Carlomagno 2. Segunda y última parte
Biografía

Carlomagno 2. Segunda y última parte

 

De interés general

 

 

Fuente Wikipedia. Muerte

 

 

El «Sarcófago de Perséfone», donde descansan los restos de Carlomagno.

 

En 813, Carlomagno convocó a su corte a Ludovico Pío, rey de Aquitania y su único hijo sobreviviente. Una vez allí, lo coronó con sus propias manos como coemperador para luego enviarlo de regreso a Aquitania. A continuación, pasó el otoño de cacería antes de volver a Aquisgrán el 1 de noviembre. En enero de 814, enfermó de pleuritis (Eginardo 59) y el 21 cayó en cama. Eginardo cuenta que:

 

Murió el veintiocho de enero, el séptimo día desde que cayó en cama, a las nueve de la mañana, tras participar de la eucaristía, en su septuagésimo segundo año de vida y el cuadragésimo séptimo de su reinado.

 

Carlos fue sepultado el mismo día de su muerte en la Catedral de Aquisgrán, pese a que el clima frío y la naturaleza de su enfermedad no imponían apuro alguno a su entierro. Un relato posterior, narrado por Oto de Lomello, conde del Palacio de Aquisgrán en época de Otón III, indicaría que él y el emperador Otón habían descubierto la tumba de Carlomagno; estos dos hombres sentaron al emperador en un trono, le vistieron con una corona y un cetro de celebración y cubrieron con ostentosas ropas su cuerpo incorrupto. En 1165, el emperador Federico I abrió de nuevo la tumba y trasladó el cuerpo a un sarcófago que emplazó debajo del suelo de la catedral. En 1215, Federico II volvería a introducirle en un ataúd de oro y plata.

 

La muerte de Carlomagno afectó profundamente a muchos de sus cortesanos, en especial a aquellos que formaban una especie de «camarilla literaria» adherida al emperador en Aquisgrán. Así se lamenta un anónimo monje de Bobbio:

 

Desde las tierras donde se alza el sol hasta las playas occidentales la gente llora y se lamenta... los francos, los romanos y todos los cristianos se duelen con enorme preocupación... jóvenes y ancianos, gloriosos nobles, todos lamentan la pérdida de su César... el mundo lamenta la muerte de Carlos... Cristo, tú que gobiernas los cielos, concede a Carlos un lugar tranquilo en tu reino. Para mi desgracia.

 

Fue sucedido por su hijo superviviente, Ludovico, quien había sido coronado el año anterior. Su imperio permaneció intacto una sola generación más; la historiografía afirma que la división efectiva entre los hijos de Ludovico dio pie a la formación de los modernos estados de Francia y Alemania.

 

Administración

 

Carlomagno destaca como administrador merced a las numerosas reformas que se llevaron a cabo durante su reinado: económicas, gubernamentales, militares, culturales y eclesiásticas. Constituye el protagonista del «renacimiento carolingio».

 

Reformas económicas y monetarias

 

 

Monograma de Carlomagno, elaborado a partir de un diploma real: «Signum (monogr.: KAROLVS) Caroli gloriosissimi regis».

 

Carlomagno desempeñó un importante papel a la hora de sentar las bases del futuro económico europeo. Siguiendo las reformas de su padre, abolió el sistema monetario basado en el oro sou y, junto al rey anglosajón Offa de Mercia, impulsó el sistema que había puesto en marcha Pipino. En esa época existían razones pragmáticas para tomar esta decisión, principalmente la escasez de oro en sí, consecuencia del tratado de paz que se había firmado con Bizancio, la cesión de Venecia y Sicilia, y el fin de las relaciones comerciales con África y Oriente.

 

Comenzó a circular una nueva moneda, la libra carolingia (cuyo nombre deriva de la libra romana, la libra moderna), basada en una libra de plata, una unidad tanto monetaria como de peso, equivalente a 20 sous (del latín solidus, que fue utilizado principalmente en registros contables pero sin ser nunca acuñado, y del cual deriva el chelín moderno) o 240 deniers (del latín denarius, el penique moderno). Durante este período, la livre y el sou fueron unidades de cuenta, mientras que sólo el denier era una moneda real.

 

Carlomagno instituyó los principios de la contabilidad mediante el capitulare de villis (802), escrito que establece una serie de normas por las que debían ser registrados todos los ingresos y gastos públicos.

