César Augusto 2. Segunda y última entrega
Biografía

César Augusto 2. Segunda y última entrega

 

De interés general

 

 

 

Conquistar a los pueblos alpinos en 16 a. C. significó otra importante victoria para Roma, dado que proporcionaba un vasto territorio fronterizo que separaba a los ciudadanos romanos de Italia de los enemigos de Roma del norte, en Germania.160 El poeta Horacio dedicó una oda a este triunfo, y se construyó el monumento Trofeo de los Alpes, cerca de Mónaco, para honrar la ocasión. La captura de la región alpina también sirvió como base para la próxima ofensiva en 12 a. C., cuando Tiberio comenzó el asalto contra las tribus panonias de Iliria y su hermano Druso el Mayor hizo lo suyo contra las tribus alemanas de la región este de Renania. Ambas campañas resultaron exitosas, y las fuerzas de Druso alcanzaron el río Elba en 9 a. C., aunque Druso murió poco después, al caer de su caballo.

 

 

Mina de oro de Las Médulas.

 

Para proteger las zonas orientales del Imperio de la amenaza de Partia, Augusto confió en los estados clientes de oriente para que actuasen como amortiguadores territoriales, así como áreas donde pudieran reclutarse sus propias tropas en caso de defensa. Para garantizar la seguridad en el flanco oriental del Imperio, Augusto estacionó, por si acaso, a un ejército romano en Siria, mientras su cualificado hijastro Tiberio negociaba con los partos en calidad de diplomático de Roma asignado a esa región.

 

Este último fue el responsable de haber devuelto a Tigranes V al trono de Armenia, aunque quizá su máximo logro diplomático consistió en haber negociado con Fraates IV de Partia, en 20 a. C., la devolución de los estandartes perdidos por Marco Licinio Craso en la Batalla de Carrhae, un acontecimiento que significó una victoria simbólica y un importante impulso de la moral para Roma. No obstante, el historiador Werner Eck argumenta que este acto fue una gran decepción para los romanos, que preferían vengar la derrota de Craso por la vía militar, y no la diplomática. Por otra parte, Maria Brosius explica que Augusto utilizó la devolución de los estandartes como propaganda política, para simbolizar la sumisión de Partia a Roma. Así, el suceso fue celebrado con esculturas como la estatua de Augusto de Prima Porta, así como con la edificación de monumentos tales como el Templo de Mars Ultor («Marte el Vengador»), construido precisamente para albergar los estandartes recuperados.

 

Aunque los partos siempre representaron una amenaza para Roma en oriente, el verdadero campo de batalla fueron los ríos Rin y Danubio. Antes de su último enfrentamiento con Antonio, las campañas de Octaviano contra las tribus en Dalmacia se convirtieron en el primer paso expansionista de los dominios romanos hacia el Danubio. La victoria en batalla no siempre resultaba ser un éxito permanente, pues los territorios conquistados más recientemente eran constantemente recuperados por los enemigos de Roma en Germania.164 El principal ejemplo de derrota romana en batalla fue la batalla del bosque de Teutoburgo en 9 d. C., en la que tres legiones completas encabezadas por Publio Quintilio Varo fueron prácticamente aniquiladas por Arminio, líder de los queruscos, un aparente «aliado» romano.169 Augusto tomó represalias mediante el envío de Tiberio y Druso a la región del Rin con el objetivo de pacificarla. Aunque ambos lograron ciertos éxitos en sus campañas, la batalla de Teutoburgo supuso el final de la expansión romana en Germania. Más tarde, el general romano Julio César Germánico se aprovecharía de una guerra civil querusca entre Arminio y Segestes para derrotar a Arminio, que huyó de la batalla, aunque sería finalmente asesinado en 21 d. C. por un acto de traición.

 

Muerte y sucesión

 

 

 

Áureo romano de la época de Augusto, c. 13–14 d. C.; el reverso muestra a Tiberio cabalgando sobre una cuadriga, celebrando el 15 aniversario de su poder tribunicio. Al menos hubo seis potenciales herederos, incluyendo a Agripa y a sus hijos, que murieron o probaron ser incapaces de suceder a Augusto hasta que finalmente Tiberio fue elegido en 9 d. C.

 

La enfermedad de Augusto en 23 a. C. puso en evidencia los problemas en torno a su sucesión. Con el propósito de garantizar la estabilidad, Augusto necesitaba designar un heredero para su posición extraordinaria en la sociedad y gobierno romanos. Esto debía conseguirse mediante el uso de vías suaves, poco dramáticas y acumulativas que no revolviesen los temores senatoriales contra la figura de la monarquía. Si alguien iba a heredar su posición extraoficial de dominio, esa persona debía ganárselo por méritos que fueran reconocidos por el pueblo romano.

 

Algunos historiadores consideran que los indicios apuntaban al hijo de la hermana de Augusto, Marco Claudio Marcelo, que además se había casado con la hija de Augusto, Julia la Mayor.

 

Otros historiadores, en cambio, cuestionan este punto de vista basándose en el testamento de Augusto, leído en voz alta por el Senado, mientras éste se hallaba gravemente enfermo en 23 a. C., y en el que éste mostraba su preferencia por Marco Agripa, que en ese momento era su segundo al mando y, puede que también el único de sus más allegados que podría haberse hecho cargo de las legiones y mantener el Imperio unido. Tras la muerte de Marcelo en 23 a. C., Augusto hizo que su hija se casara con Agripa, con quien tuvo tres hijos y dos hijas: Cayo César, Lucio César, Julia la Joven, Agripina la mayor y Agripa Póstumo, este último llamado así porque nació después de que falleciera Agripa.

 

Poco después del segundo pacto, Agripa consiguió un cargo de cinco años años de duración para la administración de la mitad oriental del Imperio con el imperium de un procónsul y la misma tribunicia potestas concedida a Augusto (aunque no rebasaba la autoridad de éste), estando ubicada su sede de gobierno en la isla de Samos, en las Cícladas. A pesar de que esta concesión de poder habría evidenciado el favorecimiento de Agripa por parte de Augusto, también significó una medida para complacer a los miembros de su partido cesariano, al permitir que uno de ellos compartiera una considerable cantidad de poder junto a él.

 

La intención de Augusto de convertir a Cayo y Lucio César en sus herederos resultó evidente cuando los adoptó legalmente como hijos propios. En 5 y 2 a. C. volvió a ocupar el consulado para así personalmente acomodarlos en sus carreras políticas, resultando ambos nominados para los consulados de 1 y 4 d. C. Augusto mostró también preferencia por sus sobrinos, los hijos de Livia de su primer matrimonio, Druso el Mayor y Tiberio, concediéndoles mandos militares y puestos públicos, y pareciendo favorecer más a Druso. Sin embargo, el matrimonio de Druso con Antonia, sobrina de Augusto, fue una relación que se hallaba tan incrustada en el seno de la familia que llegaría a perturbar las cuestiones sucesorias.180 Tras la muerte de Agripa en 12 a. C., Tiberio, fue obligado a divorciarse de su esposa Vipsania para casarse con la viuda de Agripa, e hija de Augusto, Julia —tan pronto como el período de duelo por Agripa concluyó—. Mientras el matrimonio de Druso con Antonia fue considerado como una relación inquebrantable, Vipsania era «solamente» la hija del fallecido Agripa, producto de su primer matrimonio.

 

 

Mausoleo de Augusto.

