Un viaje al corazón populista de Europa
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Un viaje al corazón populista de Europa

 

 

01/06/2014 Fuente lanacion. La ultraderecha encontró tierra fértil en la ciudad francesa de Florange

 

FLORANGE, Francia. - Esta ciudad tiene una particularidad: cuenta con dos necrópolis. El camposanto, donde reposan desde la Edad Media generaciones de almas. Y, todo a su alrededor, un gigantesco cementerio industrial, triste vestigio de lo que fue durante dos siglos una de las cuencas mineras y siderúrgicas más importantes de Europa.

 

La otra singularidad de esta pequeña ciudad de 11.472 habitantes, adormecida entre las apacibles colinas del valle de Fensch, en la región de Lorena, en el Nordeste, es que fue la ciudad de Francia que dio más votos a la extrema derecha en las elecciones europeas de la semana pasada. Viajar a Florange es llegar al corazón de la avanzada populista en Europa.

 

Allí, el candidato del Frente Nacional (FN), Florian Philippot, obtuvo 31,21% de los sufragios y dejó atrás, lejos, a Nadine Morano, de la conservadora UMP (19,9%). Último, con 18,55%, quedó Edouard Matin, ex líder sindical nacido en Florange y candidato del Partido Socialista (PS).

 

Ambas cosas, como es fácil imaginar, están íntimamente ligadas.

 

Sentado en un banco de la plaza de la iglesia Santa Agata, con ambas palmas de las manos apoyadas en un bastón, Frédéric no oculta su desesperanza. A los 82 años, el anciano -que prefiere no dar su apellido- no dejaría "por nada del mundo" esta comuna, en la que crecieron sus cinco hijos. Pero tampoco consigue superar la tristeza que le produjo haber asistido, impotente, a su decadencia.

 

"La ejecución" de los últimos altos hornos loreneses de Arcelor-Mittal, en abril de 2013, "destrozó el corazón de todos los habitantes", confiesa, mientras muestra con pesadumbre las vidrieras vacías de la Grande Rue.

 

"Mire, aquí no ha quedado nada -murmura-. Sólo un puñado de comercios."

 

Frédéric tiene razón. Alrededor de la plaza de la iglesia hay una panadería, una aseguradora, dos peluquerías, cuatro agencias bancarias y tres pompas fúnebres. Las tres abiertas todo el tiempo, como si ése fuera el único negocio rentable de la ciudad.

 

También hay una estatua de María Inmaculada. Erguida en medio de un minúsculo jardín, a la izquierda del templo, la pobre parece bien sola.

 

"Cuando yo era chica, decían que era milagrosa. Pero ahora todos han dejado de rezar", afirma la panadera Virginie Laurent. También ella "consigue sobrevivir mal o bien", después de que la mitad de Florange se quedó sin trabajo.

 

Lorena, en el nordeste del país, fue una de las regiones más ricas de Francia hasta que la globalización -para decirlo en una palabra- destruyó, en 30 años, toda la actividad industrial de la región.

 

En septiembre de 2008, la crisis de las hipotecas subprime sumergió la economía mundial en la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. El consumo de acero se redujo drásticamente y cayeron los precios. El golpe de gracia a Florange fue asestado por el indio Lakshmi Mittal, que, en 2007, había comprado Arcelor, primer productor mundial de acero, y decidió desmantelar las unidades "improductivas".

 

Siguieron dos años de crisis, resistencia sindical y lucha social. Pero todo fue en vano. Gobiernos de derecha y de izquierda fueron incapaces de revertir el proceso, de oponerse a la decisión de uno de los hombres más ricos del mundo, determinado a preservar sus intereses. Tampoco pudo hacerlo Europa, comprometida con los sacrosantos principios del respeto del libre juego de mercado.

 

Sobrevivir como se puede

 

El 24 de abril de 2013, los altos hornos de Florange dejaron de funcionar. Con ellos, se cerraba una de las páginas más gloriosas de la historia industrial de Francia. También quedaban miles de personas sin empleo y sin porvenir.

 

Según cifras oficiales, Florange tiene aún más de 1000 desempleados. Es decir, el 10% de la población total. Para sobrevivir, los que pudieron tuvieron que ir a buscar trabajo al vecino Luxemburgo. Hoy, 60.000 franceses recorren a diario los 36 kilómetros que separan el valle de Fensch del gran ducado, uno de los principales centros financieros del planeta.

 

En el Bar de l'Amitié, rue des Romains, justo enfrente de la única planta que aún sigue en actividad, Bertrand Plié y Ahmed Nouri conversan en voz baja.

 

Uno es francés y votó por el Frente Nacional, de Marine Le Pen. El otro es argelino y no tiene derecho a votar, "pero hubiese hecho lo mismo si hubiera podido", señala convencido.

 

-¿Usted sabe que el Frente Nacional está contra Europa, contra el euro y contra los inmigrantes?

 

-Contra algunos inmigrantes -corrige, y sugiere que sólo los clandestinos o "los que vienen a Francia para cobrar ayudas sociales" deberían preocuparse.

 

En cuanto a Bertrand, como la mayoría de sus colegas, su voto parece más bien un grito de impotencia, una granada lanzada contra la insensatez de "un Estado que ha dejado de proteger a sus ciudadanos". Una clase política insensible que se escuda detrás de argumentos institucionales para "hacer siempre lo mismo".

 

"Todos son iguales: la derecha, la izquierda o los extremos. Pero ésta es la única forma de hacernos oír", dice Bertrand, terminando de un trago su cerveza.

 

La globalización

 

Según los especialistas, los países desarrollados experimentan una inmensa transformación económica y social, producto de la globalización y la innovación. La aparición de esos gigantescos cambios provoca una enorme ola de "destrucción creadora" schumpeteriana.

 

En otras palabras, una nueva economía está reemplazando a las anteriores, provocando ganadores, pero también perdedores, muchos perdedores.

 

Imposible no ver que el juego y la fuerza del FN - como el de otros movimientos de extrema derecha europeos, como UKIP, de Nigel Farage, en Gran Bretaña- es precisamente la de proponer algo, creíble, a esa masa de la población que, durante esta fase de mutación, paga los platos rotos.

 

"Su obsesión antiglobalización [donde el rechazo de Europa es sólo un avatar] y su crítica del libre intercambio toca el punto sensible", afirma el economista Nicolas Bouzou.

 

"El programa de la extrema derecha es reaccionario, pero coherente. Para ella, lo esencial de nuestros males -desempleo, inseguridad, pobreza- tiene un solo origen: la globalización. Y en esas condiciones, la idea de un proteccionismo europeo constituiría un auténtico reductor de desigualdades", agrega.

 

Naturalmente, esa solución tendría un precio. Pero el resto de la argumentación no tiene ningún sentido para la gente de Florange.

 

En esta tierra que la historia nunca dejó en paz, que guerras y ocupaciones sucesivas regaron con sangre europea, los edificios resquebrajados, los hierros retorcidos, las torres herrumbradas y silenciosas de los altos hornos que rodean a la ciudad hacen pensar en una madre protectora que un día abrió los brazos y dejó caer a sus hijos.

 

El 15 de octubre de 2013, escasos meses después del cierre de Arcelor-Mittal, se suicidó uno de sus empleados, Alain Vigneron. En una carta a su familia, escribió: "Mis queridísimas mujer e hija, quiero que sepan que las quiero con todo el corazón. Pero el señor Mittal me quitó todo. Incluidos el orgullo, la decencia y el coraje de pelear por mi familia". Alain Vigneron reposa en uno de los cementerios de Florange..

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