Arqueología: un horizonte incierto
Bienes arqueológicos, paleontológicos

Arqueología: un horizonte incierto

 

 

06/08/2013 Fuente iovi-optimo. El verano suele ser una época vacacional para gran parte de la sociedad, pero para los profesionales de la arqueología la época estival suele relacionarse con trabajo, ya sea en campañas ordinarias nacionales o internacionales. Para todos aquellos que han estudiado Historia, asociarán los meses de verano a emoción, intenso trabajo y calor, mucho calor. Este recuerdo, lamentablemente, cada vez más se está reduciendo a un grupo más pequeño de futuros arqueólogos y profesionales, que años atrás podían durante ese periodo trabajar como Técnico Arqueólogo en un yacimiento de envergadura.

 

Además de la polémica tratada con anterioridad, donde se abordó el espinoso tema de las prácticas arqueológicas de pago, conforme pasan las semanas vamos viendo los estragos que está haciendo esta crisis económica en la arqueología y en el Patrimonio español, en general. A continuación nos haremos eco de algunos de esos problemas para ejemplificar aquello de lo que hablamos.

 

No nos engañemos, el mayor perjudicado de esta situación no es una profesión, la de arqueólogo, en profundo declive, ni tan siquiera la investigación, sino el Patrimonio Cultural español. El cierre de muchas excavaciones y la falta de protección que esto significa trae como consecuencia un saqueo, expolio y destrucción de nuestro Patrimonio. No olvidemos que la función de la arqueología y del investigador es devolver a la sociedad aquello quedó olvidado por las "arenas del tiempo", pero la sociedad a cambio debe preocuparse por proteger este pasado puesto a su servicio. Cuando usamos el término "sociedad", nos referimos no solo a la población en general, sino también a las instituciones, administración y responsables gubernamentales. Todos somos responsables.

 

Este mismo fin de semana El País se hacía eco de la impunidad con la que se mueven los expoliadores en España, al más puro estilo de una zona de guerra sin protección. La legislación ha creado un vacío donde ladrones, criminales, se mueven con total impunidad y libertad. El caso de un expoliador sorprendido por la Guardia Civil en Ciudad Real es paradigmático. El criminal en cuestión (vamos a empezar a llamarlos como se corresponden) le espetó al Guardia Civil "No me denuncie, deténgame", conocedor de la legislación, en muchos casos bastante mejor que las fuerzas de seguridad.

 

Comunidades Autónomas como Andalucía son una auténtica mina para ladrones del patrimonio por una falta total de protección, lo cual acabará por privar a esta y futuras generaciones de nuestro Patrimonio.

 

Mientras que las Comunidades Autónomas se preocupan por fabricar una legislación patrimonial que acabe por desproteger nuestro Patrimonio, debido a que este es un problema para la expansión urbanística, obvian la protección. La impunidad con la que se adquiere un detector de metales en España (el arma automática con la que actúa el asesino de nuestro Patrimonio) resulta especialmente llamativo con el ahínco por el cual determinadas administraciones se afanan por hacerse una foto y exponer unas monedas halladas en un expolio submarino.

 

Por todos es sabido el afán por la fotografía, por los cinco minutos de fama en televisión y por el time line en Twitter que tienen determinados políticos. No estaría mal saber la suma invertida en la recuperación de "tesoros" como el incautado a la empresa Odyssey y compararlo con el dinero invertido en la protección anual de nuestros yacimientos arqueológicos, monumentos y Bienes Muebles e Inmuebles Culturales.

 

Hace unos días también pudimos ver en prensa, concretamente en ABC, la recuperación de una cabeza de Marco Aurelio, que fue robada en el mes de febrero. Algo que vuelve a poner sobre la mesa el inmenso y gran trabajo que realiza la Guardia Civil en el campo de la recuperación de nuestro mutilado patrimonio. Esfuerzo que se ve truncado por una legislación que no les ayuda, sino que les entorpece, y por la carencia de personal especializado tanto en el peritaje como en el seguimiento de este tipo de crímenes, a pesar, siempre, de su denodado esfuerzo, loable desde luego.

 

El ciclo de robos, en definitiva el asesinato de nuestro Patrimonio (por este motivo los llamo criminales) se acaba cerrando con lo que podría resultar anecdótico, pero en realidad acaba siendo sintomático. La detención de dos ladrones, criminales del Patrimonio, que sustraían piezas de arte sacro en Sevilla para luego venderlo en el Mercado Negro. Ambos ladrones eran trabajadores del propio centro donde estaba expuesto y almacenado este material (un organismo público), que a su vez guardaban las piezas robadas en sus talleres de restauración, que además usaban para realizar labores de restauración en imagenería. Rocambolesco y siniestro.

 

 

 

 

A lo largo de estos meses hemos visto con preocupación, pero con fría distancia, casos como los expolios y destrucción de Cultura en Siria o Egipto, países sumidos en el caos, que es aprovechado para desmantelar impunemente su pasado en detrimento de un efímero futuro. Esta distancia se reduce considerablemente cuando pegamos un somero vistazo, como el que hemos hecho en esta reflexión, al estado de nuestro Patrimonio Cultural y la profesión de Arqueólogo. El caso (caos) español resulta especialmente triste, sangrante y cercano a los de Egipto o Siria, puesto que a pesar de no contar con la situación de desgobierno de estos países, la preocupación por nuestro Pasado desde algunos estamentos legislativos empieza a ser aterradoramente parecido.

 

Resulta realmente triste que en esta época de verano, antes nos traía la ilusión que suponía el poder excavar y mostrar a nuestra sociedad aquello que rescatábamos del pasado, como se torna preocupación al no poder evitar que nuestro pasado se escurra entre nuestros dedos.