Una cuestión personal 3. Tercera y última entrega
de Kenzaburo Oé

Una cuestión personal 3. Tercera y última entrega

 

 

Autor: Kenzaburo Oé

 

Fuente monografías. Después de trasladar a su hijo al hospital donde los especialistas del cerebro podrían ocuparse de su caso, deja muy en claro que él no quiere hacerse cargo de un niño vegetal y pacta con un médico para que disponga que el niño solo sea alimentado con agua azucarada para que se debilite y muera cuanto antes.

Cuando Bird comenzó a cruzar la plaza del hospital [?]. A mitad de camino se dio la vuelta y contempló el edificio donde acababa de abandonar a su primer hijo, un bebé al borde de la muerte. El edificio era gigantesco [?], hacía que el bebé que gemía en alguno de sus rincones pareciera más insignificante que un grano de arena.

Y aquella imagen le reconfortaba por instantes y pensaba que de cualquier forma un niño vegetal no podía sentir cosa alguna. Después de dos días el niño se fortalece en lugar de morir como su padre esperaba. Bird se siente indignado al confirmar que había entre los médicos un grupo dispuesto a operar a su hijo y salvarle la vida. "esos médicos que pretendían probar sus conocimientos en el bebé y luego cargárselo a él por el resto de su vida". Bird únicamente piensa:

Tengo que librarme de él. Además, ¿qué ocurriría con mi viaje a África? En un impulso como de autodefensa como si el bebé estuviera atacándole desde la incubadora, Bird se preparó para la batalla al mismo tiempo se ruborizaba, avergonzado de sí mismo [?] si al menos pudiera librarme de la carga que implica un bebé vegetal.

Eugenio Trías propone en su estudio de lo bello y lo siniestro un concepto usado por Kant que es el de lo sublime, sentimiento que incluiremos en este punto del análisis para explicar en parte la relación de Bird con su hijo o principalmente para expresar aquello que el protagonista siente frente a su hijo. Según el análisis kantiano del sentimiento de lo sublime:

El sujeto aprehende algo grandioso (muy superior a él en extensión material) que le produce la sensación de lo informe, desordenado y caótico. La reacción inmediata al espectáculo es dolorosa: siente el sujeto hallarse en estado de suspensión ante ese objeto que le excede y le sobrepasa. Lo siente como amenaza que se cierne sobre su integridad. A ello sigue una primera reflexión sobre la propia insignificancia e impotencia del sujeto ante el objeto de magnitud no mesurable. Pero esta angustia y ese vértigo, dolorosos del sujeto son combatidos y vencidos por una reflexión segunda, supuesta y confundida con la primera, en la que el sujeto se alza de la conciencia de su insignificancia física a la reflexión sobre su propia superioridad moral.

A continuación Trías propone un proceso de cinco pasos para la contemplación del objeto. Primero la aprehensión de lo grandioso que se presenta como el caos, la deformidad y el infinito. El segundo paso será el temor y la angustia. Luego la conciencia de la propia insignificancia frente al objeto que se contempla. Después una reacción al dolor mediante la búsqueda de placer. Y finalmente la mediación: el hombre se acerca y toca aquello que teme y descubre su condición finita.

Bird, el sujeto, experimenta lo sublime al enfrentarse al monstruo. Siente la magnitud del peso del niño y su destino se revela a través de este sentimiento en el que lo sublime es el comienzo de lo terrible y lo siniestro.

El niño es el objeto de dimensiones inconmensurables que Bird contempla, un ser imperfecto que genera caos, amenaza su integridad y que es capaz de destruir su vida. La contemplación y cercanía del bebé como un objeto siniestro despierta dolor y amenaza la tranquilidad del padre. Cuando Bird contempla a su hijo se encuentra frente al caos. Su entendimiento es superado por la monstruosidad del objeto que excede los límites de lo establecido. A continuación Bird sentirá pánico y para calmar su sensación de insignificancia buscará en el alcohol, y en las relaciones sexuales con su amiga Himiko una redención a través del placer y la perversión, usando al objeto, el niño, como un pretexto para remover represiones sexuales, familiares y laborales.

Finalmente al acercarse Bird a su hijo y contemplar que es apenas un niño indefenso, descubre la condición finita del niño y alcanza conciencia de su propia superioridad, o en este caso, de su capacidad de decidir sobre la vida de un monstruo que no puede negociar y decide ser "el gran enemigo de su bebé, el primer enemigo que tenía en la vida, el peor" y conducirlo hacia la muerte, para poder decir al fin: "He vencido al monstruo, he librado la última batalla".

 

3.1 La intervención de los aliados

En este capítulo continuamos en la etapa propuesta por Bremond, y recopilada por Mieke Bal: la realización o el acontecimiento. Nos ocuparemos a continuación de un momento en el cual el tiempo se detiene para Bird, vive de alguna forma una tregua, en la que se entrega por completo a sí mismo, a sus pensamientos, a sus reflexiones sobre el miedo, la sexualidad y el futuro, Bird se mantiene al margen del nacimiento de su hijo, encerrado días enteros en una casa en tinieblas consumido por el alcohol, las pesadillas y deseos carnales perversos.

En esta etapa que vive Bird, sus acciones coinciden con los procesos de tropiezo y deterioro: una especie de descenso a los infiernos de su monstruosidad y la confirmación más tangible de su naturaleza siniestra. En este punto contará con la intervención de aliados, y éstos se agruparan en dos clases: por un lado, intervendrán como aliados aquellos que desean apoyarle en el cumplimiento de su tarea de eliminar al niño; le secundan en su tropiezo y le incitan a abandonarse a sus propias debilidades. Por otro lado, más adelante se convertirán en aliados aquellos que le apoyen cuando él decida hacer el sacrificio de salvar a su hijo.

Una vez que Bird deja a su hijo en el hospital universitario cuenta con un par de días libres hasta que la muerte del bebé sea un hecho, y sin ningún deseo de volver a su departamento y enfrentarse a la cuna vacía y la ropa para recién nacido, Bird decide buscar a su suegro, quien es un hombre respetable que ahora es director del departamento de inglés en una universidad privada.

Al llegar encuentra a su suegro en su oficina con tres jóvenes profesores que fueron compañeros suyos en la universidad. Ellos lo miran con desprecio; ya que saben que si Bird, no se hubiera perdido en el alcohol y abandonado sus estudios de postgrado, sería ahora como uno de ellos, estaría en una posición privilegiada: "Consideraban a Bird un fenómeno poco común, el alguien de fuera y, por tanto, no merecía que se le tomara en cuenta. Un personaje extraño y peculiar que se había ido de juerga sin ningún motivo y acabó abandonando la escuela de licenciado; más o menos".

Bird, frente a ese grupo de profesores, no es más que un monstruo que no tiene cabida en las instituciones sociales. En el Japón aquellos que pueden acceder a la educación superior y quienes la proveen pertenecen a un rango importante de la sociedad. Ingresar a una universidad nacional o privada de buena categoría implica una preparación especial y gran competitividad entre grupos muy numerosos de aplicantes. Bird, quien contaba con el privilegio de ser un estudiante de postgrado y que podía a la vez pertenecer a un selecto grupo de académicos, había decidido echarse a perder y más tarde se conformaría con trabajar en una academia de segunda categoría. En una sociedad rígida y competitiva, la mediocridad de Bird le vuelve un personaje marginal, un paria que no podrá pertenecer nunca a las instituciones más respetables de la sociedad.

