La Edad de la Inocencia
de Edith Wharton

La Edad de la Inocencia. De interés general

 

 

Fuente Wikipedia. La Edad de la Inocencia (The Age of Innocence) es una adaptación cinematográfica de 1993 de la novela del mismo nombre escrita por Edith Wharton en 1920, dirigida por Martin Scorsese, protagonizada por Daniel Day-Lewis, Michelle Pfeiffer y Winona Ryder y realizada por Columbia Pictures. La película ganó el Oscar al Mejor Diseño de Vestuario y fue nominada al Oscar a la Mejor Actriz de Reparto (Winona Ryder), Mejor Guión Adaptado, Mejor Música Original y Mejor Dirección de Arte.

 

Su eslogan promocional fue: "En un mundo de hipocresía y traición, ellos se atrevieron a romper las normas."

 

Argumento []

La película se desarrolla en la Nueva York de la década de 1870, en un ambiente aristocrático donde todos los personajes están relacionados por parentesco y normados por reglas sociales estrictas . Newland Archer (Daniel Day-Lewis) es un joven abogado descendiente de una ilustre dinastía que está prometido con la ingenua, pero buenamoza May Welland (Winona Ryder), una joven miembro de una de las familias más importantes y acaudaladas de los Estados Unidos y que fue educada para aprender a controlar sus sentimientos y a realizar los actos que su entorno social espera de ella. Todo cambiará cuando regresa a la ciudad la prima de ésta, la ahora condesa Ellen Olenska (Michelle Pfeiffer), que acaba de abandonar en Europa dejando a su infiel y abusivo esposo, para refugiarse con su familia paterna de Nueva York, los Mingott.

La condesa Olenska, quien es descrita como una mujer fatal, de espíritu libre, ansiosa de disfrutar de la vida y hastiada de los convencionalismos del alto círculo social al cual pertenece, ha regresado a Nueva York buscando el consuelo y apoyo de su familia, en especial de su abuela, Manson Mingott (Miriam Margolyes), quien es considerada la matriarca de Nueva York, por encontrarse relacionadas con su familia, sea por sangre o por matrimonio, todas las demás familias importantes de la ciudad. Las cualidades de la condesa Olenska atrae inmediatamente a Newland Archer,enamorándose perdidamente de ella, pero intentado disimular sus sentimientos para no ser descubierto en su posición de casado.

Ellen, cansada de su mal matrimonio y de haber "vagado" por toda Europa desde su niñez junto a sus padres hasta casarse con el Conde Olenski, decide volver a América para establecerse y solicitar el divorcio. No obstante, la familia trata de evitar el escándalo de un divorcio y con gran disimulo y delicadeza es disuadida para que elija entre retornar a Europa junto a su esposo o vivir cohibida, de acuerdo a las asfixiantes reglas sociales establecidas en su mundo; Olenska acepta esta última opción, en gran medida, para que el escándalo no perjudique a Newland y a su prima May. A pesar del cariño que le profesa a May, Ellen no puede evitar ser atraída a Newland Archer, quien ha sido el único que ha mostrado una verdadera disposición a apoyarla y ayudarla. Archer en la intimidad sufre intensamente por el amor que siente a Olenska.

Por otra parte, luego de mucho insistir a la familia y con el apoyo de la de la abuela Mingott y de la propia Ellen, Newland consigue que los padres de May cedan y que el matrimonio (por conveniencia) se celebre antes de los dos años de compromiso acostumbrados en la época. Todo esto sucede justamente en el momento en que acepta en su mente y en su corazón que está enamorado sufrientmente de Ellen. Archer se declara a Ellen; pero esta a pesar de corresponder a sus sentimientos no dá ninguna oportunidad de establecer una relación con Archer debido a su experiencia personal. Archer parece no resignarse a su destino y sigue manteniendo su matrimonio con May.

