Historia de la filosofía 2. Amantes de la filosofí
Biografía

Historia de la filosofía 2. Amantes de la filosofía. Segunda Parte

 

 

Fuente monografias. Señalemos algunos perfiles generales del libro. La felicidad es considerada como el fin supremo de la actividad humana, y la virtud es definida como un término medio entre 2 extremos; las nociones de lo voluntario y lo involuntario, analizadas con precisión, permiten conocer mejor la naturaleza propia de la virtud. Un minucioso estudio de las principales virtudes muestra un notable conocimiento de los aspectos más diversos de la psicología práctica: una distinción fundamental opone las virtudes intelectuales (como la prudencia) a las virtudes morales (fuerza, templanza, justicia).

 

La obra consta de 10 partes o libros, que tratan de los siguientes temas:

Felicidad y relación con la virtud

Estudio de las virtudes

En los capítulos 1º-5º, responsabilidad moral y proaieresis. Del capítulo 6º al 12º, descripción y justificación de varias virtudes.

 

Continúa con la descripción y justificación de virtudes.

 

La justicia

 

Prudencia y virtudes dianoéticas

En los capítulos 1º-10º, continencia e incontinencia. Capítulos 11º-14º, teoría del placer.

 

Estudio de la amistad, su naturaleza, propiedades y efectos

Continúa con el mismo tema del libro anterior: la amistad

Vuelve al tema inicial, contrastando ahora placer y felicidad y mostrando como ésta última radica en la contemplación de Dios.

 

Centrémonos ahora en el libro II que nos proponen comentar. Como se ha dicho, explica la naturaleza de la virtud humana, su definición como "término medio", que ha de ser buscado a través de la frónesis, prudencia o moderación, y en relación con el placer y el dolor -ya que la acción humana está seguida de éstos sentimientos-. Estudiando las virtudes llega a la conclusión de que no son ni meras pasiones ni facultades, sino disposiciones adquiridas y permanentes, modos de ser. Como resumen, hemos de tener en mente la definición de virtud a la que llega Aristóteles: La virtud es una disposición voluntaria adquirida que consiste en un término medio, en relación con nosotros, entre 2 vicios -uno por exceso y el otro por defecto-, definida por la razón y en conformidad con la conducta de un hombre consciente.

 

2. Racionalismo y empirismo.-

2.1. El Renacimiento: ciencia y humanismo en el origen de la modernidad.

 

El Renacimiento hemos de entenderlo como consecuencia de la crisis del siglo XIV que significa el fin del feudalismo y el comienzo del mundo burgués. Le Golf afirma que esta crisis se debe al límite de la tecnología medieval (artesanía) para responder a las nuevas necesidades que se le plantean.

 

Hacia 1300 o 1350 surge una crisis social por las epidemias de peste: las gentes se refugian en los burgos produciéndose una concentración de la población. Se estanca y paraliza la agricultura debido a esta reducción de la mano de obra por las epidemias y las migraciones.

 

Ante esta situación, el régimen feudal (basado en el pacto entre el señor y el vasallo por el cuál éste le trabaja la tierra y el señor le defiende) cae y el señor feudal se ve obligado a comprar la mano de obra. Surge entonces la burguesía, concepto que en un principio se refiere a los habitantes de los burgos -ciudades- venidos del campo, que pasó a designar una nueva clase social que, frente a la aristocracia, busca la fuente de riqueza en el trabajo, bajo la afirmación de que el hombre vale lo que produce.

 

Con los finales de la crisis, la población demuestra una actitud de búsqueda y desarrollo de los deseos de vivir. En este clima surgen una serie de fenómenos:

Fenómeno de movilización social: el hombre comienza a pensar que la condición social es un producto que hay que ganar.

 

Fenómeno vertical social: la nobleza pierde paulatinamente valor, ganándolo la burguesía.

 

Marx afirmó que es en esta época cuando surge el capitalismo.

 

Las naciones modernas surgen con la burguesía y son un fenómeno burgués. El poder de los reyes va creciendo en las ciudades, estando las monarquías amparadas por el capital burgués. La transformación del poder y el régimen feudal monárquico trae como consecuencia la unificación de las leyes, que hasta entonces eran múltiples.

 

Un fenómeno fundamental de ésta época, y que se da preferentemente en el s XV, es la revolución tecnológica, que tiene unas consecuencias que cambian la historia:

El invento de la brújula, que supone una nueva posibilidad de arriesgarse más allá del espacio conocido, abriéndose las posibilidades de los descubrimientos y de las colonizaciones.

 

El telescopio, invención de Galileo, contribuye de una forma decisiva el cambio de la concepción del mundo. El hombre se da cuenta de la infinitud del mundo y cambia su visión geocentrista por la heliocentrista.

 

La pólvora, que supone la revolución militar y la muerte de las costumbres caballerescas. Los nuevos ejércitos, basados en el poder de la artillería y tácticas de guerra y no en el potencial de caballería, son mucho más costosos y sólo los reyes pueden mantener ejércitos poderosos, siendo éste un factor más que explica la perdida de poder de los señores feudales.

 

La imprenta, de Gütemberg, permite el comienzo de la cultura escrita, que hasta ahora había estado restringida a los monasterios. Se desarrollan las Universidades, que pronto adquieren una especial importancia para la secularización de la cultura.