 

La usura fue prohibida, prohibición reforzada en 814, cuando se introdujo la Capitulare de los judíos, por la cual se prohibía a los judíos prestar dinero.

 

Además de estas prácticas macroeconómicas, el monarca francés llevó a cabo un importante número de ejercicios microeconómicos, tales como el control directo sobre los precios o los gravámenes especiales a determinados bienes y productos básicos.

 

Carlomagno aplicó este sistema a gran parte del continente europeo; paralelamente, el sistema de Offa se adoptó de forma voluntaria en Inglaterra. Tras la muerte del monarca franco, la moneda europea sufrió una importante degradación, haciendo que la mayor parte de Europa adoptara el uso de la moneda británica hasta c. 1100.

 

Reformas educativas

 

Gran parte del éxito de Carlomagno como militar y administrador puede atribuirse a su admiración por el aprendizaje. A causa del renacimiento de la enseñanza, la literatura, el arte y la arquitectura que los caracteriza, ciertos historiadores se refieren a su reinado y a su época bajo el nombre de «renacimiento carolingio». Carlomagno entró en contacto con la cultura y la educación presente en otros países, especialmente en la España visigoda, la Inglaterra anglosajona y la Italia lombarda, merced a sus conquistas. Durante su reinado se multiplicaron las escuelas monásticas y scriptorias existentes en Francia. Los escolares carolingios copiaron y preservaron muchas de las obras clásicas latinas que habían sobrevivido. De hecho, los primeros manuscritos disponibles en los textos antiguos tienen su origen en esta época: casi todos los textos que sobrevivieron hasta su reinado sobreviven hoy en día. Muchos hombres que trabajaban para el emperador indican la existencia del carácter paneuropeo que tenía la influencia carolingia: Alcuino, un anglosajón de York; Teodulfo, un visigodo de Septimania; Pablo el diácono, lombardo; Pedro de Pisa y Paulino de Aquilea, italianos; y Angilberto, Angilramm, Eginardo y Waldo de Reichenau, francos.

 

Carlomagno mostró un serio interés en las becas y en la promoción de las artes liberales en la corte. Ordenó que todos sus descendientes fueran bien educados. Él mismo estudió gramática con Pablo el diácono; retórica, dicción y astronomía con Alcuino, y aritmérica con Eginardo. Este último menciona el único fracaso académico de Carlomagno, el no saber escribir: trató de aprender en su vejez practicando durante su tiempo libre en su cama la formación de las letras en libros y tablas de cera que escondía bajo la almohada, «sus esfuerzos llegaron demasiado tarde y dieron poco fruto». Su capacidad para leer se ha puesto en tela de juicio, pues Eginardo no hace referencia a la misma en ningún momento, ni está avalada por fuente contemporánea alguna.15

 

Reformas culturales

 

 

Página del Lorsch Gospels, escrito durante el reinado de Carlomagno.

 

Durante el reinado de Carlomagno, la letra romana mayúscula y su modalidad cursiva, que había dado lugar a diversas letras minúsculas, se combinaron con determinados tipos de letra empleados en los monasterios ingleses e irlandeses. La minúscula carolingia fue creada a partir de esta combinación durante el reinado del emperador homónimo. Es probable que participara en su concepción Alcuino de York, hombre que trabajaba en la escuela de palacio y en el scriptorium de Aquisgrán. A pesar de ello, el carácter revolucionario de la reforma carolingia ha podido ser sobreestimado; los esfuerzos por dominar las intrincadas caligrafías merovingia y germánica ya estaban presentes antes de que Alcuino llegara a Aquisgrán. La nueva minúscula fue difundida primero desde Aquisgrán, y posteriormente desde el influyente scriptorium de Tours, donde Alcuino ingresó como abad.

 

Reformas políticas

 

Carlomagno realizó numerosas reformas que no tenían precedente entre sus antecesores en el trono de los francos; no obstante, optó por continuar con muchas prácticas tradicionales, como la división del reino entre los hijos.

 

Organización

 

El rey carolingio ejerció el bannum, el derecho a reinar y comandar. Gozaba de la jurisprudencia suprema en materia judicial, legislaba, lideraba el ejército, y tenía el deber de defender a la Iglesia y a los desfavorecidos. Su administración llevó a cabo un intento de organizar y adherir al reino la iglesia y la nobleza; no obstante, el reino era dependiente de la eficiencia y la lealtad de ambos órdenes.

