Terencio Varrón Murena, que formó parte de una conspiración contra de Augusto. Los detalles exactos de la confabulación se desconocen, pero de hecho Murena no cumplió el mandato completo como cónsul y Calpurnio Pisón fue elegido para reemplazarlo. Pisón era un miembro bien conocido de la facción republicana, y el hecho de que sirviera como colega consular de Augusto era otro movimiento político para que este último pudiera evidenciar su voluntad para realizar concesiones, así como para cooperar con todos los partidos políticos.

 

A finales del período primaveral de ese año, Augusto sufrió una severa enfermedad y, en su supuesto lecho de muerte, hizo acuerdos que pondrían en duda las sospechas de los senadores acerca de su antirrepublicanismo. Augusto se preparó para traspasar su anillo de sello al general Agripa. Sin embargo, le entregó a su compañero consular Pisón todos los documentos oficiales, una cuenta de finanzas públicas y la autoridad sobre las tropas acantonadas en las provincias, por lo que el supuestamente favorecido sobrino de Augusto, Marco Claudio Marcelo, se quedó sin herencia alguna. Esto fue una sorpresa para muchos que creían que Augusto nombraría un heredero debido a su posición como un emperador no oficial. Augusto otorgó solamente propiedades y posesiones a sus herederos designados, ya que un sistema de herencia imperial institucionalizado habría provocado resistencia y hostilidad entre los romanos republicanos, temerosos del concepto monárquico.

 

 

Retrato de Augusto portando un gorgoneion (14–20 d. C.)

 

Poco después de recuperarse de su enfermedad, gracias a la receta de un médico griego, Augusto renunció a su permanente nombramiento anual como cónsul. En el futuro, Augusto sólo volvería a ocupar el consulado en dos ocasiones restantes, en los años 5 y 2 a. C. Aunque renunció al consulado, Augusto retuvo su imperium consular, lo cual llevó a un segundo acuerdo con el Senado, en lo que se conoce como el «segundo pacto». Se trataba de una hábil estratagema política planeada por Augusto; al no ocupar él mismo uno de los dos cargos de cónsul, los senadores tendrían el doble de posibilidades para aspirar a ocupar esa posición, mientras que al mismo tiempo Augusto podía «hacer un ejercicio de patronazgo más amplio entre la clase senatorial». Augusto ya no se hallaba en un cargo oficial desde el que gobernar el Estado, pero su posición dominante sobre las provincias romanas prevaleció al convertirse en procónsul.

 

 Por otro lado, como cónsul Augusto tenía el poder para intervenir, cuando lo considerara necesario, en los asuntos de los procónsules provinciales designados por el Senado, pero al pasar a ocupar el cargo de procónsul Augusto no quería que la autoridad sobre los gobernadores provinciales le fuera despojada, así que el Senado le concedió el imperium proconsulare maius («poder sobre todos los procónsules»).

 

Además, Augusto adquirió los poderes de los tribunos de la plebe (tribunicia potestas) con carácter vitalicio, si bien no recibió el propio cargo de tribuno. Legalmente, el cargo de tribuno de la plebe se hallaba vedado a los patricios, un estatus de carácter hereditario que él había adquirido, tiempo atrás, al ser adoptado por Julio César. El poder conferido le permitía convocar al Senado y al pueblo para presentar las diversas proposiciones de ley, vetar las acciones tanto de la Asamblea como del Senado, presidir las elecciones y tener el derecho de ser el primero en tener el uso de la palabra en cualquier reunión. Incluidos también en la autoridad tribunicia de Augusto estaban los poderes reservados usualmente para el censor romano; estos incluían los derechos de supervisar la moral pública, examinar las leyes para asegurarse que eran del interés público, llevar a cabo un censo y determinar la capacidad para formar parte del Senado.