 

Tiberio compartió los poderes tribunicios de Augusto en 6 a. C., pero poco después anunció su retiro pues, según varias fuentes, no quería asumir su futuro rol en la política, resolviendo en exiliarse a Rodas. Aunque se desconoce una razón específica para su partida, esta pudo deberse a varias razones, incluyendo entre ellas un fallido matrimonio con Julia. Además, pudieran haber tenido mucho que ver los sentimientos de celos y de exclusión que sintió una vez que los nietos, para entonces hijos adoptivos, de Augusto (Cayo y Lucio), se unieron al colegio de sacerdotes a una edad temprana, siendo presentados a la audiencia de una forma más favorable, y siendo presentados al ejército en Galia.

 

Tras las muertes tempranas de Lucio y Cayo en 2 y 4 d. C., respectivamente, así como el fallecimiento repentino de su hermano Druso (en 9 a. C.), Tiberio fue convocado a Roma en junio de 4 d. C., donde Augusto lo adoptó con la condición de que él, por su parte, adoptara a su sobrino Julio César Germánico. Esto continuó la tradición de ofrecer, como mínimo, con hasta dos generaciones de herederos. Ese año, Tiberio obtuvo también los poderes de tribuno y de procónsul, los emisarios de reinos extranjeros tendrían que mostrarle sus respetos, y para 13 d. C., recibió junto con su segundo triunfo un nivel igual de imperium que el que tenía Augusto. El único posible aspirante a heredero era Póstumo Agripa, que había sido exiliado por Augusto en 7 d. C., sanción que más tarde se volvería perpetua por medio de un decreto senatorial, así que Augusto oficialmente lo desheredó. Desde luego, con ello perdió el favor de Augusto, y el historiador Erich S. Gruen hace mención a varias fuentes contemporáneas que califican a Póstumo Agripa como «un joven vulgar, cruel y bruto, y de carácter depravado». No se sabe con certeza, pero Póstumo Agripa pudo haber sido asesinado en su lugar de exilio poco antes o después de que falleciera Augusto.

 

El 19 de agosto de 14 d. C. Augusto murió mientras visitaba el lugar de la muerte de su padre en Nola. Tiberio —que se hallaba presente junto con Livia en el lecho de muerte de Augusto— sería su heredero, según se confirmó a la apertura de su testamento. Las últimas palabras de Augusto fueron: "La comedia ha terminado. ¡Aplaudid!" (en latín "Acta est fabula, plaudite": Suet. Aug. 97-99). No obstante, sus últimas palabras públicas fueron: «Mirad, encontré una Roma hecha de ladrillo, y os la dejo de mármol». Una gran procesión funeraria de plañideras viajó junto con el cuerpo de Augusto desde Nola hasta Roma, y el día de su entierro cerraron todos los negocios, tanto públicos como privados. Tiberio y su hijo Druso pronunciaron el panegírico de pie sobre dos rostra.6 Confinado en su féretro, el cuerpo de Augusto fue cremado en una pira cerca de su mausoleo; más tarde se proclamó que se había unido con los demás dioses como un miembro más del panteón romano. En 410, durante el saqueo de Roma, los Godos asaltaron el mausoleo y dispersaron las cenizas de Augusto.

 

El historiador D. C. A. Shotter considera que las políticas de Augusto a favor de la línea familiar Julia sobre la Claudia podrían haber dado a Tiberio razones suficientes como para que mostrara un claro desprecio por Augusto tras su muerte; en cambio, Tiberio siempre fue rápido en reprender a todos aquellos que criticaron a Augusto. Shotter sugiere que la deificación de Augusto, junto con la «actitud extremadamente conservadora» de Tiberio hacia la religión, forzó a este último a contener cualquier resentimiento que pudiera haber concebido. Además, el historiador R. Shaw-Smith hace mención a las cartas dirigidas por Augusto a Tiberio, en las que mostraba su afecto y alta consideración por los méritos militares de Tiberio. Shotter comenta que Tiberio enfocó su animadversión y críticas en Cayo Asinio Galo (por haber desposado a Vipsania después de que Augusto obligara a Tiberio a divorciarse de ella) así como los dos jóvenes césares Cayo y Lucio, en vez de hacerlo con Augusto, el verdadero responsable de su divorcio y, finalmente, de su degradación imperial.

 

El legado de Augusto

 

 

 

Retrato de Augusto: detalle de la famosa estatua de Prima Porta.

 

El reinado de Augusto sirvió para cimentar el Imperio romano, un régimen que duraría cientos de años hasta su decadencia y caída. Tanto su nomen adoptivo, César, como su título, Augusto, se convirtieron en títulos ostentados por quienes gobernaron el Imperio romano durante cuatro siglos, tanto en Occidente como en Oriente, y aún en el siglo XV se usaban en Constantinopla.

 

En muchos idiomas césar se convirtió en sinónimo de emperador. Los títulos zar (en ruso, "Царь" - Tsar' - que proviene de "Цесарь" o Ccésar) y káiser (alemán, Kaiser) son derivados del nombre o título César y continuaron en uso hasta el siglo XX. Poco tiempo después de morir Augusto, el 19 de septiembre del 14, fue deificado (consecratio) y adorado como un divus. El culto al Divino Augusto continuó hasta que la religión oficial del Imperio romano fue cambiada a la cristiandad por Teodosio I en el siglo IV. Testamento de su legado es el gran número de estatuas y bustos erigidos en su honor, así como también el mausoleo que originalmente contenía las columnas de bronce con las obras de la vida de Augusto llamada Res Gestae Divi Augusti. Muchas copias de ese texto se inscribieron a lo largo del Imperio romano tras su muerte, con traducciones al griego en muchos lugares y en edificios públicos como, por ejemplo, el templo de Ankara.

 

Sin embargo, pocas de las obras escritas por Augusto han pervivido. Entre las que sí que han llegado a nuestros días se encuentran los poemas Sicilia, Epifanio y Ajax, una autobiografía de 13 tomos, un tratado filosófico y un texto refutando al Elogio de Catón de Marco Junio Bruto. Los historiadores también han utilizado algunas cartas escritas por Augusto y dirigidas a otras personas para obtener algunos datos adicionales sobre su vida personal.

 

Muchos consideran a Augusto el emperador más grande de Roma; sus políticas ciertamente extendieron la vida del Imperio romano e iniciaron la Paz romana también conocida como Pax Augusta. Era inteligente, decisivo, y un político sagaz, pero quizás no tan carismático como Julio César, y en ocasiones tomó decisiones influenciado por su tercera esposa, Livia. Como resultado, Augusto no posee tanto renombre como su antecesor, y a menudo es confundido con el primero. No obstante, su legado demostró perdurar más en el tiempo. Como ejemplo, cabe señalarse que la ciudad de Roma fue transformada completamente bajo el mando de Augusto.

 

 

Clípeo procedente de Arles Francia en el que se conmemoran las virtudes de Augusto por voluntad del Senado y del Pueblo de Roma.)

 

Se crearon las primeras fuerzas policiales y de bomberos institucionalizados, estableciendo al prefecto municipal como un cargo permanente. La fuerza de policía se dividió en cohortes de 500 hombres, mientras que las fuerzas de bomberos llegaron a estar dotadas por entre 500 y 1000 hombres, con 7 unidades asignadas a 14 sectores de la ciudad. Se nombró a un praefectus vigilum (prefecto de vigilancia) como mando directo de los cuerpos de vigilancia policial y anti-incendios de Roma. Además, habiendo finalizado las guerras civiles en Roma, Augusto pudo también crear un ejército profesional para el Imperio romano, compuesto por unas 28 legiones que suponían unos 170 000 soldados. El ejército estaba apoyado por numerosas unidades de tropas auxiliares de 500 soldados cada una, reclutadas a menudo en zonas conquistadas recientemente.

