Don DeLillo: "Escritor que escribe contra el poder, contra el establis
De interés general

Don DeLillo: "Escritor que escribe contra el poder, contra el establishment, cumple una función importante"

 

 

11/12/2013 Fuente revistaenie. Autor de 16 novelas que retratan la vida de su país, los Estados Unidos, es considerado una figura de culto, venerado por sus seguidores. Aquí habla de sus rutinas de trabajo de Nueva York, su lugar, y sostiene que la tecnología tiene ciertos poderes a los que la gente no puede resistirse, entre ellos la posibilidad de espiar.

 

Lois Wallace no para. Se mueve de aquí para allá. Deja comentarios al vuelo y se dirige a su invitado en el apartamento de la calle 79, en la zona este de Manhattan. "Sonríe para la foto", le ordena con el vigor de la amiga que disfruta de toda la confianza. Wallace es agente literaria. Pide una sonrisa al escritor al que representa desde hace más de 40 años: Don DeLillo (Bronx, Nueva York, 1936). Cuenta que en sus manos cayó en 1971 aquel volumen titulado 'Americana'. Aunque su autor ha dicho en ocasiones que no tenía claro que su trabajo interesara a nadie, Wallace vio un diamante.

 

A partir de ese punto, DeLillo ha forjado una trayectoria en la que ha retratado la vida de su país a lo largo de 16 novelas, cuatro piezas teatrales, un par de ensayos y un libro de relatos cortos. Se ha convertido en un escritor de culto, venerado por los lectores, agraciado con los premios más importantes y nombre fijo en las quinielas para el Nobel de Literatura.

 

De culto, en buena medida por su carácter introvertido, poco dado a los alardes públicos y los actos sociales. Es el polo opuesto de su amigo Paul Auster. Tampoco se prodiga en los medios. Raramente concede entrevistas. Si acude a un acto literario en una librería, han de imponer restricciones en el número de libros de cada lector para que los firme. Es en parte para evitar el mercadeo en internet: por un volumen con la rúbrica de DeLillo se puja fuerte.

 

'Americana', un viaje por Estados Unidos, sirve de excusa para que Wallace y DeLillo se pongan a hablar de fútbol americano, con un sentido enciclopédico, de entendidos. "¿Ganarán hoy los Giants?", pregunta ella. "No lo sé", responde él. En ese momento, los neoyorquinos están en la peor racha en 20 o 30 años. Así, de pronto, se disipan todos los miedos en el entrevistador, que temía encontrarse con un hombre áspero y distante. DeLillo, ejerciendo la personalidad atribuida a los sabios, resulta acogedor, amable en su pedagogía.

 

Hablar de 'Americana' no parece fuera de lugar. Dos años más tarde alumbró 'La calle Great Jones'. Ahora, cuatro décadas después, la publica Seix Barral en español, un tesoro oculto de 1973.

 

Me parece extraño. Lo he vuelto a mirar y estoy un poco sorprendido porque aún es una lectura actual. Todavía tenemos rock & roll. Ocurre en los setenta, en el inicio de una cierta era. En Nueva York todo se venía abajo. Había gente que vivía en las calles. El rock y los músicos reflejan algo de esto en su anarquía, en su rebelión. Nueva York es ahora una ciudad diferente. El lector estará interesado en cómo fue esa época.

 

¿Más oscura?

 

Todo resultaba más inmediato, había una manera de acceder a los movimientos de culto, el libro trata de esto. Parecía no haber ley, y el rock se canalizaba en esta concepción. Bucky (el protagonista) quiere desaparecer porque se ha quedado sin ánimo, ha caído en el desencanto. Pero no puede porque es demasiado famoso.

 

Bill de Blasio, el nuevo alcalde de Nueva York, impactó en su campaña citando 'Historia de dos ciudades' de Dickens para subrayar el tremendo agujero entre los ricos y los pobres.

 

Entonces resultaba diferente, pero los pobres se hacían mucho más visibles que ahora. Y había gente a la que dejaron ir de las instituciones mentales.

 

Un periodo difícil. Luego vinieron los alcaldes Giuliani y Bloomberg...

 

Y el 11-S.

 

¿Nueva York es todavía el centro, la gran ciudad?

 

Todavía es un gran centro de turismo.

 

¿Y de la cultura?