Casi sin ningún preámbulo y sin esperar que los profesores le dejaran a solas con su suegro, Bird anuncia que el niño tenía una hernia cerebral y que se espera su muerte en los próximos días. Su suegro permanece inmóvil ante el anuncio que acababa de hacer Bird y los tres profesores lo miran como si nos les extrañara "que alguien tan raro como Bird se hubiese topado con un accidente inaudito".

Una vez que Bird ha dicho lo que tenía que decir se despide de su suegro y, mientras camina hacia la puerta de salida de la oficina, su suegro pronuncia aquellas palabras que destinan a Bird a iniciarse en un nuevo proceso de perdición: "En ese escritorio hay una botella de Whisky, llévatela". Bird sabía que "los ojos de los tres asistentes permanecían expectantes. Debían de conocer tan bien como su suegro la interminable y desastrosa borrachera de Bird". Y a pesar de sentirse agredido y como si lo pusieran a prueba: "Abrió la parte superior del escritorio y cogió la botella de Johnny Walker, se ruborizó y sin embargo, experimentó un júbilo febril. Era como pedirle a un hombre cristiano que pisoteara un crucifijo para probar que no era cristiano. Pues bien ¡No le verían dudar!".

Mientras Bird se alejaba sabía que se acercaba peligrosamente al éxtasis y pensó en las posibilidades que tenía. No regresaría a su casa a beber solo, tampoco le seducía la idea de ir a un hotel de mala calidad, le atemorizaba la idea de estar encerrado en una habitación desconocida emborrachándose. Fue entonces que recordó a Himiko, una antigua amiga de la universidad que pasaba el verano y el invierno encerrada todo el día en su casa meditando sobre cuestiones metafísicas y fumando cigarrillos uno tras otro. Bird pensó que sería la mejor compañía en su borrachera.

3.2 Himiko

En la universidad Bird tuvo pocas compañeras mujeres, eran apenas un puñado de estudiantes de literatura, casi todas ellas habían llegado a Tokio desde provincias lejanas para estudiar.

Y todas ellas, por lo que Bird sabía, se habían transformado en monstruos inclasificables poco después de su graduación. Cierto porcentaje de sus células cerebrales fueron desarrollándose en exceso, arracimándose y anudándose hasta que las muchachas comenzaron a moverse con indolencia y a tener aspecto sombrío y melancólico. Por último la fatalidad las incapacitó para llevar vida cotidiana de posgraduadas normales. Si se casaban se divorciaban al poco; si se empleaban, las despedían enseguida; y las que se dedicaban a viajar sufrían absurdos y espantosos accidentes automovilísticos.

Himiko cuyo nombre significa ?criatura que ve el fuego?, era de la isla de Kyushu. Su abuelo había secuestrado a una rusa de Vladivostok para que sea su mujer, y por eso Himiko tenía la piel muy blanca "además en su forma de moverse algo suger la confusión del inmigrante que nunca consigue sentirse cómodo en su nuevo país".

Al igual que las otras compañeras, Himiko también se había casado, pero su vida tomó un giro trágico un año más tarde cuando su marido se suicidó sin dejar ninguna explicación. Ella lo encontró colgado de las vigas del techo y entre aquellos que la ayudaron a bajarlo estuvo Bird.

Sobre Himiko se rumoraba que era una aventurera sexual y algunas habladurías atribuían el suicidio de su marido a las desviaciones y aberraciones sexuales de la muchacha.

Bird también había mantenido con Himiko en la universidad una relación sexual de la que apenas podía acordarse, ni siquiera tenía la seguridad de haber llegado a la copulación. Y consideraba aquel encuentro sexual un antecedente irrelevante que no servía para confirmar que Himiko llevaba una vida de liberación sexual. Ahora cuando Bird la buscaba para que le brinde refugio, Himiko"se encontraba en la breve etapa de las mujeres que dejan atrás la vulnerable belleza de las jóvenes y se acercan a la plenitud de la madurez". Ella vivía sola en la casa que había compartido con su marido y que su suegro le había regalado con la esperanza de que rehiciera su vida y se volviera a casar, pero Himiko solo tenía deseos de dedicar los días a meditaciones metafísicas y por la noches salir a recorrer las calles de la ciudad a toda velocidad en un MG, un auto deportivo de color escarlata.

Al llegar a su casa Bird comprobó que Himiko estaba encerrada en la mitad del día, en su casa, donde:

la penumbra era profunda y estática, el aire húmedo y turbio [?] una elaborada confusión de libros y revistas, cajas y botellas vacías, conchillas, cuchillos, tijeras, flores marchitas y ramas secas, especimenes de insectos, cartas viejas y recientes, cubrían no solo el suelo y la mesa, sino la estantería, el gramófono y el televisor.

Desde que Bird se instalara en la casa de Himiko, disculpándose por su aparición tan repentina y contándole a breves rasgos que su primogénito moría lentamente de una hernia cerebral, empieza a beber la botella de Whisky con avidez. Himiko no alcanza a seguirle el ritmo pero también siente los efectos del alcohol lo que le lleva a rememorar aquel encuentro sexual que había mantenido con Bird en la adolescencia, y casi a manera de reclamo, ella le recuerda la circunstancia y le cuenta que aunque él no lo sabía aquella había sido su primera relación sexual y que la borrachera de Bird en esa noche de invierno le había movido a cometer una violación.

Frente al asombro de Bird, Himiko confiesa lo que esa violación representó para ella: "Un rito de iniciación. Un rito frío y sórdido, además de ridículo y patético". Himiko admite que:

Desde entonces estoy corriendo una carrera de fondo, y todo ha sido una gran batalla [?] el orgasmo común lo descubrí muy pronto con la colaboración de algunos compañeros de clase [?]. Pero desde entonces busco un orgasmo mejor, y luego otro mejor aún?¡Como si estuviera subiendo una escalera!

Después de la confesión Himiko admite que su único y verdadero trabajo desde su época de estudiante ha sido el descubrimiento de la sexualidad y sus placeres; y además le asegura a Bird que desde la muerte de su esposo ya no es quisquillosa en cuestiones sexuales. La mujer confiesa a Bird, quien se siente perturbado y anhela poder tener una relación sexual con esta Himiko liberada, que "aunque intentes las relaciones sexuales más repugnantes y aberrantes que existan, estoy segura de que descubriré algo verdaderamente ?genuine?, sea lo que sea que hagamos".

Aquella noche después de terminarse la botella de whisky, Himiko sale a hacer rondas por la ciudad en su auto deportivo mientras Bird duerme en su cama y descubre que en el transcurso de la madrugada dos hombres buscan a Himiko y golpean la ventana de su cuarto: un adolescente y otro vestido de esmoquin. Ambos, al comprobar que ella no está, se van desconcertados.

La mujer y la hembra han sido consideradas desde la antigüedad por muchos como seres con los que se asocia la tragedia y la destrucción: Pandora y los males de la humanidad, Eva y la perdición del hombre, la esfinge que devora al hombre, la sirena que lo seduce para arrastrarlo a la muerte, la mantis religiosa que después de fecundada se alimenta de su pareja.

Las razones de la existencia de los monstruos femeninos guarda relación con las connotaciones de amenaza que rodean su sexualidad. Casi siempre que a la mujer se la representa como monstruosa es en relación con sus deseos sexuales: se trata de la mujer castradora, que aglutina en torno a sí los miedos más profundos del hombre.