 

Coronación imperial

 

 

Trono de Carlomagno en la Catedral de Aquisgrán.

 

Los historiadores han debatido durante largo tiempo si Carlomagno era consciente de que el papa tenía la intención de coronarle emperador antes de que dicho nombramiento se hiciera efectivo. No obstante, este debate ha ensombrecido a otro mucho más importante: por qué razón se concedió este título al monarca franco, y por qué razón éste lo aceptó.

 

Roger Collins señala que «los motivos que sitúan la aceptación del título imperial como consecuencia de un interés romántico y antiguo por resucitar el Imperio romano son sumamente improbables». Por un lado, tal aspecto romántico no habría llamado la atención ni de los francos ni de los católicos romanos de principios del siglo IX, puesto que éstos desconfiaban de la herencia clásica. Los francos se vanagloriaban de haber «combatido y sacudido de sus hombros el pesado yugo romano» y del «conocimiento obtenido a través del bautismo, ataviando en oro y piedras preciosas los cuerpos de los santos mártires a quienes los romanos habían matado con fuego, espadas y animales salvajes», tal como describió Pipino III en una ley emitida en el año 763 o 764. Además, el nuevo título conllevaba el riesgo de que el emperador «introdujese cambios drásticos en las formas y procedimientos tradicionales de gobierno» o «centrase su atención en asuntos de Italia o el Mediterráneo con mayor frecuencia»,18 lo que amenazaba alienar al líder franco.

 

Tanto para el papa como para Carlomagno, el Imperio romano seguía siendo un poder importante dentro de la política europea de la época, y aún conservaba una parte considerable del territorio de Italia, con fronteras no muy lejos de la mismísima ciudad de Roma. Se trata del imperio al cual la historiografía ha denominado Imperio bizantino, puesto que su capital era Constantinopla —la antigua Bizancio— y cuyo pueblo, gobernantes y costumbres tornaron poco a poco hacia sus raíces griegas. Ciertamente, Carlomagno estaba usurpando las prerrogativas del emperador romano de Constantinopla, en primer lugar, con el sencillo acto de poder juzgar al papa:

 

¿Por quién, no obstante, podría él [el papa] ser juzgado? ¿Quién, en otras palabras, estaba cualificado para emitir un juicio acerca del Vicario de Cristo? En circunstancias normales la única respuesta posible a esta pregunta sería el emperador de Constantinopla, pero en ese momento Irene ocupaba el trono imperial. Que la emperatriz fuera famosa por haber cegado y asesinado a su propio hijo era algo, para León y Carlos, irrelevante: sencillamente se trataba de una mujer. Ambos creían que el sexo femenino era incapaz de gobernar, y la tradición sálica impedía que ocurriera. Por lo que respecta a Europa Occidental, el trono bizantino estaba vacío: Irene no era más que una prueba, si es que se necesitara alguna más, del envilecimiento en el que había caído el

 

Imperio romano.

 

John Julius Norwich Byzantium: The Early Centuries, pag. 378

 

 

Coronación de un rey idealizado, presente en el sacramentario de Carlos el Calvo (c. de 870).

 

Por ello, para el papa «no había ningún emperador en el trono bizantino en esa época». No obstante, Henri Pirenne pone en duda esta cuestión al afirmar que la coronación «no se vio alterada por el hecho de que en ese momento una mujer estuviera reinando en Constantinopla». Desde 727, el papado había mantenido una tensa relación con los predecesores de Irene en el trono de Constantinopla. Esta tensión diplomática había sido provocada por la adhesión de los bizantinos a la cultura iconoclasta y la destrucción de imágenes cristianas. En 750, el poder secular del Imperio bizantino en Italia Central había sido neutralizado. Al conceder la corona imperial a Carlomagno, el papa se arrogaba a sí mismo «el derecho de nombrar al emperador de los romanos, haciendo de la corona imperial un regalo personal suyo, y al mismo tiempo concediéndose de forma implícita una cierta superioridad sobre un emperador al que él mismo había creado». Además, «los bizantinos se habían mostrado incapaces de hacer honor a su posición militar, doctrinal y políticamente, por lo que el papa estaba en la obligación de reemplazarlos por un monarca occidental: un hombre que por su sabiduría, su capacidad política y su poder territorial se destacara por encima de sus coetáneos».