 

El elemento que más vigorizó a la economía fue el descubrimiento de nuevos mercados y la creación de nuevas industrias, posibilitado en parte por la caída de los turcos. Se crean ligas comerciales en los Países Bajos y las primeras colonias. Se crea el mercado de África y concluye el descubrimiento de América, entrando nuevos productos y metales preciosos. Se comienza a implantar la industria metalúrgica, relojera y cristalería, que desbancan el predominio textil.

 

Todos estos cambios tecnológicos poseen una serie de consecuencias económicas, políticas e ideológicas; pero, especialmente, un cambio profundo de la actitud del hombre frente al mundo.

Con el Renacimiento aparece el naturalismo, que valora la naturaleza y la vida sensible; esto hace que se dinamice el trabajo para poder gozar posteriormente de la naturaleza. Esta actitud naturalista aumenta la curiosidad intelectual, la valoración del lujo, los viajes, las exploraciones y todo lo que represente contacto con lo natural. Se comienza a valorar el paisaje y a humanizar el arte. La cultura se va haciendo progresivamente laica e independiente de la autoridad eclesiástica y de los dogmas religiosos.

 

Las pruebas de este naturalismo y de su cultura laica son:

El cambio de la actitud respecto de la muerte. El sentido laico de la muerte iguala a todos los hombres. La muerte se suele ver como un castigo, o un final o tránsito, de hay que haya que activar la energía para gozar lo máximo posible de la vida.

 

El tema de la fama es la solución laica a la supervivencia. El hombre medieval creía en el otro mundo; la fama, en cambio, será la forma de sobrevivir tras la muerte en el Renacimiento.

Aparece el tema de la fortuna. El hombre medieval cree en la intencionalidad y providencia de Dios en el mundo. En el Renacimiento la cultura se descristianiza y aparece las ideas de fortuna y predeterminación; la suerte guía al hombre y el azar vuelve a ocupar un papel importante.

 

Hay una valoración ética de la persona. El ideal de la vida no es ya seguir un modelo -como los sabios helenísticos o los santos del cristianismo-, sino afirmar la propia personalidad y el propio modelo de vida.

 

Comienza la independencia del poder político frente a los Papas, como consecuencia del refuerzo del poder de los reyes tras la caída del régimen político feudal. Los pensadores más importantes toman partido por la independencia de ambos poderes; no con la intención de reforzar el poder de los reyes, sino porque piensan en el poder de la Iglesia como espiritual y no concreto, y, por lo tanto, independiente del Estado.

 

El núcleo ideológico del Renacimiento es el Humanismo, que podemos definir como la nueva cultura que surge a partir del s XV que se centra en el hombre (antropocéntrico) y que tiene como finalidad al hombre (antropotélico). Los temas más importantes que desarrolla el humanismo son: El tema del sujeto y de su libertad, la relación del sujeto con Dios, y la relación del sujeto con el mundo y la naturaleza. El Renacimiento se va a destacar por la vuelta a los ideales grecolatinos y por la interpretación libre de la Biblia.

 

Como grandes humanistas podemos destacar: Leonardo da Vinci, Tomas Moro y Pico della Mirandola.

 

A ellos, sobre todo Pico, se debe la ruptura con la filosofía medieval. Así destacamos los planteamientos:

El hombre es capaz de hacer el bien por sí mismo, frente a la naturaleza humana corrompida de la filosofía medieval, que afirmaba que el hombre tiene tendencia al mal.

 

El hombre se considera un ser autónomo, que elige libremente su destino y acepta las consecuencias de sus actos, frente a la filosofía medieval que afirma que el hombre sólo puede salvarse por la gracia y fe divinas.

 

Vemos como hay una confianza plena en el hombre y sus capacidades.

 

Frente a esta revolución humanista surge una reacción: el protestantismo de Calvino, Zuinglio y Lutero; sostienen que el hombre tiene tendencia al mal y que su destino es condenarse, negando todo tipo de libertad.

 

Como consecuencia, la filosofía confluye en 2 posturas:

El hombre es bueno por naturaleza (J. J. Rosseau)

El hombre es malo por naturaleza (T. Hobbes)

 

Hemos de destacar los sorprendentes avances en Astronomía. El sistema geocentrista ideado por Ptolomeo y modificado continuamente para ponerlo de acuerdo con la observación, se había hecho tan complicado que era absolutamente necesaria una interpretación más sencilla de los movimientos planetarios. En unos 100 años, un sabio enciclopédico -Copérnico-, un observador incomparable -Brahe-, y un matemático lleno de imaginación intelectual -Kepler- resolvieron el problema planteado 2000 años antes por los griegos, sustituyéndose el sistema de explicación ptolemaico por otro heliocentrista.

 

Los problemas mecánicos planteados por la nueva astronomía no podían ser resueltos por la mecánica de Aristóteles. Los aristotélicos vieron en este hecho una argumentación contra la nueva astronomía, pero Galileo y Newton demolieron sus objeciones con una mecánica científica moderna y ordenada.

2.2 Descartes (1596-1650)

 

Descartes es el padre de la filosofía moderna. Sus obras más importantes son:

Reglas para la dirección del espíritu.

 

Principio de Filosofía

Meditaciones metafísicas

Discurso del método

Su filosofía surge en el siguiente contexto:

 

Se ha producido ya una cierta ruptura con la filosofía medieval, pero no se había planteado aún una nueva forma de entender la verdad. Esta filosofía se va a basar en la confianza en la razón y la consideración de esta como algo interno del individuo.