 

En el año 6, Augusto estableció el aerarium militare, donando 170 millones de sestercios al nuevo tesoro militar con el que se pagaba tanto a los soldados activos como a los retirados. Por último, uno de los legados de carácter político-militar que más durarían entre las instituciones romanas sería la Guardia Pretoriana que creó en 27 a. C. En origen se trataba de una guardia personal en el campo de batalla, que fue evolucionando para convertirse en una guardia imperial y en un importante cuerpo político de Roma. Después de Augusto, la Guardia Pretoriana tuvo poder suficiente para intimidar al Senado y para deponer y elegir emperadores. El emperador Majencio fue el último al que sirvieron, y fue Constantino I quien disolvió el cuerpo a comienzos del siglo IV, destruyendo sus barracones, los Castra Praetoria.

 

Con las finanzas del estado como base del mantenimiento de las carreteras que atravesaban Italia, Augusto creó también un sistema oficial de correos, con la creación de una serie de postas gestionadas por el praefectus vehiculorum. Además de una mejora en las comunicaciones de los ciudadanos del Imperio romano, la mejora y ampliación de la red viaria permitió una movilidad sin precedentes del ejército romano a lo largo y ancho del Imperio.

 

 

Augusto representado conforme al estilo egipcio en un relieve del templo de Kalabsha, en Nubia.

 

Aunque llegó a ser el individuo más poderoso del recién creado Imperio romano, Augusto quiso representar el espíritu de la virtud y las leyes de la República. También quiso tener relación y conexión con la plebe y los ciudadanos desfavorecidos. Para ello hizo gala de una gran generosidad a la vez que ofrecía una imagen de persona poco dada a los lujos y los excesos. En el año 29 a. C., Augusto pagó 400 sestercios por persona a un total de 250 000 ciudadanos, 1000 sestercios a cada uno de los 120 000 veteranos de las colonias, y dedicó 700 millones de sestercios a la compra de tierras para que sus veteranos pudieran establecerse. También restauró 82 templos con el fin de mostrar su preocupación por las deidades romanas, y en 28 a. C. ordenó fundir 80 estatuas de plata erigidas a su imagen y en su honor en un intento de aparentar un carácter modesto y frugal.

 

En una visión retrospectiva del reinado de Augusto y su legado al mundo romano, su longevidad no debe obviarse como un factor clave en su éxito. Tal y como apunta Tácito, las generaciones más jóvenes que estaban vivas en el año 14 no habían conocido otra forma de gobierno que el principado. Si Augusto hubiera muerto a edad más temprana, la historia podría haberse desarrollado de distinta forma. El desgaste que supusieron las guerras civiles en la vieja oligarquía republicana y la longevidad de Augusto, por lo tanto, debe verse como un factor de gran importancia en la transformación del estado romano en una monarquía de facto a lo largo de estos años.

 

La experiencia de Augusto, su paciencia, su tacto, y su perspicacia política jugaron un papel fundamental a lo largo de su mandato. Puso las primeras piedras de lo que sería el Imperio romano, desde la creación de un ejército profesional que estableció en las fronteras, al principio dinástico que tan a menudo se utilizó en la sucesión imperial, pasando por el embellecimiento de la capital mediante obras financiadas por el emperador. Su legado final fue la paz y prosperidad de la que el Imperio romano gozó durante los siguientes dos siglos bajo el sistema político que él inició. Su memoria se consagró durante la época Imperial como el paradigma de buen emperador.

 

Todos los emperadores posteriores adoptaron su nombre, César Augusto, que fue perdiendo gradualmente su carácter de nombre propio para convertirse en un título. Poetas contemporáneos como Virgilio u Horacio alabaron a Augusto como defensor de Roma y de la justicia y moral, un individuo que cargaba con el peso de la responsabilidad de mantener el Imperio romano. Sin embargo, Augusto también ha sido objeto de críticas a lo largo de los años por su gobierno sobre Roma y por crear el principado. Por ejemplo, el jurista romano contemporáneo Marco Antistio Labeón, orgulloso de los días previos a la era de Augusto en los que había nacido, criticó abiertamente el régimen del principado. Tácito (c. 56 - c. 117), por su parte, escribió al comienzo de sus Anales que Augusto había subvertido con astucia la República Romana en un régimen de esclavitud.208 Continuaba diciendo que, con la muerte de Augusto y el juramento de lealtad a Tiberio, el pueblo romano simplemente intercambió un amo por otro. Sin embargo, Tácito también recoge en su obra dos visiones contradictorias, a la vez que comunes, de Augusto:

 

 

Fragmento de una estatua ecuestre de Augusto.

 

Personas inteligentes le alabaron o criticaron de diversos modos. Una opinión era la siguiente. El deber filial y la emergencia nacional, en la que no había lugar a una conducta respetuosa con la ley, le llevaron a una guerra civil - y esto no puede ser promovido ni mantenido por métodos decentes. Hizo concesiones a Antonio y a Lépido con la finalidad de obtener la venganza sobre los asesinos de su padre. Cuando Lépido se volvió viejo y perezoso y Antonio se entregó a la auto-indulgencia, la única posible cura para un país distraído era el gobierno por un solo hombre. Sin embargo, Augusto puso en orden el país no mediante su alzamiento como rey o dictador, sino creando el principado. Las fronteras del Imperio romano estaban en el océano o en ríos distantes. Los ejércitos, provincias, flotas, el sistema entero estaba interrelacionado. Los ciudadanos romanos estaban protegidos por la ley. Los provincianos eran tratados decentemente. La propia Roma había sido embellecida profusamente. La fuerza se había usado con moderación, simplemente para preservar la paz de la mayoría.

 

Tácito

 

Por otro lado, y según la versión opuesta:

 

El deber filial y la emergencia nacional fueron meros pretextos. En realidad, el motivo de Octaviano, el futuro Augusto, fue el ansia de poder (...) Ciertamente hubo paz, pero fue una paz cubierta de sangre por los desastres y asesinatos.

 

Tácito

 

Tácito tenía la opinión de que el emperador Nerva (r. 96-98) sería el único capaz de mezclar dos conceptos opuestos: el principado y la libertad.211 El historiador Dión Casio, del siglo III, consideraba a Augusto un gobernante benigno y moderado aunque, al igual que muchos historiadores posteriores a la muerte de Augusto, le consideraba un autócrata.208 El poeta Marco Anneo Lucano (39-65 d. C.) opinaba que la victoria de César sobre Pompeyo y la caída de Catón el joven (95-46 a. C.) marcaron el final de la libertad en Roma. Sobre el particular, el historiador Chester G. Starr, Jr. escribe que es posible que con ello estuviese expresamente evitando criticar a Augusto de forma directa.