Bird se entera de la vida que lleva Himiko y a pesar de ser su amigo e incluso el iniciador de su experimentación sexual, no deja de juzgarla o más allá del juicio lo que realmente cruza su mente es que la liberación de Himiko podría dar lugar a que él pueda practicar con ella coitos violentos. Siente cierta repulsión por su cuerpo y por su anunciada insaciabilidad pero a la vez este anuncio le llena de deseo, que crece de forma irreversible mientras se emborracha en su casa. Bird considera a Himiko un ser monstruoso y a la vez una aliada con la que podrá contar para que sea su refugio y su purificación sexual, la que solo sucederá a través de la perversión.

Himiko se inició en sus ritos sexuales gracias a la violación de Bird, y más tarde los rumores dirán que su marido se suicidó por sus desviaciones eróticas. Cortés comenta que:

El control del hombre sobre la mujer se intensifica en el campo sexual: aquella que intenta un camino propio o independiente pasa a ser vista y tratada como un ser sexualmente insaciable, dotada de una lascivia salvaje y descontrolada, un ser que, convertido en un auténtico monstruo, pone en peligro la seguridad del hombre y amenaza su integridad física.

En este caso, de ser verdad los rumores, el placer de Himiko ha llevado a la muerte a su marido y sin duda en el caso de Bird, ella se acaba de convertir en su mayor deseo y su mayor temor ya que su lascivia inagotable pone en peligro a Bird, o ante todo amenazan con despertar su temor por la sexualidad femenina.

Según dice Cortés, a finales del siglo XIX y principios del XX una mujer cuyas expresiones sexuales y eróticas no estaban reprimidas, ni sentía inhibiciones, se consideraba vampira: "Mostrada como voluptuosa, ninfómana y falta de instinto maternal, la vampira se convertirá en un ser malvado altamente peligroso para el varón, devoradora de niños, castradora de hombres y sinónimo de muerte".

La liberación sexual de Himiko la ha vuelto una mujer vampira: ninfómana, incapaz de ser madre, que vive sin prejuicios y que es capaz de tomar en sus manos decisiones de vida o muerte. Se convertirá entonces en la nueva aliada de Bird y terminará siendo su cómplice más audaz a la hora de ayudarlo a buscar la forma de eliminar a su hijo. Al conocer los planes de Bird de ir a África se suma a este proyecto y sabe que para ello será necesario que el bebé muera y que Bird se divorcie de su esposa. Entonces decide ayudarle y será ella quien sugiera la idea de llevar al niño con un médico inescrupuloso que ella conoce, un hombre que se cuenta entre sus amantes y que ya le ha practicado un aborto.

3.3 Bird y el alcohol

Una vez que Bird acepta el reto de su suegro de llevarse la botella de Johnny Walker, se refugia en la casa de Himiko para beber y siente por primera vez, desde que su hijo nació, un completo abandono y placer. Al servirse el primer vaso el brazo le temblaba:

Frunció el entrecejo y bebió ¡Cómo quemaba! La tos lo sacudió y los ojos se le llenaron de lágrimas. Pero la flecha del placer ardiente traspasó de inmediato su estómago [?] volvió a llenar el vaso, esta vez con pulso firme ¿Durante cuántos miles de horas había evitado el whisky? Sintiendo una animosidad general vació su segundo vaso [?] suspiró extasiado y bebió un tercer vaso.

Bird inicia así su descenso al infierno. Esta nueva borrachera no consiste únicamente en su abandono momentáneo, sino en el desafío que Bird hace a la sociedad. Uno de los pocos vínculos que mantenía con el orden social consistía en su trabajo en una academia preuniversitaria y ahora que ha decidido perderse a sí mismo se enfrenta al orden establecido para imponer su condición monstruosa.

La bebida le causó pesadillas siniestras sobre la muerte de su hijo, pero el despertar de la resaca se convierte en la expresión más contundente del caos. La manifestación física de los síntomas va progresivamente apoderándose del ánimo de Bird y de su voluntad por destruir todo lo que encuentra a su paso: "Los numerosos demonios que se producían en su vientre perforaron sus entrañas con minúsculas flechas y le obligaron a suspirar de dolor".

En este punto cabe destacar ciertas particularidades de la narración, y es que, a pesar de que para el análisis de Una cuestión personal contamos con una traducción al español de la obra que originalmente está en japonés, es particularmente en esta etapa en que las descripciones y las imágenes que leemos resultan sumamente contundentes. Nos atrevemos a asegurar que Oé, en la voz del narrador, cumple con mostrar lo siniestro a través de imágenes bellas, de una estética elaborada con la que produce sensaciones intensas en el lector.

Sobre este tema Trías recoge las apreciaciones de Kant en su Crítica del juicio, en la que manifiesta que el arte puede tratar cualquier asunto, trama o sentimiento independientemente de su moralidad y del horror que pueda despertar y que el único límite es el asco. En este caso las imágenes que se ofrecen describen con detalles casi escatológicos el vómito de Bird y como lectores repelemos las imágenes, pero a la vez son perfectamente vívidas y ayudan a recrear la condición de Bird.

Trías dirá que "el arte bello muestra precisamente su excelencia en que describe como bellas cosas que en la naturaleza serían feas o desagradables". Y este es el caso de la novela de Oé. El lector podrá contemplar a Bird y sentir desagrado por él o hasta llegar a experimentar compasión y esto se logra a través de imágenes crudas:

Si al menos pudiera vomitar con la delicadeza de un saltamontes? de rodillas en actitud de piadosa oración, esperó a que su estómago explosionara [?]. Visto desde su posición el retrete era una inmensa garganta blanca, con agua clara en su estrecho fondo. La primera oleada de náusea lo golpeó. Bird emitió un sonido como un ladrido [?]. Un líquido picante le llenó la nariz, y las lágrimas se le escurrieron hasta la porquería que tenía pegada alrededor de la boca. Lamentos y lágrimas, chispas amarillas en su cabeza?

Bird admite que pese a lo aturdido y asqueado que se siente, estos momentos de irresponsabilidad son para él como la autosalvación e incluso llega a considerar la idea de que su resaca pueda compensar en algo los sufrimientos del bebé, pensamiento que, apenas elaborado, le avergüenza.

En ese mismo estado, Bird debe asistir a una de sus clases, la primera desde que nació su hijo. La academia era estricta y él no podía darse el lujo de faltar o asistir tarde, pero no toma en cuenta que llegar en su estado era posiblemente una amenaza mayor para la integridad del orden. En su clase se enfrenta a cientos de rostros de jóvenes silenciosos e inicia su clase leyendo unos pasajes de Hemingway, cuando de repente "sintió que en las profundidades de su cuerpo comenzaba una crisis irreprimible" y mientras avanza en la lectura sospecha que una nueva oleada de náuseas le llena todo el cuerpo y le sacude por dentro. Bird detiene la lectura y sin poder soportar más sonríe a sus alumnos y:

Se desplomó sobre sus rodillas, apoyó las manos sobre la madera y con un gruñido comenzó a vomitar [?] un gruñido que parecía un trueno le abrió la boca y su cuerpo se puso rígido. Lagrimeando, bajó la mirada hasta el charco de vómito, pálido, ocre, rojizo, sembrado de sedimentos de limón amarillo brillante.

