De Sigüenza y Clavijero emprendieron la defensa del pasado mexicano
Bienes arqueológicos, paleontológicos

De Sigüenza y Clavijero emprendieron la defensa del pasado mexicano

 

 

20/05/2015 Fuente inah. *** La especialista norteamericana Rolena Adorno destacó la obra de ambos escritores novohispanos en las conferencias que dictó en el Museo Nacional de Antropología

 

 *** Carlos de Sigüenza y Góngora y Francisco Javier Clavijero restituyeron la dignidad histórica de los antiguos mexicanos, destacó

 

 Empeñados en restituir la dignidad histórica de los antiguos mexicanos y de los indígenas que vivieron en los primeros siglos del virreinato, los historiadores Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700) y Francisco Javier Clavijero (1731-1787) rindieron homenaje a su patria y emprendieron, a través de su obra, la defensa de América ante los pensadores europeos, señaló Rolena Adorno, investigadora y lingüista norteamericana dedicada al estudio de las narraciones históricas sobre la Conquista española y el periodo colonial.

 

 Durante el ciclo de conferencias “Las polémicas sobre la posesión de las Indias en las letras hispanoamericanas virreinales”, que ofreció en el Museo Nacional de Antropología, Rolena Adorno destacó la obra de ambos intelectuales novohispanos.

 

 De Sigüenza y Góngora, comentó, fue uno de los fundadores del estudio de las antigüedades mesoamericanas y su obra dio origen al análisis del pasado mexicano desde una perspectiva académica y ya no exclusivamente evangelista.

 

 En la conferencia El México antiguo en el Barroco de Indias: don Carlos de Sigüenza y Góngora y su Teatro de virtudes políticas que constituyen a un príncipe (1680), expresó que la dinastía mexica que gobernó la antigua Tenochtitlan adquirió en la obra de Carlos de Sigüenza y Góngora una gran dignidad histórica, al convertir a dichos jerarcas en símbolos de valores cristianos que el nuevo virrey debía seguir.

 

 “Carlos de Sigüenza honra a la dinastía azteca, celebra su fama y la convierte en emblema de virtudes que el virrey debe imitar. Considera a los reyes y emperadores aztecas no como gobernantes bárbaros sustituidos y olvidados, sino como modelos dinámicos de conducta moral para los futuros príncipes, y a la Virgen de Guadalupe como la promesa de redención de los mexicanos presentes y futuros”.

 

 Rolena Adorno se refirió al arco triunfal que fue encargado a Góngora para la entrada ceremonial del nuevo virrey de la Nueva España, Tomás Antonio de la Cerda, conde de Paredes, en la capital del virreinato en 1680. Para esta obra escribió el Teatro de las virtudes políticas, que ha resultado ser una de sus obras más duraderas, y eligió como artista para su arco al insigne pintor José Rodríguez Carnero.

 

 “El texto en prosa y en verso se basa en autoridades bíblicas, clásicas, patrísticas, medievales, renacentistas, a la vez que describe jeroglíficos e ideogramas mexicanos mirados desde otro ángulo. El Teatro de Sigüenza es tradicional y convencional en sus formas pero novedoso e insólito en sus contenidos”.

 

 Asimismo, la investigadora comentó que en su Teatro presenta a los emperadores mexicanos como gobernantes justos y pacíficos, y expone sus virtudes personales y su conducta ejemplar como dirigentes. Como figura fundacional, Huitzilopochtli inaugura la serie de figuras representadas en el arco triunfal, por ser el que condujo a los antiguos mexicanos desde su patria, hasta ahora incógnita, a estas provincias de Anáhuac.

 

 Llaman la atención, dijo, los glifos que representan los nombres de los reyes y que coinciden con lo que se encuentra en los códices mexicanos. “El primer rey azteca, Acamapichtli, se representa con la virtud cristiana de la esperanza y su glifo son unas cañas en la mano. Al segundo rey, Huitzilíhuitl, se le asignan la clemencia y la mansedumbre, y su emblema es un pájaro de rico plumaje; el tercero, Chimalpopoca, representa la cualidad de sacrificarse por el pueblo y su glifo es una rodela que humea.