 

En épocas más recientes, el escritor Jonathan Swift (1667-1745), en su obra Discourse on the Contests and Dissentions in Athens and Rome, criticó a Augusto por instaurar la tiranía en Roma, y hacía una comparación entre la monarquía constitucional del Reino Unido y la república romana del siglo II a. C.212 El almirante e historiador Thomas Gordon (1658-1741) comparó a Augusto con el tirano puritano Oliver Cromwell (1599-1658) e insistió, al igual que hizo Montesquieu, en que Augusto se comportó como un cobarde en batalla.213 Augusto también sería tildado de «gobernante maquiavélico», «usurpador sediendo de sangre», «malvado y despreciable» y «tirano» por el historiador Thomas Blackwell.

 

Reformas económicas

 

 

Moneda de Augusto encontrada en el tesoro de Pudukottai, en India, y actualmente expuesta en el Museo Británico.

 

 

Imitación india de una moneda de Augusto. Siglo I. Museo Británico.

 

Las reformas económicas que Augusto implementó en Roma tuvieron un gran impacto sobre el éxito posterior del Imperio romano. Augusto hizo que una gran porción del terreno sobre el que se había extendido el Imperio romano pasase a estar bajo control e imposición directa de Roma, en lugar de extraer una cifra variable, intermitente y en cierto modo arbitraria de impuestos de cada provincia local, como había ocurrido hasta entonces.

 

La reforma incrementó enormemente la cifra neta de ingresos que Roma percibía de sus nuevos territorios, estabilizando el flujo y regularizando la relación financiera entre Roma y las provincias, en lugar de provocar resentimientos continuos ante cada nueva exacción de tributos. Las cifras impositivas durante el reinado de Augusto se determinaban por el censo de población, con cuotas fijas para cada provincia en función del número de habitantes. Los ciudadanos de Roma y de Italia pagaban impuestos indirectos, mientras que las provincias debían pagar impuestos directos a Roma. Entre los impuestos indirectos se contemplaba un impuesto del 4% sobre el precio de los esclavos y un 1% sobre los bienes vendidos en subasta, así como un impuesto de sucesiones del 5% sobre aquellas herencias cuyo valor fuese mayor de 100.000 sestercios y siempre que el parentesco entre el causante y el heredero no fuese de primer grado.

 

Asimismo, otra reforma de gran importancia fue la abolición del sistema privado de recolección de impuestos que ejercían los publicanos, que sería reemplazado por un servicio público de carácter funcionarial de recolectores de impuestos. En la era republicana el sistema habitual había sido el de los publicanos, contratistas privados que habían llegado a tener suficiente poder como para influir en la política de Roma.

 

Los publicanos habían ganado muy mala fama y una gran fortuna personal gracias a la adjudicación de los derechos de recaudación de impuestos en áreas locales. Roma, a través del sistema de subasta, otorgaba el derecho de recaudación de impuestos a la persona que más ingresos ofreciese a Roma, y el beneficio del publicano se basaba en todas aquellas cantidades que fuese capaz de recaudar por encima de la cifra ofertada, contando para ello con la bendición de la metrópolis. La falta de una supervisión efectiva, combinada con el deseo de los publicanos de maximizar sus beneficios, supuso la creación de un sistema de exacciones arbitrarias que a menudo era muy cruel con los contribuyentes. Era un sistema ampliamente percibido como injusto, y muy dañino para la economía.

 

Además, la conquista de Egipto por Augusto supuso una nueva fuente de ingresos para financiar las operaciones del Imperio romano. Dado que políticamente la región fue considerada como una propiedad privada de Augusto en lugar de una provincia del Imperio romano, se convirtió en parte del patrimonio de los futuros emperadores. En lugar de a un legado o a un procónsul, Augusto colocó como administrador de Egipto a un prefecto de la clase ecuestre con la misión de administrar Egipto y mantener sus lucrativos puertos. Este puesto se convirtió en el mayor logro político que podía alcanzar alguien de la clase ecuestre, aparte del de Prefecto del pretorio. Esta tierra de gran productividad aportó enormes recursos a Augusto y a sus sucesores, con los que pudieron financiar obras públicas y expediciones militares, además de «pan y circo» para el pueblo de Roma.

 

Mes de Augusto

 

El mes de agosto (en latín Augustus), conocido hasta ese entonces como sextilis por ser el sexto mes del calendario romano original, recibió su nombre actual en honor a Augusto. Existe una creencia común de que agosto tiene 31 días porque Augusto quería que su mes tuviese la misma longitud que el de Julio César —el mes de julio—, pero se basa en una invención que data del siglo XIII y que se atribuye a Johannes de Sacrobosco. Sextilis, de hecho, tenía ya 31 días antes del cambio de nombre, y no fue elegido por su longitud. Según un senatus consultum citado por Macrobio, sextilis fue renombrado en honor a Augusto debido a que varios de los eventos más significativos en su ascensión al poder, culminando con la caída de Alejandría, tuvieron lugar en ese mes.

 

Proyectos arquitectónicos

 

 

Detalle de una escultura del Ara Pacis (Altar de la Paz), 13 a. C. a 9 a. C.

 

En su lecho de muerte, se dice que Augusto se jactó de haber encontrado una Roma hecha de ladrillo y de haber legado otra hecha de mármol. Aunque existe cierta verdad literal en su afirmación, Dión Casio indica que se trataba de una metáfora sobre la fuerza del Imperio romano. El mármol podía encontrarse en edificios romanos anteriores, pero no fue utilizado de forma tan extensa como material de construcción hasta el reinado de Augusto. Aunque la afirmación no aplicaba a toda Roma o, en especial, al barrio del Subura, Augusto dejó una impronta en la topografía monumental del Centro de la ciudad y del Campo de Marte, con el Ara Pacis (Altar de la Paz) y un reloj de sol monumental, cuya pieza central era un obelisco traído de Egipto.

 

Los relieves que decoran el Ara Pacis ofrecían el relato visual de los triunfos de Augusto recogidos en el Res Gestae. Aparecen representados los desfiles imperiales de los pretorianos, las vestales y los ciudadanos de Roma. También construyó el Templo de César, los baños de Agripa y el Foro de Augusto, en el que se encontraba también el Templo de Marte el Vengador. También alentó la construcción de otros proyectos, como el Teatro de Balbo o la construcción del Panteón de Agripa, y en otros casos financió las obras erigidas en nombre de otras personas, a menudo familiares, como el Pórtico de Octavia o el Teatro de Marcelo. El Mausoleo de Augusto fue construido tras su muerte para albergar a los miembros de su familia.

 

Para celebrar su victoria en la batalla de Accio ordenó construir el arco de Augusto, que se terminó en 29 a. C. cerca de la entrada al Templo de Cástor y Pólux y que sería ampliado en 19 a. C. en un nuevo diseño de triple arco. Existe también muchos edificios construidos fuera de Roma que llevan el nombre y legado de Augusto, como por ejemplo el teatro de Mérida o el de Cartagena, en España, la Maison Carrée, en Nimes, en el sur de Francia, o el trofeo de Augusto, en La Turbie, también en Francia.

 

 

Templo de Augusto y Livia en Vienne.

 

A la muerte de Agripa en 12 a. C., Augusto tuvo que buscar una solución para el mantenimiento del suministro de agua a la ciudad de Roma. El problema había sido afrontado por el propio Agripa cuando sirvió como edil, que llegó incluso a financiarlo con su propio dinero como ciudadano privado. Ese mismo año, Augusto dispuso un sistema en el cual el Senado designaba a tres de sus miembros como comisionados principales al cargo del suministro de agua y para asegurarse de que los acueductos de Roma eran mantenidos adecuadamente. A finales de la era de Augusto, se puso al cargo del mantenimiento de edificios públicos y del culto al estado a una comisión de cinco senadores llamada curatores locorum publicorum iudicandorum y que podría traducirse como los Supervisores de la Propiedad Pública. Augusto también creo el grupo senatorial de los curatores viarum para la supervisión y mantenimiento de las carreteras, que trabajaba con oficiales locales y con contratistas para organizar las reparaciones ordinarias.

