“Las drogas no son un flagelo: son un problema público y social sin un
Droga

“Las drogas no son un flagelo: son un problema público y social sin una solución definitiva”

 

 

19/05/2014 Fuente diariojornada. Nicolás Rodríguez Games es docente, asesor parlamentario y consultor en seguridad, delito y gobernabilidad. Participó de un seminario en Trelew y dio una visión autorizada acerca del narcotráfico. Por qué cuesta tanto luchar contra el crimen organizado y el verdadero efecto de la legalización.

 

-¿Qué descripción puede hacer del fenómeno narco hoy?

 

-La discusión transita por carriles superficiales tanto en la agenda mediática como en la política, y se usapara interpelar a un gobierno para decir que no se hizo nada o que se hizo mucho. No hay capacidad institucional o estatal para contar con un cuadro de situación actualizado, no solo del narcotráfico sino de los mercados ilegales. Hay que entender al narcotráfico como una dimensión del crimen organizado. Para hacerlo entendible, es la continuación del comercio por medios ilegales y se basa en la idea de que para que haya un mercado ilegal debe haber demanda y oferta. Y parece que en Argentina, el mercado de la cocaína tiene una demanda más creciente que en otros tiempos.

 

-¿Cómo se explica?

 

-Por muchos factores: ineficacia de las instituciones para hacer cumplir la ley, incremento de la demanda, mayor poder adquisitivo de determinados sectores y la rentabilidad que genera la actividad. No quiero que suene a ninguneo pero en realidad Argentina ocupa un lugar muy marginal en las rutas del trafico ocupa un rol muy marginal. ¿Cuáles son los dos grandes mercados del consumo de cocaína más importantes del mundo? Según Naciones Unidas, EE.UU. y Europa. El negocio está en producir la sustancia psicotrópica alucinógena a bajo costo y comercializarla en esos mercados. La comercialización en otros mercados más marginales, no igual de rentables pero considerables es un tema no menor y a atender, y parece que en ciertos centros urbanos la demanda de cocaína en particular creció. Sucede que en Argentina está mal definido el problema de la drogas. Hay una dimensión, las adicciones, que es un problema de salud pública y por otro lado, el narcotráfico, que sí sería objetivo de las instituciones públicas de seguridad. Tenemos a la Policía haciendo campaña contra las adicciones más que preocupándose por políticas de control.

 

-¿La Policía viene detrás?

 

-Las policías tienen precariedad institucional, de recursos, de infraestructura, salarial y de condiciones de trabajo que afectan la capacidad de cumplir con sus funciones básicas. Está distraída en un montón de otras tareas: custodia edificios y funcionarios, hace gauchadas y es sujeto de tironeos políticos. Ahí se pierde la capacidad institucional, más allá de que es muy difícil encontrar cuadros de situación actualizada y básica sobre lo delictivo, y de lo narco ni hablar.

 

-¿No hay datos del mercado?

 

-Es un déficit histórico de la política. Si tiene esa información parece no estar muy dispuesta a hacerla pública. Para los que investigamos esto es una complejidad. Tampoco hay un enfoque estratégico del problema del crimen organizado; no hay un dispositivo público, un Observatorio, un lugar que al menos produzca información pública dispuesta a la ciudadanía e investigadores para poder hacer análisis fehacientes. Uno se vale de alguna experiencia personal, de algún recorte de información pero si no, básicamente vemos más procedimientos que información sistematizada. Entender el mercado es importante para entender la lógica del narcotráfico y de cualquier fenómeno del crimen organizado. La verdad que para saber el tamaño y la dimensión del mercado de la cocaína, la marihuana, la trata de personas, la explotación sexual ola venta de autopartes, no parece haber un cuadro de situación pormenorizado y actualizado.

 

-¿Es una decisión política?

 

-Es que la verdad que algún dispositivo de recopilación de información hay. Trabajé 5 años en la intervención de la Policía de Seguridad Aeroportuaria y sistematizábamos información criminal, hacíamos inteligencia, lectura de rutas o demanda. Lamentablemente en la discusión mediática teorizamos respecto de algún informe del Departamento de Estadosobre la estrategia antinarcótica de América Latina que dice que parecería ser que creció el consumo y hay indicadores que hablan de un crecimiento del paco. Pero no deja de ser una especulación y un relevamiento bastante poco serio. Y vas a Naciones Unidas y los informes anuales de drogas y la verdad que no encontrás mucha información. Es un problema general. Siempre hay discusiones por la seriedad de los datos del mundo de delito, con lo complejo que debe ser relevar eso.

