"Sólo por hoy", el poder que los mantiene libres
Droga

"Sólo por hoy", el poder que los mantiene libres

 

 

09/07/2014 Fuente diariolibre. Llegan famélicos, nerviosos, temblorosos y sin expresión en el rostro, lo que en siquiatría se denomina efecto aplanado. En el caso de las mujeres, se le suman los golpes en distintas partes del cuerpo y alrededor de los ojos, que reciben, en la mayoría de los casos, de sus compañeros sentimentales.

 

Son los enfermos del alcoholismo y la drogadicción, quienes cargan con la peor parte del negocio que cada año mueve alrededor de US$150,000 millones, de acuerdo con un estudio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

 

Santi es uno de ellos. Tiene 44 años, y empezó a consumir alcohol a los 10, cocaína a los 20, y mantuvo un ciclo de consumo sin interrupción hasta el 31 de diciembre de 2013. Luce calmado, y su firmeza al hablar del pasado da la impresión de que realmente está dispuesto al cambio.

 

En República Dominicana funcionan en la actualidad 85 programas de tratamiento y rehabilitación residenciales y ambulatorios, los cuales albergan a alrededor de 2,600 adictos.

 

Datos recopilados por el Consejo Nacional de Drogas, entidad estatal, arrojan un total de 1,680 pacientes atendidos, reportados por 15 centros de tratamiento y rehabilitación, entre ellos 82 menores.

 

Entre esos centros están el Mesón de Dios, Teen Challenge, Casa Abierta, Fundación Ciudades de Refugio, Fundación Volver, y el más reciente, el Centro de Atención Integral al Adicto (CAID), que funciona en el Hospital Francisco Moscoso Puello.

 

La mayoría inicia el consumo inducidos por "amigos" que les ofrecen una salida a un vacío existencial que muchas veces crean en sus débiles mentes que los vuelve vulnerables al uso y abuso del alcohol y drogas prohibidas. Luego los abandonan, y tienen que enfrentarse solos a sus batallas.

 

Salir victorioso de esa "guerra" no es fácil. De ahí surgen centros de rehabilitación, como el CAID, que nació oficialmente el 9 de enero de 2013.

 

Es un centro autónomo del Ministerio de Salud Pública, único especializado en atención a usuarios de drogas con que cuenta el país.

 

La psiquiatra Ruth Santana es su directora, quien dijo que su función principal es trabajar con usuarios de sustancias, tanto legales como ilícitas y otras conductas adictivas.

 

Los testimonios son variados, pero la esperanza y el entusiasmo de mejorar sus condiciones de vida y rescatar a sus familias son similares. La primera actitud que deben tener las personas es reconocer que son personas enfermas, que necesitan ayuda, y que se deben dejar ayudar.

 

Sólo por hoy

 

Cuando Santi decidió darse el "chance" para enfrentar su problema, recuerda que la terapeuta le dio dos opciones: seguir siendo presa del vicio o darse la oportunidad y quedarse en el programa.

 

Quienes optan por la segunda opción, como los que están en este reportaje, la recomendación es que "lo que no hiciste ayer que te mantuvo limpio, hazlo hoy", así mantienen su frase de batalla "Sólo por hoy": Sólo por hoy no tomaré, sólo por hoy no consumiré estupefacientes, y eso repiten a diario y en los momentos de debilidad.

 

Eso hizo Santo aquel 31 de diciembre cuando decidió no tomar más alcohol, y tampoco inhalar más cocaína.

 

La adicción es una enfermedad crónica, y las recaídas son parte del proceso y detrás de muchas hay muy buenos resultados, dice la terapeuta Kirsi Acosta, que por su apoyo a los usuarios se ha convertido en una presencia entre ellos, y a quien mencionan en cada conversación sobre el tema.

 

Explica Acosta que un adicto consume porque está contento y porque está triste, porque está trabajando o porque fue despedido, es decir, siempre buscan un motivo para no renunciar.

 

Un paso importante de las personas en tratamiento es alejar de lugares y personas que lo llevan a situaciones de consumo, por lo que deben cambiar círculos sociales y buscar nuevos amigos.

 

La principal excusa que dan muchos adictos es que se criaron sin padres, pero la terapeuta les enrostra que eso no es razón para consumir, y que deben enfrentar la vida sin ellos.

 

El usuario tiene la oportunidad de "limpiarse" y no recaer, para lo que necesitan mucha fuerza de voluntad y perseverancia. "No podemos cansarnos ni desmotivarnos ante una recaída, lo aconsejable es revisar el programa que se creó para el usuario", señala.