 

Con los poderes de un censor, Augusto hizo un llamado a las virtudes del patriotismo romano mediante la prohibición de todas las demás vestimentas que no fueran la clásica toga al momento de acceder al Foro. Ciertamente, no existía precedente alguno en el sistema romano en el que se hubieran combinado los poderes de tribuno y los del censor en una sola persona. Augusto tampoco llegó a ser elegido formalmente para el cargo de censor. Julio César había tenido poderes similares, teniendo la responsabilidad de supervisar las morales del estado. No obstante, no llegó a tener la capacidad de un censor para llevar a cabo un censo de población y determinar la lista de miembros del Senado. El cargo de tribune plebis («tribuno de la plebe») comenzó a perder prestigio debido a la acumulación de los poderes tribunicios en la figura de Augusto, por lo que éste decidió recobrar su importancia al establecerlo como un cargo obligatorio para cualquier plebeyo que deseara acceder al cargo de pretor.

 

 

Augusto como Pontifex Maximus.

 

Además de la tribunicia potestas, Augusto obtuvo el imperium exclusivo sobre la ciudad de Roma: todas las fuerzas armadas en la ciudad, anteriormente bajo el control de los prefectos y cónsules, ahora estaban bajo el mando único de Augusto. Con maius imperium proconsulare, Augusto era el único individuo capaz de recibir un triunfo romano, pues era el general al mando de todas las legiones romanas. En 19 a. C., Lucio Cornelio Balbo el Menor, gobernador de África y conquistador de los Garamantes, se convirtió en el primer hombre de origen provincial en recibir este reconocimiento, así como en el último.

 

Para cada posterior victoria romana, el crédito era solamente de Augusto, debido al hecho de que los ejércitos romanos eran comandados por los legatus, quienes eran a su vez los mandatarios del princeps en las provincias. El hijo mayor de Augusto y Livia, Tiberio, fue la única excepción a esta regla, al habérsele otorgado un triunfo por las victorias en Germania Magna en 7 a. C. Para garantizar que su estatus de maius imperium proconsulare fuera renovado en 13 a. C., Augusto permaneció en Roma durante el proceso y proporcionó abundantes donaciones a los veteranos para obtener su apoyo.

 

Sin embargo, parece que gran parte de las sutilezas políticas del segundo acuerdo no llegaron a ser comprendidas por la clase plebeya. Después de que Augusto no se presentase a las elecciones como cónsul en 22 a. C., surgieron los temores de que Augusto estuviera siendo expulsado del poder por el Senado aristocrático. En 22, 21 y 19 a. C., se produjeron revueltas populares en respuesta, y el pueblo solamente permitió que un solo cónsul fuera elegido para cada uno de esos años, con el fin evidente de dejar abierto el cargo para que lo ocupara Augusto.

 

En 22 a. C., hubo una escasez de alimentos en Roma que provocó el pánico, por lo que varias plebes urbanas le pidieron a Augusto que asumiera poderes dictatoriales para que éste se hiciera cargo de la crisis. Tras una exhibición teatral de rechazo ante el Senado, Augusto finalmente aceptó el control sobre el suministro de grano a Roma, «en virtud de su imperium proconsular», y terminó de manera casi inmediata con la crisis alimenticia. No fue sino hasta 8 d. C., que una crisis alimenticia de esta magnitud hizo que Augusto estableciera un praefectus annonae, es decir, un prefecto permanente que estaba a cargo de adquirir los suministros de alimentos para Roma. En 19 a. C., el Senado votó para permitir que Augusto vistiera la insignia de cónsul ante el público y el Senado,146 además de brindarle una autorización para sentarse en la silla simbólica situada entre los dos cónsules y sostener las fasces, un emblema de autoridad consular.

 

Al igual que su autoridad como tribuno, la concesión de poderes consulares fue otro ejemplo de otorgamiento de los poderes de un cargo que realmente no ocupaba. Esto parece haber tranquilizado a la población; independientemente de si Augusto fuera o no un cónsul, lo importante era que lo pareciese frente a la gente. El 6 de marzo de 12 a. C., tras la muerte de Lépido, Augusto asumió adicionalmente la posición de pontifex maximus, el más alto sacerdote del colegio de los Pontífices, así como el cargo más importante en la religión romana. Esto no solamente reforzó su prestigio político, sino que al mismo tiempo fortaleció el simbolismo del culto imperial, al otorgar mayor prominencia a la religión romana sobre los cultos orientales. Tiempo después, el 5 de febrero de 2 a. C., Augusto obtuvo el título pater patriae («padre de la patria»).