Una vez más interviene la narración detallada de la suciedad del vómito y el comportamiento de Bird corresponde perfectamente a estas imágenes. Luego de vomitar en la mitad de la clase Bird se enfrentará a un grupo de alumnos que no encuentra el evento nada cómico y le amenazan con denunciarlo ya que por su culpa perdían clase, tiempo y dinero. Uno de ellos, el más osado, se pone de rodillas para oler el vómito de Bird y una vez que lo hace dictamina que éste huele a alcohol. Él alumno insiste irritado en que el malestar de Bird no es por enfermedad, sino por una resaca de alcohol y que ya se encargaría él de conseguir que Bird reciba su merecido.

Bird frente a cientos de alumnos de rodillas vomitando, y luego un alumno que prácticamente se ha arrodillado sobre los desperdicios para olisquearlos, resultan imágenes sumamente poderosas que contribuyen con el desarrollo de una atmósfera oscura y siniestra.

Como habían amenazado sus alumnos, Bird es despedido, y no tiene nada que decir a su favor, a pesar de que algunos alumnos seguidores suyos le insisten en que debe decir que fue una indigestión. Bird, al borde de la apatía total, solo se despide del director y admite que lo suyo era una resaca. Ya en la calle, sin empleo y a pesar de las facturas pendientes en dos hospitales, Bird se siente feliz por un segundo.

En el estado deplorable en el que se encuentra se siente más decidido que nunca a ver morir a su hijo, a poner fin a su familia y a su carrera y mantener con Himiko una relación sexual violenta, considerando incluso la posibilidad de violarla si ella no cede.

3.3 Himiko y Bird: el temor a la sexualidad

Desde el instante en que Bird llega a la casa de Himiko:

Se le ocurrió fisgonear por la puerta de cristal abierta del cuarto de baño [?]. Vio a Himiko duchándose [?] Bird le vio la espalda, las nalgas y las piernas. La imagen le provocó una repugnancia irreprimible: se le puso la carne de gallina [?] y tenía la sensación de que el pulpo de la repugnancia extendería sus tentáculos incluso cuando regresara junto a su mujer.

Bird se siente asqueado e incapaz de sentir deseo, pero haber reconocido en Himiko a una mujer vampira y enterarse de que él la violó y fue el primer amante en su vida, lo sedujo. Bird se llena de pensamientos violentos: "no le quedaba más alternativa que estrangular a la muchacha. Matarla. Una voz interior aleteó desde el deseo que anidaba en su cuerpo: ¡Mátala y copula con su cadáver!" Y es así que mientras iba a buscar a Himiko después de haber sido despedido de la academia sintió cómo un incipiente deseo sexual se abría paso en la oscuridad de sus pensamientos y "deseó lo peor del sexo más corrompido que pudiera existir [?] si me rechaza, pensó irritado, la golpearé hasta dejarla inconsciente y luego la follaré".

El deseo sexual perverso de Bird es parte de su condición monstruosa: busca el placer y espera conseguirlo de maneras poco convencionales. Sin embargo, la decisión de Bird se verá contrariada por uno de sus grandes temores: el miedo a la sexualidad femenina. Es aquí donde se verán enfrentados dos monstruos: Bird e Himiko. Él le teme por ser mujer, la desea por lo intrigante de su condición mundana, pero teme convertirse en su presa. Él se siente capaz de matarla o dejarla inconsciente, como ha manifestado, tal vez para evitar que Himiko pueda apoderarse de él estando despierta y viva.

Cortés cita a Freud, que dice: "El hombre tiene miedo de ser debilitado por la mujer, infectado por su feminidad y de mostrarse incapaz. El efecto que el coito tiene de descargo de tensiones y producción de flacidez puede ser el prototipo del los miedos del hombre".

Bird tiene claro entonces que una relación sexual con una mujer vampira está próxima a la muerte y al mal, oscila entre el placer y el dolor, el deseo y la crueldad. Y está dispuesto a hacerlo. Sin embargo, una vez que llega a la casa de Himiko, su excesiva disponibilidad para cualquier tipo de coito hace que Bird se siente insignificante y se ve obligado a abandonar su plan de violación. Luego Himiko anunciará que haría con Bird lo que hiciera falta para que se liberara de sus demonios, pero que debía estar preparado porque había riesgo de embarazo.

En ese preciso instante y tras oír la palabra embarazo, Bird quiere huir, se siente vulnerable y tras la insistencia de Himiko tiene que admitir que siente miedo: "Le temo a las cavidades oscuras donde fue engendrado mi monstruoso bebé. [?] Luego se le ocurrió que podrían hacer algo siempre que Himiko fuera sádica. Estaba dispuesto a intentarlo todo menos el agujero del que había salido la tragedia".

Himiko interroga a Bird antes de ceder a sus intentos sádicos, y le invita a definir el objeto de su temor. Bird admite que temía a la vagina y al útero: "hay otro universo allí. Oscuro, infinito, atestado de cosas no humanas: un universo grotesco. Y temo entrar en él, quedar atrapado y no poder escapar".

Cortés comenta que el temor masculino respecto a lo órganos sexuales femeninos responde a culturas primitivas, mitología clásica y se ha visto plasmado en las artes plásticas de finales del siglo XIX e inicios del XX. Habla sobre el mito de la mujer castradora y explica que muchas culturas han identificado "los genitales femeninos con un boca monstruosa que puede tener consecuencias fatales para el pene". El mito habla de una vagina dentada con la que se recrea el temor de los hombres a ser castrados.

Bird teme a la sexualidad femenina porque sabe que de las cavidades profundas de su esposa ha nacido un ser deforme y enfermo. Y a la vez teme, aunque no lo ponga de manifiesto, la insaciabilidad de Himiko.

Como habíamos mencionado anteriormente, Cortés recoge de la teoría freudiana dos de los grandes temores del hombre: la mutilación y la sexualidad femenina en la que se ve comprendido el potencial nacimiento de monstruos. En el caso de Bird estos dos temores se suman: primero, la mutilación, que en un plano simbólico, se entiende como la castración, un acto que corresponde a la vagina dentada. Luego, teme a la avidez sexual de Himiko. Bird siente miedo de ser incapaz de complacerla, le angustia no dar la talla de sus amantes. Y por último, se repite el temor a la feminidad, al embarazo y a su hijo monstruoso.

Finalmente Himiko cede con la intención de ofrecer a Bird consuelo y le permite "un coito abyecto y vil, un coito basado en la ignominia". Bird practica sexo anal con Himiko y se olvida por completo de ella. El momento de la copulación es el instante cúspide de su monstruosidad:

La frustración y la rabia le privaron de todo sentimiento y su ego se agigantó [?] Bird lanzó un grito de guerra desde el fondo de su cabeza en llamas: ¡estoy humillando a una mujer de la forma más ignominiosa. Soy capaz de lo más bajo y ruin. Soy la vergüenza misma [?].

Mientras Bird experimentaba el mayor placer que podía haber imaginado, Himiko gritaba de dolor y "de pronto, como si el odio se le hiciera insoportable, mordió el cuello de la chica [?] Bird abrió los ojos y vio una gota de sangre escurriéndose junto al lóbulo anémico de Himiko".

En el acto sexual violento entre Bird e Himiko él busca el placer, la purificación y a la vez es una afirmación de poder, una certeza de que es capaz de llevar adelante todas sus intenciones por siniestras que sean. Himiko, en cambio, en el rol de la mujer que es capaz de disponer libremente de su sexo y por lo tanto de la vida y la muerte, se ofrece en un acto voluntario. Es humillada y padece, a cambio de devolverle a Bird la vida, la confianza, liberarlo de sus temores y darle el coraje que necesitará para enfrentarse al verdadero caos que se cierne sobre su vida.