Una vez casados, Newland y May se van a Europa de luna de miel durante casi dos años. Durante ese tiempo, Newland se dedica a tratar de olvidar a Ellen, mientras va descubriendo que su esposa no es la niña ingenua que él pensaba, sino una mujer sagaz, calculadora y sutílmente manipuladora, escondida detrás de un hermoso rostro y angelical sonrisa.

Cuando regresan a los Estados Unidos, Newland piensa que ya ha dejado de amarla. Sin embargo, en una escena determinante de la película, mientras visitan a la abuela en la casa de veraneo, es enviado a buscar a Ellen a la playa y cuando la ve toma una decisión: si ella se vuelve hacia él antes que un velero pasara frente a un faro, iría a buscarla y lo dejaría todo por ella. Pero Ellen no se voltea, así que decide continuar su vida al lado de May, llevando una carga que cada día se va haciendo más pesada y asfixiante para él. Archer intenta develar sus sentimientos a May pero ella frena cada intento que realiza con diferentes argumentos. Pasaron varios meses de encuentros y desencuentros, en los cuales los recuerdos siguen acosando a Newland, hasta que decide que ya no puede más y le pide a Ellen que sea su amante, en un mensaje con la llave de un lugar donde encontrarse, pero ya es muy tarde, Ellen ha decidido volver a Europa a vivir sola y le ha devuelto la carta a Newland sin siquiera leerla. Sin embargo, en la cena de despedida que le ofrecen a Ellen en su propia casa, Newland descubre toda la verdad: May lo había orquestado todo cuidadosamente para evitar que Newland la abandonara por Ellen, pues luego de marcharse los invitados, Newland planea informar a May que se irá a Europa, May se le adelanta y le dice que está embarazada, y que se lo ha contado a Olenska dos semanas atrás; se infiere así que esta sorpresiva noticia ha precipitado la decisión de Olenska para irse a Europa y Newland Archer, quien en su fuero interno siempre criticó todas las costumbres, pero era incapaz de desafiarlas, decide afrontar el embarazo de su joven esposa y renuncia a la felicidad junto a Ellen Olenska.

En una sola escena son descritos 26 años de vida matrimonial, contando cómo Newland aprendió a vivir con el destino que ha elegido, cumpliendo con todos los deberes sociales que se esperaban de ellos como miembros distinguidos de la aristrocracia neoyorkina de esa época; May muere de pulmonía, contraída al cuidar del menor de sus tres hijos, y poco después de este acontecimiento, en un viaje que Archer realiza a París con su hijo mayor, Ted, éste le revela que un día antes de morir, su madre le dijo cómo siempre podría contar con su padre, porque a pesar de amar su prima Ellen, al informarle de su embarazo, su padre puso de lado sus propios deseos de marcharse a Europa y se quedó a su lado cumpliendo sus obligaciones de esposo y padre.

Ted ha concertado una visita a la condesa Olenska, que vive sola en París y, ante la perspectiva de volver a ver a su amante, Newland vacila y pide a su hijo entrar solo en la casa de Olenska; en ese instante se proyectan en la mente de Newland los recuerdos más gratos de los momentos pasados con Olenska 26 años antes, y en su mente, al pasar el velero frente al faro, ella se voltea y sonríe, pero al abrir los ojos, recuerda que la realidad es distinta y medita que ya es muy tarde para ellos dos, incapaz, una vez más, de desafiar a una sociedad que ahora es en apariencia, muy distinta a la de entonces y por miedo a escandalizar a una nueva generación que desconoce este mundo de intrigas de sus padres.

