En busca del tiempo perdido
de Marcel Proust

En busca del tiempo perdido

 

 

Fuente Wikipedia. En busca del tiempo perdido o —de acuerdo con otras traducciones— A la búsqueda del tiempo perdido (À la recherche du temps perdu, en francés) es una novela de Marcel Proust, escrita entre 1908 y 1922 que consta de siete partes publicadas entre 1913 y 1927, de las que las tres últimas son póstumas. Es ampliamente considerada una de las cumbres de la literatura francesa y universal.

Más que del relato de una serie determinada de acontecimientos, la obra se mete en la memoria del narrador: sus recuerdos y los vínculos que crean, de ahí que el título no sea El tiempo perdido (como era El paraíso perdido de Milton), sino En busca del tiempo perdido.

 

Las siete partes son:

Por el camino de Swann (editado por la editorial Grasset en 1913, a cuenta del propio autor, y luego en una versión modificada en la editorial Gallimard en 1919). "Por el camino de Swann" fue incluida en la serie Great Books of the 20th Century ("Grandes libros del siglo XX"), publicada por Penguin Books.

A la sombra de las muchachas en flor (1919, editorial Gallimard; premiado con el Goncourt ese mismo año)

El mundo de Guermantes (en dos tomos, editorial Gallimard 1921–1922)

Sodoma y Gomorra (en dos tomos, editorial Gallimard, 1922–1923)

La prisionera (1925)

La fugitiva (1927, a veces llamada Albertine desaparecida)

El tiempo recobrado (1927).

 

Sinopsis

 

Marcel, joven hipersensible perteneciente a una familia burguesa de París de principios del siglo XX, quiere ser escritor. Sin embargo, las tentaciones mundanas le desvían de su primer objetivo; atraído por el brillo de la aristocracia o de los lugares de veraneo de moda (como Balbec, ciudad imaginaria de la costa normanda), crece a la vez que descubre el mundo, el amor, y la existencia de la homosexualidad. La enfermedad y la guerra, que le apartarán del mundo, también propiciarán que tome conciencia de la extrema vanidad de las tentaciones mundanas y de su aptitud para llegar a ser escritor y ser capaz de fijar el tiempo perdido.

El primer volumen empieza con pensamientos del narrador acerca de su dificultad para conciliar el sueño («Mucho tiempo llevo acostándome temprano»). En esta primera parte se encuentra el famoso fragmento en el que revive literalmente un episodio de su infancia, mientras toma una magdalena mojada en el té. Estas líneas se han convertido quizá en las más conocidas de Proust y reflejan el tratamiento que hace Proust de la memoria involuntaria a lo largo de toda su obra.

Un amor de Swann, la segunda parte de Por el camino de Swann, se publica con frecuencia separado. Esta obra cuenta las peripecias sentimentales de Charles Swann con Odette de Crécy, y al tratarse de una historia independiente y relativamente corta, se considera que puede ser una buena introducción a la obra y es estudiada a menudo en los centros educativos franceses. El lector, ya sea de edad mediana o joven, encuentra forzosamente un poco de sí mismo en Swann enamorado y con su amor fortalecido por las contrariedades que va hallando.

Para una descripción más detallada de la trama, puede leerse el ensayo «Como llegó a ser escritor el pequeño Marcel», de Gérard Genette (en Figuras), o «Proust y los nombres», de Roland Barthes (en 'El grado cero de la escritura: seguido de nueve ensayos críticos').

 

La biografía de Proust como clave para entender la novela

 

Se suele decir que los escritores noveles utilizan numerosos elementos autobiográficos para escribir sus primeras novelas. Y también que todos los narradores beben de sus propias biografías para escribir sus ficciones. Es justo decir que En Busca del Tiempo Perdido es una novela autobiográfica de un escritor prácticamente novel. Para comprenderla en toda su profundidad es necesario haberse informado sobre la vida del propio Proust: su infancia, sus amigos, sus estudios, su vida de dandy en ambientes mundanos, su familia... . Prácticamente todos, si no todos, los personajes que aparecen en ella son transposiciones literarias reinventadas de personajes reales conocidos por Proust: desde Swan hasta el propio narrador, alter-ego de Proust, lo cual le granjeó la enemistad de algunos amigos de la alta sociedad.