 

Se encuentra con el pensamiento religioso medieval, aunque ya sumido en una gran crisis. Para Descartes la seguridad no proviene en principio de la seguridad que nos da el pensamiento divino, ni es algo externo como el pensamiento griego, sino que deriva de la certeza de la mente humana.

 

Circunstancias de carácter social-político. En esta época aparecen nuevas clases sociales y se produce cambios muy profundos en la sociedad. Se tiene que crear pues una forma de conocimiento acorde a los nuevos tiempos y las necesidades de las nuevas clases sociales.

 

Intenta superar los 2 grandes prejuicios medievales en el tema del conocimiento:

Autoridad de Aristóteles, cuya forma de pensamiento se basa en los silogismos; consiste en aplicar teorías generales a casos concretos: a partir de 2 premisas (una mayor o general y otra menor) vamos obteniendo conclusiones y ampliando el conocimiento: El hombre es un ser racional; Luis es un hombre. Luego Luis es un ser racional. Descartes se plantea la necesidad de un nuevo método ya que los silogismos no nos permiten avanzar, crear, ...

 

Unión fe-razón, es decir, la verdad obtenida a través de la razón y de la fe coinciden.

 

2.2.1 Razón y método: el criterio de verdad.

 

Para Aristóteles había diversidad de ciencias, y cada una de ellas se diferenciaba de las demás por un objeto formal propio y un método específico; esto originaba distintos géneros del saber que, según Aristóteles eran incomunicables. Por ejemplo: la aritmética y la geometría; la primera tiene por objeto formal propio lo discontinuo; y la segunda, lo continuo; ambas eran incomunicables.

 

Sin embargo, Descartes rechaza tal principio de incomunicabilidad de los géneros, por considerar que el saber humano no se diversifica por la distinción de objetos formales, pues siendo la razón una, el saber del hombre es uno sin admitir límites interiores. En el caso de la aritmética y la geometría, la comunicación que genialmente estableció Descartes, por medio de la geometría analítica, hizo posible la liberación de la matemática del sometimiendo a los sentidos motivado por los planteamientos intuicionistas de Aristóteles.

 

La comunicación de todos los saberes, fundamentados todos en los mismos principios, supuso el surgir de toda una forma nueva de hacer ciencia, la ciencia moderna, y de un método único.

Además, la comunicación de los saberes permitió que algunos ámbitos del saber estancados por su sometimiento al método de observación sensorial (como la física), fuesen fecundados por procedimientos más exactos y rigurosos. Así, la geometría analítica sustituye una concepción empírica del espacio, por una concepción algebraica, es decir, meramente intelectual, que propicia la liberación del pensamiento de su vinculación con lo concreto y particular. Esta es la esencia del racionalismo cartesiano, el pensamiento separado e independiente de lo corpóreo. Para Aristóteles hubiera sido absurdo hablar de un espacio real no observable por los sentidos, o, al menos, no imaginable.

 

Una de las premisas del pensamiento de Descartes es la sumisión a un método cuidadosamente elegido, aunque esto no es original, pues ya en Platón hay una gran preocupación por los asuntos de método. En Descartes nos encontramos con 3 momentos del método:

 

  1. El método como camino de búsqueda de la verdad: la duda metódica.
  2.  

En primer lugar hemos de decir que Descartes no es un escéptico, no considera la duda como un estado definitivo sino como una situación transitoria para alcanzar la verdad: es una duda metódica y constructiva, es decir, como instrumento para superar la duda misma. Naturalmente no se propone dudar de cada una de las ideas, algo imposible, sino que cuestiona cada uno de los fundamentos de estas ideas.

 

Para Descartes solamente podremos llegar a la verdad cuando se llegue a una realidad de la que no podamos dudar, algo de lo que tengamos absoluta certeza.

 

- Descartes comienza dudando de los sentidos, por un hecho patente: éstos me engañan alguna vez, luego he de pensar que pueden engañarme siempre.

 

- Cuando sueño siento la existencia de las cosas igual que en la vigilia y, sin embargo, no existen. La dificultad para distinguir el sueño de la vigilia presta la posibilidad de dudar también de la existencia de las cosas. Sin embargo es cierto que, aún fuera del estado de vigilia, hay verdades que prevalecen, las matemáticas: "Pues, duerma yo o esté despierto, dos más tres serán siempre cinco, y el cuadrado no tendrá más que cuatro lados".

 

  • -Descartes introduce un nuevo motivo de duda: la hipótesis de que puede que Dios haya puesto en mi mente estas ideas con la intención de engañarme. Pero existiría una posible objeción a esta hipótesis: podría repugnar a la voluntad divina el querer engañarme. Para evitar equívocos con la fe, Descartes sustituye la denominación de Dios engañador por Genio maligno, un ser todopoderoso que tiene la voluntad de engañarme en todo lo que pienso. Con esta hipótesis ahora parece que no puedo tener nada por cierto sin correr el riesgo de ser engañado; incluso con las verdades matemáticas puede ocurrir que "haya querido que me engañe cuantas veces sumo dos más tres, o cuando enumero los lados de un cuadrado".
  • Con todo este proceso de duda , desarrollado en la 1ª Meditación Metafísica, Descartes persigue, como hemos dicho, llegar a una verdad absoluta, eliminando los prejuicios (algo parecido a la ironía socrática).