Música []

Piezas musicales incluidas en la banda sonora:

Título

Compositor

Interpretación

Fausto (ópera)

Charles F. Gounod

 

Sonata para piano Nº 8 en do menor, Op 13 (Patética)

Ludwig van Beethoven

 

Marcha Radetzky

Johann Strauss I

The Berlin Radio Symphony Orchestra

Emperor Waltz, Op 437

Johann Strauss II

The London Philharmonic

Artist’s Life

Johann Strauss II

Leonard Bernstein and the New York Philharmonic

Tales From The Vienna Woods

Johan Strauss II

The London Philharmonic

Quintet in B Flat, Op 87, 3rd Movement

Felix Mendelssohn Bartholdy

Academy Chamber Ensemble

Marble Halls

Enya, Roma Ryan, Nicky Ryan

Enya

Premios []

Oscar 1993 []

Premio

Persona

Resultado

Mejor actriz de reparto

Winona Ryder

Candidata

Mejor guion adaptado

Jay Cocks
Martin Scorsese

Candidatos

Mejor banda sonora

Elmer Bernstein

Candidato

Mejor diseño de vestuario

Gabriella Pescucci

Ganadora

Mejor dirección de arte

Dante Ferretti
Robert J. Franco

Candidato

Globos de Oro []

Premio

Persona

Resultado

Mejor Película - Drama

Candidata

Mejor Director

Martin Scorsese

Candidato

Mejor Actriz - Drama

Michelle Pfeiffer

Candidata

Mejor Actriz de Reparto

Winona Ryder

Ganadora

 

Categorías:

  • Películas dirigidas por Martin Scorsese
  • Películas de los Estados Unidos
  • Películas de Columbia Pictures
  • Películas de 1993
  • Películas románticas
  • Películas basadas en novelas
  • Películas rodadas en Francia
  • Películas ambientadas en la época victoriana

 

Fuente blogdecine. A menudo, la veneración por un director determinado, provoca ciertos prejuicios en sus admiradores. Prejuicios que impiden valorar algunas propuestas, alejadas de lo habitual en apariencia, por considerarlas ridículamente inapropiadas para la personalidad del artista en cuestión. Cuando Scorsese anunció que llevaría a cabo la adaptación de la novela de Edith Warthon ‘La edad de la inocencia’ (con la que ganaría en 1921 el premio Pulitzer), muchos se apresuraron a expresar su desagrado, como si el cineasta italoamericano sólo fuera capaz de filmar con brillantez sangrientos y vertiginosos dramas gangsteriles, y como si esta decisión respondiera más a una necesidad de búsqueda de prestigio y menos a un impulso personal y creativo. Pero si Scorsese es el gran cineasta que tantos veneran, lo es también porque su universo personal no está restringido por géneros, temas o etiquetas, sino que se ve influenciado, ampliado y enriquecido por una insaciable curiosidad cultural e intelectual, que presiona constantemente sobre sus límites artísticos, y los expande.

 

Lo cierto es que llevaba mucho tiempo, Scorsese, deseando zambullirse en una historia de estas características, y la novela de Wharton era ideal para él por muchas razones. Nacida en una aristócrata familia neoyorquina, Wharton fue instruida desde muy pequeña para llegar a ser una distinguida dama de la alta sociedad. Pero su apasionante vida la desvincula completamente de ese destino. Casada por conveniencia, mantuvo una relación amorosa clandestina que con toda seguridad fue el germen de esta novela. Un relato que explora la hipocresía social del último tercio del siglo XIX en Nueva York, la doble moral de sus miembros más privilegiados, y las normas no escritas que aprisionaban y finalmente aniquilaban cualquier muestra de individualismo. Todo esto lo recoge el bellísimo y magistral filme de Scorsese, con el que inicia una trilogía de obras magistrales no siempre considerada como tal, y con la que alcanza, por fin, la maestría absoluta.

 

Colaborando por primera vez en el guión con su antiguo amigo Jay Cocks, adaptaron una excelente novela que, en realidad, es una literatura muy visual y muy cinematográfica, aunque sus diálogos precisaron de una reelaboración a fin de no sonar demasiado vetustos, modernizándolos para luego añadir algunos modismos de la época. Asesorado por una especialista en historia de Nueva York, Robin Standeferd, que recopliaría una enorme cantidad de volúmenes imprescindibles para la recreación visual, Scorsese contó por primera vez con el diseño de producción de Dante Ferreti, que desde entonces sería un colaborador fijo y esencial en sus proyectos. Para la complejísima y crucial elaboración del vestuario, se contrató a la legendaria Gabriella Pescucci, que con esta película ganaría su único Oscar (y el único Oscar para la película). Varios meses de rodaje tuvieron lugar en Troya (Nueva York), que era el único lugar que aunaba el trasfondo histórico y la capacidad para esta recreación, que aspiraba a un perfeccionismo detallista de la época.