 

Los emperadores romanos posteriores se verían generalmente limitados a los poderes y títulos concedidos originalmente a Augusto, aunque a menudo, para mostrar humildad, los emperadores recién nombrados normalmente declinaban uno o más de los títulos honoríficos dados a Augusto. Con la misma frecuencia, mientras su reinado avanzaba, los emperadores se apropiarían de todos los títulos, independientemente de si éstos les eran otorgados por o no el Senado. La corona cívica -que posteriores emperadores llevarían físicamente puesta-, así como la insignia consular y el tejido color púrpura que portaba un general triunfante (toga picta) pasaron a convertirse en insignias imperiales hasta bien entrada la era bizantina.

 

Conflictos militares y expansión del imperio

 

 

Extensión del Imperio romano bajo el reinado de Augusto; el color amarillo representa la extensión de la República romana en 31 a. C., el color verde representa los territorios conquistados durante el reinado de Augusto y las zonas de color rosa representan ciudades bajo relación de clientela con Roma. En cualquier caso, las áreas bajo el control de Roma estaban sometidas a variación incluso durante el reinado de Augusto, especialmente en Germania.

 

Augusto, cuyo nombre oficial era Imperator Caesar Divi Filius Augustus eligió Imperator («comandante victorioso») como su primer nombre debido a que, con suma claridad, quería asociar con él la propia noción de la victoria. Para el año 13, Augusto se jactaba de haber sido proclamado imperator por sus tropas hasta en 21 ocasiones, todas ellas tras una batalla victoriosa. La mayor parte del capítulo cuatro en sus memorias publicadas, conocidas como Res Gestae, está dedicada a sus victorias y honores militares.

 

Para complacer a los patriotas romanos, Augusto promovió el ideal de una civilización romana superior con la tarea de gobernar el mundo (refiriéndose al mundo conocido por los romanos), consagrado en la frase tu regere imperio populos, Romane, memento —«¡Romano, recuerda que tienes fuerza para gobernar a los pueblos de la Tierra!»—. Esto encajó bien con la élite romana y la opinión pública en general, lo cual favoreció el proceso de expansionismo, reflejado en un enunciado pronunciado por el famoso poeta romano Virgilio, quien mencionó en el Libro I de la epopeya Eneida, que los dioses le habían concedido a Roma imperium sine fine («soberanía sin límite»). Por otra parte, hubo una gran decepción y pesar públicos cuando Augusto decidió que el dominio de Medio Oriente, referente a la región de Partia, no debía invadirse; la gente, en realidad, esperaba que se vengaran las batallas de Marco Licinio Craso en dicha zona con su invasión. A pesar de ello, existieron muchas otras regiones viables para ser conquistadas.

 

 

Busto de Tiberio, un comandante militar exitoso durante el reinado de Augusto, antes de ser nombrado su sucesor y heredero.

 

Para cuando tuvo lugar el final de su reinado, los ejércitos de Augusto habían conquistado el norte de Hispania (actuales España y Portugal), las regiones alpinas de Recia y Nórico (hoy en día Suiza, Baviera, Austria y Eslovenia), así como Iliria y Panonia (actuales Albania, Croacia, Hungría, Serbia, etc.), y extendió los límites de la provincia de África al este y al sur. Tras el reinado de Herodes I, Judea se anexó a la provincia de Siria después de que Augusto depusiera a su sucesor Herodes Arquelao. Al igual que había ocurrido con Egipto cuando fue conquistado tras la derrota de Antonio en 30 a. C., Siria pasó a estar gobernada no por un procónsul o legado de Augusto, sino por un alto prefecto de la clase ecuestre.

 

De nuevo, no se requirió esfuerzo militar en 25 a. C. cuando Galacia (actual Turquía) se convirtió en una provincia romana, poco después de que Amintas de Galacia fuera asesinado por venganza de la viuda de un príncipe que fue inmolado desde Homonada.158 Una vez que las tribus rebeldes de Cantabria, en la moderna España, fueron finalmente sometidas en 19 a. C., el territorio pasó a formar parte de las provincias de Hispania y Lusitania.159 Esta región demostró ser un activo importante para la financiación de las futuras campañas militares de Augusto, al ser rica en depósitos minerales que podían explotarse a través de los proyectos de minería romana, especialmente los depósitos ricos en oro, como por ejemplo unos que estaban situados en Las Médulas.