     

    Llegado a este punto, en la 2ª Meditación Metafísica, Descartes aplica la duda a la propia duda. Y es entonces cuando encuentra un elemento que prevalece a la duda. Si dudo que dudo es indudable que sigo dudando. El hecho de dudar, aunque me esté engañando, siempre puedo tener la certeza de que estoy dudando. Y dudar o engañarse implica necesariamente que estoy pensando; y si estoy pensando es indudable que estoy existiendo. Por tanto estamos ante la primera verdad indubitable, la de mi propia existencia como verdad pensante, a partir de la cual va a construir todo el conocimiento:

     

    Pienso, luego existo (Cogito, ergo sum)

     

    Ya en su tiempo Descartes recibió la objeción de que el cogito era la conclusión de un silogismo -a los que precisamente Descartes quiere evitar en su intento de ruptura con la filosofía medieval- cuya premisa mayor (sobreentendida) sería "todo lo que piensa existe", la premisa menor "yo pienso", y la conclusión "yo existo". Pero Descartes no aceptó este planteamiento, ya que, según él, "cuando alguien dice pienso, luego existo, no infiere su existencia del pensamiento como si fuese la conclusión de un silogismo, sino como algo notorio por sí mismo, contemplado por simple inspección de espíritu. Ello es evidente, pues, si la dedujese mediante un silogismo, tendría que haber establecido antes esta premisa mayor: todo lo que piensa es o existe. Y, muy al contrario, a esto último llega por sentir él mismo en su interior que es imposible que piense si no existe." Conviene resaltar como aquí Descartes señala que la idea de existencia es verdadera porque se le manifiesta al espíritu "como algo notorio por sí mismo". Este va a ser, como veremos en el siguiente apartado, el criterio de verdad defendido por Descartes.

     

  • El método como criterio de verdad: la evidencia (claridad y distinción)
  •  

     

    Es en la 2ª parte del discurso del método donde Descartes establece su criterio de certeza.

     

    Una vez establecida una verdad indubitable, a partir de la cual va a construir todo el conocimiento, Descartes realiza una profunda meditación analítica del cógito: por él la duda desemboca en la evidencia de la realidad del pensamiento. El contenido inmediato del cógito es la realidad existencial del sujeto pensante: la duda puede afectar a todos los contenidos del pensamiento, pero no puede afectar al yo donde estos contenidos están. Intuimos la existencia de un yo cuya esencia es ser pensamiento. En esto precisamente consiste intuir, en percibir conexiones necesarias, evidentes. Para poder intuir conexiones necesarias entre ideas, es preciso que éstas sean simples, pues sólo la relación entre ideas simples puede ser también simple. Y sólo de lo simple hay verdadera intuición. El resto del conocimiento es deducción.

     

    Por tanto, se tiene certeza de toda verdad que se obtenga por medio de una intuición clara y, además, distinta.

     

    Precisemos las nociones de claro y distinto para Descartes:

     

    - Una idea clara es aquella que se presenta de forma manifiesta a un espíritu atento.

     

    - Una idea distinta es aquella tan precisa y diferente a todas la demás que sólo comprende lo que manifiestamente aparece al que la considera como es debido.

    Nos encontramos con que Descartes realiza la siguiente división de las ideas:

    Según su complejidad: - Simples: claras y distintas

    - Compuestas: deducción a partir de varias ideas simples.

    Según su origen: - Adventicias: provienen del exterior

    - Facticias: provienen como resultado de otras ideas

    - Innatas: pertenecen propiamente a la mente humana.

     

    Para Descartes las ideas constituyen los elementos básicos del conocimiento: no conocemos sino ideas. Y al considerarlas como dotadas de realidad, puede plantearse la cuestión de la causa de tal realidad, planteamiento que permitirá, como veremos resolver la cuestión de la existencia de Dios.

     

  • El método como crecimiento orgánico de la verdad: reglas de crecimiento de la razón.
  •  
  •  

    Las reglas del método de crecimiento de la razón las compendia Descartes en sus famosos cuatro preceptos del correcto pensar, expuestos en el Discurso del Método. El primero expresa la necesidad de precaución, de decir, partir de intuiciones claras y distintas para efectuar las posteriores deducciones, para garantizar así la fiabilidad del conocimiento. El segundo y el cuarto representan lo más genuino del método matemático, pues indican la necesidad de proceder por análisis y síntesis; para tener garantía de la verdad de nuestras síntesis, hemos de asegurarnos que la unión de una naturaleza simple con otra sea necesaria. El tercer precepto es una apelación a la necesidad de proceder ordenadamente, un orden desde lo simple a lo compuesto.

     

    La novedad de Descartes y su época está en la entronización del método matemático. No es que la filosofía extrapole para sí el método matemático, sino que la metafísica tiene el derecho a hacer propio el método más apto para el conocimiento humano. Y este método es, precisamente, el matemático. Pero entendiendo la matemática no reducida a meros problemas matemáticos, sino la matemática como aplicación a la razón (Mathesis Universalis, como dijo Descartes) y no al revés. Pero, ¿en qué estriba la superioridad del método matemático? La superioridad proviene de la simplicidad de su objeto, dado que para Descartes el fundamento de evidencia y certeza, está, en que el conocimiento intuitivo es absoluto -pues de lo simple, que es conocido por sí en su totalidad, no puede obtenerse falsedad alguna, pues el error proviene de la composición, es decir, del juicio-.