 

 Al cuarto, Izcóatl, se le atribuye la prudencia y su emblema es una culebra de navajas; al quinto, Moctezuma Ilhuicamina, se le identifica con la piedad religiosa y su glifo es que el arroja flechas al cielo; Axayácatl representa la fortaleza y su empresa es el rostro cercado de aguas; al séptimo, Tízoc, se le asocia con la paz y la pierna traspasada por una saeta es su símbolo.

 

 El octavo, Ahuízotl, representa el consejo y se le representa con una nutria. Finalmente, a Moctezuma Xocoyotzin le otorga la magnanimidad, la liberalidad y la beneficencia, y su emblema es la diadema del señor soberano. Incluye a Cuitláhuac y a Cuauhtémoc, y enfatiza las injusticias sufridas por ambos a manos de los conquistadores.

 

 Admirado como gran polígrafo novohispano, profesor de matemáticas en la Real y Pontificia Universidad de México, astrónomo, astrólogo, autor de lunarios, historiador, poeta y cartógrafo, “De Sigüenza y Góngora postuló la continuidad entre el pasado mexicano antiguo y la Nueva España de su tiempo, abogó por la validez del milagro de la aparición de la virgen del Tepeyac e identificó al dios líder legendario Quetzalcóatl con el apóstol Santo Tomás”, enfatizó Rolena Adorno.

 

 Sobre el humanista jesuita Francisco Javier Clavijero, quien escribió en servicio de su patria mexicana, representa la continuación de las polémicas sobre la autoridad cultural con los filósofos franceses e historiadores ingleses de su época, aseguró.

 

 Nacido en Veracruz, señaló que la trayectoria de Clavijero constituye una verdadera cartografía literaria que va desde Tepotzotlán hasta Bolonia, donde escribió y tradujo al italiano su Historia antigua de México, en la que aspiraba a recuperar la patria mexicana perdida y a defenderla ante los europeos ilustrados que menospreciaban su valor e importancia en razón de una presunta inferioridad del mundo natural y cultural.

 

 Considerado precursor de la Independencia mexicana, indicó que su patriotismo criollo y su defensa de América ante los pensadores europeos de su época quedaron plasmados en su texto publicado en 1780-81 y convertido en un clásico mundial.

 

 “Clavijero mostraba gran confianza en las pinturas mexicanas como fuentes imprescindibles de información, que conoció mientras estudiaba en el colegio jesuita de Tepotzotlán. Es impresionante el conocimiento que muestra respecto de las técnicas y las convenciones de la pintura antigua, los materiales, los colores y los orígenes de los tintes, el protocolo que utilizaban los artistas para representar los años y los sucesos, los tipos de imágenes empleados y las técnicas para dibujar”.

 

 En cuanto a los grabados en su propia obra, aclaraba que el propósito de ellos era instruir a su público lector. Al respecto, Rolena Adorno destacó una imagen que representa el pasado y presente mexicano a través del proceso de hacer el pan de maíz.

 

 “Es la escena de tres mujeres mexicanas preparando pan de maíz. Una de ellas mira hacia el espectador y su mirada es un gesto artístico que encontramos en autores como Diego Velázquez. La humildad de estas mujeres y la modestia de su tarea nos hacen pensar en el cuadro de Las hilanderas. La mirada de la joven se entrecruza con la del espectador y apela a su conciencia. Es un gesto deliberado, inocente y desafiante”.

 

 Clavijero veía en el maíz aquella semilla que la providencia dio a esta parte del mundo y al que consideraba el verdadero oro de las Indias. “A través de su obra, intentó salvar la dignidad de los americanos mexicanos ante sus detractores europeos retratando gráficamente a aquellos para clavar en la mente del lector la imagen de una civilización perdida, pero cuyos herederos contemporáneos eran recuperables”, finalizó.