Desde este punto de vista solamente, se puede afirmar que la literatura de Proust es una aventura literaria incompleta, "un parcours artistique brisé par la mort": no avanza más allá de la autobiografía ficcionalizada, eso sí, de una belleza literaria extraordinaria, de una sutilidad psicológica deslumbrante, de una inteligencia fuera de lo común. Debido a su muerte temprana (y prematuramente auto-profética) no se convierte en el gran escritor que inventa mundos o que reinventa la realidad más allá de su propia autobiografía. No se convierte en un escritor de oficio inventor de tramas y personajes, sino que permanece para siempre en la categoría de escritor no profesional, o escritor dandy que hace de la literatura su pasatiempo y su razón de ser principal. Ello no resta valor a los otros méritos de la novela. Se puede decir que la leyenda de Proust se debe también a su muerte prematura y a la incógnita sobre una producción futura inexistente, como la de otros artistas que han desaparecido prematuramente. ¿ Habría podido Proust igualar o mejorar o renovar su producción literaria más allá de En Busca del Tiempo Perdido ? Nunca lo sabremos.

También conviene conocer las relaciones que Proust mantuvo con los distintos miembros de su familia. Así, las figuras femeninas de su vida ( la madre; la abuela; la tía; la amiga de juegos infantiles; la chacha, las amigas-protectoras de tertulia; la amante que en realidad es una figura masculina; hombres homosexuales ; Mme de Sévigné y sus cartas ) son elementos centrales en la novela. Con estas figuras Proust mantuvo una relación especialmente estrecha durante su vida. Se puede decir que En Busca ... es una gran novela de personajes femeninos y que la masculinidad no aparece bien estudiada, o al menos aparece retratada de un modo poco halagador: el personaje masculino a excepción ( quizás ) del narrador, suele ser presentado como un ser simple o virilmente tonto en sus manifestaciones ( Bloch; Saint-Loup; el director de Hotel en Balbec ), o adyacente a un personaje femenino ( padre; marido de Mme Verdurin; marido de Duquesa... ), cruel ( M. de Charlus; Norpois, Duque de Guermantes ), asexuado e intelectualizado( Brichot, Bergotte ) o engañado ( Swan ). El modelo de masculinidad más positivo y delicado en la novela es Swan, quien es sin embargo retratado como un hombre obsesionado enfermizamente por una mujer.

Por el contrario, la figura de su padre apenas aparece ficcionalizada en la novela. El padre del protagonista es un personaje que se cita de pasada pero que no se analiza ni se le presta atención ni ejerce una influencia mencionable. A partir de "La prisonnière" desaparece prácticamente de la narración y no sabemos nada de él. Es sabido que Proust mantuvo una relación difícil y distante con su padre. Desde este punto de vista también, la novela pierde en autenticidad y realismo. El padre del narrador es un personaje ausente, distante, poco decisivo en la vida del personaje y en los acontecimientos de la narración, lo cual es sorprendente cuando se piensa que el personaje vive en casa con sus progenitores. Desde este punto de vista, podríamos aventurarnos a decir, que la novela puede ser interpretada como un ajuste de cuentas literario con su padre: lo convierte en un personaje insignificante.

Elementos de reflexión

 

La empresa de Proust es paradójica: el narrador proustiano (y no el escritor) al estudiar los detalles más nimios en un medio muy específico (la alta burguesía y la aristocracia francesa de principios del siglo XX) afirma haber alcanzado lo universal. Sin embargo, la filosofía y la estética de la obra de Proust tienen amplios referentes en su época: la filosofía de Bergson, el impresionismo, la música de Debuss, y el caso Dreyfus.

