Pequeños grandes arqueólogos
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Pequeños grandes arqueólogos

 

 

21/07/2013 Fuente hoy.es. Suena el despertador. Las seis y cuarto de la mañana. Con los primeros rayos de luz comienza la jornada de veinte chicos, veinte futuros arqueólogos. Veinte amigos, compañeros que hace semanas eran tan sólo desconocidos. Desayuno que aporte energía y suben al autobús que pone rumbo al sueño de todo el que estudia la búsqueda de tesoros perdidos en el tiempo.

 

A cinco kilómetros de Mérida, el yacimiento de Casa Herrera se ha convertido durante 19 días en su laboratorio particular, mesa de trabajo, hoja en blanco, en la que plasmar y poner en práctica todos los conocimientos adquiridos. Ayer fue el último día que pudieron ejercer como verdaderos arqueólogos, hoy ponen ya rumbo a sus hogares.

 

De diferentes universidades del país e incluso de Europa. La XVIII edición del Curso de Arqueología que imparte el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, y que por segundo año consecutivo ha contado con alumnos de la Universidad de Oxford, finaliza un año más con la satisfacción de todos los que han participado en ella.

 

Elizabeth Buchanan, de 58 años y procedente de EE UU, concretamente de Washington, es una de los diez estudiantes que procede de Oxford. Una estadounidense que realiza su tesis doctoral en la prestigiosa ciudad inglesa. Indica que la experiencia de los cursos le ha parecido fabulosa, no sólo por el aprendizaje, sino también por los lugares que ha podido visitar y descubrir. El Teatro Romano, los baños de Alange y Évora son los yacimientos que más le han impactado.

 

Fernando Muera Rodríguez, de 19 años, asturiano y alumno de la Universidad Complutense de Madrid, además de destacar los importantes conocimientos que ha adquirido, se queda con la gente que ha conocido. Pero, sobre todo, con descubrir que en Mérida los propios ciudadanos se preocupan por conservar los monumentos. «Me sorprendió el mimo, el cariño que le tienen al importante patrimonio», subraya.

 

Amistad, conocimientos y sobre todo ayudarse los unos a los otros. Esther Tenas González, también de 19 años y también de la Complutense, ha visto sus expectativas cumplidas. Considera que los cursos le han aportado una nueva visión de la arqueología, un nuevo modo de enfocar la carrera y de entender que es importante ayudarse los unos a los otros. Si se tuviera que quedar con un día, sería con la visita a Santa Lucía del Trampal. «Vinieron ponentes de Oxford, también del Consorcio», explica, añadiendo que «me resultó interesante, todos aportábamos conocimientos y nos enseñábamos los unos a los otros». Ese día disfrutó de las estructuras, la arqueología, la historia y la buena compañía.

 

Teoría y práctica

 

La trascendencia de estos cursos traspasa fronteras, y no es para menos. La demanda supera a la oferta, hasta el punto de que las solicitudes triplican el número de plazas.

 

Combinan la práctica de la excavación, que en la universidad es complicado, con sesiones teóricas impartidas por profesionales del área. «Se les enseña la cultura material, saber distinguir los objetos de cada época, que luego se pueden encontrar en la excavación», señala Isaac Sastre, doctor de la Universidad de Oxford, que acompaña a los chicos en las excavaciones. También se imparten lecciones relacionadas con el importante yacimiento de Mérida.

 

En cuanto a los hallazgos que suelen acompañar a las excavaciones, los alumnos han encontrado el derrumbe de las habitaciones, además de cultura material de las últimas personas que ocuparon el edificio. «Es un edificio muy interesante y bastante importante en cuanto dimensiones y que además ahora vemos que gira hacia la basílica que se encuentra en el yacimiento», explica Isaac Sastre. No pueden continuar con la excavación por falta de tiempo, pero seguro que lo harán más adelante.

 

Además de conocer gente, ganar experiencia de cara a su futuro laboral y practicar en el campo de trabajo como auténticos arqueólogos, los cursos les permiten trabajar en una ciudad patrimonio, en la antigua villa de Augusta Emerita.