 

Aún es un centro financiero importante, y esto es significativo porque las finanzas hacen que el mundo gire alrededor. Por lo demás, no creo que sea tan significativa como lo fue en años y décadas pasadas. El asesinato del presidente Kennedy supuso un gran shock para este país. Nos condujo a años terribles, de disturbios, protestas por la guerra de Vietnam, de otros asesinatos en las décadas de los sesenta y setenta. Los años noventa fueron para los restaurantes. Todo el mundo hablaba de ellos. Hoy no sé cuál es el argumento de las conversaciones porque ya no estoy a ese nivel.

 

¿Mejor ciudad hoy o ayer?

 

No pienso en este sentido. Aquella fue una ciudad que invitaba más a un escritor que la actual. Pero depende del escritor, de cómo use lo que existe para hacerla irresistible a los lectores.

 

Bucky quiere desaparecer, ¿se inspiró en él para ser tan esquivo a los medios?

 

No es lo mismo, desde luego que no. Sólo hay dos o tres escritores en los últimos 30 o 40 años como estrellas del rock, y yo no soy uno de ellos. J.D. Salinger trató de desaparecer y le encontraron, rodaron películas, escribieron libros...

 

Hoy resulta más difícil desaparecer.

 

A la mínima que sales por la puerta la gente te saca fotos y en segundos circulan por todas las partes. Tampoco tengo razón alguna para desaparecer.

 

¿A veces le gustaría?

 

Tampoco soy reconocible en la calle, una vez al año.

 

La primera frase de su libro ya es una declaración de principios: "La fama requiere toda clase de excesos".

 

Eso formaba parte de esa era. Para ser famoso has de ser sensacionalista porque hay otra mucha gente que también trata de ser famosa. Es parte de la cultura del rock. Bob Dylan trató de desaparecer. Él fue una inspiración para esta trama, pero sólo experimentó ciertos eventos similares.

 

Ed Fening, el escritor vecino de Bucky...

 

Menciona usted la palabra exceso. Puede ser una terrible maldición, todo el mundo lo sabe. El exceso es lo que envía a Bucky a esconderse. Hoy no creo que la gente se haya de esconder en el mismo sentido. En Central Park West, los edificios lujosos están llenos de estrellas del cine, residen ahí, según tengo entendido, sin dificultad. La gente los reconoce. En los círculos en los que se mueven no hallan problema. Recuerdo en los años setenta, en una noche muy lluviosa, iba en un taxi al downtown. Vi a una estrella del rock intentando coger un taxi. Observándole allí, mojándose, pensé que a veces no quieres esconderte, quieres ser muy reconocido.

 

En esto de los excesos, Fening es lo más, escribe porno para niños...

 

No recuerdo demasiado a ese personaje, pero él era el anónimo de este espectro. De esas personas a las que no las reconocen.

 

En esta novela, ya aparece en su literatura la sombra de las conspiraciones, alude a los rumores y su difusión, y eso que no existía internet.

 

Sí, con internet es más fácil. La fama se expande de forma más amplia e instantánea, pero es una naturaleza especial de ser famoso. No creo que por internet se pueda ser un famoso tipo Bucky. Puedes ser famoso al instante, pero no perdura. Son diez segundos, como dijo Andy Warhol. Esto es más cierto ahora que antes.

 

¿Tiene Facebook, Twitter...?

 

No.

 

¿Aún usa máquina de escribir? ¿Por qué?

 

Me resulta familiar y tiene unos caracteres bastante grandes. Es un elemento de satisfacción visual ver las letras en una cuartilla de papel, más que en una pantalla. Siempre ha sido así. Ahora, más, porque soy más consciente del alfabeto. El alfabeto es un arte y hace que mire con más atención la página. Me gustan esos caracteres.

 

¿Escribe cada día?

 

¡Oh, sí! Cuando estoy metido en algún libro, seguro. Cada mañana, a veces a la caída de la noche.

 

¿Se marca unas horas de trabajo?

 

No, paro cuando me siento cansado. Por lo general, el trabajo en sí mismo me dice cuándo debo parar.

 

En la presentación de 'Point Omega' en el 2010, en Brooklyn, dijo que es un escritor de párrafos.

