El arrebato que acabó con la vida perfecta
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El arrebato que acabó con la vida perfecta

 

 

02/08/2015 Fuente elpais. El escolta José Luis Rua lo tenía todo: amigos, un buen trabajo, una esposa y dos hijas a las que adoraba Hasta que un día mató a su mujer y a su suegra

 

Cuando fue encarcelado, José Luis Rua se dedicaba a algo tan atractivo y novelesco como la contravigilancia del servicio de escolta del consejero de Universidades Carles Solà. Tenía horarios intempestivos y una misión secreta y distinta cada día. Antes había vivido años más tediosos, vigilando el Palau de la Generalitat. Pero le había ido bien. En ese tiempo, se había casado con Silvia Codina, una antigua novia de adolescencia, y con ella había tenido dos niñas, Nora y Rita, a las que adoraba. Con 33 años, este joven mosso d'esquadra, deportista, espigado, moreno e inteligente, tenía todo cuanto se podía pedir. Hasta que un día, Rua acuchilló hasta la muerte a Silvia, de 32 años, y a su suegra, de 54.

 

El 088 recibió el aviso el lunes 3 de mayo de 2004, a las 14.15. “Mi mujer está muerta, mi mujer tiene sangre”, repetía Rua, que aseguraba que acababa de llegar a su casa en Lliçà de Vall (Vallès Oriental) y había descubierto a las dos, tiradas en el suelo. Silvia estaba bocabajo en el comedor, sobre su propia sangre, tras recibir 13 cuchilladas. Tenía los pantalones bajados y la ropa interior rota. Su madre, Maria Engracia Álvarez, estaba en un rellano, bocabajo también, con 17 heridas. Todavía llevaba el bolso puesto, y su contenido estaba por el suelo.

 

Todo hacía pensar que unos ladrones habían entrado a robar, habían tropezado con Silvia, que trabajaba desde casa como diseñadora gráfica, y la habían matado. Luego habían sido descubiertos por la madre, que regresaba de varios recados, y también la habían acuchillado. En la huida, los ladrones habían perdido varias joyas, que se habían caído por el patio, y se habían dejado olvidado un televisor en el mármol de la cocina. Pero la policía sospechó... Por la hora del robo, porque no se habían acabado llevando nada, porque habían estado mucho tiempo en el domicilio y porque encontraron debajo del cuerpo de Silvia, aprisionado por su tobillo izquierdo, un reloj Tag Heuer, de Rua.

 

Ficha técnica del asesino

 

Datos personales Josep Lluís Rua Barreira, escolta de los Mossos d’Esquadra. Tenía 33 años cuando cometió los crímenes.

 

Tipología Doble crimen, simulando un robo con agresión sexual.

 

Víctimas Su esposa, Silvia Codina, de 32 años, y su suegra, Maria Engracia Álvarez, de 54, en la casa familiar.

 

Perfil Rua era joven, deportista, inteligente y había ascendido en los mossos d’esquadra hasta ser escolta del consejero de Universidades Carles Solà.

 

Móvil Nunca ha sido aclarado.Su caída. Varios vecinos desmontaron su coartada de que había pasado la mañana en una casa que estaban construyendo.

 

¿Qué fue de él? Rua sigue defendiendo su inocencia desde la cárcel.

 

“Era raro… Siempre decimos que hay pocas casualidades en nuestro trabajo”, afirma un investigador que participó en el esclarecimiento del caso. Rua alegó que al reloj le entraba agua y que esa mañana, antes de fregar los platos, se lo quitó, lo dejó en el mármol y ya no se acordó de ponérselo. Que luego se fue a trabajar a una casa que se estaban construyendo, también en Lliçà de Vall, y que cuando regresó se encontró con los cadáveres. Pero nadie vio el coche de Rua en aquella casa y sí frente a su domicilio, de donde varios testigos dicen que no se movió en toda la mañana. El reloj estaba perfecto, según los peritos, y además Rua tenía una herida en un mano.

 

Desde el primer momento, el policía se convirtió en el principal sospechoso. “Le citábamos cada día, incluso dos veces, por la mañana y por la tarde. Y en lugar de enfadarse, o molestarse, se mostraba muy colaborador, pensando muy bien sus respuestas”, explica uno de los mossos que llevó el caso. En su investigación, descubrieron que la vida del escolta y la diseñadora gráfica no era tan perfecta. Silvia explicó a una amiga que desde que Rua había cambiado de destino, la relación se había enfriado, que incluso dudaba de su fidelidad y que no sabía cómo sacar su matrimonio a flote.

 

Dos noches antes de los asesinatos, Rua salió de noche con unos amigos, hasta las siete de la madrugada, sin avisar a su mujer, que le esperaba para cenar. Silvia estuvo todo el sábado de morros. La noche del domingo al lunes ni siquiera durmieron en la misma cama. Al día siguiente, cuando llevaron a su hija pequeña al colegio, una de las madres declaró que les vio discutir en el coche.

 

Los agentes sospechan que al volver la pareja se peleó de nuevo y que en un “arrebato”, Rua mató a Silvia. Entonces decidió simular un robo con agresión sexual, pero su suegra, que vivía con ellos, regresó antes de que acabase. Para que no viese a su hija muerta desde la entrada, Rua tuvo que desplazar el cadáver, y lo giró. Con el movimiento, se le abrió la correa del reloj, que tenía mal el cierre, y se le cayó, sin que se diese cuenta. Luego mató a su suegra. Cuatro días después del doble homicidio, los Mossos detuvieron a Rua. “Tenéis muchos indicios, pero ninguna prueba”, le dijo a un investigador. Rua fue condenado a 40 años de prisión por el doble homicidio.

 

Desde entonces, el escolta mantiene su inocencia “contra viento y marea”, explica su abogado, Pablo Acosta. El caso ya fue recurrido y perdido en todas las instancias judiciales españolas. Incluso se llevó al Tribunal de Estrasburgo, que denegó revisar la sentencia. La familia considera que muchos contraindicios no se tuvieron en cuenta. Ahora quieren presentar una demanda por rotura de la cadena de custodia de una de las pruebas. “Apostaría todo lo que tengo a que fue él, sin ninguna duda”, dice una fuente policial, que reconoce la dificultad del caso, porque no había pruebas que le incriminasen de manera directa. “Se le condenó porque los crímenes no los pudo cometer nadie más que él”, concluye, categórico, 11 años después, uno de los investigadores del doble crimen.