El perro del hortelano 9. Novena y última entrega
de Lope de Vega

El perro del hortelano 9. Novena y última entrega

 

 

Autor: Lope de Vega

 

Fuente bibliotecasvirtuales.

 

TEODORO:¿Yo a Dïana?

 

MARCELA: Niegas tarde,

Teodoro, el loco deseo

con que perdido te veo

de atrevido y de cobarde:

cobarde en que ella se guarde

el respeto que se debe;

y atrevido, pues se atreve

tu bajeza a su valor;

que entre el honor y el amor

hay muchos montes de nieve.

Vengada quedo de ti,

aunque quedo enamorada,

porque olvidaré vengada;

que el amor olvida ansí.

Si te acordares de mí

imagina que te olvido

porque me quieras; que ha sido

siempre error que suele hacer

que vuelva un hombre a querer,

pensar que es aborrecido.

 

TEODORO:¡Qué de quimeras tan locas,

para casarte con Fabio!

 

MARCELA: Tú me casas; que al agravio

de tu desdén me provocas.

 

Sale FABIO

 

FABIO: Siendo las horas tan pocas

que aquí Teodoro ha de estar,

bien haces, Marcela, en dar

ese descanso a tus ojos.

 

TEODORO: No te den celos enojos

que han de pasar tanto mar.

 

FABIO: En fin,¿te vas?

 

TEODORO:¿No lo ves?

 

FABIO: Mi señora viene a verte.

 

Salen DIANA, DOROTEA y ANARDA

 

DIANA:¿Ya, Teodoro, de esta suerte?

 

TEODORO: Alas quisiera en los pies,

cuanto más, señora, espuelas.

 

DIANA:¡Hola!¿Está esa ropa a punto?

 

ANARDA: Todo está aprestado y junto.

 

[FABIO y MARCELA hablan aparte ]

 

FABIO: (En fin,¿se va?

 

MARCELA:¿Y tú me celas!)

 

[DIANA habla ] a TEODORO

 

DIANA: Oye aquí aparte.

 

TEODORO: Aquí estoy

a tu servicio.

 

DIANA: Teodoro,

tú te partes, yo te adoro.

 

TEODORO: Por tus crueldades me voy.

 

DIANA: Soy quien sabes;¿qué he de hacer?

 

TEODORO:¿Lloras?

 

DIANA: No; que me ha caído

algo en los ojos.

 

TEODORO:¿Si ha sido

amor?

 

DIANA: Sí debe de ser;

pero mucho antes cayó,

y agora salir querría.

 

TEODORO: Yo me voy, señora mía;

yo me voy, el alma no.

Sin ella tengo de ir;

no hago al serviros falta,

porque hermosura tan alta

con almas se ha de servir.

¿Qué me mandáis? Porque yo

soy vuestro.

 

DIANA:¡Qué triste día!

 

TEODORO: Yo me voy, señora mía;

yo me voy, el alma no.

 

DIANA:¿Lloras?

 

TEODORO: No; que me ha caído

algo, como a ti, en los ojos.

 

DIANA: Deben de ser mis enojos.

 

TEODORO: Eso debe de haber sido.

 

DIANA: Mil niñerías te he dado,

que en un baúl hallarás;

perdona, no pude más.

Si le abrieres, ten cuidado

de decir, como a despojos

de vitoria tan tirana,

«Aquéstos puso Dïana

con lágrimas de sus ojos.»

 

[Hablan aparte ANARDA y DOROTEA ]

 

ANARDA:(Perdidos los dos están.

 

DOROTEA:¡Qué mal se encubre el amor!

 

ANARDA: Quedarse fuera mejor.

Manos y prendas se dan.

 

DOROTEA: Dïana ha venido a ser

el perro del hortelano.

 

ANARDA: Tarde le toma la mano.

 

DOROTEA: O coma o deje comer.)

 

Salen LUDOVICO y CAMILO

 

LUDOVICO: Bien puede el regocijo dar licencia,

Dïana ilustre, a un hombre de mis años

para entrar de esta suerte a visitaros.

 

DIANA: Señor conde,¿qué es esto?

 

LUDOVICO: Pues,¿vos sola

no sabéis lo que sabe toda Nápoles?

Que en un instante que llegó la nueva,

apenas me han dejado por las calles,

ni he podido llegar a ver mi hijo.

 

DIANA: ¿Qué hijo? Que no te entiendo el regocijo.

 

LUDOVICO: ¿Nunca vuseñoría de mi historia

ha tenido noticia, y que ha veinte años

que enviaba un niño a Malta con su tío,

y que le cautivaron las galeras. de Alí Bajá?

 

DIANA: Sospecho que me han dicho

ese suceso vuestro.

 

LUDOVICO: Pues el cielo

me ha dado a conocer el hijo mío

después de mil fortunas que ha pasado.