Más tarde Bird siente que Himiko le había curado de sus temores. Se sabe libre de los estigmas de la feminidad, cuya maldición ha sido desterrada tras el coito siniestro. Ahora solo le queda decidir sobre la vida de su hijo, que aún no se había debilitado y que seguía vivo, creciendo como una amenaza sobre su vida.

Capítulo 4: La decisión

4.1 Enfrentar a la madre

Tres días después del nacimiento del niño, Bird decide que es el momento de visitar a su esposa, a quien le han ocultado la verdad de la condición del recién nacido. Ella piensa que ha nacido con una deficiencia cardiaca pero no sabe de su deformidad, aunque sospecha que algo no va bien con su hijo por las expresiones de sorpresa de las enfermeras durante el parto.

La esposa de Bird, en oposición a la condición monstruosa de él, es una mujer serena y firme, que, a pesar de sentirse acongojada, es lúcida en sus apreciaciones y es la única que en todos estos días de perdición ha sido capaz de hacer frente al monstruo en el que se ha convertido su marido. Intuye su recaída, sospecha que ha cedido a sus debilidades y a diferencia de las personas que Bird ha encontrado en su espera de la muerte, ella es la única que se niega a convertirse en su aliada y sin saber con certeza la verdad de su comportamiento ella juzga su carácter y le enfrenta con energía para imponerle una tarea a la que Bird se había negado en todos estos días: salvar a su hijo. Mientras que él lo único en lo que podía pensar era que "sólo había que esperar a que se debilitase y muriese naturalmente en un reputado hospital" y que su "único trabajo en el asunto sería intentar olvidarlo".

En el hospital donde estaba su esposa, Bird se había presentado fingiendo timidez "representando el papel del joven marido que acababa de sufrir una desgracia imprevista". Pero sabía bien que era un papel que se había impuesto. Después de su borrachera, de haber perdido el trabajo, de haber mantenido una relación sexual abyecta, Bird se sentía perfectamente capaz de dar la cara en el hospital frente a su mujer y suegra pretendiendo total dignidad y sufrimiento de padre herido. Según él sospecha: "Todo el mundo no hacía más que representaciones teatrales, todo era una comedia de segunda; menos el bebé con una protuberancia craneal: él era lo único real".

Con su esposa tiene el gesto de llevarle una funda de pomelos a lo que ella reacciona con violencia, recordándole a Bird que era alérgica. Él admite el error y confiesa que había querido llevarle algo y sabía que los pomelos tenían un significado especial para ellos, pero que no se detuvo a pensar qué significado era. Su esposa, molesta, toma el control de la situación y le dice a Bird con claridad que lo considera un ser débil y que teme lo peor de él justo ahora cuando su hijo más lo necesitaba: "A veces pienso que en cada ocasión crucial que se presente, tú estarás borracho o dominado por algún sueño fantástico, y que te irás flotando por el cielo como un pájaro".

Su esposa le enfrenta y amenaza diciéndole que debe ser valiente y que si abandonaba al bebé ella se divorciará de él. Por primera vez en días Bird empieza a sentir que algo se remueve en su interior, sabía que no era valiente como su esposa esperaba, que era apenas un pusilánime en quien no se podía confiar y que además era inservible como esposo.

La esposa de Bird se siente superior a él ya que es ella quien pone los límites en la vida desordenada de su marido. Le exige "una vida tranquila y decorosa", o le sugiere que los abandone como ya ha había hecho en otras ocasiones en situaciones cruciales. Así, ella trae a colación un recuerdo del pasado de Bird que es anterior incluso a su tiempo de estudiante en Tokio.

Hay un retroceso en el tiempo, y a través de este conocemos a Bird en su adolescencia. Bird había sido un joven pendenciero en su ciudad natal en la provincia y a él y a su amigo Kikuhiko les habían impuesto como trabajo atrapar a un loco que se había fugado del manicomio: "El loco creía que el mundo real era el infierno y temía a los perros porque los consideraba demonios disfrazados", por lo que si no le capturaban hasta el amanecer la policía soltaría una jauría de perros para que lo encuentren. Kikuhiko se sintió incapaz de realizar esta tarea, sentía miedo y le pedía continuamente a Bird que se fueran, pero él todo lo que había hecho era insultarle y recordarle que sabía de sus relaciones homosexuales con extranjeros. Bird abandonó a Kikuhiko y se marchó para continuar con la búsqueda del loco, a quien encontró al amanecer ahorcado colgado de un árbol.

Esa había sido una época crucial para Bird, quien no comprendía qué tramaba su mujer al traerle a la mente un recuerdo tan insólito y desatinado, pero ella solo quería dejarle claro que después de aquella experiencia Bird se había convertido en la clase de persona que abandona a los débiles y huye. Era por eso que ella había decidido nombrar a su hijo Kikuhiko como un recordatorio de la naturaleza de Bird a la que debería enfrentarse si deseaba salvar a su familia.

Como habíamos mencionado en capítulos anteriores, Trías en su inventario temático de motivos siniestros, indica que "la repetición de una situación en condiciones idénticas a la primera vez en que se presentó, en genuino retorno de lo mismo" resulta siniestra. En el caso de Bird ha vuelto sobre sus pasos varias veces en los últimos días: se ha perdido en el alcohol, ha tenido comportamientos sexuales violentos y ahora, a decir de su mujer, se repetía tangiblemente la anécdota de su pasado juvenil ya que ella intuye que Bird, en ?una repetición genuina de lo mismo?, abandonaría al bebé, como había abandonado a Kikuhiko, y lo dejaría morir.

Según comenta la estudiosa del autor, Michiko Niikuni Wilson, dos motivos recurrentes en las obras de Oé son la incomunicación y la desconfianza, y ambos se identifican generalmente en las relaciones familiares. En el caso de Una cuestión personal, estos dos motivos se repiten: Bird no puede entablar un diálogo con su hijo, lo que dificulta más aún la elección de un camino, y su esposa no confía en él, ni en sus acciones, ni en su capacidad de decisión.

Bird deja el hospital con nuevas perspectivas, las que le impone la desconfianza de su esposa. En este momento el orden y la cordura representadas por la esposa de Bird se miden con el caos y la demencia a las que él se ha abandonado hasta ahora. El cinismo de su monstruosidad encuentra un adversario en su esposa, quien no acepta una respuesta falsa y conoce las costuras de su marido.

4.2 El antihéroe

En el hospital donde está el bebé, le indican a Bird que le llamarán cuando haya alguna novedad. Desde entonces, el protagonista se ha encerrado en la penumbra de la casa de Himiko para esperar el anuncio de la muerte del niño y poder seguir con su vida o en este caso iniciar una nueva vida más acorde con las elecciones que había tomado en los últimos días y a su condición monstruosa que, si antes se había manifestado como un presagio, ahora es una certeza absoluta. Bird decide que cuando el niño muera, tal como su esposa lo había anunciado, se divorciarían y él sería un hombre libre para poder ir a refugiarse en las mesetas africanas, acompañado de Himiko, quien en esos días se había sentido identificada con el proyecto de Bird y estudiaba con afán los mapas de carretera que él comprara antes del nacimiento de su hijo. En este momento su mayor oponente para cumplir con sus planes es el bebé, pero Bird no hace más que esperar confiado en que sus aliados en el hospital alimentan al bebé con agua en lugar de leche para que se debilite y muera.