 

Sigo una idea, no tengo un guión previo. Me convertí en un escritor de párrafos, frase a frase, en Los nombres (1982). Me hice más consciente de las palabras y las frases. De esta manera me resulta más fácil leer y corregir. La página en blanco, un párrafo y estudiarlo de forma detenida y entenderlo. Pongo la página a un lado y empiezo con otra. En La calle Great Jones no tenía un sentido del párrafo. Son largos. En trabajos más recientes, se hacen más cortos, porque me permite ver de forma más clara y estar más atento a qué debo corregir y cambiar.

 

¿Tira mucho?

 

No, lo conservo. Y vuelvo de nuevo, hago cambios. A veces hago cambios el mismo día; otras, a los seis meses, depende.

 

¿Cuándo da algo por acabado?

 

Te lo dice el trabajo. Sabes que es lo correcto. Tal vez el lector pueda aceptarlo, no lo sé, pero tiene que ser aceptable para el escritor. Haces lo que puedes para arreglarlo. Meses después ves si lo has arreglado o has de volver a corregirlo.

 

¿Esta novela de 1973 sería hoy diferente?

 

La escribí muy rápido. Es parte de los setenta, cuando escribía rápido, la segunda novela, la tercera, que es esta, la quinta, la sexta. Las hice rápido. ¿Por qué? No tengo la respuesta. Tal vez tenga que ver con algún tipo de energía y un menor sentido autocrítico. Nunca lo sentí entonces.

 

¿Escribiría hoy un libro como este?

 

No, sería totalmente diferente. No podría escribir este tipo de novela sobre una figura contemporánea, salvo que fuera alguien de la política. Además, fue una era en particular la que lo inspiró.

 

A pesar de los años, suena actual...

 

Me alegra escuchar eso.

 

No hay ordenadores, ni teléfonos móviles, ni internet...

 

Tampoco en la obra de Charles Dickens.

 

El concepto, lo que plantea, está vigente.

 

Yo le digo lo que es diferente: la calle. Hoy se parece muy poco. No es tan descuidada, desdeñosa, abandonada. En la novela hay un cuartel de bomberos, todavía está ahí. Creo que todo lo demás es diferente. Más limpio. En el Bowery hay hoy restaurantes de moda, de cinco estrellas.

 

¿Siente nostalgia por aquella ciudad?

 

Siento algo de eso, partes de Nueva York han sufrido la gentrificación (o expulsión de los vecinos de siempre por los nuevos ricos). Ayer estuve en Brooklyn, en Williams­burg, que era una zona desolada: había una sección de polacos, otra de griegos. Toda la gente que vi ahora era de 22 años, vi bonitos restaurantes. No puedo decir que no sea una mejora, pero sí que hay cosas que echo de menos, sí.

 

Esto es la historia de la ciudad, pero como expresa en la novela, también está la "historia latente", la gente cree saber lo que ha sucedido, pero, teoriza, "¿acaso ha sucedido de verdad?".

 

Todavía es vigente. Hay dos o tres versiones de los eventos. La gente aún construye conspiraciones como acostumbraba a hacer décadas atrás. Hay teorías conspiratorias, desde luego, sobre el asesinato de Kennedy y sobre el 11-S, lo que no es para nada una conspiración. Pero la gente quiere creer en cosas más interesantes, y esto la coloca en la necesidad de eventos que están fuera de la comprensión. Para la gente es una atracción profunda creer en conspiraciones. Sin embargo, la verdadera edad de las conspiraciones quedó atrás. Ahora es algo que ya ha crecido y está instalado en la sociedad. Este estado de ánimo se da desde el asesinato de Kennedy y se aplica a todo.

 

En la red es fácil propagar conspira­ciones.

 

Correcto. El abrumador, el extralimitado miedo de la guerra fría es parte de ello. A consecuencia de esto, nada es igual.

 

De vuelta a la presentación de 'Point Omega', un asistente dijo que usted es el padre de las teorías de la conspiración.

 

(Se ríe).

 

Otro le dijo que había algo que era más tabú que el asesinato de Kennedy: el 11-S. Respondió que a usted no le podían culpar por esas teorías.

 

No soy el padre de nada de esto. Otros escritores han hecho este tipo de trabajo.

 

No le gustó esa pregunta del tabú...