 

 

Representación de la coronación imperial de Carlomagno.

 

Con la coronación de Carlomagno «se mantenía la unidad del Imperio romano, y los dos [Carlomagno y León] tenían la responsabilidad de mantener su cohesión, con Carlos como su emperador.» Aunque existía la posibilidad de que «la coronación, con todo lo que implicaba, sería airadamente rechazada en Constantinopla». Observando las circunstancias del nombramiento de Carlos desde un punto de vista realista, el papa y el propio Carlomagno debieron darse cuenta de que existían pocas posibilidades de que los bizantinos aceptaran al monarca de los francos como su emperador. Alcuino habla esperanzadamente en sus cartas de un Imperium Christianum ('Imperio Cristiano') en el que, «del mismo modo que en el Imperio romano, los habitantes estuvieran unidos por una ciudadanía común». Asimismo, la responsabilidad de mantener una unidad imperial recaería en la fe cristiana. Pirenne comparte este punto de vista al afirmar que «Carlos era el emperador de la ecclesia concebida por el papado, de la Iglesia Romana, reconocida como la Iglesia universal.»

 

Independientemente, de acuerdo con los escritos del cronista Teófanes, la primera reacción de Carlomagno tras su coronación fue enviar una embajada a Irene a través de la cual le proponía matrimonio. Inesperadamente, la reacción de la basilissa fue favorable a este enlace, ya que la ayudaría a consolidarse en el trono. Sólo el rechazo de los bizantinos a esta unión y la concepción de una conspiración que tenía como objetivo derrocar a Irene y nombrar emperador a Nicéforo —cosa que finalmente ocurriría— hicieron a Carlomagno abandonar los planes de boda. Tras este fracaso, Carlomagno redujo al mínimo el alcance de su título e hizo que el pueblo se dirigiera a él como «Rex francorum et langobardum» («rey de los francos y los lombardos»).

 

El título de emperador se mantuvo en su familia durante todo su reinado y el de su hijo, siendo abandonado tras el conflicto que enfrentó a los descendientes de Luis por alcanzar la supremacía del Estado franco. No obstante, el papado no olvidó el título ni renunció a su derecho de concederlo. Cuando la dinastía carolingia cesó de producir herederos considerados «dignos», el papa optó por coronar a cualquier líder italiano capaz de protegerle de sus enemigos. La arbitrariedad que caracterizaba a la concesión del título abrió la puerta —como era de esperar— a su desaparición durante casi cuarenta años (924–962). Finalmente, en la Roma de una Europa radicalmente diferente a la de Carlomagno, el papa volvió a coronar (962) a un «emperador romano». Este nuevo emperador, Otón el Grande, vinculó este título a los monarcas alemanes durante casi un milenio, ya que la historiografía le considera el primer representante del Sacro Imperio Romano Germánico. Otón era el sucesor de Carlomagno, y por ende, el de Augusto.

 

Divisio regnorum

 

En 806, Carlomagno realizó las primeras previsiones a fin de dividir su Imperio a su muerte. A Carlos el Joven le habría legado Austrasia, Neustria, Sajonia, Borgoña y Turingia; a Pipino Italia, Baviera y Suabia; a Luis Aquitania, la Marca Hispánica y la Provenza. No existe mención alguna a los títulos imperiales, no obstante, ciertos historiadores han afirmado que el monarca franco consideraba los títulos como una recompensa que debía ganarse cada uno, y no como una herencia.

Esta división podría haber sido efectiva, pero los fallecimientos de Pipino (810) y Carlos (811) obligaron a Carlomagno a reconsiderar el reparto. En 813 brindó a Luis la oportunidad de reinar con él hasta su muerte, al coronarle y nombrarle co-emperador y co-rey de los francos. La única parte del Imperio que no concedió a su heredero fue Italia, prometida años atrás a Pipino, hijo ilegítimo de Bernardo.

 

Relaciones de Carlomagno con la Iglesia y el Papado

 

Carlomagno continuó la política de su padre Pipino el Breve de alianza y defensa del Papado. En el caso de Carlomagno, a las razones políticas para ello se agregaba su auténtico convencimiento sobre las bondades de un Imperio cristiano en el cual el Emperador y el Papa colaboraban mutuamente. Todavía joven y algo inexperto en sus relaciones con el astuto Papa Adriano I, con su sucesor León III Carlomagno estableció naturalmente la supremacía del Emperador sobre el Papa.