 

DIANA: Con justa causa, conde, me habéis dado

tan buena nueva.

 

LUDOVICO: Vos, señora mía,

me habéis de dar, en cambio de la nueva,

el hijo mío, que sirviéndoos vive,

bien descuidado de que soy su padre.

¡Ay, si viviera su difunta madre!

 

DIANA: ¿Vuestro hijo me sirve?¿Es Fabio acaso?

 

LUDOVICO: No, señora, no es Fabio, que es Teodoro.

 

DIANA:¡Teodoro!

 

LUDOVICO: Sí, señora.

 

TEODORO:¿Cómo es esto?

 

DIANA: Habla, Teodoro, si es tu padre el conde.

 

LUDOVICO: Luego,¿es aquéste?

 

TEODORO: Señor conde, advierta

vuseñoría...

 

LUDOVICO: No hay qué advertir, hijo,

hijo de mis entrañas, sino sólo

el morir en tus brazos.

 

DIANA:¡Caso extraño!

 

ANARDA:¡Ay señora!¿Teodoro es caballero

tan principal y de tan alto estado?

 

TEODORO: Señor, yo estoy sin alma, de turbado.

¿Hijo soy vuestro?

 

LUDOVICO: Cuando no tuviera

tanta seguridad, el verte fuera

de todas la mayor.¡Qué parecido

a cuando mozo fui!

 

TEODORO: Los pies te pido,

y te suplico...

 

LUDOVICO: No me digas nada;

que estoy fuera de mí.¡Qué gallardía!

Dios te bendiga.¡Qué real presencia!

¡Qué bien que te escribió naturaleza

en la cara, Teodoro, la nobleza!

Vamos de aquí; ven luego, luego toma

posesión de mi casa y de mi hacienda;

ven a ver esas puertas coronadas

de las armas más nobles de este reino.

 

TEODORO: Señor, yo estaba de partida a España,

y así me importa.

 

LUDOVICO:¿Cómo a España?¡Bueno!

España son mis brazos.

 

DIANA: Yo os suplico,

señor conde, dejéis aquí a Teodoro

hasta que se reporte, y en buen hábito

vaya a reconoceros como hijo;

que no quiero que salga de mi casa

con aqueste alboroto de la gente.

 

LUDOVICO: Habláis como quien sois tan cuerdamente.

Dejarle siento por un breve instante;

mas porque más rumor no se levante,

me iré, rogando a vuestra señoría

que sin mi bien no me anochezca el día.

 

DIANA: Palabra os doy.

 

LUDOVICO: Adiós, Teodoro mío.

 

TEODORO: Mil veces beso vuestros pies.

 

LUDOVICO: Camilo,

venga la muerte agora.

 

CAMILO:¡Qué gallardo

mancebo que es Teodoro!

 

LUDOVICO: Pensar poco

quiero este bien, por no volverme loco.

 

Vanse LUDOVICO y CAMILO

 

DOROTEA: Danos a todos las manos.

 

ANARDA: Bien puedes, por gran señor.

 

DOROTEA: Hacernos debes favor.

 

MARCELA: Los señores que son llanos

conquistan las voluntades.

Los brazos nos puedes dar.

 

DIANA: Apartaos, dadme lugar;

no le digáis necedades.

Déme vuestra señoría

las manos, señor Teodoro.

 

TEODORO: Agora esos pies adoro,

y sois más señora mía.

 

DIANA: Salíos todos allá;

dejadme con él un poco.

 

[MARCELA habla aparte a FABIO ]

 

MARCELA: (¿Qué dices, Fabio?

 

FABIO: Estoy loco.).[DOROTEA habla ] aparte a ANARDA

 

DOROTEA:(¿Qué te parece?

 

ANARDA: Que ya

mi ama no querrá ser

el perro del hortelano.

 

DOROTEA:¿Comerá ya?

 

ANARDA: Pues,¿no es llano?

 

DOROTEA: Pues reviente de comer.)

 

Vanse MARCELA, FABIO, DOROTEA y ANARDA

 

DIANA: ¿No te vas a España?

 

TEODORO:¿Yo?

 

DIANA:¿No dice vuseñoría,

 

«Yo me voy, señora mía,

 

yo me voy, el alma no »?

 

TEODORO:¿Burlas de ver los favores

de la Fortuna?

 

DIANA: Haz extremos.

 

TEODORO: Con igualdad nos tratemos,

como suelen los señores,

pues todos lo somos ya.

 

DIANA: Otro me pareces.

 

TEODORO: Creo

que estás con menos deseo:

pena el ser tu igual te da.

Quisiérasme tu crïado,

porque es costumbre de Amor

querer que sea inferior

lo amado.