 

La homosexualidad como tema

 

Es difícil recordar a un autor anterior a Proust que haya escrito tan prolijamente sobre la homosexualidad, masculina y femenina. Ello le confiere una gran modernidad para la época en que la novela fue escrita. Proust era homosexual pero sus convicciones religiosas por un lado, y la presión familiar y social por otro, le abocaron a vivir su homosexualidad de un modo secreto. Marcel Proust llegó a batirse en duelo para "limpiar su honor", tras haber sido acusado de mantener relaciones inapropiadas con un amigo suyo de juventud. Al escribir esta novela, por un lado, Proust analiza exhaustivamente la homosexualidad, tema que obsesiona al narrador-protagonista ( el cual, paradójica o no tan paradójicamente, parece fascinado de las relaciones homosexuales secretas pero como un espectador que, a fin de cuentas, la desaprueba ), y por otro, realiza una declaración velada al mundo de su propia homosexualidad. Los personajes homosexuales o bisexuales son numerosos: Albertine, M. de Charlus, Morel, Robert de Saint-Loup, sin ser exhaustivos. Se puede afirmar que, en este apartado, es un precursor de la novela y el arte homosexual moderno. Desde este punto de vista, se puede decir que la novela es la cristalización literaria artística del desgarramiento interno de Proust en la vivencia-no vivencia y aceptación-negación de su propia sexualidad.

 

Otros temas

 

La riqueza de esta novela se basa también en la diversidad de temas que interesan a Proust, y que son tratados de un modo más o menos exhaustivo:

El tiempo y sus efectos en la psique de las personas: edad, enfermedad, amor, muerte.

Las relaciones sociales, las relaciones de entre clases sociales.

La novela, el teatro, la música, la poesía, la arquitectura religiosa.

La lengua francesa, el lenguaje, la descripción del lenguaje según la clase social, los topónimos.

La amistad, la enemistad, la traición, el engaño, la disimulación.

La vida de la alta sociedad, los diálogos.

La Historia de Francia, las familias de la nobleza, los personajes históricos franceses.

La política, la guerra, la táctica militar, las relaciones internacionales.

El estilo de Proust

 

Su estilo es muy especial y se compone de frases muy largas que resultan extrañas en francés, y para las que es necesario tomar aliento si se quiere llegar al punto sin ahogarse. Sus contemporáneos aseguran que de hecho, se trataba prácticamente del modo en el que el autor hablaba, lo que también resulta paradójico si se tiene en cuenta que Proust era asmático. No obstante, al igual que el escritor cubano José Lezama Lima, la redacción de sus extensas frases recuerdan el ritmo lento de la respiración del asmático. Se cuenta, además, cómo solía hacer innumerables adiciones a los textos en las galeradas previas a la edición final, hasta agregar folios e incluso tomos completamente nuevos.

 

Este ritmo, podría decirse «ahogado», que alarga sus frases, sumado al ímpetu frenético de su escritura, se pueden entender más claramente a partir de ciertas observaciones: algunos de sus amigos y conocidos más cercanos sospechaban en Proust los rasgos del hipocondríaco. Según se sabe, el escritor vivía bajo la firme convicción de una muerte temprana y una constante mala salud. Cuando empieza a redactar En busca del tiempo perdido ha pasado poco más de un año de la muerte de su madre y su asma parece haber empeorado, tiene casi cuarenta años y no ha escrito ningún texto narrativo especialmente significativo, a excepción de Los placeres y los días, en el que se recopilan diversos relatos cortos, y Jean Santeuil, una novela inédita que sólo se publicará de forma póstuma; libros en los que se exploran algunos de los temas que se desarrollarán luego con mayor madurez literaria en En busca del tiempo perdido, como lo son la evocación sensorial, el recuerdo, las sexualidades tabú o la profanación de la madre. Al abordar la lectura de su extensa novela se puede identificar la constante presencia de la muerte como el agente provocador de la redacción febril y la frase intrincada que estimula el ejercicio de la escritura al precio de amenazar constantemente su continuidad.

 

Un elemento importante para considerar el estilo artístico de Proust es conocer su propia formación intelectual. Proust estudió y terminó en primer lugar Derecho, siguiendo la recomendación o directriz o imposición paterna. Solo después estudia sa Licence ès Lettres, para desilusión del padre. Por ello, la frase de Proust recuerda mucho a la frase legal, repleta de matizaciones y subapartados y excepciones. Quienes hayan estudiado Derecho se sentirán a gusto leyendo a Proust: su frase es compleja, larga y matizada, como la frase legal, pero estética y bella. Este estilo complejo, caracolado, barroco, repleto de comparaciones y metáforas, resulta difícil de abordar para no pocas personas de lengua materna francesa.