 

El estilo arquitectónico dominante en la era de Augusto y de la fase imperial de Roma fue el orden corintio, originario y procedente de la antigua Grecia. Suetonio comentó en una ocasión que Roma no era merecedora de su estatus de capital imperial, si bien Augusto y Agripa se encargaron de desmantelar este sentimiento transformando la apariencia de Roma bajo el modelo griego clásico.

 

Algunas obras mandadas por Augusto y otras dedicadas a él

 

- En Roma:

 

Foro de Augusto (terminado en el 2 a. C.), con el

Templo de Mars Ultor ("Marte Vengador").

La Curia Iulia en el Foro Romano (reconstrucción de la Curia Hostilia, comenzada por César y terminada por Augusto en 29 a.C.).

Ara Pacis: El Altar de la Paz en el Campo de Marte (13-9 a.C.).

Horologium Augusti (Reloj de Augusto) en el Campo de Marte.

El Mausoleo de Augusto, en el Campo de Marte (comenzado en 29 a.C.).

La "Casa de Augusto", su residencia privada en el Palatino[1].

Augusto de Prima Porta, estatua thoracata encontrada en la Villa ad Gallinas Albas, propiedad de su esposa Livia.

- En Italia:

Arco de Augusto en Rímini (Ariminium), 27 a. C..

Arco de Augusto en Aosta (Augusta Praetoria).

Puente de Augusto en Narni, Valle del Río Nar.

Puerta principal de Fano (Fanum Fortunae), 9-10.

- En provincias:

Arco triunfal y Teatro en Orange (Arausio), Francia.

 

Augusto en la posteridad

 

Con el paso del tiempo, la imagen de Augusto estuvo expuesta a una gran cantidad de cambios e influencias constantes que poco o nada tenían que ver con su persona y su régimen. Ciertamente, tras nacer Jesús de Nazaret en la época de Augusto, los cristianos de la Antigüedad tardía y la Edad Media equipararon constantemente la Paz augusta con la Paz cristiana. Incluso en los tiempos modernos, algunos políticos querían crear, cada uno con diferentes motivos, similitudes entre ellos mismos y la época de Augusto. Durante la Revolución Francesa, la creación del Directorio, después del reinado de terror de los jacobinos en 1794, se comparó con el establecimiento del Principado. A su vez, en el siglo XX, se desató entre los fascistas italianos, una «fiebre augusta». Incluso en la época de la Alemania nazi, muchos historiadores antiguos, incluyendo a William Weber, vieron al imperio de Augusto como un modelo de renovación para la propia Alemania en cuanto a su Führer. El historiador Jochen Bleicken califica a Augusto como el «pionero» y «constructor del Imperio romano», asimismo, como aquel que «educó a las élites romanas». De igual forma, Dietmar Kienast dijo que Augusto era «un líder desinteresado en la propia historia».

 

El enfoque de Ronald Syme estuvo marcado por la propagación de los movimientos fascistas en la Europa de su tiempo. Para él, Augusto era un dictador. De modo similar a Mussolini —sólo que con valoración negativa contraria— Syme veía en su ascensión paralelos con el fascismo naciente. El régimen de Augusto habría surgido de una revolución, él mismo habría sido un hombre de partido que con el soporte del dinero y las armas habría vencido a la vieja capa dirigente reemplazándola por una nueva. Como hombre poderoso y calculador habría llevado a la tumba la república en descomposición para dar fundamento a una autocracia tras una fachada republicana.

 

Dentro de la temática de Augusto en la cultura se han hecho proyectos como la aclamada serie de televisión de 1976, Yo, Claudio, el emperador Augusto es interpretado por Brian Blessed. Se le muestra como un hombre agradable y simpático que buscaba lo mejor para Roma y su familia; pero aun así, era un títere en manos de su esposa Livia, interpretada por Sian Phillips. Asimismo, en la serie cinematográfica británico-italiana Imperium (constituida por cuatro películas en total, entre 2003 y 2006), dirigida por Roger Young, César Augusto es interpretado por el actor Peter O'Toole en Imperium: Augustus, donde se aborda la vida de Octaviano desde antes de convertirse en emperador hasta su reinado como tal. Otros actores que participaron en dicha producción fueron Charlotte Rampling (quien interpretó a Livia Drusila), Vittoria Belvedere (Julia la Mayor), Ken Duken (Marco Vipsanio Agripa) y Benjamin Sadler (como el joven Octaviano).

 

Las películas restantes de la serie relatan las vidas de Nerón y Simón Pedro, y finalmente la historia de Pompeya. De igual forma, en la primera temporada de la serie televisiva Roma de 2005, el joven Augusto es interpretado por Max Pirkis. Augusto es un joven que vive de cerca la guerra civil entre Julio César y sus oponentes políticos. La segunda temporada comienza tras la muerte de Julio César y narra los acontecimientos que culminan con el ascenso de Octavio a la posición de Primer Ciudadano. Al principio de esta última temporada, Max Pirkis vuelve a interpretar a Augusto, cambiando a mitad de temporada por Simon Woods para encarnar a un Augusto más maduro.

 

Se le presenta como un hombre ambicioso, manipulador, sin escrúpulos, frío, y sin carisma para conectar con el pueblo. A medida que va asumiendo poder sus ofertas de pacto adquieren una forma más ventajosa, pero en el fondo se aprecian como órdenes que no se pueden rechazar. Triunfa gracias a una mezcla de astucia política y el miedo que infunde, tanto en sus enemigos como en sus allegados. Quedan fuera de la descripción de su personalidad las virtudes que le hicieron un buen gobernante, y una persona querida y respetada durante siglos.

 

 

Fuente biografiasyvidas. (Cayo Julio César Octavio) Primer emperador romano (?, 63 a. C. - Nola, Nápoles, 14 d. C.). Procedía de una rica familia del orden ecuestre de Veletri (su abuelo fue banquero y su padre, pretor de Macedonia). Por parte de madre era sobrino-nieto de Julio César, el cual le adoptó en el 45 a. C. y le designó su heredero.

 

Tras la muerte de César (44), entabló la lucha contra el que había sido su lugarteniente, Marco Antonio; para ello contó con el apoyo de Cicerón y de los republicanos del Senado, que esperaban dividir a los cesaristas enfrentándoles entre sí; también contó con el apoyo de los grandes financieros (como Mecenas), lo que le permitió costearse un ejército propio.

 

 

Estatua de Augusto

 

Tras derrotar a Marco Antonio en la batalla de Módena, exigió del Senado el nombramiento de cónsul; rechazado por su juventud (tenía sólo 20 años), marchó sobre Roma y tomó el poder sin combatir, ya que las legiones enviadas contra él prefirieron apoyarle.

 

Desde el año 43 a. C., pues, Octavio Augusto fue cónsul y se hizo otorgar poderes extraordinarios. Enfrentado a las resistencia de los republicanos Bruto y Casio, fuertes en Oriente, Octavio decidió aliarse con sus antiguos enemigos Marco Antonio y Lépido (entrevista de Bolonia, 43) y formar con ellos un triunvirato. Comenzó entonces la persecución de los republicanos (en la cual murió Cicerón), que culminó en la batalla de Filippi en Macedonia (42).