 

En el caso de Adriano I, Carlomagno lo sostuvo frente a los lombardos. Debe destacarse que las relaciones entre Carlomagno y Adriano I fueron siempre buenas y mutuamente provechosas pues se trataba de dos personalidades destacadas cuyos fines, en el fondo, eran complementarios y ellos supieron reconocerlo.

 

Debemos destacar que la relación entre el Papa y el Emperador contribuyó a acrecentar grandemente el prestigio del Papado. En efecto, esta relación fue clave para acelerar enormemente el lento proceso -duró siglos- que paulatinamente fue convirtiendo al Papa, de su rol original de Obispo de Roma casi en igualdad de condiciones con los obispos de otras diócesis importantes e incluso inferior al Patriarca de Constantinopla, en jefe de la cristiandad.

 

A la muerte de Adriano I, su sucesor, León III, enfrentó una rebelión de las familias aristocráticas de Roma y fue depuesto. Apeló a Carlomagno, quien se apersonó en Roma con un ejército y presidió un sínodo que actuó como Juez del Papa, ya que sus detractores acusaban a León III de adulterio y de perjurio. El sínodo dio por bueno el juramento de León III de que era inocente de los cargos y lo absolvió, devolviéndole la tiara pontificia.

 

Lo importante de este hecho más allá de lo anecdótico es su simbología: Carlomagno actuó como Juez del Papa. Con ello, estableció la supremacía del Emperador. No obstante, al recibir la corona del Imperio de manos del Pontífice -Eginhardo consignó después que Carlomagno no hubiera concurrido ese día a la basílica de San Pedro de haber sabido lo que se proponía a hacer León III; es obvio que Carlomagno estaba de acuerdo con su coronación como Emperador pero tal vez hubiera objetado que fuera el Papa y no él mismo quien pusiera la corona sobre su cabeza- se generó un peligroso antecedente que más adelante tendría consecuencias catastróficas para la dignidad imperial, entregada como fue a reyezuelos por una serie de débiles y corruptos papas, hasta que Otón I la rescató bajo el nombre de Sacro Imperio Romano Germánico de la ignominia en que había caído.

 

Causas de la rápida disgregación del Imperio después de su muerte

 

A pesar de sus esfuerzos y su empeño, Carlomagno no logró dotar a su Imperio de una organización política que pudiera subsistir por sí misma a las amenazas que se cernían sobre él. Toda la organización del Imperio descansaba sobre una condición necesaria: la fidelidad de los nobles al Emperador y Rey de los Francos y de los Lombardos. Todo ello en un contexto económico y social en el cual los condados se volvían cada vez más autónomos: en principio, como resultaba muy costoso mantener a un guerrero a caballo con todo su equipamiento, sólo los grandes propietarios podían permitírselo y los restantes hombres libres no tenían otra alternativa que encomendarse a un señor como vasallos. Hay que destacar que no existía un ejército permanente en el Reino de los Francos sino que se realizaban levas de armas y cada guerrero debía equiparse por su cuenta. Se vivía en una sociedad rural cuya economía era la agricultura de subsistencia, la población de las ciudades había disminuido y estaba reducida a su mínima expresión mientras que el comercio occidental había prácticamente desaparecido a partir del dominio del Mediterráneo por los árabes. La burguesía aún no había surgido como clase social y las provincias tenían que subsistir con sus propios recursos.

 

Así, entre el Emperador y los hombres libres cada vez cobró más fuerza la casta intermediaria de los nobles a quienes sus vasallos debían responder. Era sólo cuestión de tiempo que en un tan extenso Imperio en el cual las comunicaciones eran tan escasas y deficientes, los vasallos respondieran más a sus señores locales que al Emperador. Mientras Carlomagno vivió, su extraordinario prestigio, su mano firme y su férrea voluntad hicieron que se le obedeciera por encima de la desintegración que estaba en ciernes. Únicamente si su sucesor hubiera sido un Rey con los talentos de Carlomagno hubiera tenido el Imperio posibilidades de sobrevivir. Pero su hijo Carlos, quien tenía un gran talento militar y a quien Carlomagno había confiado algunas de sus misiones más difíciles, no le sobrevivió.

