El cierre de un refugio para el debate y las ideas
De interés general

El cierre de un refugio para el debate y las ideas. De interés general

 

 

30/09/2013 Fuente revistaenie. 2008. "Punto de vista". Durante tres décadas, la revista dirigida por Beatriz Sarlo tuvo una enorme influencia en el ámbito de la crítica literaria argentina.

 

Punto de vista fue durante treinta años (1978-2008) la revista de mayor influencia en el ámbito de la crítica literaria argentina. Instaló debates, paradigmas teóricos, autores y formas de leer la realidad política y cultural del país con un poder que trascendió los límites de su audiencia especializada.

 

Durante esos treinta años también fue la revista de Beatriz Sarlo, tal como ella misma lo admite en la editorial del último número, publicado en abril de 2008 (“la necesité para ser lo que soy”, dice). En este texto, también da cuenta del nacimiento de la revista como la gesta heroica de “un mínimo grupo de intelectuales”, que la idearon como una forma de atravesar la dictadura. En el grupo fundador estaban, además de Sarlo, Ricardo Piglia, Carlos Altamirano y Elías Semán. Y, en efecto, esos fueron sus mejores años, los que le dieron a la revista su carácter beligerante y la constituyeron como una forma de resistencia, un refugio para el esfuerzo crítico en un momento en el que casi todas las voces se habían silenciado o exiliado.

 

Cuando la conocí en los 90, en forma de fotocopias de apuntes para materias del CBC o de los primeros años de la carrera de Letras, los debates que defendían o atacaban la obra de ciertos autores me parecieron, hasta cierto punto arbitrarios o impenetrables. Era la mirada ingenua de una chica de 19 años sorprendida ante artículos que armaban una red de preguntas y respuestas casi siempre autorreferenciales y que suponían una audiencia mínima. Después, cuando ya hube leído a Pierre Bourdieu, Raymond Williams y a Jurgen Habermas (todos nombres que Punto de vista introdujo de manera pionera en el ámbito intelectual argentino) entendí que estaba, antes que nada, ante un sistema de lectura, un órgano de pocos y para pocos y que, como a cualquier órgano de esas características, no se le podía pedir ecuanimidad. La propia Sarlo aclara este modo de funcionamiento hablando de otra revista ( Contorno ) en una nota de 1981: “Todo sistema de lectura es a la vez una máquina para descubrir y una máquina para ocultar”. En ese doble movimiento de ocultamiento y revelación, el mayor logro de Punto de vista fue el de la construcción de un canon (coherente, homogéneo) que encumbraba a Borges y a Saer (una de sus revelaciones) pasando por Piglia, Fogwill y muchísimas ausencias. Algunos nombres más jóvenes (como Alan Pauls y Sergio Chejfec) también entraban en la constelación, si bien como estrellas en alza.

 

Fue en esa década, la de los 90, cuando la revista abandonó su carácter marginal y se fue constituyendo como centro. Y, a pesar de que mantuvo su vocación crítica frente a la realidad política, pronto se hizo evidente que la transición a la democracia había debilitado su espíritu beligerante. En 2004, renunciaron Carlos Altamirano, Hilda Sábato y María Teresa Gramuglio. Y la pasión se fue diluyendo. “No supimos atraer gente joven” señaló Hugo Vezzetti a Página12 como una de las razones para esa merma. Y la propia Sarlo, en esa misma editorial que le dio cierre, confiesa: “Una revista que ha estado viva treinta años no merece sobrevivirse como condescendiente homenaje a su propia inercia”.

 

No hay que minimizar la fuerza del “efecto canon” que produjo durante tres décadas Punto de vista . Aunque funcionó como un medio independiente y marginal al sistema de los mass media , siempre estuvo presente en las condiciones productivas de ese mismo sistema. En un circuito de lecturas y reenvíos que iba de la revista a la universidad y al periodismo cultural, poco a poco, las corrientes epistemológicas y los autores que privilegiaba Punto de vista fueron ganando las páginas de los suplementos culturales de los grandes diarios, a la vez que algunos de sus miembros ganaban las pantallas de televisión, ampliando la esfera de influencia de una revista que, en principio, sólo se leía en Puán. Así que a mi mirada ingenua de los 90 habría que responder: a Punto de vista en realidad la leíamos todos, aunque lo estuviéramos haciendo a través de cualquier otro medio.