 

Marginado Lépido, Octavio se repartió el poder de hecho con Marco Antonio, dejando a este último la zona oriental, mientras él permanecía en Roma y controlaba la parte occidental. El enfrentamiento entre ambos condujo a la Guerra de Perugia (41), en la que el jefe militar de Octavio Augusto, Agripa, derrotó a los antonianos. La conferencia de Brindisi (40) estableció un nuevo reparto de zonas de influencia entre los triunviros: Octavio dominaba en Occidente; Marco Antonio en un Oriente restringido, que alcanzaba sólo hasta el río Drin (en Albania); Lépido en África; e Italia se consideraba neutralizada bajo el dominio conjunto de los triunviros. El matrimonio entre la hermana de Octavio y Antonio selló la paz, que se mantuvo durante cuatro años.

 

Además, en el 39 Sexto Pompeyo recibió Sicilia, Cerdeña, Córcega y Acaya, con el compromiso de mantener a Roma abastecida de grano; pero en el 36 Octavio hubo de enfrentarse a Sexto Pompeyo, a quien derrotó en la batalla de Nauloque (Sicilia). El gobierno de Octavio Augusto se hizo popular en Occidente en virtud de su impulso a la agricultura y de la integración de las provincias con Roma.

 

Mientras tanto, Marco Antonio había sucumbido a la influencia de Cleopatra VII de Egipto y practicaba una política orientalizante, poco propicia a los intereses romanos; Octavio explotó en su favor esta circunstancia, declarando la guerra a Cleopatra en el 32 («Guerra Ptolemaica»). Tras la victoria naval de Actium (31), entró en Alejandría, donde Marco Antonio y Cleopatra se suicidaron (30). Con la anexión de Egipto, Octavio dio a Roma el control sobre todo el Mediterráneo.

 

 

Aprovechando su prestigio, Octavio transformó el régimen político de la República romana en una especie de monarquía que recibe los nombres de Principado o Imperio; el nuevo régimen consistía en un equilibrio de poder entre el Senado y el pueblo romano, por un lado, y el emperador y su casa, por otro.

 

Inicialmente, se hizo renovar cada año el mandato como cónsul en solitario, al cual fue añadiendo nuevos títulos que reafirmaron su poder; princeps senatus (el primero de los senadores) en el 28 a. C.; augustus (título religioso que reflejaba su misión divina) e imperator proconsulare de Galia, Hispania y Siria (lo que le otorgaba el mando militar) en el 27; tribuno vitalicio (con poder de veto sobre las decisiones de los magistrados) en el 23; cónsul vitalicio y prefecto de las costumbres en el 19; gran pontífice (jefe religioso del Imperio) en el 12; y «padre de la patria» en el año 2 a. C.

 

Si bien rechazó su divinización en vida, Octavio Augusto aprovechó en su favor el culto de los genios, fomentando un culto al emperador que se convirtió en un vínculo adicional entre los habitantes del Imperio. Paralelamente, reformó las instituciones romanas, adaptándolas a la necesidad de gestionar un Imperio tan extenso: creó el Consejo del Príncipe, órgano de gobierno integrado por hombres de su confianza (Agripa, Mecenas.); dividió las provincias en senatoriales (confiadas a un gobernador sin mando militar nombrado por el Senado) e imperiales (gobernadas por un legado del emperador); reorganizó la fiscalidad, sometiéndola a su gestión directa y haciéndola menos gravosa; protegió el culto; favoreció al orden ecuestre frente a la aristocracia senatorial; aseguró los límites del Imperio frente a los partos y a los germanos; y continuó la expansión en la zona del Danubio y el mar Negro. Entre las debilidades de su poder destaca el no tener sucesor (no tuvo hijos varones de sus tres matrimonios); acabó por adoptar a su yerno Tiberio, al cual asoció en el poder desde el 13 d. C., y que le sucedería sin dificultad después de su muerte.

 

 

Fuente factoriahistorica. El emperador Octavio Augusto

 

Al acceder al poder Augusto encontró a Roma sumida en el más absoluto caos. Cuando falleció, el Estado había sido pacificado y organizado. Con esta frase podemos resumir los más de 50 años que Octavio pasó al frente del gobierno romano, iniciándose en estos momentos el período conocido como Imperio. No en balde, posiblemente la obra arquitectónica más importante que se levantó durante su gobierno es el Ara Pacis, el Altar de la Paz cuyos espléndidos relieves aún hoy podemos contemplar en las cercanías del Tíber…

 

 

El emperador Octavio Augusto

 

Octavio Augusto nace el 24 de septiembre del año 63 a.C. en el seno de una familia burguesa procedente de Veletri, en el Lazio. Su padre se llamaba Cayo Octavio y había sido durante un tiempo gobernador de Macedonia. Su carrera política estuvo determinada por su matrimonio con Atia, una sobrina de César. Cuando Cayo Octavio iba alcanzar el consulado, falleció en el 58 a.C. De ese matrimonio, posiblemente de conveniencia como todos entre los miembros de la élite romana, habían nacido dos hijos: Octavia y Cayo Octavio, más conocido posteriormente como Augusto. La muerte del pater provocó que Turino, nombre de Augusto en estos momentos gracias al éxito alcanzado por su padre en una campaña contra una rebelión de esclavos en la zona de Turio, quedara bajo la tutela de Lucio Marcio Filipo, segundo esposo de su madre, quien impuso una férrea disciplina a la educación del joven. Pero el personaje con más ascendente en la política romana de esos años no tardó en granjearse la amistad del joven. En el año 45 a.C. Julio César adopta a Octavio quien, desde ese momento, se llamará Cayo Julio César Octaviano. Ese mismo año acompañó al dictador a las campañas militares en España, donde tomó un claro partido durante la guerra civil.

 

 

 

Octaviano fue enviado al Épiro por César para detener a los partos. En este lugar recibió la noticia que provocaría su abierta participación en política: el asesinato de su padre adoptivo un 15 de marzo del año 44 a.C. Ante el dramático panorama que se ceñía sobre Roma, Antonio, como lugarteniente de César, se hizo cargo de la situación. Con cierto apoyo del Senado, la alianza de Lépido, que controlaba la caballería, y buena parte de la plebe, Antonio consiguió controlar parcialmente los resortes del poder. Pero Octaviano decidió regresar a Roma para recibir la herencia del dictador y convertirse en su vengador. En mayo llegó a la ciudad no sólo para recoger las riquezas del difunto César sino para abrirse paso en la complicada y tensa tela de araña de la política romana. Sus primeros pasos fueron encaminados a poner de manifiesto el carácter divino de su padre adoptivo, viéndose favorecido por la aparición de un cometa en unos Juegos. Este prodigio fue considerado por la muchedumbre como una clara y evidente señal. Octaviano había conseguido su primer triunfo ante sus más directos rivales precisamente cuando Antonio pasaba por sus momentos más bajos entre los partidarios de César. Antonio se alejó de los asesinos, Bruto y Casio eran enviados a Creta y Cirene como gobernadores, y se dispuso a realizar una maniobra de acercamiento a Octaviano. Pero el heredero de César cometió un grave error: reclutó a los veteranos y marchó sobre Roma para alzarse con el poder un 10 de noviembre, quizá con la esperanza de contar con el apoyo de los partidarios de César. El enfrentamiento entre sus tropas y las de Antonio no llegó a producirse por la negativa de los soldados a combatir. Octaviano tuvo que huir al norte, atrincherándose en Arezzo donde esperó la llegada de Antonio. Dos de las legiones de éste desertaron a favor de Octaviano y Antonio decidió marchar sobre la Galia Cisalpina para luchar contra Décimo Bruto. En enero de 43 a.C. el Senado daba un vuelco a la situación gracias a Cicerón. Los ejércitos de Octaviano y Décimo eran considerados legales mientras Antonio debía deponer sus armas. Antonio se negó y el Senado se dispuso a hacer frente al rebelde. En abril Antonio sufría dos contundentes derrotas pero los generales Hircio y Parsa, enviados por el Senado para luchar contra el rebelde, murieron en combate. Con Antonio exiliado en la Narbonense y los dos generales muertos, Octaviano parecía convertirse en el nuevo dueño de la situación.

