Un glorificador y olvidable retrato
De interés general

Un glorificador y olvidable retrato

 

 

15/05/2014 Fuente elpais. Percibes el esfuerzo de Nicole Kidman por dotar a su papel de matices, pero el resto naufraga

 

Al ojear la programación de la Sección Oficial en esta edición de Cannes tienes sensación de dejà vu, de que gran parte de los directores son habituales en este festival desde que comenzaron sus carreras, de que hace 20, 30 o 40 años competían los mismos nombres que ahora. Veremos las últimas entregas de Mike Leigh, Atom Egoyan, David Cronenberg, Ken Loach, Jean-Luc Godard, Olivier Assayas y los hermanos Dardenne. Les suenan, ¿verdad? Por una parte celebro la inextinguible vitalidad de su obra, que continúen haciendo cine gente que ya ha entrado en el invierno de su existencia, pero también te planteas dónde están los directores jóvenes, ya que todo el mundo del cine aspira a que este festival seleccione sus películas y Cannes parece seguir apostando por la infalible creatividad de la tercera edad, de sus clásicos. Esperemos que aunque no haya posibilidad de sorpresa, las últimas obras de los que fueron consagrados por Cannes hace tanto tiempo se mantengan en buena forma.

 

También había rumores de que concursarían las nuevas películas que han dirigido Clint Eastwood, Terrence Malick y Paul Thomas Anderson, pero al parecer su montaje se ha demorado y no están a punto para presentarlas aquí. Para mi gusto, estas ausencias de tres de los grandes directores del cine estadounidense supone una frustración notable, pero sospecho que no hubiera echado de menos, si hubieran llegado tarde, a otros creadores cuyo éxito está restringido exclusivamente a los festivales de cine, que fuera de ellos solo disponen de un público exiguo o nulo.

 

 Cannes se ha inaugurado con la proyección de Grace de Mónaco y quiero pensar que sobre todo se ha debido a la cercanía geográfica y a las excelentes relaciones vecinales entre esta ciudad y el Principado de Mónaco, ya que el valor artístico de este biopic sobre aquella actriz y princesa es inexistente. Confieso que la actriz Grace Kelly nunca me impresionó demasiado, aunque reconozco que Hitchcock era tan listo y estaba tan enamorado de ella que consiguió que sus interpretaciones fueran admisible en las tres películas que rodó con ella. Pero nunca pude entender que Gary Cooper en Solo ante el peligro y Clark Gable en Mogambo prefirieran en su amor a la guapa y sosa Grace Kelly, a costa de desdeñar a dos hembras tan impresionantes como Katy Jurado y Ava Gardner. De entrada, el personaje no me apasiona, pero después de observar el plano retrato que hace de ella el director Olivier Dahan en Grace de Mónaco mi desinterés es absoluto.

 

Dahan plantea el dilema de Grace Kelly en ese Principado en el que la corte la trata con frialdad o pretenden que se limite en sus funciones a ejercer de lujoso florero, cuando Hitchcock le propone que regrese al cine para interpretar Marnie, la ladrona. Esta mujer, obligada al aislamiento y a la pasividad, se rebela contra la imagen que pretenden crearle y no solo salvará su desfalleciente matrimonio sino que será fundamental para cerrar la crisis que se ha creado en las relaciones entre Francia y Mónaco y que puede asfixiar a perpetuidad a los Ranieri. Al final, consigue no solo ser imprescindible para su marido sino también impresionar a De Gaulle y que el pueblo monegasco la adora.

 

Todo ello está contado de forma plana y hueca, con aroma a telefilme exultante, con personajes y situaciones que bordean involuntariamente la caricatura, con una incapacidad transparente para transmitir ningún tipo de emociones. Lo único salvable en este esquemático, torpe y cursi pasteleo es la interpretación de Nicole Kidman. Es una actriz con talento y también percibes su esfuerzo en hacer creíble y dotar de matices a Grace Kelly, tarea ardua porque el guión y la dirección naufragan. Aseguran que la familia de Grace Kelly no aprueba el retrato que han hecho de ella. Digo yo que lo rechazarán por mediocre, ya que las intenciones del director son presentarte con olor a santidad a la figura de la difunta princesa.