Las cartas entre un “provinciano universal” y su crítico literario
De interés general

Las cartas entre un “provinciano universal” y su crítico literario

 

 

17/12/2014 Fuente elpais. Miguel Delibes y Gonzalo Sobejano mantuvieron una intensa correspondencia 50 años

 

Miguel Delibes fue un “provinciano universal”, como lo fue también Gustave Flaubert, según la definición del crítico literario, poeta y amigo del escritor castellano, Gonzalo Sobejano. Si el primero hizo de su Valladolid natal el refugio de su vida y de su obra, el segundo fue siempre fiel a su territorio normando de Rouen.

 

A Delibes (1920-2010) no le gustaba viajar mucho. Pero sí escribir cartas. Durante casi 50 años, el autor de Los santos inocentes mantuvo correspondencia con Sobejano (Murcia, 1928), quien, como crítico y catedrático de Literatura Española, contribuyó a divulgar la obra del novelista primero en Alemania y después (y sobre todo) en EE UU, donde impartió clases. Fueron unas 200 cartas en las que se fue cultivando una inquebrantable relación de amistad a través del tiempo y la distancia, con breves encuentros en medio siglo de vida. En 1964, Delibes le escribe a Sobejano: “Mil gracias por tu carta. Uno envejece y piensa: ¿qué es lo que vale la pena? Y una de las pocas —contadas— cosas que valen la pena es la amistad”.

 

Ahora, esa relación epistolar se ha reunido en el libro Miguel Delibes-Gonzalo Sobejano. Correspondencia 1960-2009, publicado por la Fundación Miguel Delibes y la Universidad de Valladolid y que se presenta mañana en la sede madrileña de la Biblioteca Nacional. Intervendrán el nuevo director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva; la editora de la obra, Amparo Medina-Bocos; el profesor de Literatura José Ramón González y Elisa Delibes de Castro, hija del escritor. Convaleciente y radicado en EE UU, Sobejano no asistirá.

 

“Alguien podría pensar que el libro no dice mucho”, explica Delibes de Castro, “porque ahora se dan muchos detalles escabrosos de la vida de uno y de los demás, y en las cartas ambos se muestran como lo que son, como dos caballeros del siglo pasado, a la antigua usanza, hablándose con mucho respeto y hablando de cosas banales, por ejemplo, pero con una gran dignidad. Es un libro muy humano y al mismo tiempo creo que muy literario porque, además, está muy bien escrito”.

 

El libro refleja las vidas cotidianas de Delibes y Sobejano, sus anhelos e inquietudes literarias, la preocupación del primero por los derechos de autor, el éxito de Cinco horas con Mario y la sobriedad de Lola Herrera como protagonista de la versión teatral o el fallecimiento de sus respectivas esposas en diferentes épocas, lo que les conduce a la desolación.

 

En contestación a una carta de condolencia de Sobejano por la muerte en 1974 de Ángeles, la mujer de Delibes, éste le dice: “Llevo una vida pasiva y a base de estabilizadores. Quiero decir de química de las boticas que te hacen ver menos negro lo que decididamente es negro. Es un engaño piadoso que te permite dejarte de vivir. Ni humana ni literariamente puedo anticipar lo que será de mí. La muerte de Ángeles es una idea parasitaria —y amarga— que de momento no me deja concentrarme en nada. Dios dirá”.

 

15 años después, el escritor intenta consolar a Sobejano por la defunción de su esposa, Helga: “Detente lo menos posible en tu actividad; no te pienses. Procura no compadecerte y vivir hacia fuera. Así comprobarás que uno no olvida —como el pueblo dice que sucede con el tiempo— pero se acostumbra y llega un momento en que goza del recuerdo del ser querido”. El crítico le contesta que cambiar de medicación a un antidepresivo le deja dormir “algo mejor”. Y añade: “Me ayudan también mucho los amigos, y tú fuiste para mí el primero en infundirme, no ya ánimo, sino clarividencia y comprensión fraternal”.

 

El libro, con introducción de Nora Glickman, reproduce algunas postales y misivas del crítico y del escritor, cuya caligrafía no resulta sencilla de leer. “Tenía una letra muy difícil, aunque a mí me encantaba pasarle los originales de sus novelas, como 377A, madera de héroe o La señora de rojo. Era un privilegio”, comenta Pepi Caballero, quien fue secretaria —también nuera— de Delibes.

 

Camilo José Cela

 

Algunas cartas aluden a cuestiones monetarias por las novelas de y los estudios e introducciones del otro. En una misiva de 1964, Delibes refiere a Sobejano algunos preparativos para su viaje a EE UU, donde impartirá conferencias y se reunirá con él y también con Francisco Ayala: “Desde luego prefiero, respecto a condiciones, que me paguéis los gastos —viajes y estancia— y 125 dólares a los 250 que exigía Camilo [José Cela] y que obligaba a las universidades (a universitarios) a la aportación personal”. El crítico le contesta que va a cobrar lo mismo que el narrador gallego.

 

También había alguna disensión mutua. Por ejemplo, recuerda Elisa Delibes, Sobejano no estaba de acuerdo con la idea del autor de que “es con los buenos sentimientos con los que se hace mala literatura”. Para el crítico, la mezquindad, la vanidad o los celos solo producen mala literatura. Para Delibes, escribir es “una necesidad biológica y espiritual”. “Me preocupan los problemas que separan a los hombres. En mis libros procuro exponerlos y acercarme a mis prójimos”.

 

 

Un traductor alemán que “sea cazador” y haya estado en Chile

 

Tras el buen recibimiento en Alemania de la traducción de la novela El camino, se vertió también al alemán La hoja roja en 1962. Ante la posibilidad de traducir los “diarios”, como Miguel Delibes llamaba a Diario de un cazador (1955) y Diario de un emigrante (1958) —convertido en trilogía con Diario de un jubilado en 1996—, el escritor y cazador le pide por carta a Gonzalo Sobejano, residente entonces en Colonia, que interceda ante el editor germano: “En la traducción de estos [los diarios] convendría que interviniéramos tú, un alemán que haya estado en Chile [donde transcurre parte de Diario de un emigrante] y sea cazador —¿será difícil esto?— y yo”

 

En una de sus últimas cartas a Gonzalo Sobejano, el 31 de diciembre de 2007, Miguel Delibes le dice: “Me encantó tu presencia en el congreso y el corto rato que pude charlar contigo. Esto lo doy por finiquitado. He vivido mi vida y ya está. Recuerdo a tanta gente que me espera que este mundo me parece vacío. Vacío y hosco, no me gusta. Que 2008 te sea favorable y los que vengan detrás. Te abraza tu viejísimo amigo”.