     

    A partir de la intuición de lo simple, se induce-deduce todo lo demás. Está patente pues la renuncia de Descartes a la lógica clásica (silogismos aristotélicos), por considerarla como meramente explicativa de lo sabido, no inventiva.

     

    2.2.2 Estructura de la realidad. Teoría de las 3 sustancias.

     

    Descartes comparte la misma definición de sustancia de otros racionalistas: la sustancia es aquello que existe por sí mismo y no necesita de otra realidad para existir.

     

    Para él existen 3 tipos de sustancias:

    Sustancia pensante -Res Cogitam-: YO

    Sustancia infinita -Res Infinita-: DIOS

    Sustancia extensa -Res Extensa-: CUERPO

     

    1.- Sustancia Pensante

    El mecanismo de demostración de la sustancia pensante lo hemos visto ya con el análisis del cogito. Todas las características que podamos atribuir al yo (cuerpo, alma, ...) sólo nos queda, después de la duda, el pensamiento: el yo es res cogitam, sustancia pensante.

     

    "...hallo que el pensamiento es un atributo que me pertenece, siendo el único que no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo; eso es cierto, pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que estoy pensando: pues quizá ocurriese que, si yo cesara de pensar, cesaría al mismo tiempo de existir. No admito ahora nada que no sea necesariamente verdadero: así, pues, hablando con precisión, no soy más que una cosa que piensa."

     

    2.- Sustancia Infinita

     

    La demostración de la existencia de Dios la realiza Descartes en su 3ª Meditación Metafísica. Descartes recurre a Dios como garantía de verdad, puesto que hasta ahora su filosofía se había quedado circunscrita a la idea del cogito, sin posibilidad de avance.

     

    Descartes utiliza dos pruebas para demostrar la existencia de Dios:

     

    - Prueba de la casualidad aplicada a la idea de Dios o infinito. Todos tenemos en nuestra mente la idea de infinito, o Dios, que para él es innata. Esta idea no la puede haber generado el propio hombre puesto que es un ser finito, imperfecto. Por tanto, debe existir una causa que sea proporcional a la naturaleza de la idea: Dios.

     

    A continuación, Descartes se anticipa a posibles objeciones hacia este argumento y les pasa revista ofreciendo su refutación.

     

    La primera objeción vendría a sostener que la idea de infinito se podría formar a partir de la negación de la de finito. Pero para Descartes esto no es válido, puesto que la idea de infinito es mucho más perfecta que la idea de finito, al ser clara, distinta e innata.

     

    Una segunda objeción podría ser que la idea de Dios podría ser materialmente falsa, entendiendo por materialmente falsas a aquellas ideas que representan como siendo, algo que no es realmente. Descartes rechaza esta objeción aduciendo que la idea de Dios es clara y distinta, y por tanto, verdadera.

     

    La tercera objeción considerada por Descartes sostiene que la idea de infinito se podría formar partiendo de una progresión infinita de la idea de finito. La respuesta de Descartes es clara: la idea que formaríamos de ese modo sería la de un infinito en potencia, pues cualquiera que fuese el grado de conocimiento que consideráramos siempre se podría pensar un grado más alto; pero la idea de Dios designa un infinito en acto, sin que pueda añadirse nada a su perfección;

    En cuarto lugar, Descartes se plantea, como posible objeción, la posibilidad de que mi propia existencia, que es evidente por el cogito, no implique otra existencia divina, como parece exigir la idea de infinito. Habrá, entonces, que preguntarse ¿de donde proviene mi existencia?. Sin recurrir a la divinidad caben 3 posibilidades: 1) de mí mismo; 2) de mis padres, 3) de otra cosas menos perfectas que la divinidad.

     

    De mí mismo no podría ser pues, entonces me habría otorgado todas las perfecciones que conozco, es decir, sería Dios. De mis padres tampoco podría ser, porque en tal caso habría que preguntarse de nuevo de donde toman estos la idea de infinito, si a su vez de sus padres, y así infinitamente, lo que para Descartes no es lícito ("..no puede procederse al infinito, pues no se trata tanto de la causa que en otro tiempo me produjo, como de la que en el presente me conserva"). Desechados el yo y los padres como posible causa de mi idea de infinito y de mi yo mismo, queda por analizar si podría ser una concurrencia de causas, de manera que cada una de las perfecciones que se atribuyen a Dios fuese representada en mí por una causa distinta, y de la confluencia de todas esas causas distintas yo formaría la idea de Dios. Descartes declara imposible esta opción porque lo principal que concibo en Dios es su unidad y su simplicidad, noción que no puedo formar a partir de la pluralidad.

     

  • -Argumento ontológico. Realizada ya anteriormente por S. Anselmo, es retomada por Descartes en su 5ª Meditación Metafísica. La idea de Dios es la de un ser perfecto, es decir, de un ser mayor del cual no puede ser concebido otro. La existencia es una cualidad de la perfección; por tanto, si Dios es perfecto tiene que existir.

Recordemos que Descartes decía que las verdades matemáticas eran siempre ciertas independientemente de que estemos en estado onírico o no, al menos de que existiera un Genio Maligno que las hubiese puesto en nuestra mente con la intención de confundirnos. Logrado demostrar la existencia de un Dios Omnipotente, queda eliminada la hipótesis del Genio Maligno, por contradictoria con la existencia un Dios Omnipotente. Del mismo modo, tal Dios no podría engañar al hombre, puesto que el engaño, el error, son un defecto, un no-ser, que no pueden ser el resultado de la acción de un ser Omnipotente.

