A la hora prefijada
De interés general
 A LA HORA PREFIJADA. DE INTERÉS GENERAL

 

 

12/07/2013 Fuente lanacion. Cómo estar en dos lugares al mismo tiempo fue el desafío de la última semana, entre el ágape de un grupo editorial y el estreno de una esperadísima ópera

 

Doble cita. El jueves de la semana pasada, el mundillo literario, agendas en mano, se debatía con angustia ante un problema que exigía disciplina para el único desenlace satisfactorio. A las 19, se celebraba con un cóctel la fusión Random House-Penguin Books y la incorporación a ese grupo de Juan Ignacio Boido como director editorial de la filial argentina. El festejo se hacía en la vieja casona de Humberto Primo que, originariamente, había sido la sede de la editorial Sudamericana, fundada por Antonio López Llausá. Una hora y media después, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, se estrenaba la ópera V. O., con música de Martín Bauer y libreto de Beatriz Sarlo, que sólo se representaría tres veces (entradas agotadas, incluidas las reservadas para invitados). Había que elegir entre un compromiso y otro; o ir a los dos, pero abandonar rápidamente la reunión de Random, sortear piquetes y llegar al Colón por lo menos a las 20. 15 para conseguir lugares (los asientos no eran numerados) desde donde las columnas de la sala no entorpecieran la visión. En una ocasión así, uno detecta quiénes son los verdaderos profesionales del canapé set, aquellos que saludan a quienes deben saludar, pasan de grupo en grupo en el sentido de las agujas del reloj y, completado el círculo como en un vals, salen por donde entraron a la hora que se prefijaron. Varios cumplieron con ese programa tácito; pero también los hubo que se abandonaron a la charla, los tragos, los bocaditos y, a pesar de tener los codiciados tickets para V. O., desistieron de ir al teatro.

 

El segundo piso de Random, donde funcionan las oficinas, se había convertido en un salón de fiestas. En el centro, a los lados de una larga mesa, estaban dispuestos ejemplares de los libros publicados por el grupo. "Son para que se los lleven como recuerdo", decía Florencia Ure, la jefa de prensa. Y agregaba: "A lo de Sarlo voy mañana". Juan Ignacio Boido, la nueva cabeza de la compañía, recibía las felicitaciones. No sólo lo felicitaban por su cargo, también lo hacían (con cierto retraso) por su excelente libro El último joven, editado por Seix Barral. María Sáenz Quesada, en diálogo con Juan José Sebreli, comentaba que está escribiendo una obra biográfica sobre Roque Sáenz Peña: "El año próximo se cumple el centenario de su muerte". Sebreli, a su vez, dijo que está bastante avanzado su ensayo (de título provisorio) Dios en el laberinto. "Tomo el tema de Dios y de las religiones desde un punto de vista agnóstico. Pienso que lo terminaré el año próximo." Javier López Llovet, el director general de Penguin-Random, explicaba las recientes transformaciones que había sufrido el edificio levantado por su abuelo Antonio. "Esta sala era el depósito, que ahora está en otra dependencia. La casita del jardín, que parece sacada de la ilustración de un cuento, todavía está pero vacía." El patio y el jardín habían sido en tiempos de Sudamericana los escenarios de reuniones en las que Octavio Paz conversaba con Pepe Bianco y Adolfo Bioy Casares, mientras Enrique Pezzoni bromeaba con Manuel Mujica Lainez.

 

V. O. Las iniciales son, por supuesto, las de Victoria Oca mpo , protagonista de la ópera de Martín Bauer y Beatriz Sarlo. La curiosidad por ver qué habían hecho el compositor y la ensayista con el tema de la juventud de Victoria era tanta que la capacidad del Centro de Experimentación del Colón no pudo dar cabida a todos los interesados. ¿Por qué no habrán dado por lo menos cinco funciones? Podría decirse que la acción llega hasta 1931, cuando V. O. funda Sur, pero está centrada en lo que significó para la escritora la première de La consagración de la primavera, de Igor Stravinski, en 1913: un cataclismo estético y vital que le descubrió con violencia la modernidad. Hay también algunas breves referencias al período posterior a 1931.En ningún momento se aclara quiénes son los personajes de V. O. Se supone que los espectadores están al tanto. Marguerite, por ejemplo, la profesora de declamación (vestida en el estilo Chanel de los años 30) es Marguerite Moreno, la gran actriz francesa, viuda de Marcel Schwob y amiga de Mallarmé, que pasó un período en Buenos Aires enseñando recitación (en su lengua) a las niñas de la alta sociedad. Drieu es, naturalmente, Pierre Drieu La Rochelle, el autor de El hombre a caballo, que conoció a Victoria en 1929 y se convirtió en su amante y más tarde, en uno de sus grandes amigos. Ella no renegó de él ni aun cuando Drieu se convirtió en colaboracionista, una actitud que la amargó profundamente. Al pasar, en una enumeración se menciona a "Roger", sin precisar que se trata del joven ensayista Roger Caillois, vinculado con el surrealismo, a quien V. O. invitó a Buenos Aires para dar conferencias antes de que estallara la guerra. Tampoco se dice que él fue amante de Victoria y que ésta, en plena contienda, logró hacer salir de Europa para que viniera a la Argentina a la novia del escritor. Yvette había quedado embarazada en Francia, un hecho que V. O. ignoraba cuando inició su relación con Roger. Con el tiempo, las dos se hicieron íntimas amigas.

 

El fragmento de película que se proyecta en una pantalla mientras se supone que V. O. y Drieu caminan por París en 1929 es Paris nous appartient, de Jacques Rivette (1960). (La elección fue de Rafael Filipelli, pareja de Sarlo.) Entre las citas musicales incorporadas por Bauer a la partitura, hay fragmentos de La consagración de la primavera y de dos composiciones de Debussy: el cuarteto para cuerdas y un preludio para piano. El cuarteto era una de las obras preferidas de Victoria. En su casa de Mar del Plata, tenía una vieja grabación en 45 o 78 revoluciones, lo que obligaba a cambiar de discos para escucharla entera. V. O. seguía poniendo en su Winco, en la década de 1960, la misma versión. La "fritura" de esas placas pasadas por lo menos cien veces impedía concentrarse pero ella había logrado borrar del oído y de la mente todas las interferencias. Escuchaba lo que había escuchado por primera vez, como la anciana que devuelve la juventud del primer encuentro al rostro envejecido del hombre que amó.

 

 

El autor de  El asedio  a la modernidad está trabajando en un ensayo titulado Dios en el laberinto

Juan José Sebreli

Escritor