 

Rosa: Desfigurada de la adicción

 

Es madre de tres hijos, de 12, 7 y 6 años. Ir al CAID no fue idea suya, sino de su familia, que la llevó el 27 de febrero de 2013. Ese día apenas se podía mantener de pie, sus ojos estaban prácticamente cerrados por una paliza que recibió, que, además, le dejó el rostro casi desfigurado.

 

Se llama Rosa, y es otra paciente que quiso compartir su historia con la intención de que conozcan cómo llegó al centro y su progreso.

 

Rosa, de estatura aproximada a los 5,5 pies, color amarillento y delgada, desde que llega al centro se hace notar, una por su tono alto de voz y por la forma vanguardista de vestir.

 

Le encantan las gorras, y si viviera en un país de clima templado, seguro que optaría por calzados de botas, bufandas, abrigos y sobretodos.

 

"Realmente no estaba dispuesta a ir al programa, no quería el cambio, pero a medida que me involucré con mis terapeutas y compañeros, siento la necesidad de estar aquí", dice convencida.

 

Era dependiente de cocaína, alcohol y marihuana, lo que ellos llaman los tres golpes (poliuso).

 

"Aquí me prometieron que había terapia de grupos, familiar, todo un proceso, y eso me ha ayudado mucho. Mi terapeuta es una persona muy fuerte, en realidad necesitaba eso, porque yo no estaba en eso realmente", indica.

 

Rosa tiene 31 años, y empezó a consumir a los 22. La forma en que ha vivido los últimos años le hacen aparentar de mayor edad. Se define como una persona rebelde, difícil de sobrellevar, sobre todo con sus seres queridos, y atribuye a ese temperamento haberse mezclado con gente indebida que le influenciaron a "consumir cosas".

 

"Primero fue con el alcohol, luego al ver que me ponía muy borracha, consumí cocaína", sustancias que hace casi un año no consume.

 

Del pasado reciente no se cansa de recordar el día que le "rompieron" la cara a golpes, al punto que ni ella se reconocía, porque fue cuando decidió aceptar la ayuda de su familia.

 

Rosa suspendió sus estudios de derecho, por la adicción, pero los piensa retomar, pues se siente segura de que podrá concluir la carrera, y en eso sus terapeutas la animan. Muchos de los consumidores no alcanzan una escolaridad básica.

 

A principios de año, las autoridades del CAID reconocieron a Rosa por su avance en el proceso de limpieza y su cooperación con otros adictos.

 

Ese día mostró su emoción, y repitió una y otra vez su pesar porque su tía, con la que convive, y que le motivó acudir al centro, no pudo estar presente en el acto.

 

Santi: "Siento el cambio" 

 

"Soy adicto. Llegué al centro el 31 de diciembre de 2013. Apenas tengo cuatro meses y seis días. Llegué muy deplorable, porque llegué con las condiciones físicas, morales y espirituales muy malas. Sentía que no podía con mi enfermedad". Así inicia su testimonio Santo.

 

"Las drogas hacen que los valores se pierdan hasta tocar fondo. No conocía de remordimientos. Así robé varias veces para comprar drogas y ron, entraba a supermercados a coger chatas de whisky, robaba en colmados y a los vecinos", narra.

 

¿Usted atracó o mató para comprar drogas?

 

- No. Sólo robé, pero cositas en casas de vecinos, una plancha o cualquier objeto para empeñar, y en supermercados. Nunca atraqué ni maté.

 

En la semana que decidió asistir al centro, a insistencia de un vecino también adicto, Santi recibió varios consejos de que buscara ayuda, entre ellos de un policía, que le había detenido en el último robo que hizo en un establecimiento comercial, y hasta de un vendedor de drogas, al ver su deterioro físico que le hacía un envejeciente precoz.

 

"Me di el chance, y vi que era posible recuperarme y seguí viniendo. En cuatro meses de estar aquí ha cambiado mi vida totalmente, mi perspectiva de vida ahora es diferente a cuando llegué, porque ahora mis pensamientos son diferentes, pienso en mi hijo y en recuperar mi familia", expresa.

 

Recuerda las pesadillas que sentía, propia en los casos de adicción, que le hacían acostarse a las 3:00 a.m. y no concebir el sueño, y así llegaba a las 8:00 a.m. y comenzaba a ingerir alcohol.

 

Su voz es fuerte, pero su rostro refleja tristeza, la misma condición que su enfermedad provocó en su hijo y en la madre de éste que terminó dejándolo.

 

"Uno buscando dizque la última sustancia y nunca la termina de encontrar. Ese era un vacío que no lo entendí hasta que llegué al centro, donde me dieron una perspectiva de vida diferente", señala Santi.