 

El hediondo lujo de una sociedad

 

“...quiero decir que siempre es como el primer día…cada vez, me envuelves”

 

- Newland Archer (Daniel Day-Lewis)

 

Es ‘La edad de la inocencia’ un certero e implacable retrato de universo cerrado en sí mismo, cuyas leyes impiden la natural expresión de los sentimientos y cuyos rastreros partícipes encuentran placer en todo tipo de rumores y cotilleos, juzgando a los demás, metiéndose en sus vidas y en sus relaciones personales. Sus títulos de crédito, creación por tercera vez de Elaine y Saul Bass para Scorsese, contextualizan ejemplarmente el tema de la película, con una sucesión de flores de distintos colores, que vemos a través de un filtro con caligrafía victoriana o de encaje. La sucesiva eclosión de las flores revela ese encaje, ese filtro que parece apresarlas. Metáfora evidente de la lucha contra la represión que Madame Olenska y Newland Archer, con su secreta relación, llevan a cabo. Pero toda la escenografía, el minucioso detallismo, van encaminados a representar una sublimación de lo superficialmente lujoso frente a la urgencia y la angustia de la pasión irrefrenable.

Newland Archer (Day-Lewis), un abogado que personifica al perfecto caballero neoyorquino, perteneciente a la aristocracia de la década de los setenta del siglo XIX, está a punto de casarse con May Welland (Ryder) cuando vuelve a ver a Ellen Olenska (Pfeiffer) y poco a poco se va enamorando de ella, sobre todo cuando la ayuda en su complejo caso con su marido europeo, del cual, contra la opinión de toda su familia, quiere divorciarse. A pesar de que Olenska también se ha enamorado de él, le incita a casarse con May, tal como había planeado, pero su relación continuará adelante. Con esta premisa, Scorsese explora una telaraña de ambiciones y falsedades que no es tan diferente de sus microcosmos gangsteriles. La secuencia del baile en el salón de los Beaufort, con la presentación de los distintos personajes que tendrán relevancia en la historia, recuerda poderosamente a sus planos subjetivos de ‘Malas calles’ (‘Mean Streets’, 1973) o ‘Uno de los nuestros’ (‘Goodfellas’, 1990), en los que la cámara se encarga de introducirnos a los habitantes de ese univeso.

 

A fin de cuentas, Archer, como Henry Hill, Travis Bickle o Jake LaMotta, es un hombre condicionado por una obsesión casi neurótica, la que le ata a un amor imposible. Ellen, un poco más práctica, se encargará a veces de hacerle comprender que no pueden estar juntos, pues son demasiado diferentes para ser felices. Pero en esa imposibilidad radica la extrema pasión y la fugaz efervescencia de una relación trágica y arrolladora, sin la que no pueden vivir, pero por la que paralizan sus vidas. En realidad, ella representa todo lo que el desearía, y viceversa. Para él, Ellen es la libertad absoluta, por su valentía y su desprecio a las normas. Pero para ella, él es lo que no puede tener, por su integración en un mundo que ella venera con infantil afecto. Estar juntos significaría, a la postre, vivir separados. En su renuncia a dar ese paso hacia una felicidad inalcanzable, ‘La edad de la inocencia’ posee varios puntos en común con ‘Lo que queda del día’ (‘The Remains of the Day’, James Ivory, 1993), otra obra maestra de ese mismo año de la que hablábamos ayer.

