Excentricidad bailable
De interés general

Excentricidad bailable

 

 

09/11/2014 Fuente elpais. Lady Gaga triunfa en Barcelona ante los suyos con un espectáculo vistoso y ensordecedor

 

Había expectación, la de un día especial. No solo lo mostraba el atuendo de parte del personal, mimetizado bien con pelucas platino o maquillado como muertos cuando no disfrazado directamente de Lady Gaga. Esa misma ansia condujo a que los espectadores, más de 17.000 que no agotaron las localidades del Palau Sant Jordi por poco, acudiesen de forma fluida al recinto para conseguir un lugar desde el que esperar pacientemente el inicio del show. La ola desatada cuando pasaban algunos minutos del inicio anunciado del concierto entretuvo un rato al personal, mientras una sesión de electrónica de garrafa ambientaba la espera y el logo de la gira de la estrella a la que todo el mundo esperaba espoleaba aún más el ansia por verla aparecer en escena. Gritos. Y planos en las pantallas de los que gritaban y aguardaban. Cualquier atisbo de comienzo desataba aún más el griterío, a las 21:45h ya con visos de estar provocado por cierto hartazgo. ¿Por qué el concierto no comenzaba a la hora prevista cuando todo en el show está tan milimetrado?, ¿problemas de maquillaje?, ¿una costura rebelde?, ¿Lady Gaga se ha caído de uno de sus zapatos?

 

A las 21:52 cayó el telón y el show, finalmente, comenzó su andadura. Las estrellas que se sienten tales se hacen esperar. En fin.

 

Y demonios, ¡qué comienzo! La parte principal del escenario estaba decorada con edificaciones blancas que se asemejaban a iglúes. De ellos brotó una legión de bailarines vestidos a medio camino entre participantes en una bacanal romana e indígenas vistos por Yves Saint Laurent. Dominaban los tonos blancos, el mismo color de la cabellera de la diva, que brotó del escenario lentamente, como la lava que desciende por una ladera. En la espalda unas alas invitaban a pensar que volaría, pero no, comenzó a caminar como una reina por la parte del escenario que se adentraba en la pista como si fuese una cadena de ADN. Llegó a una especia de altar y allí se detuvo, envuelta en su vestido plateado de lentejuelas. Perdió las alas. Sonaba a todo trapo, ensordecedor, Artpop y una pantalla que dominaba la escena escupía colores. Un despiporre.

 

La diva brotó del escenario como lava que desciende una ladera

 

Y era sólo el comienzo. El sonido era tan elevado que el griterío del público quedó reducido al maullido tenue de un gato moribundo. Por cierto, los músicos, que haberlos había, apenas se veían, destacando sólo un par de ellos situados en los laterales del escenario. Pero, ¡ah, sí!, el batería estaba dentro de un iglú. Lady Gaga seguía gritando no se sabe qué, un borboteo de alaridos entre el que se entendía “Barselona” y se intuía que daba las gracias y que estaba muy contenta, que encontraba a la gente muy guapa y que había que disfrutar y bailar. Normal, nadie paga una pasta para aburrirse. Pasado el primer impacto, sonando G.U.Y, pudo verse que el modelito de la diva tenía un motivo azul pegado en el centro del pecho, algo que generaba cierta inquietud por ser abultado, como un pequeño embarazo azul cobalto entre ambos pechos.

 

A todo esto, lo milimetrado del show y el celo de la artista por su imagen, produce que por vez primera en una gira de este nivel, las fotos estén vedadas en cada show, distribuyendo el equipo de la gira las que encuentra más adecuadas para su uso, muchas de ellas tomadas en el concierto de Fort Lauderdale. En un país acostumbrado al plasma de su presidente de Gobierno incluso este lamentable detalle parece menor. Sin serlo. Pero claro, con tanto presupuesto en maquillaje, vestuario imposible y pelucas de quita y pon, vete a fiarte de un malvado fotógrafo fuera de control. Para la cuarta pieza, Venus, Lady Gaga ya se había cambiado de modelito, luciendo una peluca inspirada en la Raquel Welch de Hace un millón de años o en la Tina Turner más aleonada y encorsetando su cuerpo en un biquini también de lentejuelas. Brotaron una especie de plantas en el escenario que se adentraba en el público, llovió confeti y el sonido seguía siendo atronador. Apenas había transcurrido media hora de concierto y el menú no variaría en la hora y media restante: coreografías, vestuario excéntrico y música pop de baile atronadora. La fórmula Gaga.