 

DIANA: Estás engañado;

porque agora serás mío,

y esta noche he de casarme

contigo.

 

TEODORO: No hay más que darme:

Fortuna, tente.

 

DIANA: Confío

que no ha de haber en el mundo

tan venturosa mujer.

Vete a vestir.

 

TEODORO: Iré a ver

el mayorazgo que hoy fundo,

y este padre que me hallé

sin saber cómo o por dónde.

 

DIANA: Pues adiós mi señor conde.

 

TEODORO: Adiós, condesa.

 

DIANA: Oye. ¿Qué?

 

DIANA: ¡Qué! Pues,¿cómo?¿A su señora

así responde un crïado?

 

TEODORO: Está ya el juego trocado,

y soy yo el señor agora.

 

DIANA: Sepa que no me ha de dar

más celitos con Marcela,

aunque este golpe le duela.

 

TEODORO: No nos solemos bajar

los señores a querer

las crïadas.

 

DIANA: Tenga cuenta

con lo que dice.

 

TEODORO: Es afrenta.

 

DIANA: Pues,¿quién soy yo?

 

TEODORO: Mi mujer.

 

Vase

 

DIANA: No hay más que desear; tente, Fortuna,

como dijo Teodoro, tente, tente.

 

Salen FEDERICO y RICARDO

 

RICARDO: En tantos regocijos y alborotos,

¿no se da parte a los amigos?

 

DIANA: Tanta

cuanta vuseñorías me pidieren.

 

FEDERICO: De ser tan gran señor vuestro crïado

os las pedimos.

 

DIANA: Yo pensé, señores,

que las pedís con que licencia os pido,

de ser Teodoro conde y mi marido.

 

Vase

 

RICARDO:¿Qué os parece de aquesto?

 

FEDERICO: Estoy sin seso.

 

RICARDO: ¡Oh, si le hubiera muerto este picaño!

 

FEDERICO: Veisle, aquí viene.

 

Sale TRISTÁN

 

TRISTÁN:(Todo está en su punto. Aparte.¡Brava cosa!¡Que pueda un lacaífero ingenio alborotar a toda Nápoles!)

 

RICARDO: Tente, Tristán, o como te apellidas.

 

TRISTÁN: Mi nombre natural es «Quita-vidas ».

 

FEDERICO: ¡Bien se ha echado de ver!

 

TRISTÁN: Hecho estuviera,

a no ser conde de hoy acá este muerto.

 

RICARDO: Pues,¿eso importa?

 

TRISTÁN: Al tiempo que el concierto

hice por los trescientos solamente,

era para matar, como fue llano,

3220 un Teodoro crïado, mas no conde.

Teodoro conde es cosa diferente,

y es menester que el galardón se aumente;

que más costa tendrá matar un conde

que cuatro o seis crïados, que están muertos,

unos de hambre y otros de esperanzas,

y no pocos de envidia.

 

FEDERICO:¿Cuánto quieres?

¡Y mátale esta noche!

 

TRISTÁN: Mil escudos.

 

RICARDO: Yo los prometo.

 

TRISTÁN: Alguna señal quiero.

 

RICARDO: Esta cadena.

 

TRISTÁN: Cuenten el dinero.

 

FEDERICO: Yo voy a prevenirlo.

 

TRISTÁN: Yo a matalle.

¿Oyen?

 

RICARDO:¿Qué?¿Quieres más?

 

TRISTÁN: Todo hombre calle.

 

Vanse RICARDO y FEDERICO. Sale TEODORO

 

TEODORO: Desde aquí te he visto hablar

con aquellos matadores.

 

TRISTÁN: Los dos necios son mayores

que tiene tan gran lugar.

Esta cadena me han dado,

mil escudos prometido

porque hoy te mate.

 

TEODORO:¿Qué ha sido

esto que tienes trazado?

Que estoy temblando, Tristán.

 

TRISTÁN: Si me vieras hablar griego,

me dieras, Teodoro, luego

más que estos locos me dan.

¡Por vida mía, que es cosa

fácil el gregüecizar!

Ello en fin no es más de hablar;

mas era cosa donosa

los nombres que les decía:

Azteclias, Catiborratos,

Serpalitonia, Xipatos,

Atecas, Filimoclía...

Que esto debe de ser griego,

como ninguno lo entiende,

y en fin, por griego se vende.

 

TEODORO: A mil pensamientos llego

que me causan gran tristeza,

pues si se sabe este engaño,

no hay que esperar menos daño

que cortarme la cabeza.

 

TRISTÁN:¿Agora sales con eso?

 

TEODORO: Demonio debes de ser.

 

TRISTÁN: Deja la suerte correr,

y espera el fin del suceso.

 

TEODORO: La condesa viene aquí.

 

TRISTÁN: Yo me escondo; no me vea.