Mientras Bird espera en casa de Himiko, esta recibe la visita de una de sus amigas, otra de las antiguas compañeras universitarias que tampoco tuvo demasiada suerte: "rechazó todas las ofertas de trabajo por considerarlas poca cosa para su capacidad", e incluso Himiko confiesa que "de tanto en tanto, alguna de nosotras se va a la cama con ella. Eso la hace sentirse mejor" ya que todas las compañeras la consideran el miembro más patético de su grupo. Sin embargo, este ser con rasgos despreciables irrumpe en el desorden de Bird, en las divagaciones metafísicas de Himiko, en la obstinación de ambos de permanecer encerrados esperando la muerte y enfrenta a Bird con dureza, convirtiéndose en la encargada de propiciar la decisión y el ataque (siguiendo con las etapas del proceso de mejoría propuesto por Bremond) de los que él debe hacerse cargo.

La mujer cuestiona el hecho de que Bird espere la muerte del niño y califica a su angustia como un engaño con el que él se consuela. A todo esto Bird responde violentamente: "¿Quieres que lo lleve a casa y lo mate con mis manos?" y la mujer replica:

Al menos de esa forma no te engañarías. Admitirías que tienes las manos en el fango [?]. Es demasiado tarde para huir del miserable que llevas dentro. Ese miserable que te obliga a proteger tu hogar de un bebé anormal [?]. Sin embargo, le dejas el trabajo sucio a un médico de hospital y te compadeces a ti mismo, te consideras la víctima indefensa de una desgracia repentina.

Ahora, en este punto decisivo para el protagonista, vale comentar algunas consideraciones que hace Michiko Niikuni Wilson sobre la obra de Oé, quien siguiendo algunos de los motivos recreados por sus antecesores, los autores de la posguerra, decide crear personajes que se caracterizan por su apatía política, especialmente jóvenes que niegan la libertad y democracia que les ha sido otorgada tras la liberación de Japón. Estos personajes, han sido calificados como antihéroes y se caracterizan por ser japoneses que se han humillados ante el poder de los extranjeros, que no tienen convicciones políticas, que sacrifican su historia personal para conservar su comodidad, que son incapaces de cambiar, de tomar acciones o de cometer un suicidio. En contraposición, el héroe es quien desea ser parte de aquello que sucede en su tiempo, incluso si la forma de hacerlo es cometiendo un crimen.

Si tomamos en cuenta estos motivos que Niikuni Wilson ha identificado a lo largo de la obra de Oé, Bird corresponde sin duda a la descripción del antihéroe. Sabemos de su condición monstruosa, de su apatía general, de sus deseos de huir a otro continente y además, ahora sabemos que no es capaz de tomar una decisión trascendental en su vida. Cabe añadir que según la estudiosa, cuando en la obra de Oé se habla de japoneses serviles, se refiere a aquellos que se han dedicado a complacer a los extranjeros y se propone dos tipos de personas: las prostitutas y los guías e intérpretes.

Ahora que Bird ha perdido su posición en la academia, lo poco que le queda son sus conocimientos del inglés y deberá aceptar trabajo como guía para turistas.

Y para completar el perfil del antihéroe, sabemos hacia el final de esta última etapa de espera, que Bird no tiene inclinaciones políticas, ni interés alguno por la paz o la guerra. Observa en la televisión junto a Himiko el anuncio de que se han reanudado las pruebas nucleares y él "fue conciente de que la noticia no le impresionaba lo más mínimo. Pensó que tampoco se sorprendería al enterarse del estallido de la Tercera Guerra Mundial [?]".

Bird tenía aproximadamente 10 años cuando su país fue atacado con dos bombas atómicas y su generación fue una de las primeras en gozar de la liberación del Japón, sin embargo, él, asumiendo su papel de antihéroe, se queda inmóvil y apático ante la noticia.

En este momento Bird debe decidir sobre la vida de su hijo, no puede conformarse con esperar, debe actuar y seguir el consejo de la amiga de Himiko: tendrá que tomar en sus manos la vida del bebé anormal y acabar con ella. De esa forma Bird se convertiría en un héroe, que no se queda de brazos cruzados frente a los acontecimientos, sino que actúa ante ellas, aunque deba hacerlo de forma criminal.

4.3 La eliminación del oponente y el ataque

Bird dormía cuando sonó el teléfono. La llamada anuncia lo que tanto había deseado oír durante los últimos tres días. Una voz le indica a Bird que el bebé les había dado mucho trabajo y que ahora esperaban la presencia del padre en la cátedra de cirugía cerebral. Bird, eufórico con la noticia, se dirige al hospital para confirmar que había malentendido la llamada y que su primogénito no había muerto, sino todo lo contrario, luchaba por su vida, y los médicos habían investigado su caso exhaustivamente hasta asegurarse que era posible una operación para extraer la hernia cerebral, aunque no podían confirmar que llevaría una vida normal.

Bird se siente indignado, enfurecido, piensa que este malentendido era una burla y que no va a permitir que el niño monstruo le gane la batalla y tampoco aquellos médicos que por probar sus sabiduría le arruinarían el resto de su vida dejándole a cargo de un ser vegetal: "¡No cedas!, se ordenó Bird antes de que le dominara el pánico. Debes resistirte a estos bastardos, protegerte de esa monstruosidad. Rechaza que lo operen, no permitas que el bebé irrumpa en tu mundo?".

Y en ese preciso instante Bird se niega a que operen a su hijo, sin dar lugar a que los médicos puedan ofrecerle nuevos motivos. Se enfrenta a sus oponentes y los elimina, y ahora se dispone a iniciar el ataque, convertirse en el héroe y acabar con el último de sus oponentes. Así, informa a los doctores que se llevará al niño y que desde él es su responsabilidad.

Una vez que abandona el hospital Bird informa a Himiko de la nueva situación y ella confirma que se convertirá en su cómplice. Contacta con un médico abortista, que según lo que ella sabe, es capaz de crímenes horrorosos. Ambos planifican la forma de trasladarlo hasta la clínica del médico inescrupuloso, en las afueras de la ciudad, pero antes deberán proveerse de ropa de bebé para poder sacarlo del hospital.

Movidos por una tensión insoportable, que se transmite a su vez en la narración, cuyo ritmo es mucho más ágil que en etapas anteriores, Bird e Himiko consiguen lo que hace falta e incluso coloca el techo en el coche deportivo de Himiko, ya que llovía y no quieren que el bebé se moje durante el traslado. Al mirar la apariencia del auto deportivo con el techo puesto, Bird siente como si hubiera fabricado una carroza fúnebre para el bebé.

De regreso al hospital Bird cree ser capaz de enfrentar las miradas de las enfermeras con una nueva voluntad y seguridad que le invade. No iba a permitir que nadie se entrometa con su decisión de llevarse al niño para hacerse cargo de él con sus propias manos. En una de las ventanillas donde tramita el alta del niño la señorita indica a Bird que hasta ahora su hijo ha sido ingresado sin un nombre propio y que lo necesita para salir del hospital por una cuestión de registros:

Un nombre, pensó Bird. La idea le turbaba. Si le proporcionaba un nombre al monstruo, desde ese instante parecería más humano y era probable que poco a poco se afirmara como un ser humano. Una cosa era que muriese sin nombre pero otra muy distinta que lo hiciera con un nombre.

