“En Europa nos tratan como a animales porque les asustamos”
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“En Europa nos tratan como a animales porque les asustamos”

 

 

13/11/2014 Fuente elpais. Los inmigrantes transportados en un camión de la basura relatan su odisea

 

En el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Barranco Seco, Gran Canaria, han habilitado el comedor para que los inmigrantes llegados la pasada semana a una playa de Maspalomas (Gran Canaria) puedan relatar su odisea. Es un cuarto frío, con mesas alargadas y bancos a sus pies. Se llega a él por un largo pasillo, de aspecto carcelario, no obstante fue el centro fue una antigua prisión. Desde esa estancia cuentan lo vivido el pasado 5 de noviembre , cuando permanecieron tirados al sol en la arena durante cinco horas sin ser atendidos por temor a que alguno de ellos pudiera estar contagiado de ébola. “Parecía que les asustábamos, ¿Por qué nos tratan en Europa como animales?”, dice uno de ellos con los ojos bien abiertos. A su lado, los compañeros de travesía asienten resignados.

 

“No sabemos por qué...”, se lamenta en francés otro joven, visiblemente airado por estar encerrado en lo que a él le parece “una prisión”. Fue él mismo que alzó los brazos en señal de protesta mientras los fotógrafos retrataban su salida duna arriba en el remolque de un camión que habitualmente se utiliza para retirar residuos de las playas. Viky llega de Costa de Marfil. Allí logró completar sus estudios superiores y habla francés con soltura. Admite que en su país no le faltaba la comida en la mesa, pero que huyó por “la situación política, que no es buena, hay mucha tensión”. Habla de las consecuencias del conflicto entre los partidarios del atual presidente, Alaska Ouattara, y quienes echan de menos a su antecesor, Laurent Gbagbo, juzgado en la Haya. El conflicto generó un millón de refugiados que llegaron a la frontera de Liberia, como Viky y su familia que no confían en la pacificación. Liberia es también uno de los países asolados por el virus del ébola.

 

Vicky explica que cuando salió de allí rumbo a Europa todavía no había llegado la enfermedad. Y que por el camino pasó dos años en Marruecos antes de subirse a la patera camino de España. Llegó a Gran Canaria y ahora está en el CIE sin creer que la van a repatriar: “Dicen que nos van a expulsar, pero a mí otros africanos que han venido no me hablaron de esta cárcel”, asegura.

 

Marie procede de Nigeria. Es callada y se encuentra aún aturdida por un viaje “muy duro”. Su marido logró llegar antes que ella a la península. En su periplo hasta Maspalomas extravió su número de teléfono y ahora no sabe cómo contactar con él para decirle que sigue viva.

 

El lunes, cuatro días después de su azarosa llegada, el grupo se pudo cambiar de ropa, ayudado por la Federación de Asociaciones Africanas de Canarias.

 

En la revisión médica que pasaron les volvieron a atender con mascarillas aunque ninguno tenía fiebre ni síntomas de enfermedad, como quedó escrito en las revisiones anteriores. La juez que les tomó declaración en San Bartolomé de Tirajana, los atendió a través de una ventanita, a seis metros de distancia. Está embarazada y temía contagiarse, desconfiada de la información oficial.

 

El Centro de Internamiento de Barranco Seco tiene un índice de expulsión relativamente bajo, tras el plazo máximo de estancia legal, que es de 60 días. Solo la cuarta parte de los que llegan (el 26,4%, según informan fuentes policiales) son enviados de regreso a sus países. Otra juez, la que tutela el CIE, Victoria Rosell, pide reflexionar sobre “si ese porcentaje inferior al 30% de expulsiones efectivas hace necesaria la privación de libertad o si en muchos casos se puede evitar”.

 

En el CIE no están todos los 21 inmigrantes que llegaron. Un menor sigue en un centro de acogida inmediata y otro está en el Hospital Insular de Gran Canaria. Tiene un corte profundo causado por la hélice de la patera, al intentar bajarse de la embarcación. A otro inmigrante le cuesta caminar. Cojea visiblemente y se queja de un golpe en la cadera. Lo han llevado varias veces al centro hospitalario. Tanto como el dolor, igual que al resto lo martillea una pregunta: “¿Es verdad que nos van a expulsar?”.