 

Es habitual encontrarse con frases que ocupan media página y más (!). Estamos frente a una creación de un artista sumamente refinado y culto que, no solamente vierte su gran complejidad psicológica en la narración, sino que también no duda impregnarla con su vasta cultura y en salpicarla con numerosas citas y alusiones a otras obras, lugares y personajes históricos ( ficcionalizados o no ). La narración es pues un compendio de cultura francesa.

 

La frase proustiana es también de una gran belleza poética. Pocos son los escritores capaces de escribir una prosa poética como la de Proust. El uso de metáforas, símiles y comparaciones es muy prolijo, y comunica visiones y relaciones sorprendentes de la realidad que nos hacen soñar con su mundo y gozar de momentos inolvidables de lectura. A menudo leer una página o una frase de Proust nos basta para iniciar nuestras propias meditaciones de lectores. Esto es un gran logro literario. Ello, unido a su magistral uso de la digresión y su representación de los diálogos ( de una gran sutileza psicológica y descriptiva ) hace que el ritmo de la lectura de la novela sea bastante ameno y variado, a pesar de la complejidad y densidad de su frase descriptiva. El resultado es un gran ejercicio literario equilibrado y una obra cumbre de la literatura universal.

 

Este particular ejercicio creador se nutrirá también en la voluntad del autor de abarcar la realidad en todas sus posibles percepciones, en todas las facetas del prisma de los diferentes participantes, y agregándoles además su monstruosa extensión en la dimensión del tiempo y sus efectos sobre la identidad, la sociedad y las relaciones. Esto, si bien constituye una obra singular que parece aún hoy resistirse a ser incluida fácilmente en la homogeneidad de un «ismo» o de una tendencia literaria más amplia, concuerda con las preocupaciones de los impresionistas: la realidad sólo tiene sentido a través de la percepción, real o imaginaria, del sujeto. En nuestros días, se han reconocido las notables proximidades entre Proust y el impresionismo, y él mismo confiesa las similitudes entre su proyecto estético y esta tendencia particular de la pintura cuando en el tomo de A la sombra de las muchachas en flor articula un personaje que es pintor y se guía por principios de creación parecidos, que le permiten agregar algo nuevo a una imagen cotidiana al permearla de su individualidad como creador.

 

El prisma no es sólo el de los distintos actores, es también el del autor, que se encuentra con el tiempo que pasa desde distintos ángulos, el punto de vista del presente, el punto de vista del pasado, el punto de vista del pasado tal y como lo revivimos en el presente. Pero no son los aspectos psicológicos e introspectivos los únicos que aparecen en la obra. Los aspectos sociológicos —Walter Benjamin se refiere agudamente a esta capacidad para retratar de Proust como una «fisiología del chisme»— están presentes en muchos sitios (oposición entre el mundo aristocrático de la duquesa de Guermantes y el mundo de la burguesa arribista de Madame Verdurin, el mundo de los criados representado por Françoise, las controversias políticas de la época aparecen a través de la polémica que generó el caso Dreyfus, la sexualidad singular del «invertido», que es el modo en que el narrador prefiere referirse al homosexual varón). Esta complejidad, que aquí apenas abarcamos, nos sitúa el ciclo de En busca del tiempo perdido, entre las «novelas mundo» como puedan serlo la Comedia humana de Honoré de Balzac, Rayuela de Julio Cortázar o los Rougon-Macquart de Émile Zola.

 

Principales personajes

 

El narrador

Su madre, su abuela

Albertine Simonet: alberga la persona de Alfred Agostinelli, quien en 1913 pidió trabajo a Marcel Proust. Proust le dio el cargo de secretario y ayudante.

Otros personajes importantes

 

Swan, Odette de Crécy y Gilberte

Robert de Saint-Loup ( amigo del narrador )

Bloch ( amigo del narrador )

El Barón M. de Charlus y su amante Morel.

La Duquesa y el Duque de Guermantes.

Mme Verdurin, la tertuliana dominante.

M. Brichot, el erudito.

M. Norpois, el diplomático.

Traducciones al español

 

Portada del primer volumen de Por el camino de Swann (Espasa-Calpe, 1920).