 

Ya en vida de Carlomagno se había producido un hecho que marca el debilitamiento de la fidelidad sobre la base de la cual estaba erigido el esqueleto del Imperio. En el verano del año 807 muy pocos de los señores y guerreros convocados a la asamblea anual se presentaron y, por primera vez, la asamblea no pudo realizarse. Fue un hecho sin precedentes. Carlomagno lo interpretó como una rebelión a su autoridad, envió a sus missi a investigar cada condado y castigó con edictos esa creciente deserción.

 

Muerto Carlomagno y dadas las pocas luces de su hijo y sucesor Luis el Piadoso, los hechos se precipitaron. Las guerras civiles entre el monarca y sus hijos acabaron con el prestigio del Emperador. La mágica fidelidad que a esa altura sólo se mantenía por la extraordinaria figura de Carlomagno desapareció y el Imperio, ya herido de muerte, terminó de naufragar merced a la exacerbación de los ataques de los nórdicos, dando paso al pleno auge del Feudalismo.

 

El Imperio era inviable dadas las condiciones económicas, políticas y sociales de la época y sólo la figura de Carlomagno había podido sostenerlo. Sus sucesores iban a sufrir la misma suerte que sus antepasados le habían prodigado a los últimos reyes merovingios: primero la pérdida del poder efectivo, que se trasladó en este caso a los grandes señores feudales, y finalmente la pérdida del trono, que en Germania pasó a la casa de Sajonia -paradójicamente, el país que había conquistado Carlomagno- y en Francia a los Capetos.

Impacto cultural.

 

 

Estatua ecuestre de Carlomagno, Agostino Cornacchini (1725), Basílica de San Pedro en Vaticano.

 

El nombre y la figura de Carlomagno son y han sido atemporales. El autor de Visio Karoli Magni —escrita hacia 865— emplea extractos de la obra de Eginardo y datos obtenidos a partir de sus propias observaciones acerca del declive de la familia de Carlomagno tras las disensiones internas que desembocaron en una guerra civil (840–843) como base para escribir acerca de una visión en la que se le apareció el espíritu de Carlos.

 

Carlomagno —que se convirtió en un modelo de caballero, al formar parte de los Nueve de la Fama— ejerció un profundo impacto en la cultura europea. La materia de Francia, uno de los más importantes ciclos literarios medievales, tiene en Carlomagno a uno de sus personajes centrales. Además, en el famoso Cantar de Roldán se narra la batalla de Roncesvalles, en la que combatieron el célebre Roldán y los paladines franceses análogos a los caballeros de la Mesa Redonda de la corte del Rey Arturo. Dichos cuentos constituyen el primer cantar de gesta de la historia.

 

 

La Coronación de Carlomagno, por los ayudantes de Rafael, circa 1516–1517.

 

En el siglo XII se reconoció su santidad dentro de las fronteras del Sacro Imperio romano. Su canonización —oficiada por el antipapa Pascual III a fin de obtener el favor de Federico Barbarroja (1165)— no fue reconocida por la Santa Sede, que anuló todas las ordenanzas de Pascual tras la celebración del Tercer Concilio de Letrán (1179). No obstante, finalmente se confirmaría su beatificación.

 

Se ha afirmado que Carlomagno apoyó la inserción del filioque en el Credo de Nicea. Los francos habían heredado la creencia visigoda de que el Espíritu Santo procedía de Dios Padre y del Hijo (Filioque); y durante el reinado de Carlomagno, los francos obviaron lo estipulado en el Concilio de Constantinopla y declararon que el Espíritu Santo sólo procedía del padre. El papa León III se opuso a dicha creencia e hizo tallar el Credo de Nicea en las puertas de la Basílica de San Pedro sin la ofensiva frase. La insistencia de los francos desembocó en un declive de las relaciones entre Roma y Francia. No obstante, la Iglesia Católica acabó adoptando esta frase, enemistándose esta vez con Constantinopla. Este hecho es contemplado como uno más de los muchos precursores del Cisma de Oriente, sucedido siglos más tarde.

 

En la Divina Comedia su espíritu se aparece a Dante en el «cielo de Marte» acompañado de otros «soldados de la fe».

 

Según la etimología popular el Carro de la constelación de la Osa Mayor recibía el nombre de «Carro de Carlos» (Charles's Wain) en honor a Carlomagno.