 

 

Sin embargo, las cosas cambiaron cuando las provincias occidentales constituyeron un sólido bloque dirigido por hombres cercanos al difunto César. Octaviano quedaba encuadrado entre los republicanos al haber participado claramente como miembro del Senado contra Antonio. El joven supo manejar sus cartas y realizó una maniobra difícil de prever: se dirigió con sus tropas a Roma para reclamar el consulado. El Senado envió contra él tres legiones que se pusieron de su lado sin combatir. Octaviano accedía al consulado de la mano del ejército y del pueblo romano. Corría el 19 de agosto de 43 a.C. y Octavio se presentaba como representante de la legalidad frente a los rebeldes de Occidente y los asesinos de César que gobernaban en Oriente. En las cercanías de Bolonia se establecía el Segundo Triunvirato entre Octavio, Lépido y Antonio. Su objetivo era el restablecimiento de la autoridad estatal, iniciándose un período de persecución contra los republicanos. Numerosos senadores y caballeros fueron condenados a muerte sin juicio previo; los supervivientes tuvieron que huir o esconderse.

 

Se llegaron a ofrecer 25.000 dracmas por las cabezas de los que huían. La guerra civil era inminente pero Octaviano había jurado solemnemente vengar a los asesinos de su padre y ahora se le proporcionaba la ansiada oportunidad. Republicanos y cesaristas se vieron las caras en la batalla de Filipos en el 23 de octubre de 42 a.C.. La victoria parecía sonreír en un principio a los republicanos ya que la formación de Octaviano fue rota por el empuje de Bruto. Pero Casio, erróneamente, creyó que todo estaba perdido al verse atacado por Antonio, optando por el suicidio. Bruto huyó y dos semanas más tarde lo intentó de nuevo pero la victoria sonrió a Octaviano y Antonio. Viendo todo perdido, Bruto corrió la misma suerte que su amigo Casio. Los dos eventuales aliados se repartieron el botín: Antonio partía para Oriente con el objetivo de conquistar el Asia interior y Octaviano se dirigía a Roma para gobernar Italia. Filipos había supuesto un golpe definitivo contra la República y la aristocracia, cuyos más insignes miembros murieron en el combate o en los numerosos suicidios que siguieron a la derrota.

 

 

La labor desempeñada por Octaviano en Roma no era muy grata ya que la inflación y el paro subían al tiempo que Sexto Pompeyo amenazaba con rebelarse en Hispania, lo que motivó el bloqueo de los aprovisionamientos. A esto debemos añadir el amplio reparto de tierras entre los veteranos de las legiones, medida que no satisfizo a los campesinos italianos que tuvieron que ceder buena parte de sus tierras a los militares licenciados. La tensión es aprovechada por Lucio Antonio hermano de Antonio que era animado a la revuelta por su cuñada, Fulvia para sublevar a los habitantes de la región de Perusa mientras Asinio Polión ocupa la Galia Cisalpina por orden de Antonio. Octaviano está contra las cuerdas pero reacciona y, gracias a su buen amigo Agripa, asedia la ciudad de Perusia que acaba siendo tomada y saqueada en los primeros días del año 40 a.C. Antonio quiso reaccionar e intentó penetrar en Italia al frente de un ejército pero se le prohibió el acceso en Brindisi. Los italianos estaban hartos de guerra por lo que se imponía la paz. Mecenas y Polión, representando a Octavio y Antonio respectivamente, firmaban un tratado en el que se repartían el mundo conocido: Octavio recibía la zona occidental, Antonio la oriental y Lépido se debía de contentar con África.

 

El pacto de Brindisi se refrendaba con el matrimonio entre Antonio y la hermana de Octavio, Octavia. Esta alianza parecía traer a Italia la tan ansiada paz pero pronto se vio alterada por el ataque de Octavio a Sexto Pompeyo, dueño del mar y promotor del boicot a la entrada de grano en Italia. La maniobra acabó en desastre para Octavio que tuvo que recurrir a la solicitud de ayuda de Antonio, firmándose un nuevo pacto entre ambos en Tarento en el 38 a.C. por el que se prorrogó el triunvirato durante cinco años. La ayuda de Antonio se manifestó en 120 barcos con los que Agripa se dispuso a acabar con Sexto Pompeyo, invadiendo sus bases de Sicilia. La victoria sonreía de nuevo a Octavio en Nauloco, un 3 de septiembre de 36 a.C. y el grano volvía a fluir en Roma.

 

 

Paulatinamente, la estrella de Octavio inicia un vertiginoso ascenso apoyado por su política de reparto de tierras entre los soldados licenciados ahora fuera de Italia para evitar tensiones con los campesinos y su importante programa de obras públicas en Roma, diseñado por Agripa y en el que encontramos la construcción de acueductos, fuentes y el saneamiento de la Cloaca Máxima. Italia entera le prestaba juramento y le reclamaba como jefe, según reza en su testamento.  El año 33 a.C. finalizaba el triunvirato y los dos cónsules elegidos eran partidarios de Antonio. Octavio no se dejó amilanar y, acompañado de una escolta armada, entró en la sala de reuniones y expulsó a los cónsules, nombrando a otros de probada fidelidad. Los cónsules expulsados y más de 300 senadores se dirigieron a Antonio para solicitar su apoyo ante el acto de agravio provocado por Octavio, ahora más asentado todavía en el poder. Cuando finalizaba el año 32 a.C.

 

Octavio declaraba la guerra a Cleopatra. Esta maniobra suponía el enfrentamiento con Antonio que se produjo al año siguiente. La victoria conseguida sobre Antonio en Accio en el año 2 de septiembre de 31 a.C. permitirá a Octavio hacerse con el poder definitivo en Roma. Antonio siguió a su amada Cleopatra a Egipto mientras Octavio desembarcaba en Grecia para poner paz en la zona, regresando de nuevo a Italia para sofocar una revuelta. Al año siguiente se dirigió a Asia para cortar los lazos que aún podía mantener Antonio. En agosto del año 29 a.C. llegó triunfante al país del Nilo. Tomada Alejandría, Octavio sólo pudo ver el cadáver de su enemigo ya que Antonio se suicidó al llegar a sus oídos la falsa noticia del suicidio de Cleopatra. La reina de la singular nariz no aguantó las amenazas de Octavio, quería que paseara su belleza por Roma como miembro de su cortejo triunfal, y puso fin a su vida. El rastro de sangre no acabó aquí ya que Cesarión y el hijo mayor de Antonio y Fulvia fueron asesinados, mientras que los hijos nacidos de la relación con Cleopatra fueron enviados a su viuda, Octavia.