 

Ocúltase. Sale DIANA

 

DIANA:¿No eres ido a ver tu padre,

Teodoro?

 

TEODORO: Una grave pena

me detiene; y finalmente

vuelvo a pedirte licencia

para proseguir mi intento

de ir a España.

 

DIANA: Si Marcela

te ha vuelto a tocar el alma,

muy justa disculpa es ésa.

 

TEODORO:¿Yo Marcela?

 

DIANA: Pues,¿qué tienes?

 

TEODORO: No es cosa para ponerla

desde mi boca a tu oído.

 

DIANA: Habla, Teodoro, aunque sea

mil veces contra mi honor.

 

TEODORO: Tristán, a quien hoy pudiera

hacer el Engaño estatuas,

la Industria versos,y Creta

rendir laberintos,viendo

mi amor,mi eterna tristeza,

sabiendo que Ludovico

perdió un hijo, esta quimera

ha levantado conmigo,

que soy hijo de la tierra

y no he conocido padre

más que mi ingenio, mis letras

y mi pluma. El conde cree

que lo soy; y aunque pudiera

ser tu marido, y tener

tanta dicha y tal grandeza,

mi nobleza natural

que te engañe no me deja,

porque soy naturalmente

hombre que verdad profesa.

Con esto, para ir a España

vuelvo a pedirte licencia;

que no quiero yo engañar

tu amor, tu sangre y tus prendas.

 

DIANA: Discreto y necio has andado:

discreto en que tu nobleza

me has mostrado en declararte;

necio en pensar que lo sea

en dejarme de casar,

pues he hallado a tu bajeza

el color que yo quería;

que el gusto no está en grandezas,

sino en ajustarse al alma

aquello que se desea.

Yo me he de casar contigo;

y porque Tristán no pueda

decir aqueste secreto,

hoy haré que cuando duerma,

en ese pozo de casa

le sepulten.

 

Saliendo [TRISTÁN ]

 

TRISTÁN: Guarda afuera.

 

DIANA: ¿Quién habla aquí?

 

TRISTÁN:¿Quién?Tristán,

que justamente se queja

de la ingratitud mayor

que de mujeres se cuenta.

Pues,¡siendo yo vuestro gozo,

aunque nunca yo lo fuera,

en el pozo me arrojáis!

 

DIANA:¡Qué! ¿Lo has oído?

 

TRISTÁN: No creas

que me pescarás el cuerpo.

 

DIANA: Vuelve.

 

TRISTÁN:¿Que vuelva?

 

DIANA: Que vuelvas.

Por el donaire te doy

palabra de que no tengas

mayor amiga en el mundo;

pero has de tener secreta

esta invención, pues es tuya.

 

TRISTÁN: Si me importa que lo sea,

¿no quieres que calle?

 

TEODORO: Escucha.

¿Qué gente y qué grita es ésta?

 

Salen LUDOVICO, FEDERICO, RICARDO, CAMILO, FABIO, MARCELA, ANARDA y DOROTEA

 

RICARDO: Queremos acompañar

a vuestro hijo.

 

FEDERICO: La bella

Nápoles está esperando

que salga, junto a la puerta.

 

LUDOVICO: Con licencia de Dïana,

una carroza te espera,

Teodoro, y junta, a caballo,

de Nápoles la nobleza.

Ven, hijo, a tu propia casa

tras tantos años de ausencia;

verás adonde naciste.

 

DIANA: Antes que salga y la vea,

quiero, conde, que sepáis

que soy su mujer.

 

LUDOVICO: Detenga

la Fortuna, en tanto bien,

con clavo de oro la rueda.

Dos hijos saco de aquí,

si vine por uno.

 

FEDERICO: Llega,

Ricardo, y da el parabién.

 

RICARDO: Darle, señores, pudiera

de la vida de Teodoro;

que celos de la condesa

me hicieron que a este cobarde

diera, sin esta cadena,

por matarle mil escudos.

Haced que luego le prendan,

que es encubierto ladrón.

 

TEODORO: Eso no; que no profesa

ser ladrón quien a su amo

defiende.

 

RICARDO: ¿No? Pues, ¿quién era

este valiente fingido?

 

TEODORO: Mi crïado; y porque tenga

premio el defender mi vida,

sin otras secretas deudas,

con licencia de Dïana,

le caso con Dorotea,

pues que ya su señoría

casó con Fabio a Marcela.

 

RICARDO: Yo doto a Marcela.

 

FEDERICO: Y yo

a Dorotea.

 

LUDOVICO: Bien queda

para mí, con hijo y casa,

el dote de la condesa.

 

TEODORO: Con esto, senado noble,

que a nadie digáis se os ruega

el secreto de Teodoro,

dando, con licencia vuestra,

del Perro del Hortelano

fin la famosa comedia.