 

Por tanto, si Dios va a ser garantía de verdad, toda idea matemática, clara, simple, innata o evidente es verdadera.

 

3. Sustancia extensa.

 

La demostración de la existencia de la res extensa la realiza Descartes en la 6ª meditación metafísica. Su demostración es más difícil porque la información de éstas nos proviene de los sentidos y ya vimos como Descartes destaca en éstos su facultad de engañar.

 

Partimos de que ya se ha demostrado la existencia de Dios y que cualquier idea clara y distinta es verdadera.

 

Descartes realiza los siguientes pasos para llegar a la demostración de la sustancia extensa:

 

Bastaría concebir clara y distintamente una cosa sin otra para estar seguros de que la una es diferente a la otra.

 

Yo sé que mi esencia es ser una sustancia pensante

 

Pero yo tengo una idea clara y distinta de mí mismo como una sustancia pensante que no incluye la extensión; y por otra parte tengo una idea distinta del cuerpo, ya que éste es sólo una cosa extensa y no pensante. Por tanto, mi alma (espíritu) es distinta a mi cuerpo y puede existir si él.

 

Sin embargo, encuentro en mí mismo ciertas facultades como las de sentir e imaginar sin las cuales puedo concebirme clara y distintamente pero ellas no pueden concebirse sin mí.

Pero estas facultades (sentir, imaginar, ...) que no tienen su origen o causa en mí deben estar en una sustancia corpórea o extensa y no en una sustancia pensante, ya que cuando imagino algo me refiero al cuerpo y considero éste por sí mismo o bien a una idea que he percibido por los sentidos, pero yo solamente soy una sustancia que piensa: el origen de esta facultad no puede estar en mí.

 

Su causa de origen ha de estar en una existencia distinta de mí mismo porque las ideas que produce la imaginación, la sensación se me presenta en ocasiones sin que intervenga mi voluntad. Por lo tanto, esta sustancia será o un cuerpo o Dios.

 

Pero como ya hemos demostrado que Dios no puede engañar y Dios ha puesto en mi mente como idea clara y distinta que la causa de las ideas que provienen de la imaginación y la sensación son enviadas por las cosas corpóreas, queda demostrado que existen cuerpos extensos o corpóreos.

 

2.3 Locke y Hume

 

Locke y Hume constituyen, junto a Berkeley, los máximos representantes del empirismo. Se conoce como empirismo la doctrina filosófica que se desarrolla en Inglaterra en parte del siglo XVII y el siglo XVIII, y que considera la experiencia como la única fuente válida de conocimiento. Sólo el conocimiento sensible nos pone en contacto con la realidad. Teniendo en cuenta esta característica, los empiristas toman las ciencias naturales como el tipo ideal de ciencia, ya que se basa en hechos observables.

 

John Locke (1630-1704) cursó estudios de teología, química y medicina en Oxford. Allí entró en contacto con la doctrina escolástica y la teoría de Descartes. Es la formulación clásica del empirismo inglés. Parte del principio de que todo conocimiento, incluso el abstracto es adquirido, y se basa en la experiencia, rechazando las ideas innatas. El objeto de conocimiento son las ideas, definidas como contenido del entendimiento y sin ningún carácter ontológico, ya que son el resultado directo de la sensación o la reflexión (ideas simples), o el resultado de la actividad asociativa de la inteligencia humana (ideas compuestas). No representa un empirismo radical y acepta el conocimiento por demostración, no fundamentado en la experiencia, (como la demostración de la existencia de Dios por el argumento cosmológico o teleológico), y la validez de conceptos originados por el sujeto (como los matemáticos o geométricos).

 

Sus obras más importantes son:

Ensayo sobre el entendimiento humano

Tratado sobre el gobierno civil

La racionalidad del cristianismo

 

David Hume (1711-1776) estudió en un primer momento Derecho, pero pronto se dedicó a la Filosofía. Su filosofía proviene a la vez del empirismo de Locke y del idealismo de Berkeley. Trata de reducir los principios racionales (entre otros la casualidad) a asociaciones de ideas que el hábito y la repetición van reforzando progresivamente., hasta llegar, algunas de ellas, a adquirir una aparente necesidad. Por lo tanto, las leyes científicas sólo son para los casos en que la experiencia ha probado su certeza. No tienen, pues, carácter universal, ni es posible la previsibilidad a partir de ellas. La sustancia, material o espiritual no existe. Los cuerpos no son más que grupos de sensaciones; el yo no es sino una colección de estados de conciencia. Es el fenomenismo.

Sus principales obras son:

 

Tratado sobre la naturaleza humana.

Investigación sobre el entendimiento humano

Investigación sobre los principios de la moral

2.3.1 Crítica al innatismo y al concepto de causa

 

El empirismo supone una crítica a los racionalistas bajo el supuesto que la razón tiene carácter ilimitado, e incluso el propio proceso irracional puede producir cualquier tipo de conclusión. La razón por sí misma no tiene fundamento y funciona a partir de supuestos. Por tanto, sólo se considera válido los conocimientos adquiridos mediante la experiencia.

