"New York": Una ciudad, un disco, una época
De interés general

"New York": Una ciudad, un disco, una época

 

 

04/05/2014 Fuente revistaenie. Aniversarios. A 25 años de la salida del disco de Lou Reed, revive una gran época de la escena del rock y el arte contracultural en una Manhattan de bares y circuitos que ya no existe.

 

A principios de este año se cumplieron 25 años de la publicación de uno de los discos capitales de la historia del rock. New York es uno de los grandes discos de Lou Reed, posiblemente su último gran trabajo, que escuchamos con las revoluciones todavía a tope que dejaron la noticia de su muerte, sólo unos meses antes.

 

New York es el mayor disco sobre la gran manzana, el testimonio en primera persona, áspero y determinante, de uno de sus hijos pródigos y descarriados. Publicado en enero de 1989, es un disco concreto: bateria, bajo, guitarra; palo y a la bolsa; rock directo con letras cristalinas, plagadas de referencias a lugares conocidos y recónditos de una Manhattan que cerraba, en el 89, una de sus grandes décadas, y empezaba a vislumbrar un lento declive para los espacios del arte marginal y contracapitalista. En ese sentido, New York es un epitafio: ya nada de lo que se nombra ahí existe hoy, al menos en la forma en que en el disco aparece descripto, y el álbum ayudó a mitificarlo y a darle una existencia póstuma.

 

Hace semanas apenas, el escritor y crítico musical Will Hermes anunció que ya tiene editorial para publicar lo que se intuye que será un trabajo enorme: la biografía Lou: A New York Life, que se va a centrar sobre todo en las relaciones del músico con la ciudad. Hermes declaró en una revista reciente: “Reed amaba la ciudad profundamente, basó su vida adulta ahí, le dedicó grandes obras y fue una figura capital en la vida cultural urbana. Yo creo que todavía no hemos mensurado la enormidad de su pérdida. Fue uno de los grandes artistas de nuestra generación”. Lou Reed había nacido y crecido en los bordes de la isla.

 

Los primeros años los pasó en Brooklyn, que estaba lejos de ser el polo de moda y tendencias jóvenes que es hoy y era más bien una comunidad judía, vagamente detenida en el tiempo, donde se jugaba a la pelota en la calle y los chicos tenían sus primeros contrabandos amorosos en los cines de películas continuadas. Su familia se mudó después a Long Island, y Lou tardaría varios años en clavarle el diente a Manhattan, que era un enorme resplandor de luz al otro lado del puente, que le quemaba los ojos y le explotaba la cabeza. Cuando conquistó la ciudad, lo hizo a lo grande: conoció a un galés loco, un académico de la música que se llamaba John Cale; a una mujer suave y desquiciada que tocaba la batería y se llamaba Maureen Tucker y a un guitarrista silencioso y talentoso que se llamaba Sterling Morrison. The Velvet Underground estaba armada y la historia es conocida –pocos discos, drogas, peleas internas y un legado que se empezó a capitalizar años después y que hoy es el canon mismo.

 

Con la Velvet circularon por los bares de una ciudad todavía pura, en cierto modo podemos decir que inventaron una escena que todavía no existía. David Bowie cuenta siempre que los vio por primera vez en el Max´s Kansas City, un boliche en el 213 de Park Avenue. Ahí también conoció a Iggy Pop. El Max´s fue el centro de operaciones de Lou reed a finales del sesenta y principios de los setenta, y cumplió un rol clave para la música de la ciudad; la posta, unos años después, la tomaría el CBGB, el templo pagano de los Ramones, de Television, de Pattie Smith, de la segunda gran generación del rock neoyorquino. Otros de los reductos de la época, que cimentaron el mito de las trasnoches de los setenta, fueron el Mudd Club de la 77 de White Street y el Ocean Club, donde tocaban los Talking Heads y Bob Dylan. A veces se lo veía a John Lennon por ahí; cuando disolvió los Beatles y se mudó a Inglaterra declaró: “Si hubiera vivido en la época del imperio romano, me hubiera instalado en Roma. Por eso vivo en Nueva York”.

 

Todos esos años de tragos y postales urbanas, de calles salvajes e inmigración multicultural están en el disco de Reed del 89, que se puede leer también como una crónica en 14 capítulo del lugar del que nunca salió. La mitad de sus amigos están muertos. Los lugares que menciona ya cerraron. Y el disco cumple 25 años y sigue creciendo y cambiando, como la isla.