 

Si eras un escritor entre los años sesenta y setenta, había un estado de ánimo al que debías prestar atención. Estaba en el aire, podías sentirlo, era poderoso y se convirtió en una influencia en mi trabajo. Pero hasta que escribí 'Libra' (1988), no fue tan pronunciado. Podías hallar aspectos en 'Ruido de fondo' (1985) o en Los nombres, pero en 'Libra' se convirtió en determinante. Nunca pensé que me aproximaría a ese sujeto.

 

En 'Libra', Lee Harvey Oswald, el asesino oficial de Kennedy, le disparó tres veces y no acertó en ninguna. Ahí está la versión oficial y su visión latente.

 

Y ahora, tras 50 años, esta historia latente ha reaparecido. La gente tiene viejas teorías, nuevas, y otros declaran que la teoría de la comisión Warren es la cierta, aunque una vez más será desafiada. En estos años ha sido puesta en tela de juicio de forma perseverante. Si las encuestas son una indicación, muchos en este país aún creen que fue una conspiración.

 

¿Aquel hecho marcó un cambio de rumbo en Estados Unidos?

 

Absolutamente. Fue un momento muy poderoso. Con frecuencia se escribe sobre esto, hay entrevistas y reportajes sobre el asesinato. La gente sigue preguntando ¿dónde estabas tú aquel día? En mi respuesta digo que en ningún lugar interesante, no hacía nada interesante.

 

¿Recuerda dónde estaba?

 

Seguro.

 

¿Y en el 11-S?

 

Desde luego.

 

Con 'Cosmópolis', (2003) hubo lectores que se decepcionaron porque no trató esa tragedia.

 

Hice 'El hombre del salto' (2007). No escribí de inmediato sobre el 11-S, era demasiado pronto. Es como el asesinato de Kennedy, no lo toqué hasta pasados bastantes años.

 

¿Se necesita tiempo para digerir algo de este calado?

 

Yo lo necesito. Simplemente, no me puedo decir a mí mismo que he de escribir sobre un acontecimiento. En cierto sentido, ese acontecimiento ha de acercarse a mí. En el caso de El hombre del salto vino en forma de una fotografía que no podía dejar de mirar y de pensar sobre ella. Y entonces es cuando apareció esa novela.

 

Con el tiempo, gracias a 'Cosmópolis' se le ha calificado de visionario. Sostienen que predijo la crisis financiera.

 

Hay un aspecto, se producen disturbios en Manhattan...

 

Cuando salió 'Libra', el columnista conservador George Will afirmó que era "literatura vandálica" y "una demostración de mala ciudadanía".

 

Eso esta bien. Escribo sobre mala ciudadanía. Me elogió. También dijo que culpé a América por Lee Harvey Oswald, y mi respuesta fue que no es verdad, yo no culpo a América por Oswald, yo culpo a América por George Will.

 

En este nuevo-añejo libro sobre el rockero Bucky sostiene que "hay que estar contra el poder".

 

Sí, absolutamente. No es parte de mi trabajo, no es algo que salta a la superficie, pero creo que el escritor que escribe contra el poder, contra el establishment, contra el pensamiento único o la forma de pensar oficial, contra el sistema, está desempeñando una función importante.

 

Si Will le culpó por ser mal ciudadano...

 

Cuando a un escritor le culpan de ser un mal ciudadano es que está haciendo el trabajo correcto.

 

Ya en 1973, antes de que existieran los programas de espionaje masivo electrónico dela NSA, usted se refería a la cuestión de la privacidad. ¿Le preocupa?

 

Bueno, no de una forma muy seria. No cambio mi vida en ningún sentido. La gente tiene mi número de teléfono, el de fax, me llegan cartas, no me preocupa.

 

La NSA espía, pero las empresas de internet tienen acceso a la vida de todos.

 

La tecnología tiene ciertos poderes a los que la gente no puede resistirse. Incluso si no tienes razón alguna para espiar la privacidad de otro, lo haces porque eres capaz, porque la tecnología lo posibilita. Cuando la tecnología permite hacer algo se convierte en desesperadamente necesario. Es un factor importante que valorar en la situación dela NSA y en otras en las que la gente aprende, todos aprendemos, que podemos espiar. ¿Por qué lo hacemos? Porque hay capacidad para hacerlo.

 

El presidente Obama insiste en que Estados Unidos es un país excepcional.

 

De alguna manera, a veces de la manera equivocada.