Recordemos que según Descartes las ideas pueden ser innatas, adventicias y facticias. De todas éstas las que para Descartes confieren mayor fiabilidad son las innatas; a partir de éstas, los racionalistas fundamentan la realidad, demostrando la existencia del Yo, Dios y el mundo.

 

Los empiristas entienden por ideas todo aquello que es objeto de conocimiento; Locke incluirá las percepciones, mientras que Hume no. Tanto Locke como Hume admiten un subjetivismo del conocimiento y sostienen que no conocemos realmente la realidad, sólo las ideas sobre ésta.

 

Locke sostiene, contra la teoría de las ideas innatas de Descartes, que todos nuestros conocimientos tienen su origen en nuestra experiencia, tanto externa (a través de los sentidos), como interna (a través de la razón) -para él, al nacer, nuestra mente es como una hoja en blanco que se irá llenando con nuestra experiencia-.

 

Demuestra la inexistencia de las ideas innatas tanto teóricas como prácticas en las partes 1ª y 2ª del Ensayo sobre el Entendimiento Humano. Afirma que si existieran ideas o principios innatos todo el mundo las poseería (niños, idiotas,...) y además todos tendríamos los mismos conocimientos. La idea de Dios, por considerarse innata, tampoco existirá y por tanto no tenemos asegurado una certeza de verdad en las demás ideas.

 

Locke respeta el cogito cartesiano: Pienso, luego existo. Por tanto, del YO tenemos certeza intuitiva.

 

Para demostrar la realidad extramental, recurre a la casualidad. De DIOS no tenemos una idea innata pero su existencia se puede demostrar mediante la casualidad, porque es el creador del mundo y de nosotros; tenemos pues certeza demostrativa. Del MUNDO tenemos la certeza de que es la causa de nuestra impresiones; se trata pues de una certeza sensitiva.

Hume representa un empirismo más radical. No acepta el concepto de ideas de Locke y Descartes, puesto que afirma que nuestro conocimiento se basa en:

 

Impresiones, obtenidas mediante los sentidos.

 

Ideas, copias o representaciones de las impresiones.

 

El criterio de certeza de las ideas para Hume es simple: una idea será verdadera cuando provenga de una impresión, cuando podamos señalar la impresión de la que proviene.

 

Según este criterio podremos tener certeza de las ideas actuales que se correspondan a una impresión, o aquellas ideas coincidentes con impresiones pasadas.

 

No tenemos pues certeza de las ideas futuras puesto que carecemos de impresiones. Aún así, en nuestra vida cotidiana creemos tener certeza de lo que pueda suceder en el futuro:

 

Llueve® la calle se mojará

 

Lo que hacemos es que establecer una conexión necesaria entre 2 hechos: se han de producir unos hechos (efecto), porque antes se han producido otros (causa). Pero si aplicamos estrictamente el criterio de verdad, no advertimos ninguna condición necesaria y por lo tanto no podemos tener certeza de que el hecho será cierto. Lo que ocurre es que tenemos una sucesión de impresiones anteriormente repetidas, pero que es incomprobable que vuelva a suceder.

 

Y aunque esto nos pueda ser útil en la vida cotidiana, dice Hume, lo que no podemos hacer de ninguna forma es utilizar la casualidad para pasar de una impresión a algo de lo que carecemos de impresiones. Por ejemplo:

 

Dios es la causa de nuestra existencia

Nuestra existencia

Dios

EFECTO

CAUSA

Impresión

Algo de lo que no tenemos impresión

 

Y como no tenemos ninguna impresión del YO, DIOS o el MUNDO, no es válido el argumento de casualidad, y por lo tanto no podemos tener certeza de que existan.

 

Para Hume sólo podemos quedarnos en una sucesión de simples fenómenos: es pues fenomenista.

 

2.3.2 Origen y constitución de la experiencia.

 

Para los empiristas, el origen de nuestro conocimiento es la experiencia.

 

Las ideas de las sustancias con las que nosotros tenemos contacto son incognoscibles, pero dichas sustancias han de existir puesto que son la causa y la unidad de las cualidades sensibles.

 

Supongamos que tenemos ante nosotros un objeto cualesquiera; de él podemos percibir unas determinadas cualidades: su color, su olor, el tamaño,... Pero lo que realmente no podemos llegar a percibir es la esencia de ese objeto, su sustancia. ¿Será ese objeto la suma de las cualidades perceptibles (sabor, color, olor, ...)? No, porque podremos cambiar algunas de esas cualidades y seguir teniendo la misma sustancia (una rosa por ejemplo seguirá siendo una rosa aunque no huela, o aunque esté de color marchito). Sin embargo, nosotros imaginamos que hay una estructura, igual para todos las rosas, que es el soporte de las cualidades sensibles, que le da unidad y a la vez es causa de dichas cualidades sensibles.

 

Hume no acepta las mismas nociones de idea y casualidad, lo que le lleva a afirmar que la existencia de la sustancia es indemostrable; para él los fundamentos de la experiencia serán distintos, aunque coincida con otros empiristas en que el límite de nuestro conocimiento es la experiencia sensible.

