Pasaba por allí
De interés general

Pasaba por allí

 

 

24/12/2014 Fuente elpais. La peor vertiente del razonamiento humano es la que te lleva a distanciarte del otro y su dolor, a visualizarlo como un enemigo

 

El hombre que empotró su coche contra la sede central del Partido Popular pretendía dirigir su ira contra los políticos. Pero si hubiera logrado hacer estallar las dos bombonas de butano del maletero, los muertos habrían sido una mujer de la limpieza, una secretaria y paseantes o vecinos a los que la metralla les atravesara el cráneo o la yugular. Dos días después, un hombre en Nueva York asesinó a dos policías. Aunque antes había intentado matar a su novia de un disparo en el estómago, justificó su crimen como una venganza por las recientes muertes de dos ciudadanos negros a manos de la policía. Los agentes asesinados resultaron ser de origen hispano y oriental, lo que ofrece a la supuesta coartada racial un grado de infamia insostenible.

 

Cuando la ETA quiso mandarle un recado a Zapatero en plena negociación de tregua y voló el aparcamiento del aeropuerto, no calculó que dentro de un coche dormían a la espera de su vuelo a casa dos chicos ecuatorianos. Ocho Navidades después no pasearemos por una Carlos Alonso Palate kalea o una Diego Armando Estacio etorbidea, mártires involuntarios de un ideal ajeno a sus planes. La historia está llena de víctimas que pasaban por allí. Cada vez hay más días de la ira. La peor vertiente del razonamiento humano es la que te lleva a distanciarte del otro y su dolor, a visualizarlo como un enemigo.

 

Se han relacionado los casos con una película reciente, en la que Ricardo Darín interpreta a un tipo enfadado por una multa de aparcamiento injusta que no consigue anular y que pone una bomba contra el departamento de Tráfico de la ciudad. En una hábil maniobra de guion, el personaje es dinamitero profesional y la explosión no mata a nadie ni causa la menor herida. El tipo es convertido en un héroe que expresa la rabia colectiva de una sociedad que se considera maltratada por el poder. El espectador hubiera podido ser incomodado si esa explosión se lleva por delante a seis funcionarios, pero nadie quiere incomodar, sino que las verdades sean pilones inquebrantables. En la retórica de buenos y malos, se justifica el derecho a sacudir tu impotencia con un acto de ira. Los muertos solo son unos que pasaban por allí.