 

 

Tras la restauración de la paz, Octavio entrega el poder al Pueblo y el Senado romanos, planteándose la retirada de la vida política. Este acto formaba parte de una estrategia premeditada pero los senadores no podían renunciar al abandono del artífice de la creación del nuevo Imperio. Por eso, el 16 de enero de 27 a.C. recibe del Senado el nombre de “Augustus”, una nueva denominación oficial que recogía la grandeza de sus actos. Incluso se propuso llamarle Rómulo, como el fundador de la ciudad, pero sus amigos le advirtieron del peligro de denominarse como un rey. Y es que precisamente Augusto no quería repetir los errores de su padre adoptivo y presentarse ante la opinión pública como un dictador o un monarca.

 

El nombre de Augusto tenía buenos augurios ya que se designaba así a aquellos lugares consagrados que habían sido elegidos por los augures. Desde ese momento empezaba una nueva época en la que Augusto concentraba en sus manos la autoridad pero conservando la apariencia de la libertad republicana. Como procónsul y cónsul tenía a su cargo la política exterior y la administración estatal, la autoridad sobre los demás magistrados y la convocatoria del Senado donde había alcanzado el título de “princeps senatus”, la figura de mayor jerarquía en la institución. Su autonombramiento como “imperator” le situaba como jefe supremo de las legiones. Sin embargo, la tradicional constitución romana no fue suprimida ni transformada por lo que su “dictadura” estaba cargada de legalidad. Este período se denomina el principado de Augusto. Octavio se rodeó de un pequeño grupo de colaboradores que ejercían la función de gabinete ministerial. Su labor será crucial para el desarrollo que se vivirá en este momento. Agripa será el organizador y promotor de las reformas urbanísticas que se realizaron en Roma. Mecenas despuntará como promotor cultural y excelente financiero mientras que entre los generales pronto empezó a despuntar Tiberio, hijastro de Octavio. También escogió a veinte senadores entre los aristócratas para formar una especie de Consejo Asesor y evitar de esta manera la repulsa de la élite social romana.

 

 

Una de sus primeras medidas de gobierno será la devolución al Senado de la gestión de las provincias que formaban el Imperio, excepto Hispania, Galia y Siria que quedaban bajo su jurisdicción. Las continuas sublevaciones que se producían en estos territorios serían la justificación por las que mantuvo estas provincias bajo su mando. El año 20 a.C. el rey parto Fraates entregaba las insignias conquistadas a las tropas de Craso, lo que suponía una especie de tratado de paz al tiempo que se instalaban dos reyes vasallos en las fronteras de Asia para asegurarse los envites partos, estableciendo la frontera común en el Éufrates. La zona de Judea se convertiría en provincia (año 6 d.C.) tras la muerte de Herodes.

 

En la Galia, la ciudad de Lugdunum fue designada como la capital federal una vez pacificadas las regiones de la Cisalpina y la Narbonense. En este ámbito de conflicto en las provincias se produjo su llegada a tierras hispanas para sofocar las revueltas cántabras, fundando Cesar Augusta, la actual Zaragoza, y Emérita Augusta, la actual Mérida.  En el año 24 a.C. regresa Octavio a Roma debido a un agravamiento de su enfermedad. Los opositores aprovechan su oportunidad para mover sus piezas aunque algunos no tengan muchas opciones como el cónsul Terencio Varrón, condenado a muerte por traición. Augusto deja temporalmente el poder en manos de Agripa y el cónsul Calpurnio Pisón. Su muerte parece inminente pero de manera milagrosa sobrevive gracias a la receta de un médico griego. Este año 23 a.C. realiza una nueva reforma administrativa al renunciar a su nombramiento anual como cónsul para ocupar el tribunado con el que conseguía el derecho de veto sobre los demás magistrados. La vida personal de Octavio tampoco está exenta de ajetreo.

 

Su salud fue siempre muy frágil, estando afectado de eccema, colitis y bronquitis, enfermedades que se fueron enconando con el tiempo para convertirse en crónicas y motivar que siempre tuviera que ir acompañado de un médico, al tiempo que sentía pánico por las corrientes de aire. Apenas bebía y comía frugalmente, siendo muy austero en sus costumbres. Vivía en una pequeña habitación del palacio de Hortensio en la que no existían lujos. En sus matrimonios tampoco fue muy dichoso. Como muestra del buen entendimiento entre Octavio y Antonio se le impuso el matrimonio con Claudia, la hijastra de su aliado, aunque el enlace no se llegó a consumar. En el año 40 a.C. se casa con Escribonia, viuda ya en dos ocasiones, madre de Julia, su hija favorita a pesar de ser considerada la “viuda alegre” de Roma. Pronto se divorció para volver a contraer matrimonio con Livia Drusila. Livia estaba felizmente casada con Tiberio Claudio Nerón y de este matrimonio nacieron dos hijos: Druso y Tiberio. Pero Octavio se enamoró de ella, a pesar de estar embarazada de cinco meses, y convenció a su esposo para que se divorciara y poder matrimoniar con la bella Livia. Tampoco hubo descendencia para Octavio de esta relación.

 

Los últimos años de la vida de Octavio estarán determinados por la búsqueda de un sucesor. Los herederos con mayores posibilidades eran sus nietos Gayo y Lucio César, hijos de Julia y Agripa. Pero estos jóvenes fallecen entre el año 2 y 4 de nuestra era. Octavio no tiene más remedio que delegar su sucesión en su hijo adoptivo Tiberio. Para evitar que la familia Julia se alejara del poder, obligó a Tiberio a adoptar a Germánico, nieto de Octavia por su madre. Durante el gobierno de Augusto Roma va a vivir un extraordinario florecimiento cultural, artístico y literario que a veces roza la propaganda. Uno de sus principales promotores será Mecenas, no en balde, con este nombre se designan a los personajes que favorecen el desarrollo artístico, quien supo atraerse la amistad de los poetas Virgilio, Horacio o Quintilio, entre otros. También conviene destacar la fiebre arquitectónica que se vivió especialmente en Roma, con la restauración y la edificación de un amplio número de templos, basílicas, pórticos, un nuevo foro, Forum Augusti, para la capital imperial o el famoso teatro Marcelo que todavía hoy se contempla en parte.

 

 

El envejecimiento acentuó el mal carácter de Augusto, que veía como las gripes y la colitis se hacían sus inseparables compañeras. Se volvió más suspicaz e incluso aumentó su crueldad, viendo por todos sitios inexistentes complots. Precisamente para salvaguardarse de ellos creó la guardia pretoriana. Las noticias que llegaban del Elba no eran muy alentadoras. Varo había sido exterminado con tres legiones por Arminio y la frontera que Druso había establecido en el Elba tuvo que ser restituida en el Rin. Sus reformas de las costumbres no habían surtido efecto como se puso de manifiesto con la inmoral actitud de su nieta, también llamada Julia como su madre a la que sucedió en escándalos. Tuvo que confinarla lo que afectó tremendamente a su delicada salud, pensando en morir de hambre. No resistió mucho más y falleció en las cercanías de Nola, en la Campania, el 15 de marzo del año 14, a los 77 años de edad, después de una bronquitis. Su cadáver fue portado por toda Roma a hombros de los senadores siendo quemado en el Campo de Marte. Tras su muerte vendría su divinización por el pueblo…