 

Hume hizo una distinción entre 2 modos de conocimiento, aunque dejando claro que cualquier conocimiento proviene en última instancia de la experiencia:

 

Relaciones entre hechos: se expresan mediante juicios de hecho o juicios sintéticos, es decir, aquellos en los que lo que se define o predica del sujeto no está contenido en el concepto de dicho sujeto. (Ejemplo: Pedro viste una camisa azul. El vestir una camisa azul no está implícito en el concepto de Pedro)

 

Relaciones entre ideas: se expresan mediante juicios analíticos, que son aquellos en los que lo que se define o predica del sujeto está incluido en el concepto mismo, de tal manera que de afirmar lo contrario, no se respetaría el principio de no contradicción. (Juan de la Vega es una persona. La condición de persona está implícita en el concepto de Juan, de tal manera que si afirmamos lo contrario, Juan no es una persona, estaríamos cometiendo una contradicción)

 

Aún así, es cierto que los juicios analíticos no se relacionan directamente con las experiencia. Todas las ciencias formales (lógica, matemáticas) están formadas de juicios analíticos.

 

Admitiendo la distinción entre impresiones e ideas, partiendo del criterio de verdad (sólo son verdaderas aquellas ideas de las que podamos tener impresiones), y partiendo de que las ideas analíticas son el resultado de procesos mentales sin relación directa con las percepciones, llega a la conclusión de que el límite del conocimiento no es como en Locke el conocimiento sensible unificado por las 3 sustancias (Yo, Dios, Mundo), sino que nuestro conocimiento de la sustancia es inválido porque está basado en la casualidad. Por tanto, si rechaza las sustancias y el principio de casualidad, nuestra experiencia no se puede constituir o unificar. Solamente, dice Hume, podemos captar la continuidad o contigüidad de las impresiones a través de la memoria, y conocer fenómenos que no mantienen entre sí una conexión real. Con esto estamos negando la ciencia, basada en el principio de casualidad (asignar a todo efecto una causa) y reducimos nuestro conocimiento de la realidad a meras impresiones aisladas. Llegamos pues a una postura escéptica, que constituye una corriente filosófica denominada fenomenismo.

 

2.3.3 El emotivismo moral de Hume.

 

Está influido por Newton, coetáneo, fundador de la física moderna. Hume, al igual que Newton había hecho con la física, pretende la creación de una ciencia del hombre, del conocimiento humano.

 

De esta perspectiva es donde Hume estudia la moral. Sus posturas se pueden resumir en 3 planteamientos recogidos en su Tratado sobre la Naturaleza Humana, donde concreta posturas de anteriores filósofos como Shaftesbury y Hutcheson:

 

La razón no fundamenta nuestros juicios morales porque cualquier código moral se puede reducir a un conjunto de juicios, en los cuales se da una aprobación o desaprobación; es decir, los juicios morales determinan nuestra conducta.

 

Hasta ese momento, sobre todo la filosofía griega, la virtud se había identificado con la razón.

 

La razón no determina nuestra conducta ni la prohibe.

 

Recordemos que para Hume la razón puede clasificarse en relaciones entre ideas y relaciones entre hechos. Pues bien, ninguna de las dos va a determinar nuestra conducta, la una por no tener en sí misma aplicación concreta, al reducirse a meros universos intelectuales que no se contradicen y que vamos desarrollando; la otra porque por más que observemos un hecho objetivo en la realidad no podemos apreciar el bien ni el mal.

 

De las dos afirmaciones anteriores podemos deducir que los juicios morales no provienen de la razón. Para explicar de donde provienen los juicios morales, Hume afirma que objetivamente no tenemos impresiones de la virtud o del vicio, y que éstos provendrán pues de algo subjetivo: los sentimientos.

 

Por tanto reduce a un nivel emotivo la moral. Esta corriente se denomina emotivismo moral, corriente que llega a nuestros días a través del neopontivismo lógico.

 

En ocasiones no tenemos la sensación de que los juicios morales provengan de los sentimientos. Los sentimientos son unos elementos que se suelen confundir con la razón frecuentemente; esto ocurre porque los sentimientos no son controlables. Hume los considera como algo natural y desinteresado, al contrario de Hobbes que defiende la tesis egoísta. En estos sentimientos influyen los juicios morales; esta es precisamente su función, despertar un sentimiento en los demás.

 

COMENTARIO DE TEXTO

 

"Discurso del método" (partes II y IV) de Descartes

 

El "Discurso del Método para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las ciencias" fue publicado el 8 de junio de 1637 y fue escrito un año antes, en francés, y no en latín, como pretende en principio el autor. En la primera mención que hace Descartes de él un año antes de ser escrito, aparece como un simple prefacio a la Dioptrica y los Meteoros, 2 tratados de naturaleza científica. Posteriormente resuelve añadir un tercer tratado, la Geometría, y en carta a su amigo Mersenne le habla de "una ciencia universal capaz de elevar nuestra naturaleza a su más alto grado de perfección".

 

Hay críticos que sostienen que el autor no atribuyó al Discurso la importancia que le daría la posteridad, sino que lo consideró tan sólo como la introducción a 3 ensayos científicos que tenían gran valor en sí mismos. No lo creemos, pero cualquiera que fuese la idea del autor, 3 siglos de evolución científica filosófica han mostrado que el Discurso era algo más que un prefacio.

Escrito en una prosa clara y elegante, este estilo sencillo oculta sin embargo una dramática -aunque serena- meditación sobre espinosos temas de la metafísica, gnoseología y metodología. De las seis partes que forman el Discurso del Método, tan sólo la primera, la segunda y la cuarta ofrecen real interés filosófico; el resto tiene interés en la medida que arroja alguna luz sobre las ideas contenidas en las partes mencionadas.