Los voluntarios franceses de la Wehrmacht y la ulterior Waffen-SS se organizaron durante la Segunda Guerra Mundial en una unidad llamada 33ª División de Granaderos SS Voluntarios Charlemagne. Una unidad alemana de la Waffen-SS empleó el nombre de «Karl der Große» durante el año 1943, pero acabó llamándose 10ª División Panzer SS Frundsberg.

La ciudad de Aquisgrán concede desde 1949 un premio internacional llamado Karlspreis der Stadt Aachen en su honor. Se galardona anualmente a los «hombres de mérito que han promovido la idea de una unidad occidental a través de sus esfuerzos políticos, económicos y literarios». Entre los laureados se encuentran el Conde Richard Coudenhove-Kalergi, fundador del movimiento paneuropeo, Alcide De Gasperi, y Winston Churchill.

 

En la película Indiana Jones y la última cruzada se cita en una ocasión a Carlomagno cuando, después de haber empleado su paraguas a fin de inducir a que una bandada de gaviotas rompieran el cristal de la cabina y obstruyeran el motor de un avión caza que se hallaba persiguiéndole, Henry Jones —interpretado por Sean Connery— observa: «De repente me he acordado de Carlomagno: "Que mis ejércitos sean las rocas y los árboles en la tierra, y los pájaros en el cielo"». A pesar de que esta cita se hizo popular tras la difusión de la película, no existen pruebas de que Carlomagno la pronunciara.

 

The Economist, una publicación semanal británica centrada en noticias internacionales, dedica un artículo llamado «Carlomagno» a algún líder gubernamental europeo.

 

Familia

 

Matrimonios y herederos

 

 

Estatua de Carlomagno (Fráncfort del Meno)

Carlomagno engendró veinte hijos con ocho de sus diez esposas o concubinas conocidas.

Con Himiltruda mantuvo su primera relación, cuya naturaleza suele describirse como un concubinato, un matrimonio legal o un friedelehe. Carlomagno la hizo a un lado cuando se casó con Deseada; de esta unión nacieron dos hijos:

Amaudru, una niña.

Pipino el Jorobado (c. 769–811)

En 770 contrajo matrimonio con Desiderata, hija del rey de los lombardos Desiderio; dicho matrimonio será anulado en 771.

Después se casó con Hildegarda (757 ó 758–783). El matrimonio, acaecido en 771, terminó con la muerte de ésta (783). De este matrimonio nacieron nueve niños:

Carlos el Joven (c. 772–4 de diciembre de 811). Duque de Maine, y coronado rey de los francos el 25 de diciembre de 800.

Carlomán, rebautizado como Pipino (abril de 773–8 de julio de 810). Monarca italiano.

Adalhaid (774). Nació mientras sus padres se encontraban de campaña en Italia. Se le envió a Francia, mas murió antes de llegar a Lyon.

Rotruda (or Hruodrud) (775–6 de junio de 810)

Luis (778–20 de junio de 840). Gemelo de Lotario. Coronado rey de Aquitania (781), sacro emperador romano (813) y emperador senior (814).

Lotario (778–6 de febrero de 779/780). Gemelo de Luis. Falleció durante su infancia.34

Bertha (779–826)

Gisela (781–808)

Hildegarda (782–783)

Contrajo matrimonio con Fastrada desde 784 hasta la muerte de ésta (794). Fruto de este matrimonio nacieron:

Teodrada (784–¿?), abadesa de Argenteuil.

Hiltruda (787–¿?)

Su última esposa fue Lutgarda, con la que se casó en 794. No nació ningún hijo de este matrimonio.

Concubinatos e hijos ilegítimos[editar · editar fuente]

Su primera concubina conocida fue Gersuinda. Con ella tuvo:

Adeltruda (774–¿?)

Su segunda concubina conocida fue Madelgarda. Con ella tuvo:

Rutilda (775–810), abadesa de Faremoutiers

Su tercera concubina conocida fue Amaltruda de Vienne. Con ella tuvo:

Alpaida (n. 794)

Su cuarta concubina conocida fue Regina. Con ella tuvo:

Drogo (801–855). Arzobispo de Metz desde 823 y abad de Luxeuil.

Hugo (802–844), archicanciller del Imperio.

Su quinta concubina conocida fue Adelinda. Con ella tuvo:

Richbod (805–844). Abad de Saint-Riquier.