 

Una vehemente puesta en escena

 

Después del ejercicio de memoria y simulación estética de la irregular, aunque con momentos apasionantes, ‘El cabo del miedo’ (‘Cape Fear’, 1991), la perfección estilística y narrativa de esta película es abrumadora. No solamente desde un punto de vista visual, sino por los múltiples niveles narrativos de los que están compuestos sus secuencias más importantes, por la sutilidad conque elementos como los cuadros o la ornamentación afectan anímicamente al espectador mientras cuentan algo de los personajes, y por las dinámicas invisibles que se establecen entre unos personajes trazados con total maestría. No hay un solo gesto, réplica o conducta que no tenga una utilidad dramática de gran fuerza emocional, como venas subterráneas que hacen avanzar el relato hacia su desolador y angustioso final.

 

Empleando con frecuencia el recurso del plano detalle, lo hace para una doble función:

 

1. Por un lado, destacar con precisión de cirujano, o mejor, de voyeur pertinaz, la abundancia y la ostentación de unos privilegiados, para mostrar después con mayor contraste lo miserables y lo abyectos que pueden llegar a ser.

 

2. Por otro, analizar los múltiples objetos que Newland Archer observará y tocará con sus delicadas manos de aristócrata, casi con febril ofuscación, con deleite.

 

Así, los detalles figurativos, el atrezzo, los cuadros, cualquier elemento o rasgo del vestuario o de la dirección artística, deviene parte fundamental de la mirada y la cámara de Scorsese, que narra con una energía juvenil esta arrasada historia de amor. Sabe moverse con cadencia, pero también con vértigo. Con ayuda de Schoonmaker el montaje se convierte en una herramienta emocional, y con su uso podemos acceder de una forma mucho más nítida al interior anímico de los personajes. Siendo la película más “lenta” de su director, no hay sensación de aburrimiento, porque por debajo de esa placidez corren ríos tormentosos. Cualquier pensamiento o anhelo es utilizado para un veloz corte de montaje, para mostrar las imágenes interiores que atormentan a los personajes.

 

El trío protagonista es insuperable. Daniel Day-Lewis es el protagonista pasivo, incapaz de dar el paso con el que liberarse de la sociedad que secretamente desprecia, y de irse con Ellen. Y hace un trabajo tan formidable, contenido y elegante como era de esperar. Pfeiffer, a su vez, quizá haga la interpretación de su vida. Y Winona Ryder, un año después de ‘Drácula de Bram Stoker’ (‘Bram Stoker’s Dracula’, Coppola, 1992) vuelve a demostrar lo buena actriz que es. Está perfecta como la tímida manipuladora que parece incapaz de matar una mosca y que es la más artera de todos. Pero cada actor, pequeño que sea su papel, está perfecto en esta telaraña que vendría a ser una suerte de lujosa mafia de la que nadie puede escapar.

Dos horas largas de cine que se hacen cortas por su inseparable trenzado de agilidad e intensidad, de invisible dinámica y de pasión fervorosa. Con ella, Scorsese toca el techo de los maestros y encuentra la plenitud de su carrera. Plenitud que le duraría varios años y que ya era una certeza con la genial ‘Uno de los nuestros’ (‘Goodfellas’, 1990). Ningún amante del cine de Scorsese debería pasar por alto esta joya.

 

Escena predilecta

 

La escena final, que tanto recuerda en cierto sentido a ‘Lo que queda del día’. Un casi anciano Archer puede volver a encontrarse con Ellen Olenska, pero en lugar de subir a su casa, se queda un momento en la calle…y en el último momento decide marcharse. La luz del sol se refleja por un instante en la ventana de la casa, y ese reflejo le trae reminiscencias a Archer de aquel bello momento en la playa, con el faro indicándole hasta cuándo esperar. Parece bastarle ese reflejo, ese precioso recuerdo, y decide quedarse con los recuerdos antes que volver a sufrir.

Post Data Inevitable: Imprescindible verla en V.O. (como todo, por supuesto). La voz en off de Joanne Woodward es una verdadera maravilla, mientras que el doblaje de Nuria Espert como narradora es insufrible.

 

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