Quemar muñecos en la primera hora de cada año. Conjeturas, presuncione
De interés general

Quemar muñecos en la primera hora de cada año. Conjeturas, presunciones, experiencias, memoria, miedo, muerte, vida, exorcismo laico comunitario.

 

 

01/01/2014 Fuente moretticulturaeros. Copia de Perfil. amilcar moretti, 2012 P2250098¿Qué significa la quema de la muñecos del año viejo que se hace en las primeras horas de cada nuevo año en La Plata? Mejor: ¿qué sentido profundo tiene? Se han hecho investigaciones antropológicas y culturales sobre esta costumbre nacida al parecer a mediados de los años 50 del siglo pasado pero que se expandió en los años 80 y sobre todo en los 90, ya con la institucionalización constitucional democrática tras la última dictadura militar terminada en diciembre de 1983. En la quema, los sentidos y “traducciones” del inconsciente colectivo de La Plata sin duda deben muchos, oscuros, mezclados, no claros, como no lo es lo que resulta de una historia colectiva, una trama social compleja y variada y el aporte de cada generación y cada momento cultural, social, político y simbólico.

 

 La primera conjetura que surge sobre simbolismos de la quema implica despedirse de lo viejo, de lo concluido, lo terminado y reducirlo a cenizas. Esto parece suponer la idea del olvido, del borrón y cuenta nueva, aspecto que tiene una doble faz: una habla de aligerarse del pasado para encarar sin rémoras ni sobrecargas el presente que se hace futuro a cada momento, el 2014, en este caso. La otra cara, negativa, sería no tener memoria, hacer ausencia del pasado, de la historia propia, de la experiencia. En una ciudad como La Plata y sus alrededores (el llamado Gran La Plata), la región más castigada proporcionalmente por la última dictadura militar (1976-1983) con la desaparición de militantes políticos -entre 2.000 y 3.000, la gran mayoría jóvenes, cifra enorme en un país en que suele calcularse en 30 mil el total de asesinados-, “negar el pasado” no sería un dato insignificante.

 

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LA APOLITICIDAD COMO AUSENCIA

 

 La celebración de la quema de muñecos a fin de año suele resguardarse con mucho esmero de cualquier tinte político o ideológico. Diría que es una característica exigida, obligatoria. Políticos odiados no han tenido su muñeco para quemar.  Pero que lo explícito y declarado no posea politicidad clara ni didáctica ni proselitista, que lo político e ideológico no se advierta o no se note, no significa que deba estar ausente por necesidad. Es más, yo creo que lo Político está (con mayúscula, lo Político y no la política) y que es un componente ignorado de modo deliberado, producto quizás de la táctica genocida de desapariciones en una ciudad que se convirtió -suele decirse- en una “ratonera” para los militantes opositores políticos, sindicales, estudiantes, sociales. En el peor momento, de La Plata era muy difícil de escapar y muy difícil esconderse, si no imposible.

 

Además, la ciudad tiene un historia sangrienta también en períodos anteriores en que las víctimas asesinadas fueron asimismo civiles y militares del mismo movimiento político -el peronismo- que aportó la mayor cantidad de desaparecidos entre 1975-1983 y aún después.  En junio de 1956 hubo un levantamiento militar-cívico contra el gobierno militar de la llamada Revolución Libertadora que un año antes había destituido de modo sangriento al presidente general Juan Domingo Perón. La intentona fracasó y hubo cerca de 40 fusilados en la represión. Los fusilados por “la represión en La Plata el 10 de junio de 1956 fueron Carlos Irigoyen, Ramón R. Videla y Rolando Zanetta. Fusilados en La Plata 11 y 12 de junio de 1956, teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, subteniente de Reserva Alberto Abadie.”

Quiero decir que La Plata, nacida como ciudad modelo y caracterizada durante décadas por el delineado geométrico, “apolíneo” de su trazado urbano, con grandes espacios verdes (en progresivo achicamiento) y por su población estudiantil universitaria, con una de las tres universidades más importantes de la Argentina (Buenos Aires y Córdoba, las otras), tiene o encubre un historia oscura, o negra, o roja. No todo es primavera y perfume de tilos (árboles característicos de la ciudad, al menos durante amplios períodos históricos). Se sabe que la gran mayoría de los represores no han sido sometidos a la justicia y que circulan libremente. La ciudad ha quedado, según mi percepción, como una ciudad temerosa, con razones válidas, sin demasiado ánimo de aludir a hechos siniestros, aunque tiene un fuerte movimiento de defensa de los derechos humanos y la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, si bien nacida en el partido vecino de Ensenada es una ciudadana de la ciudad, y reside en la zona.