El poeta Pedro Salinas inició en 1920, junto con José María Quiroga Plá, la traducción de la obra, de la que llegó a completar tres volúmenes (1920, 1922, 1931). Los restantes cuatro libros fueron traducidos por Marcelo Menasché, para la edición argentina de Santiago Rueda (1947); por Fernando Gutiérrez, para la edición española de José Janés (1952) y por Consuelo Berges, para la edición, también española, de Alianza Editorial (publicados en 1967, 1968, 1968 y 1969 respectivamente).

En la década de 1990 se iniciaron dos nuevas traducciones: de Mauro Armiño, para la Editorial Valdemar, y de Carlos Manzano, para la editorial Lumen.

Existe una nueva traducción que abandona los anticuados modismos de las anteriores, realizada por Estela Canto, para la editorial Losada.

 

Una famosa magdalena

 

Uno de los fragmentos más conocidos y nombrados de En busca del tiempo perdido tiene lugar en la primera de las obras, Por el camino de Swann, cuando el narrador rememora recuerdos de su infancia al comer una magdalena con una taza de té, ya que asocia el sabor, la textura y el aroma de la magdalena con ese mismo estímulo vivido años atrás, en la niñez, pasados en los viajes que hacía con sus padres a la casa de la tía Leoncia. Con ello, una vulgar magdalena se ha convertido en el símbolo proustiano del poder evocador de los sentidos. Durante los siguientes seis tomos, el protagonista proustiano se encontrará una y otra vez con esta especie de epifanía sensorial y mnemónica que le llevará a lugares de su memoria que estarán vedados a la simple rememoración sistemática.

 

Esta experiencia del «tiempo puro», como la llama Maurice Blanchot, configurará la estructura de la novela hasta su tomo final de El tiempo recobrado, cuando la misma experiencia de evocación de la magdalena se repita en otras formas y a partir de otros estímulos, y lleve al narrador y a los lectores al mismo instante de gestación que ha dado inicio a toda la saga.

 

El «tiempo puro» de la narración ficcional, mezclado en una compleja ecuación narrativa con el «tiempo destructor» de un Marcel Proust que agoniza y escribe perseguido por la certeza de su mortalidad, hacen que la experiencia puramente estética y sensorial de la magdalena adquiera una densidad llena de referentes reales atravesados por la experiencia profundamente humana del tiempo y su poder deletéreo sobre los hombres, del mismo modo en que el arte da en rescatar y purificar la belleza de la vida cotidiana, pero necesita de esta misma cotidianidad para cubrirse de sentido. En el evento de la magdalena y el té, Proust logra resumir las íntimas contrariedades del objeto estético en su relación con la vida, la muerte y la memoria.

 

 

Fuente libros.about. En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, es, junto con El extranjero, de Albert Camus, una de las obras literarias francesas del siglo XX que mayor influencia han tenido en los lectores de todo el mundo. Su originalidad en el estilo y en los temas tratados, así como en la particular forma de abordarlos, la convierten en una novela que no podemos dejar de leer. A continuación presentamos un muy breve resumen con algunos comentarios.

 

La estructura de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust

 

En busca del tiempo perdido no es una novela editada en un solo volumen, sino que se compone de siete partes, publicadas en forma sucesiva a lo largo de 14 años, tres de ellas luego de la muerte de su autor. Marcel Proust prácticamente se recluyó en su casa para escribirlas entre 1908 y 1922, el año de su fallecimiento. La primera parte, llamada Por el camino de Swann, tuvo que ser costeada por el propio Proust, ante el poco interés de las editoriales. Sin embargo, su éxito fue inmediato, y la segunda parte ( A la sombra de las muchachas en flor) fué publicada por Galimard y ganó el prestigioso premio Goncourt en 1919.

 

En busca del tiempo perdido pretende reproducir los recuerdos de un joven escritor francés de comienzos del siglo XX, y retrata la vida de la clase alta parisina, sus vivencias e inconsistencias. Posee un claro contenido autobiográfico, pues la gran mayoría de sus personajes son inspirados en la propia familia, amigos y conocidos de Proust.

 

Los siete volúmenes que componen En busca del tiempo perdido son:

 

Por el camino de Swann. Proust nos introduce en la vida del narrador, su niñez y sus visitas al campo en verano, que perdurarán en su memoria. A continuación se centra en la vida de Charles Swann, un amigo de sus padres, que se enfrentará a su círculo social al enamorarse de una mujer de un estrato inferior, así como su lucha para conquistarla y mantener la relación.