 

Es esa idea de ir a cualquier país al rescate...

 

La entera idea de que Irak tenía armas de destrucción masiva era un chiste y no sé por qué la gente no lo entendió.

 

Muchos le creyeron.

 

Estaban ciegos.

 

¿Al escribir piensa en el lector?

 

No, sólo pienso en palabras, frases...

 

¿Cómo se produce esa conexión para despertar el interés del lector?

 

No sé cómo escribir para el lector. ­Acostumbraba a decirme que el lector

era un hombre joven solitario, caminando por los pasillos de una librería en una ciudad de Iowa. Puede ser cierto. Pero yo no escribo para nadie en particular, sólo intento hacer el mejor trabajo que me satisfaga.

 

Asegura que ahora es más autocrítico.

 

Sí, lo leo mucho antes de darlo por finalizado. Debo encontrar mi propia satisfacción. He de desafiarme a mí mismo. Crear una pieza que no sea simplemente corriente, sino que vaya más allá. Hago de esto un principio básico. Si algo me resulta demasiado fácil, eso significa que estoy haciendo algo equivocado.

 

¿En qué momento se convence de que es un escritor?

 

Llevaba dos años trabajando en mi primera novela, 'Americana', y entendí que ya era un escritor, simplemente eso, un escritor. Me dije que lo era aunque el libro nunca se publicara. Era un escritor. Trabajé dos años más y la publiqué.

 

En los ochenta le llegaron los grandes éxitos...

 

Nunca pensé en esto. En los setenta estaba a millas de distancia. No había premios ni entrevistas. Era perfecto, sólo escribía.

 

¿Y ahora, qué?

 

Estoy escribiendo una novela.

 

¿Larga?

 

Honestamente, no lo sé. No creo que sea enorme, pero no puedo decir más porque no sé más. Tampoco lo diría.

 

Su último volumen publicado, 'El ángel esmeralda' (2011), son cuentos...

 

Los escribí entre 1970 y el 2010. Partí de la idea de hacer una serie de historias con años de diferencia.

 

'Point Omega' tampoco era extenso. Algunos admiradores se quejan de su brevedad, comparada con 'Submundo' (1997).

 

Las cosas cambian. El libro te dicta el tamaño. No puedo decidir hacerlo más largo si él no quiere. Es la manera de hacer mi trabajo. 'Point Omega' es un trabajo de estructura. Es lo importante, no el tamaño.

 

Dicen que es posmodernista.

 

No pienso mucho sobre esto. Siempre me consideré un modernista en línea con James Joyce o William Faulkner y otros escritores. Mi idea del posmodernismo es la forma de libre ficción y no hago esto.

 

¿Sus influencias?

 

El primer libro que debo mencionar es Ulises, de Joyce. Luego, otros muchos. He disfrutado leyendo a Faulkner, Hemingway, Flannery O'Connors, y una larga lista de europeos. Ahora leo menos ficción y menos de todo, me parece que interfiere en mi escritura más de lo que debería.

 

¿Pero lee?

 

Aún leo ficción contemporánea. Tengo la nueva novela de Richard Power. Ahora he acabado la biografía de Norman Mailer.

 

¿Nuevos escritores?

 

Sí, recibo libros en mi correo. Los dejan en el porche y en el silencio; por el impacto del golpe, puedo decir si es ficción o no.

 

¿Viaja?

 

Sí. Con mi esposa vamos a Nuevo México, Arizona, Texas. Sólo por el paisaje. Ahí está el paisaje americano. Para un tipo que creció en el Bronx, esa discontinuidad en el paisaje tiene una enorme atracción.

 

Creció en la ciudad y busca el desierto...

 

Cuando tendría 22 años, viajé al oeste de Texas y me impresionó ese paisaje. Había un puesto para hacer pruebas de neumáticos, y hombres, por lo general mexicanos, que las hacían. Eso me hizo pensar que debía escribir. Está en mi primera novela.

 

'Americana'.

 

No sé de dónde vino ese nombre. Recuerdo una lista de nombres. Es sobre un hombre que explora cierto tipo de América, que no esa clásica de la pintura de Norman Rockwell. Es una América que está viniendo.

 

¿Al escribir ya sabe el título del libro?

 

En el que escribo ahora ya lo sé, pero en muchos casos, no.