 

-¿Qué opina de la legalización?

 

-Sobre los efectos negativos o positivos no hay tantas experiencias. Que el precio baje, suba o se estabilice tampoco demostró tener tantos efectos positivos. El problema es que hasta ahora venimos con “la guerra contra las drogas” o “el combate y la lucha el enemigo”. Los titulares hablan con un enfoque absolutamente belicista. Gran problema: el narcotráfico es un problema público, no es un flagelo. Las adicciones no son un flagelo, es un problema para pensar políticas públicas. Un flagelo es una inundación o una peste. Ese enfoque perjudica la reflexión en torno a las alternativas de solución de un problema público. Venimos pensando que es un problema de fuerza, de comprar 3 radares, 2 antimisiles y 4 tanques, y no viene funcionando. Los países más desarrollados tuvieron un enfoque belicista y en América Latina está probado, no lo digo yo sino las publicaciones más serias en la materia, en el Plan Colombia y en la política contra México lo único que se logró es que se atomicen las organizaciones criminales. Y en los lugares donde vas sobre la producción con fumigación, erradicación o sustitución alternativa, provocan desplazamientos porque el negocio es más grande. El mercado le termina ganando al presupuesto más grande de los países, pensado como maquinarias contra el narcotráfico; le gana a todas las agencias mundiales.

 

No hay que pensarlo en términos de lucha y de combate. No es que apretás dos botones, tirás tres misiles y desapareció el enemigo. Es un problema público social que está para quedarse, no va a desaparecer y no tiene solución definitiva. Y aunque se legalicen ciertas sustancias no parece ser la única solución posible. Debe haber un abordaje desde salud y político, en términos de control o mitigación del problema. Los norteamericanos saben que tienen el mercado consumidor más grande del mundo. ¿Qué hacen? ¿Los matan, los meten presos a todos? No, tratan de mitigar los efectos violentos y de salud que tiene el mercado en su propio territorio. Si construís mal el problema o no tenés información de lo que querés solucionar se hace política a ciegas. Es lo que se tiende a hacer, nos mordemos la cola, es un círculo vicioso.

 

-¿Algún país lo trató bien?

 

-Hay experiencias alternativas de políticas para el consumo, claramente hay una corriente incipiente europea que adopta políticas de reducción de daños que son interesante. En el control del narcotráfico la mayoría de los países de más recursos y mejor institucionalidad hace mejor las cosas, pero siguen cayendo en la lógica de la guerra contra las drogas. La verdad es que los mejores países son los que tienen unidades o dispositivos especializados en la lucha y el control del crimen organizado, y trabajan sobre el mercado. Pero el desafío del problema es lo suficientemente considerable como para no rescatar ninguna experiencia como si fuese una maravilla.

 

-¿Qué pasa con el paco?

 

-¿Quiénes lo consumen? Generalmente sectores con menores recursos o menor capacidad de compra de ese tipo de sustancias. La rentabilidad es distinta. No nos equivoquemos, la rentabilidad mayor está en la cocaína de alta pureza que compran sectores de mejores recursos. Que haya paco es preocupante desde el punto de vista de la salud y la seguridad pública por su efecto nocivo y lo disruptivo que puede ser para el comportamiento de los adictos, pero si tuviese que elegir pondría más mis esfuerzos en intervenir y tratar de mitigar los efectos de mercados de mayor rentabilidad.

 

-¿Lo más complicado de resolver lo narco es su capacidad de corromper?

 

- Sí, pero en determinadas etapas. Tenemos un discurso donde el corrupto es el policía y la verdad que socialmente, el umbral de la distinción entre legal e ilegal es difuso; tenemos mucha premura en acusar de corrupto al policía pero la baja disciplina que tenemos y el bajo apego a las normas en otras dimensiones también es un tema. Si no, parece que nuestros policías los importamos de un mundo subdesarrollado total y nosotros somos ciudadanos suecos.