 

A la sombra de las muchachas en flor. En este volumen se narra la adolescencia del protagonista y su corta relación y noviazgo con Gilberte, la hija de Swann. También se centra en el encuentro inicial de aquel con Robert de Saint-Loup y con el barón de Charlus, personajes que cobran importancia en las siguientes partes de la novela.

 

El mundo de Guermantes. Los Guermantes son una familia aristocrática y muy distinguida, de cuyo círculo el protagonista quiere formar parte. No obstante, al principio es rechazado, hasta que finalmente es invitado a una fiesta formal.

 

Sodoma y Gomorra. Diversos episodios de relaciones homosexuales del barón de Charlus, y lésbicas de algunas mujeres del círculo del narrador, parecen ser la razón del título de esta cuarta parte de En busca del tiempo perdido.

 

La prisionera. El tema principal de este volumen de En busca del tiempo perdido es la relación del narrador con Albertine, a quien acaba de desposar, y sus enfermizas sospechas de infidelidad. Aquel controla todos los movimientos de su pareja, hasta que esta lo abandona.

 

La fugitiva. Describe los esfuerzos del narrador por recuperar a Albertine, quien fallece luego en un accidente. Después descubre las relaciones lésbicas de ésta, incluso con Andreé, con quien el protagonista pensaba casarse. Se reencuentra con Gilberte, que ha decidido casarse con Robert de Saint-Loup, el mejor amigo del narrador.

 

El tiempo recobrado. En esta última parte Marcel Proust trasporta al lector hacia muchos años después, cuando el tiempo ha hecho mella en todos los personajes y el narrador descubre la razón por la que debe escribir lo que ha vivido y visto: la necesidad de unir el presente y el pasado a través de un relato coherente.

 

Lo trascendente de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust

 

Lo más representativo de En busca del tiempo perdido es que no se trata de una novela en la que se describen acontecimientos en forma estrictamente cronológica y en base a la importancia de éstos, sino que los hechos se narran como destellos de recuerdos que van viniendo a la memoria del narrador, a través de lo que Proust bautiza como memoria involuntaria, es decir, cuando olores, sabores o imágenes presentes sacan a relucir recuerdos del pasado que se creían olvidados.

 

En este sentido, tal vez el pasaje más conocido de En busca del tiempo perdido sea el de la magdalena, cuando el narrador, al probar siendo adulto un trozo de pastel o magdalena empapado en té, recuerda muchos hechos de la infancia (cuando había experimentado por primera vez dicho sabor) que creía habían desaparecido de su memoria. Varios de estos episodios de memoria involuntaria se producen a lo largo de la novela, que son precisamente los que le permiten desarrollar la narración.

 

Un aspecto también importante es el tema de la homosexualidad. Marcel Proust (en inglés) era gay, aunque nunca se atrevió a salir del armario. Lo llamativo es que En busca del tiempo perdido aborda el análisis de la homosexualidad pero desde la perspectiva de un narrador que supuestamente es heterosexual y que ve el amor entre personas del mismos sexo desde esta perspectiva.

 

El estilo de Marcel Proust en En busca del tiempo perdido

 

Además de lo extenso de la novela en sí, narrada en siete volúmenes, llama la atención las frases extremadamente largas que utiliza el autor, que constituyen un elemento característico. Pero, a su vez, si bien se trata de oraciones extensas, llenas de aclaraciones y matices sobre las afirmaciones que allí se indican, muchas veces difíciles de seguir (e incluso de leer sin perder el aliento), sus líneas están cargadas de recursos literarios, de bellas metáforas e ingeniosos símiles, que reflejan su vena artística y su gran cultura.

 

Todos estos elementos: la conjunción de los temas que aborda, la forma en que lo hace -especialmente mediante el uso de la llamada memoria involuntaria- y el estilo característico de frases extensas y a la vez hermosas, hacen de En busca del tiempo perdido una novela realmente original y creativa, razón por la cual ha influido en tantos escritores posteriores y por la que es considerada una de las obras maestras de la literatura (en inglés).