Soluciones que llevan a callejones sin salida
De interés general

Soluciones que llevan a callejones sin salida

 

 

01/04/2014 Fuente lanacion. La violencia no es un dato coyuntural, sino estructural: una invariante histórica. Lo que es nuevo es su frecuencia, la prensa que tiene, la multiplicación de imágenes que orbitan en torno a la violencia, incluso el acostumbramiento entre los que la practican y/o la padecen.

 

La violencia es aquello que nos repugna y condenamos, pero nos atrae hasta su espectacularización, generando -a veces- dudosos consensos difusos que alientan salidas punitivas que avivan ciclos de violencia institucional.

 

La historia de los países de la región es una historia de violencias de distinto tipo. Violencias acumuladas y violencias encadenadas; cotidianas y burocráticas. Violencias provenientes del universo "transa" que agregan violencia a otras conflictividades sociales. Violencias policiales que funcionan como insumo para otros conflictos que tienen lugar en el territorio donde intervienen. Cuando la violencia se vuelve una contraseña social, empieza a ser referenciada como la manera de señalar y encarar otros conflictos.

 

El linchamiento es una de las formas que asume esa violencia. Una violencia que hay que pensar al lado de otras violencias encapsuladas al interior de organizaciones y que forma parte del folklore de muchas instituciones.

 

Los linchamientos, esa violencia grupal y patotera, sumarísima y extraoficial, está hecha de prejuicios y conductas cotidianas. Detrás de cada linchamiento está la indolencia -la incapacidad para ponerse en el lugar del otro, de alojar al otro percibido como extraño-, pero también la creencia de que se han debilitado las capacidades punitivas del Estado para prevenir, perseguir y juzgar a los actores que ellos referencian como productores del miedo.

 

El Estado no sólo ha perdido el monopolio de la violencia, sino que se desentiende de ella cuando desgobierna a la policía, no restringe ni controla la circulación de armas e interpela a la sociedad en las tareas de control. Se sabe, los ciudadanos deben estar alertas. Detrás de la "tolerancia cero" están el vigilantismo social y la cultura de la delación: "no hay olfato policial sin olfato social". Las detenciones sistemáticas por averiguación de identidad se apoyan en los procesos de estigmatización que abrevan en los imaginarios autoritarios y la banalidad social.

 

Los recientes linchamientos son la expresión de una violencia que se derrama y acumula. Está demostrado que las soluciones punitivas ponen a los barrios en callejones sin salida. No sólo desautorizan su entramado organizacional, sino que lo debilitan aún más. Una sociedad sin mediaciones o mediaciones clientelares será una sociedad con menos palabras para seguir dialogando, con más miedo y menos pacífica, una sociedad que de vez en cuando se amontona para matar al prójimo.