Bird se niega violentamente a cumplir con el requisito pero ante la insistencia de la señorita recuerda las palabras de su esposa y le nombra Kikuhiko, como su amigo de la adolescencia a quien había abandonado. Ahora que Bird se dispone a abandonar o a quitarle la vida a su hijo, el nombre es apenas otro de los presagios siniestros que acompañan el ataque de este nuevo héroe ya que, como si fuera poco, Himiko se muestra asombrada con la casualidad ya que conoce a un homosexual con ese nombre, que es dueño de un bar, y sugiere que después de encargarse del bebé vayan a celebrarlo ahí.

Bird recordó cómo había abandonado a su amigo Kikuhiko en una ciudad de provincias desconocida y en plena noche. Y ahora el bebé que estaba a punto de abandonar se llamaría Kikuhiko. Durante un instante Bird consideró la posibilidad de regresar y cambiarle el nombre. Pero en vez de hacerlo, dijo como necesitado de castigarse: -¡Despediremos la noche en ese bar gay Kikuhiko! ¡Será un auténtico velatorio.

Tras finalizar los papeleos Bird e Himiko se encuentran fuera de la clínica con el bebé en una canasta, este ha crecido y abierto los ojos, pero "no tenía aspecto demasiado humano: la parte frontal del cráneo todavía estaba muy contraída y no equilibraba la monstruosa protuberancia posterior. Agitaba los puños cerrados como si quisiera salirse de la cesta".

Inician el viaje hacia la clínica donde dejarán al bebé. La atmósfera que se ha creado desde que salen del hospital es sumamente tétrica: llueve torrencialmente, en el auto de Himiko hace un calor abrasador, en la radio se escuchan testimonios de los sobrevivientes de Hiroshima a propósito de la reanudación de las pruebas nucleares, ella maneja a gran velocidad y con descuido y tras intentar esquivar a un gorrión muerto en la autopista caen en un bache y el bebé despierta y empieza a llorar. La tensión entre los personajes y en la narración alcanza niveles muy altos, hasta llegar casi al punto de la irritación. Han dado vueltas en círculos durante horas sin encontrar la clínica. Bird sospecha que el bebé se ha resfriado y ahora los detiene un policía a quien deberán mostrarles la cabeza del bebé para que horrorizado les crea que llevan prisa y les dejé pasar. Cuando finalmente llegan, el médico, usando una bata salpicada de sangre, los recibe con prisa:

Ignoró por completo a Bird y, sin dejar de mirar la cesta, como si estuviera comprándole pescado a un vendedor ambulante [?] exclamó: - Temí que por el camino se les hubiera ocurrido lo peor. Hay personas radicales [?] una vez que han tomado una decisión les da igual que el bebé muera de debilidad o estrangularlo con sus propias manos.

4.4 La epifanía

Una vez que todo ha terminado y han dejado al bebé en manos del médico, Bird e Himiko se refugian en el bar gay de Kikuhiko, donde Bird comprueba con asombro y asco que se trataba del mismo amigo de la juventud a quien abandonó hace siete años, ahora propietario de un bar de mala categoría para homosexuales. Sin embargo, "el dramatismo de este reencuentro no lograba despertar las emociones internas de ninguno de ellos".

Como un acontecimiento que se repite en idénticas condiciones, este encuentro significa para Bird la peor de las casualidades, una última confirmación con lo siniestro. Y mientras su mente flota entre la indiferencia y el odio, Kikuhiko comenta con Himiko sus historias de juventud e inculpa a Bird por aquello en lo que se ha convertido debido a que él le abandonó en un momento crucial. Kikuhiko explica que aquella noche en la que Bird le dejó solo, lo que él verdaderamente temía era que los reclutarán para ir a la guerra contra Corea, ya que circulaban por ese tiempo rumores que decían que unos mafiosos vendían jóvenes japoneses como soldados.

Bird bebe un trago tras otro hasta que vomita. El encuentro con su antiguo amigo refresca su memoria: ya no era aquel joven de 20 años que abandonaba al caído, pero se había convertido en un asesino, en un monstruo incapaz de asumir su vida: "Es una cuestión personal. Cuando estás solo dentro una cueva privada, al final llegas a una salida lateral que conduce a una verdad que te concierne a ti y a todo el mundo. Eso recompensa los sufrimientos padecidos".

Tras experimentar el primer instante de lucidez de todos esos días Bird se cuestiona: "¿Qué cosa intentaba defender del peligro que representaba un bebé monstruoso? ¿Qué había de valioso en su propio interior para defender con tanto ahínco? La respuesta que halló lo dejó estupefacto: nada, menos que nada. Cero". Así frente a esta revelación, los acontecimientos toman un rumbo distinto y cada proceso adquiere un nuevo sentido: "Bird se incorporó lentamente de la silla. Le dijo a Himiko: - He decidido llevar al bebé nuevamente al hospital para que lo operen. No intentaré volver a huir por todos los resquicios".

Bird tiene una nueva misión: salvar a su hijo. Para ello, deberá eliminar a aquellos que hasta ahora habían sido sus aliados: a Himiko, en primer lugar. Decide aferrarse a su nueva misión y sacrificar el futuro que se había prometido a sí mismo: una fuga al continente africano, el fin de su vida familiar y de su carrera. Sacrifica a Himiko y con ella dejar atrás el pasado de perdición y la promesa de huir a África. El sacrificio consiste en hacerse responsable de la vida del bebé aunque tenga que arrancárselo de las manos a un doctor carnicero y eliminar a sus oponentes: Himiko, los médicos inescrupulosos, y de alguna forma a sí mismo. Eliminar al monstruo en el que se había convertido y el héroe que había elegido ser para sencillamente asumir su rol de padre y su condición humana.

Himiko, inconforme con la decisión de Bird, reclama por el viaje a África que iban ha hacer juntos y trata de convencerle de que seguramente el niño ya ha muerto, pero Bird responde: "He estado huyendo todo el tiempo. He imaginado África como el final de toda la fuga, el punto límite [?]", sin embargo, ahora mismo imaginar que era un hombre libre que asesinó a su hijo, pero que estaba de pie en mitad del Sahara, convertía a su sueño en una posibilidad remota, insípida y poco atractiva.

Finalmente, Bird asume que tiene dos caminos "o lo estrangulo con mis propias manos o lo acepto y lo crío. Lo sé desde el principio, pero no he tenido valor para aceptarlo [?]. Lo único que deseo es dejar de ser alguien que huye de todas sus responsabilidades". Con esas palabras Bird se despide y sale en busca de su hijo.

4.5 La satisfacción y la redención

Con una marca temporal que indica que ha pasado casi una estación desde el nacimiento del bebé, encontramos a Bird más delgado y pálido al fin del otoño. Las transfusiones de sangre han sido uno de los motivos del cambio de su aspecto; sin embargo, a decir de su suegro, Bird parece otra persona, incluso comenta que ya no le parece atinado seguirle llamando por su apodo de la adolescencia.

Una semana después de la operación, el bebé había adquirido un aspecto casi humano. Y a la semana siguiente había comenzado a parecerse a Bird [?]. La anomalía en el cráneo no tenía más que unos centímetros hacia dentro [?]. Resultó que el cerebro no sobresalía de la cavidad craneal, así que, a fin de cuentas no era una hernia cerebral, sino un tumor benigno.

En la misión de salvar a su hijo, Bird había encontrado nuevos aliados: un grupo de prestigiosos médicos que operaron al bebé y que pronosticaron que, a pesar de que crecería con un posible retraso mental, el niño viviría casi con normalidad. También la esposa de Bird y sus suegros, cuya apariencia al final de la novela no tiene los rastros de la oscuridad que habían manifestado durante los días de la tragedia, son ahora sus aliados.