 

Conjeturo que la presunta y obligada apoliticidad del fenómeno de la quema de muñecos tiene ver con esta historia intragable. El último desaparecido político, Julio López, cuya victimización sucedió el 18 de setiembre del 2006, era una modesto albañil de La Plata que participaba en ese momento como testigo fundamental en el juicio a policías e implicados sentenciados por genocidio. Como se advierte, la historia siempre se hace presente y no es una cuestión solo de memoria: la memoria permite tener presente hechos que, de ser repudiables, tienen el escollo de la conciencia permanente que alerta o limita la repetición e impone hacerse responsable. La “apoliticidad” proviene también de este aspecto, de la elusión de hacerse responsable, de la evasiva al “saber”, al estar informado. Esa evasiva no busca tanto no empañar o evitar fragmentar una celebración comunitaria sino no hacerse responsable, no tener estado de alerta permanente sin que eso signifique necesariamente dolor sino esclarecimiento, tener claras las cosas. Otro asunto es el miedo. La memoria, cuando es colectivamente asumida, no es sinónimo de miedo sino de lucidez y valentía.

 

 Diego Levis, doctor en ciencias de la comunicación, autor de varios libros sobre cultura mediática, en  “La pantalla ubicua. Comunicación en la sociedad digital” recuerda al célebre antropólogo e historiador de las religiones Mircea Eliade. Dice: “Eliade (1981) recalca que existe una diferencia entre la memoria y el recuerdo.  El recuerdo implica un olvido y éste, en la filosofía india y en la Grecia clásica se equipara a la Muerte. Lethe, la fuente del olvido en la mitología griega, forma parte del dominio de la Muerte. Los difuntos son aquellos que han perdido la memoria. Dado que la memoria es vida, una memoria inalterable es símbolo de inmortalidad”. (Pág. 129, obra citada, ediciones Ciccus, La Crujía, Buenos Aires, 1999).

 

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 CONJURAR LO SINIESTRO

 

Ahora bien, no todo es olvido. La quema de muñecos en La Plata tiene las características de un exorcismo laico y vital, si no alegre. “Exorcismo  (del latín exorcismus, y este del gr. ξορκισμς). m. Conjuro contra el espíritu maligno.” (Diccionario de la Real Academia Española). La quema de muñecos como una forma de espantar lo maligno, lo siniestro. Lo siniestro es lo que no se puede ver, lo que no se puede nombrar. Lo siniestro es lo inombrable. Si se lo nombrara, es probable que se aniquilara la condición humana por su propio horror, por el horror ante sí misma.

 

Y sin embargo, hay una búsqueda poética, lúdica, artística, creativa, estética, ficcional y religiosa para nombrar de alguna manera lo inombrable, que siempre es escurridizo. Asomarse a un pozo ciego que te chupa, que te desaparece. Y en tensión, la exigencia humana, prometeica de saber, de conocer, de mantener la condición humana mediante el nombrar las cosas, sobre todo las cosas del hombre, del humano. Si no es el lenguaje verbal pueden ser otros lenguajes, los ya mencionados, y los muñecos serían entonces una suerte de teatralización-dramatización que implica la purificación por el fuego. La pureza por el agua, que lava, que te quita la suciedad y te hace sentir nuevo, limpio, sin manchas. Y la purificación por el fuego. El fuego es ceniza. Pero es también símbolo de la actividad humana, porque el fuego fue lo que permitió que el hombre se convirtiera en tal al hacer cultura. El fuego es instrumento (forjar herramientas), trabajo, comida y calor, aunque también es armas, es la muerte. Lo que se reduce a cenizas. La doble cara del fuego. En este aspecto, habría que ver qué significa este comienzo de año la quema de un papa argentino, Bergoglio, algo que llama la atención como celebración simbolizadora. Quemar un muñeco de papa blanco.

 

 Tal vez la ciudad, en su celebración secular característica, no quiera olvidar sino ahuyentar y por eso reclama la “apoliticidad” en la construcción de muñecos del año pasado para ser quemados cuando comienza el nuevo año. Acaso la ciudad quiera ahuyentar, alejar a lo siniestro del hombre, el fuego ilumina, calienta, deja cenizas y esas pueden ser las cenizas de la muerte, ya dije. ¿Alejar a la Muerte? El fuego es rojo, como la sangre, y la sangre es vida, y solo la pérdida de sangre es muerte. Si no hay rojo no hay vida, aunque seamos celestes, celestes y blancos.

 

Quemar un muñeco no es quemar a una bruja medieval. Es lo contrario. Pero los muñecos representan en general personajes, situaciones o “cosas” lindas y simpáticas. ¿Quemamos lo lindo? Hay que tener en cuenta un detalle: en general se trata de figuras tomadas del cine, en especial del cine de Hollywood. Ficciones, fantasías ajenas aunque sean masivas. Cuando en alguna oportunidad, caída la restricción de la “apoliticidad” explícita, habrá que ver qué es lo que surge y  qué se advierte en los muñecos, qué es lo que toma cuerpo ficcional y de cartón en ellos. Tal vez allí estaría el signo evidente de que la armonía comunitaria no es forzada ni producto de la “legalidad” sino algo espontáneo que permite la convivencia de ideas opuestas, aún contradictorias. Si la comunidad acudiera en paz y armonía, en debate armónico aunque apasionado en el foro griego del Dios Muñeco Quemado, tal vez habría que reconocer que la utopía se ha cumplido. Y habría que inventar otra nueva utopía. Tal vez.