“¿Quién soy yo para juzgarla?”
De interés general

“¿Quién soy yo para juzgarla?” De interés general

 

 

20/08/2013 Fuente revistaenie. En momentos en que el papa Francisco alcanza niveles de popularidad cada vez más altos, comienzan a difundirse las primeras reacciones de los sectores más conservadores contra su espíritu de renovación. (La semana pasada, el líder del Patriarcado Católico Bizantino lanzó sobre él un anatema.) Aunque se alegan múltiples y variados motivos, las reacciones se encendieron luego de dos impactantes declaraciones de Jorge Bergoglio: la primera, cuando mencionó el “lobby gay”, vinculado a la corrupción en el Vaticano.

 

La segunda, cuando aclaró esos dichos, en una improvisada conferencia de prensa, tras la multitudinaria Jornada Mundial de la Juventud en Río. Con una apertura y una humildad inusitadas, dijo que “la tendencia homosexual no es el problema, sino el hacer lobby”, y agregó: “Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?” La frase, que reprodujeron todos los diarios, fue el principal título de tapa de Le Monde y mereció la nota central –también muy positiva— en la página editorial del International Herald Tribune, edición global de The New York Times. Dentro del catolicismo, algunos celebraron las palabras de Bergoglio; otros optaron por una celosa cautela.

 

Como toda explicación a su actitud, tan apartada de la ortodoxia, Francisco dijo: “Es tiempo de misericordia”.

 

Precisamente la misericordia fue el tema que eligió el arzobispo de Viena, cardenal Christoph Schönborn, para la conferencia que dio en Buenos Aires, apenas dos días más tarde.

 

Este benedictino de personalidad descollante, discípulo dilecto de Joseph Ratzinger y miembro de la nobleza austrohúngara, se perfilaba como seguro sucesor de Benedicto XVI.

 

En los días previos al cónclave, varios medios especializados lo daban por ganador.

 

Cuando finalmente se eligió a Bergoglio, cualquier sospecha de celos o rivalidad con el flamante pontífice quedó eclipsada por las sorprendentes declaraciones de Schönborn, quien dijo haber recibido “indicaciones del Espíritu Santo” (“dos señales muy fuertes”) de que el argentino tenía que ser el nuevo Papa.

 

De gira por América Latina, Schönborn interrumpió su labor pastoral –en su facebook cargó unas fotos preciosas de su paso por un barrio obrero del conurbano, en Gregorio de Laferrere— para disertar ante un auditorio colmado, en la Universidad Católica Argentina, sobre la distinción entre nuestra humana misericordia y la misericordia divina.

 

Para ilustrar la diferencia, tomó dos pasajes de la Biblia de enorme dificultad: Mateo 15.21-28 y Marcos 6.30-38. En su exposición, sin embargo, lo paradójico se volvía sencillo y las apretadas líneas del evangelio adquirían una profundidad insospechada. (La exégesis bíblica debería poder analizarse como una de las bellas artes.) El tema era el perdón y la charla no esquivó ningún tema conflictivo: pedofilia, homosexualidad, antisemitismo en la Iglesia.

 

El cardenal había comenzado con una pregunta retórica –“¿Qué es la misericordia? ¿Es liberalismo? ¿Laissez faire - laissez passer?”— para concluir que la divina no es “una misericordia barata” sino esencialmente exigente. Presupone la verdad, pero exige enseñanza y firmeza, “Hoy todos los periódicos traen las palabras del papa Francisco sobre la homosexualidad”, lanzó entonces Schönborn. “En realidad él no ha dicho nada que no esté ya en la enseñanza del catecismo: compasión con el pecador, pero claridad sobre el pecado”. Se me ocurrió preguntarle a Schönborn –que viene librando sus propias batallas en Viena, acusado de ser demasiado tolerante con la feligresía gay—si él cree que al decir “quién soy yo para juzgar” el Papa optó por una misericordia poco exigente.

 

El cardenal eludió la pregunta con delicadeza (“Hermosas palabras.

 

Son las palabras de Jesús: ¿Quién eres tú, que juzgas a tu hermano?”) y repitió su propia interpretación del asunto: “No se juzga a la persona; sí al pecado”.

 

Al parecer, para lograr consensos más firmes en este terreno habrá que esperar próximas señales del Espíritu Santo.