Bird cumple con la última fase del proceso de mejoría: la satisfacción, que consiste en haber salvado la vida de su hijo.

Bird admite: "-Tuve la sensación de que en el mundo no quedaba nada a lo que yo tuviera derecho -"pero obtuvo de su paso por los infiernos la posibilidad de redimirse.

Recuerda lo tentador que había sido ver, semanas atrás, un buque con rumbo a Zanzíbar zarpar llevándose lejos a Himiko y a su joven acompañante, pero siente la firmeza de haberse quedado, junto a su familia por su propia elección.

5. Conclusiones

Toda la narración es un continuo traer a presencia,

con medios artísticos, lo siniestro, pero de tal suerte que lo real y

lo ficticio se hilvanan ? con tal ambigüedad y sabiduría ?

que el efecto artístico queda siempre preservado.

En su discurso, Japan, the Ambiguos and Myself (Japón, la ambigüedad y yo), en Estocolmo en 1994 al recibir el Premio Nobel de Literatura, Kenzaburo Oé habla sobre las ambigüedades a las que se enfrenta la cultura japonesa a partir de sus experiencias políticas y bélicas. Según las apreciaciones del autor, el proceso de modernización de la cultura japonesa, que inició en 1868 y que continuó hasta después de la Segunda Guerra Mundial, implica una incursión y aprendizaje de la civilización occidental con un deseo de imitarla, pero a la vez de mantener vivas las raíces de la cultura popular japonesa. Esta orientación compleja y ambigua convierte al Japón en un intruso para el resto de países asiáticos y en un fenómeno apenas comprensible para Occidente. A la vez, esa ambigüedad a la que Oé se refiere consiste en la riqueza y expansión comercial del país enfrentada a una profunda desilusión y apatía de los japoneses.

Después de las bombas en Hiroshima y Nagasaki y la rendición del Emperador, los japoneses se enfrentaron a una realidad que no habían concebido, el hecho de que el emperador era un ser humano y no una divinidad, y que habían perdido la guerra y de alguna forma, el Japón había dejado de ser un país de Dios. Además, despertar a una era nuclear de la que habían sido las primeras víctimas hundía a los japoneses en una franca decadencia de espíritu que solo se contrarrestaba con una voraz recuperación económica que terminaría por ubicarlos como una potencia mundial en lo que respecta a lo económico.

En su obra, Oé ha intentado enfrentar las ambigüedades y la lucha interna que experimenta su país y es así que el método fundamental de su escritura será partir de un evento personal e íntimo y luego relacionarlo con la sociedad y al mundo entero.

Con Una cuestión personal, Oé ofrece un claro ejemplo del método con el que ha tratado de abordar los temas de su vida y de su tiempo. En esta novela se ha ocupado principalmente de una crisis íntima, biográfica: el nacimiento de un hijo discapacitado y, ha partido de ella, de las implicaciones que tiene para la sociedad y para un mundo que ha sido afectado por la actividad nuclear.

En su discurso, Oé habla de sus personajes y de sí mismo como seres que han sido parte de una cultura marginal, periférica y que se han enfrentado al fenómeno social de un país lleno de ambigüedades y heridas causadas por las guerras y la apatía.

Bird, el protagonista de Una cuestión personal, encarna al personaje japonés cuyo abandono y decadencia denuncian la incapacidad de tomar acciones en su vida y menos aún de ser parte activa de su sociedad. En la novela somos testigos de la marginalidad del personaje, quien tras el anuncio del nacimiento de su hijo anormal experimenta un proceso de vertiginosa transformación en un monstruo social: un ser despreciable que altera el orden de la sociedad con su comportamiento y que además se pervierte a través de los vicios, la violencia y una sexualidad abyecta.

Para Oé la literatura cumple una función especial: debe ser comprometida, debe contar y guiar y para ello impone a sus personajes una lucha, un viaje interno hacia los infiernos de su propia monstruosidad para que al final puedan librar la batalla, experimentar una catarsis que consiste en vencer a la muerte, al mal, a la crueldad de las guerras y a la marginalidad, para volver al sentido más humano.

Una vez que Bird ha tomado la decisión de abandonar a su hijo ha llegado al clímax de su monstruosidad. Pero es capaz de reflexionar sobre su vida y sus elecciones. Elige salvar a su hijo: dejar de huir, enfrentar y superar su condición monstruosa.

El giro que da la novela, cuando hacia el final Bird asume su responsabilidad y su papel en la sociedad, deriva en la catarsis del protagonista, quien se redime de su condición monstruosa y de sus experiencias siniestras a partir de su propia decisión. Bird, como varios de los personajes que habitan la literatura de Kenzaburo Oé, ha descendido a los infiernos de la marginalidad para regresar a la esencia de su humanidad.

Tras su redención, Bird abandona al ser monstruoso en el que se había convertido y a la vez, su hijo considerado como un monstruo innato, se libra de los estigmas de la deformidad, una vez que ha sido operado y los médicos descubren que su estado era menos grave de lo habían imaginado y que el niño podría acceder a una vida relativamente normal, en comparación a los pronósticos que se habían formulado cuando nació.

El autor, Premio Nobel (1994) comenta en su discurso en Estocolmo que, como creador, la escritura le lleva a experimentar una catarsis en su vida personal, similar a la que viven sus personajes y confía en que expresar el dolor a través de creaciones artísticas ayuda a exorcizarlo.

Finaliza su ponencia confesando que espera que para los lectores la experiencia de leer su obra pueda convertirse, a su vez, en una catarsis a partir de la demostración de que los personajes marginales como Bird pueden redimirse y aprender a ser tolerantes.

Una cuestión personal, en contraste con una amplia producción literaria del siglo XX, es una obra de aprendizaje, consiste en una reflexión no solo estética sino moral. Las novelas del siglo XX, así como las obras más recientes siguen una cierta tendencia existencialista y los personajes no superan los obstáculos, no existe mayor movimiento o acciones en lo que respecta a sus destinos. No viven procesos de mejoría. En el caso de esta novela de Kenzaburo Oé se reivindican algunos de los motivos clásicos ya que los personajes sufren caídas, se enfrenta al caos, pero son capaces, hacia el final, de sobrevivir, tomar decisiones y dar giros significativos a sus vidas, como es el caso del protagonista, Bird.

Acerca del ciclo narrativo que cumple la novela cabe destacar que se verifica un proceso de mejoría, según la teoría de Bremond, presentada por Mieke Bal. Pero, la epifanía se resuelve en un tiempo menor al que ocupa la etapa del caos. Lo monstruoso se presenta en la novela detalladamente, incluso el narrador recurre a retrocesos en el tiempo, con los que afirmará las atmósferas siniestras y comportamientos marginales. Sin embargo, la monstruosidad consiste en un proceso de aprendizaje, una etapa de tránsito para el protagonista.

La redención extiende su significado en la obra de Oé ya que le concierne al autor como padre de un niño con discapacidad; al entorno social del novelista, un Japón en constante proceso de sanación por las heridas de la guerra y de las bombas nucleares; al lector que puede encontrar en el arte una manera de vencer temores, y principalmente, a Bird el protagonista, quien vence los obstáculos y regresa del infierno de la monstruosidad para dar cuenta de un proceso de aprendizaje exitoso.