Teodorico (807–¿?)

 

 

Fuente biografiasyvidas. (Carlos I el Grande; Aquisgrán, 742 - Aix-la-Chapelle, 814) Monarca germánico que restauró el Imperio en Europa occidental. Hijo primogénito del rey de los francos, Pipino el Breve, heredó el Trono al morir su padre (768) y lo completó con los territorios orientales concedidos a su hermano Carlomán, al morir éste en el año 771.

 

 

Carlomagno (óleo de Alberto Durero)

 

Su política expansiva continuó con la conquista y anexión del reino lombardo (el norte de Italia), realizada en el 774, mediante una alianza de los francos con el Papado. Dominada Italia (aunque pervivían tendencias particularistas, especialmente fuertes en los ducados meridionales de Spoleto y Benevento), Carlomagno concentró sus energías en la conquista de Sajonia (norte de Alemania), empresa que le exigió dieciocho campañas sucesivas entre los años 772 y 804.

 

Carlomagno dominaba así el más importante reino de la Europa de su época; pero para mantenerlo tuvo que combatir continuamente: unas veces contra rebeliones o resistencias internas y otras para asegurar las fronteras contra enemigos exteriores. Entre estas últimas cabe destacar la guerra contra los ávaros en la frontera oriental, que le llevó a dominar los territorios actuales de Hungría, Croacia y parte de Serbia; y también un intento infructuoso de penetrar en España, abortado por la derrota que le infligieron los vascos en la batalla de Roncesvalles (778), pero que le sirvió al menos para crear una Marca Hispánica sometida al reino franco, que iba de Pamplona a Barcelona.

 

 

 

La extensión geográfica del reino de Carlomagno correspondía a la totalidad de lo que hoy son Francia, Suiza, Austria, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, y la mayor parte de Alemania, Italia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y Croacia. Ha sido considerado por ello un predecesor de la unidad europea. Ningún monarca había reunido en su mano un territorio tan extenso desde la caída del Imperio Romano (476); por lo que no es de extrañar que la idea de la restauración imperial se abriese paso, ligada a la alianza estable que Carlomagno mantuvo con el Papado.

 

El día de Navidad del año 800 el papa León III coronó a Carlomagno emperador, dando comienzo así un nuevo Imperio germánico, que perviviría hasta comienzos del siglo XIX. Aunque la continuidad de este Imperio germánico con el Imperio Romano de Occidente, desaparecido tres siglos antes, era una ficción, la restauración de la idea imperial significaba una aspiración a un poder universal por encima de los príncipes de los distintos reinos, que sería la contrapartida temporal de la supremacía del papa en lo espiritual. Esta peculiar alianza y complementariedad del emperador con el papa daría lugar a una pugna por la supremacía entre ambos poderes, que se prolongaría a lo largo de la Edad Media.

 

 

El imperio de Carlomagno en el año de su coronación (800)

 

En una época caracterizada por el alto grado de violencia y de anarquía que presidía la vida social, el Imperio carolingio fue un gran esfuerzo de organización político-administrativa. Aunque no había una capital fija (la capital del Imperio estaba donde se encontrara el emperador con su corte), la ciudad germánica de Aquisgrán cumplió esas funciones de manera casi permanente. Desde allí, una Cancillería, a cuyo frente se encontraba un clérigo culto, dirigía los asuntos tanto civiles como eclesiásticos; el control del territorio estaba en manos de los condes, salvo en las marcas fronterizas, organizadas militarmente; y unos enviados del emperador (missi dominici) supervisaban la administración en cada rincón del territorio.

 

La religión cristiana constituía un elemento cultural de integración, de estabilidad y de orden social, que el emperador se encargó de cultivar: protegió a los monasterios y procuró extender la fe cristiana hacia el norte (imponiéndola por la fuerza a los sajones). Sin embargo, aquel gran conglomerado territorial no sobrevivió mucho tiempo. El propio Carlomagno había previsto que, a su muerte, el Imperio se repartiera entre sus tres hijos; pero la muerte de dos de ellos retrasó la fragmentación hasta el momento en que murió el único sucesor superviviente, Ludovico Pío, que también dividió el Imperio entre sus tres hijos (Tratado de Verdún, 843). La dinastía Carolingia siguió al frente del Imperio hasta comienzos del siglo X, y en el Trono de Francia, hasta el 987.